viernes, 22 de marzo de 2013

Respetar el no-despertar.

Bueno, lo de vomitar queda muy poco romántico y místico, lo admito. Qué desagradable idea, ¿no?. Uno se imagina el "despertar" al estilo de la típica imagen de Buda, bajo un árbol, en quietud maravillosa, rodeado de animalicos mansos, flores y mariposas, y un suave perfume primaveral envolviendo el ambiente...Y bien, esa es una imagen que nos hemos hecho y que resume (y mucho) una faceta del despertar -no lo niego- pero es que parece que hoy en día casi nadie se atreve a hablar de la otra, de la faceta visceral, tan desagradable y poco glamourosa. Y no será porque los budistas no hayan explicado la dureza que implicó el "despertar" para Buda (o que implica para cualquiera), pero es que actualmente hay toda una corriente pro-despertar que se resume en "la vida es maravillosa, medita todos los días y verás".

A muchos les da cosa decir que se pasa mal en el despertar, no sé si porque nunca han despertado y por lo tanto no se enteran de qué va esto, o porque -prefiero creerlo así-, aún sabiendo algunas cosas, temen decir toda la verdad que han visto, para no asustar al personal. Porque aún creen, muchos, que a la gente hay que convencerla para que se despierte. Que hay que venderles la moto, vamos, y animar a todo el mundo a que "abra los ojos" y se dedique a prácticas espirituales x, etc, porque sólo cuando todos nos demos cuenta de la verdadera realidad del mundo, las cosas cambiarán para bien.

Bueno, pues lo siento, pero no estoy de acuerdo. Es decir, sí concuerdo en afirmar que "en general" es mejor saber que no saber, y ver que no ver. Pero cuando hablamos en términos prácticos y realistas, nos encontramos con que, en ocasiones, es necesario para alguien no enterarse de todo lo que sucede, sobretodo si existen en ese todo realidades muy duras o desagradables. 

Oh, sí, ya oigo las prostestas: ¿Cómo puedo estar diciendo algo así? ¿Acaso estoy defendiendo la inconsciencia, es que quiero un mundo de borregos atontados? Pues no, pero vayamos a lo práctico, a lo real: el mecanismo de disociación mental y de negación de lo horrible existe porque lo necesitamos. Es un mecanismo, de hecho, de supervivencia psíquica, para no enloquecer o suicidarse directamente cuando algo nos supera, porque no nos gusta, o porque nos sentimos demasiado amenazados por ello, pero a pesar de todo no sabemos cómo eliminarlo, remediarlo o contrarrestarlo. (Existen estudios que aseguran que, en situaciones muy duras, se suicida mucha gente si piensa que no tiene salida, pero si se les ofrece una vía de escape, aunque ésta implique retos dificílisimos, el ser se enfoca en escapar, y es mucho más probable que sobreviva. Porque ningún organismo vivo tolera la falta de esperanza, o ver todas las puertas cerradas mientras está a merced de algo superior a sus fuerzas)

       (Arriba. imagen de Sandra Bierman)

Es decir, hablando en términos psiquiátricos y científicos, y por poner un ejemplo, si durante la vivencia de una guerra o de malos tratos brutales, los niños no pudieran "negar" en su mente ciertas realidades horribles, probablemente no sobrevivirían. Porque es muy duro, inasumible, sentirte impotente para evitar algo tan horroroso, y un niño realmente es impotente ante los adultos, sobretodo si hablamos de una situación de tragedia colectiva. Así que la mente, muy sabia ella, ¡zas! desconecta ciertos circuitos o hace lo que sea necesario para "borrar" temporalmente de la consciencia ciertas cosas inasumibles, y de esa manera el resto del ser -aunque menguado, o cojo- sigue adelante. Que algo es algo, porque mira, mientras hay vida hay esperanza. 

Entonces, y si más adelante la situación mejora y esa persona encuentra ayuda, sostén, etc, podrá afrontar la realidad que su consciencia quiso olvidar, para sanar su trauma y pasar página. Pero si no se dan esas condiciones de mejora del entorno, ese apoyo o ese sostén emocional, no sólo será inútil zarandear a esa persona para que despierte: es que además podría resultar perjudicial.

Porque ¿qué es el despertar? ¿Qué significa realmente despertar, sino abrir los ojos y darse cuenta de la realidad en la que uno está metido? Y vamos a ver, ¿no es cierto que en esta realidad existen cosas desagradables mezcladas con las agradables? ¿No es cierto que llevamos, como humanidad, milenios intentando salir de patrones de sufrimiento, sin haberlo conseguido, al menos colectivamente, salvo en contados casos? Por lo tanto ha de existir algo muy gordo que, como sociedad, se nos pasa por alto. No nos estamos dando cuenta de algo, es así de simple, o de otro modo ya habríamos despertado, ya estaríamos armonizados, sin guerras, etc.


(Arriba, imagen de la cría de humanos en la peli "Matrix")

El mecanismo natural de la disociación y negación de la parte más desagradable de lo real, también se parece (salvando las distancias) a lo que les sucede a los que están en coma. En este caso, es su cuerpo quien ha sufrido un revés o golpe "inasumible" y, para evitar sufrimiento innecesario, la mente se queda en estado inconsciente, mientras se intenta reparar el cuerpo. Algunos enfermos superan el coma, pero otros no, en parte dependiendo de la gravedad y naturaleza de las heridas. Y aunque este proceso de despertar de un coma sigue siendo misterioso en algunos casos, en general sí se cumple la tendencia de que, cuanto más se cura el cuerpo, más probable es que la "persona" despierte.

Según he aprendido, nuestra consciencia funciona de manera similar para todo, inclusive en términos "espirituales". Así que lo siento, pero reniego del proselitismo, es decir, de pretender que todo el mundo despierte. Y no creo ser la única: la mayor parte de los chamanes tradicionales, los "de siempre", los antiguos, eran totalmente reacios a "animar" a nadie a adentrarse en el camino de la percepción acrecentada de la realidad. 

¿Por qué? Porque no siempre estaba en sus manos (ni en su conocimiento personal) saber si esa persona podría o no podría afrontar el "plato de realidad" que afronta un chamán cuando va "percibiendo" lo que se oculta tras la fachada de algunas cosas. Tradicionalmente se ha considerado, pues, que el acercamiento al camino chamánico no es algo que uno pueda forzar o buscar, ni mucho menos por simple curiosidad, sino que ha de salir de dentro, del propio potencial de esa persona. Hablando en términos chamánicos, y salvo que se heredara esa "facultad", no eran las personas de una comunidad las que elegían a los futuros chamanes, sino "los espíritus". Desde "el Más Allá" se señalaba a los candidatos, porque en la cosmovisión chamánica ese Más Allá sabía muchas más cosas que nuestro Más Acá.

Hay otros caminos, claro está, y algunos ofrecen otros modelos de "despertar" (como la imagen del Buda sentado en un escenario primoroso) Pero ni siquiera en estos casos deberíamos engañarnos. Recuérdese lo que le sucedió a Avalokitesvara, que sufrió tanto viendo las múltiples necesidades y sufrimientos de los seres, que se le rompió la cabeza en pedazos, y menudo lío. Tuvo que ser "reparado", asistido por el mundo espiritual, y así fue como le "dieron" once cabezas y todos esos brazos (a veces le llaman "el de los mil brazos"), todo para que pudiera ayudar a la humanidad sufriente sin volverse majara o desintegrarse mentalmente en el intento.

         (Arriba, Avalokitesvara con sus once cabezas y sus "mil" brazos, ayudando a la humanidad)

Esta leyenda nos enseña que despertar a "lo real" no es tan sencillo, sobretodo si estamos dispuestos a "ver" la verdad de cómo vive el ser humano. Existen cosas suficientemente enormes como para hacer que a alguien le reviente la cabeza por el impacto ante el sufrimiento percibido y la sensación de impotencia ante la magnitud de éste. Así que, sin un apoyo suficiente, sin un sostén adecuado (ya sea del Más Allá o del Más Acá) es un poco loco y hasta suicida intentar abrir los ojos a según qué. Por la misma regla de tres, también es injusto, cruel e insensato intentar abrirle los ojos a la fuerza a quien no quiere ver, o no está preparado para hacerlo. 

¿Y cómo sabemos si alguien está preparado, apoyado y suficientemente sostenido para despertar a una realidad dura? Pues no lo sabemos, ésa es la cuestión. Nuestra pequeña personalidad no puede saberlo, por lo tanto sólo nos queda un camino: respetar lo que el otro elige para sí mismo. Lo cual nos lleva a aceptar (sin juzgar, criticar o maldecir) que, si cienmil personas eligen no despertar, o huyen espantadas de tí cuando sugieres que hay algo doloroso o malo asomando tras una apariencia bonita, es lo que tiene que ser, y amén.

Por la misma regla de tres, tampoco es justo negarse a dar cierto conocimiento a quien lo pide de manera reiterada y honesta porque, aunque nos parezca que no va a poder asumir ciertas cosas, realmente ¿qué sabemos nosotros de su interior, sus capacidades, su fuerza, su sostén? Muy poco. Con lo cual, salvo casos extremos en los que veamos, qué se yo, que alguien está claramente desequilibrado y, más que asomarse al mundo de la percepción, necesita un buen médico, no deberíamos cerrarle la puerta y responder a sus preguntas con honestidad (si es que conocemos las respuestas, que esa ya es otra cuestión)

***

He vivido momentos de "despertar" a ciertas realidades muy, pero que muy duras, y aunque "los espíritus" me han pedido que hable de ellas, también han añadido: "Pero será difícil, llevará su tiempo". Porque es obvio que no puedo meterle con cucharadas esa "sopa" tan especiada y explosiva a quien no quiere comer, o a quien prefiere otra clase de comidas más light y suavecitas. 

Así que escribir libros (o blogs, en su defecto) es un modo de poner a disposición del público ciertas cosas, sin presionar y sin hacer proselitismo. Yo me limito a escribir y publicar lo que he vivido u oído. Soy como una emisora que retransmite contenidos que le llegan. Algunos ni siquiera los comparto del todo, pero los retransmito de todos modos para ser fiel a mi vocación mensajera. Y en fin, luego la gente que haga lo que quiera. Quien guste, que lea, y quien no, que siga su camino y en paz.

Pero a pesar de todo, hay cosas que no es posible transmitirlas escribiendo. Hay umbrales y despertares que nadie puede enseñar, ni fomentar, ni incentivar en los demás. Porque no dependen, para nada, de la propia voluntad, ni de ningún aprendizaje pre establecido, ni de seguir ningún método en especial. Son umbrales de percepción que se cruzan, tal vez, sólo cuando nuestro ser ha madurado y se ha desarrollado de manera natural, si acaso sabemos lo que significa natural. Es un tipo de "despertar" similar al crecimiento de un niño: no está en manos de nadie despertar sus hormonas, la adolescencia ya lo hará de manera natural, y junto con ese "despertar" físico llegarán otros despertares y desarrollos internos, inclusive algunos a los que llamamos "espirituales".

Así que yo, que sólo he vivido despertares parciales tanto del tipo "a" (salir de un coma por heridas, o sanar una pequeña disociación o negación sombría) como del tipo "b" (creces y es como si te salieran ramas que llegan al sol, o alas, etc, sin que hayas hecho nada para que te sucediera, y eso te aporta una perspectiva nueva de las cosas), me puedo imaginar lo que es seguir en escala ascendente de ésto, y me baso en lo que he vivido para decir: no, no se debe presionar a nadie para que "despierte". 

Todo lo más que podemos hacer es apoyarnos mutuamente, intentar ayudar a los demás o siquiera mejorar nuestras relaciones, para que, desde ese sostén y cariño mutuos, la parte de nuestro ser que sigue dormida, en su "coma" particular, o disociada, decida que ya es seguro para ella "volver", emerger en la consciencia y expresar su verdad. Y todo esto, claro, se contradice con sentir rabia o fastidio hacia los que no están tan "despiertos" como nosotros.

A la luz de esta verdad sobre el funcionamiento de la mente humana, actitudes como la de Jesús, que en plena muerte torturada, decía "perdónales, porque no saben lo que hacen", se entienden perfectamente. Jesús no lo dijo por decir, ni porque fuera gilipollas de tan bueno. Está claro, para mí, que "algo sabía". Y desde su saber, veía como algo lógico lo que le estaba sucediendo, pero también veía que maldecir a sus perseguidores hubiera sido lo más contraproducente para el futuro e hipotético despertar global. Porque si algo necesita quien "duerme" todavía y es dominado por las sombras, es compasión y no ser mal juzgado. A un comatoso no lo despiertas a bofetadas, lo siento. A un loco en plena crisis agresiva tampoco lo vas a curar golpeándolo, y a un maltratador no lo vas a hacer ver la verdad a copia de bofetadas, escarnios y venganzas. Solo lo reforzarás más. 

Es difícil asumir esto, claro. Y, de hecho, en ocasiones puntuales nos vemos obligados a defendernos de las agresiones de no-despiertos. Es necesario y justo hacerlo así. Pero desde un punto de vista estrictamente espiritual y "conocedor" de la realidad del ser, las cosas son como son y la curación -y despertar- requiere lo que requiere. 

Así que no es el proselitismo lo que salvará al mundo, ni tampoco una guerra contra los dormidos. Será la aceptación, la escucha, el acoger a los que "dañan", en espacios donde sea seguro hacerlo. Porque, recordémoslo, sólo cuando un ser dañado se siente por fin no amenazado, amado y sostenido, puede sacar a colación sus heridas, sus traumas, expresarlos y resolverlos. Y eso será su primer despertar, su primer renacer.

¡Pero qué difícil va a ser esto...! Yo soy la primera a la que le cuesta, y a veces me pueden la impaciencia o el resentimiento. Sólo me frenan las "voces" de mis Guías, mostrándome una y otra vez el mecanismo inalterable de la mente, la realidad al desnudo: "Las cosas son así, ¿no lo ves? A tí la humanidad te parece complicada, pero para nuestros ojos, es de lo más simple que hay: Lo único que curará al mundo, y por lo tanto lo podrá despertar, es el amor".

jueves, 21 de marzo de 2013

¿Existen los cirujanos cerebrales invisibles? Los Dones Estropeados.

                                                      (Arriba, pintura de Oleg Korolev)

He puesto un título sensacionalista adrede, pero es que la pregunta me la sigo haciendo yo, 11 años después de mi "primera operación cerebral" intangible, acontecida en una dimensión, hum, digamos "espiritual". Y ahí va otro relato chamánico para entretener y remover un tanto.

Año 2002. Ahí estaba yo, atascadísima en una vida que sentía como una trampa, pero sin saber cómo cambiarla. Como Neo en "Matrix", intuía que había algo, en la realidad cotidiana, que no funcionaba y se me escapaba, pero no sabía qué. Ya investigaba mis sueños, eso sí, y llevaba unos años leyendo libros de chamanismo porque un buen día empecé a soñar con chamanes y cosas realacionadas, antes de saber siquiera que existía algo así. Investigar todo eso fue lo único que me produjo alivio, ante la extrañeza, intensidad y recurrencia de mis sueños. Pero bueno, una cosa es es soñar con chamanes o incluso pensar que eres chamana y sabes algo; y otra cosa diferente es vivir en tu vida cotidiana algo de todo eso.

Un día me encontré en sueños con un extraño trío de figuras, a cual más extraña. Una figura alta con guadaña (ja, risa nerviosa), un tipo con traje negro tipo frac (muy solemne y algo anticuado), y una figura femenina muy bajita, anciana, pero ataviada con un vestidito de rayas que yo tuve de niña, alrededor de los 4-5 años, lo cual era una mezcla tan extraña y paradójica (era una anciana, pero vestida de niña) que me produjo una sensación incómoda, me dio como vértigo, pues sentí que estaba ante un enigma desconocido y ante gente "que no era humana".

Me topé con ese misterioso trío andando por un largo pasillo, y me quedé parada en seco ante aquello. Ninguno de esos personajes dijo nada, pero experimenté la terrible sensación de reconocerlos, sobretodo a la anciana menudita, vestida con mi trajecito infantil. ¡Glups! Y un pensamiento irracional se formó en mi mente: "¡Oh, la Muerte Trina ha venido a buscarme!"

Muerte trina, curiosa expresión, a fé mia. Más que emociones, aquello provocó en mí la sensación de que algo enorme se precipitaba en mi vida y era removido, estrujado, retorcido. Me sentí al borde de una inmensidad, sobrecogida. También sentí muchas ganas de llorar, ganas que sobretodo parecían suscitadas por encontrarme frente a la menuda figura de la anciana/niña. Pero tampoco sabía decir si sentía tristeza u otra emoción que me sobrepasaba y no sabía nombrar, por desconocida. (¿Pueden existir sensaciones que no conocemos aún, porque solo surgen ante cosas que no conocemos todavía?) Me dolía el pecho, pero no era un dolor agónico. Era otra cosa. Otra sensación, sí.

Luego el sueño cambió y perdí de vista al trío. Mi visión me mostró una imagen (muy orgánica, por cierto) de mi cerebro. Entonces, se dibujaron en él caminos de luz, como si hubiera un cableado eléctrico superpuesto a la imagen de la masa encefálica. Una voz en off empezó a hablarme, y me dijo: "Mira, ¿ves? Este es tu cerebro, y funciona así". Entonces la red luminosa cerebral parpadeaba, como para mostrarme sus "caminos", sus interconexiones. 

Luego, la voz en off continuó: "Pero está claro que no logras eficacia. No das una. Quieres cambiar cosas pero no lo logras. Intentas, y nada te sale. Necesitas una reestructuración cerebral. Necesitas que todo esto (y aquí la imagen volvía a mostrar la red luminosa de mi cerebro) se reordene. Las conexiones deben cambiar, todas las ideas están mal conectadas y así no vas a ninguna parte".

Entonces se me mostró, en imágenes, cómo algunos cableados luminosos del cerebro se "apagaban", los puntos luminosos se desconectaban unos de otros, y se conectaban a otros diferentes, etc, hasta que aparecía un cerebro aparentemente igual por fuera, pero distinto en términos lumínicos o "eléctricos" por dentro. Finalmente, la voz en off me dijo: "Nosotros te podemos operar. Podemos reordenar todos tus circuitos cerebrales y transformarte, literalmente, en otra clase de persona, con una efectividad vital mucho más elevada".

Entonces me encontré, de sopetón, en el interior de un tren. Iba con otras personas que, según supe internamente, iban a ser "operados" como yo. Tuve un atisbo fugaz, en plan flash, del escenario de la operación, al cual nos dirigíamos vertiginosamente. Era como un gran quirófano semicircular (o circular del todo) donde un montón de "personas" (?) iban a observar cómo los cirujanos ésos (o lo que fueran) nos reformateaban el cerebro a muchos. 

Y aquí me cagué de miedo. ¿Quéee? ¿Iba a ser operada, así sin más, nada menos que del cerebro? ¿Y me iban a estar mirando "quiénes" como si fuera un p. conejillo de indias? Es más: ¿Qué era todo ese rollo de la "efectividad"? ¿A quién le importaba la efectividad? Yo quería ser alguien "espiritual", ¡pero no quería someterme a una operación cerebral (!) para ser más efectiva! "Efectiva", ¡vaya concepto más vulgar! ¡Qué robotización, qué maquinismo, qué poco... sí, qué poco espiritual sonaba eso! ¡Ah, pero es que seguro que estaba siendo tentada por entidades oníricas malignas! ¡Lo que querían era manipularme el coco, convertirme en otra clase de persona, y yo no iba a tolerar eso! ¡No, lo siento, pero yo me bajo de este tren, ahí os quedáis!

Estaba justo en el umbral de la sala de operaciones, y ya veían mis ojos la luz deslumbrante (blanca) de aquel lugar, pero, dicho y hecho, fue pensar que no, que ni hablar de aquello, y verme expulsada hacia mi realidad otra vez, catapultada a toda velocidad hacia mi despertar en la cama. ¡Uf! ¡De buena me había librado!

Bueno. Me desperté, como digo, pero mientras transcurría la mañana empezó a sucederme algo extraño. A la luz de ese umbral que había estado a punto de cruzar, observaba mi vida cotidiana y tuve que admitir que no me gustaba mucho. O más bien nada. Me sentí metida, y más que nunca, en "la misma mierda de siempre". En más de lo mismo que no me gustaba mucho. Y me dí cuenta de que era muuuuy deprimente. 

En realidad, llevaba mucho tiempo deseando cambiar mi vida sin lograrlo, así que tal vez esa mejora en la "efectividad" que me ofrecieron en sueños, no estaría tan mal. A fin de cuentas, sólo siendo efectiva podría lograr algo de lo que me propusiera, ¿no? ¿Y yo no quería cambiar de vida? ¿Cómo podía, entonces, desdeñar la efectividad? ¿Y si tenían razón aquellos misteriosos "operadores" y mi cerebro estaba funcionando mal?

Me habían dicho que no tenía ni una sola "idea" bien conectada, que todo en mi mente estaba desordenado y en desastroso estado. ¿Y si tenían razón? ¿Y si me había parecido que mi cerebro estaba bien, solo porque no podía compararlo con otro estado cerebral, y estaba acostumbrada a "no funcionar" correctamente? 

Así que a lo mejor no era tan malo que me operaran. Claro que acababa de perder la oportunidad, porque les había dicho que no y había salido del sueño, y hasta el momento yo no era capaz de forzar el regreso a un mismo sueño, para continuarlo en el punto argumental interrumpido. ¿Qué podía hacer?

Transcurrieron unas horas de dudas. Mi pobre mente estaba muy confusa porque, por primera vez, había sido literalmente cuestionada. Es decir: no era mi alma la cuestionada, ni mi espíritu, ni siquiera mi persona, ¡era mi cerebro! y aquello me había roto los esquemas. Pero además, todavía me surgían dudas porque tenía miedo de que algo "maligno" pudiera engañarme, y esperar a tenerme en la mesa de operaciones para convertirme en vete a saber qué, o quién. 

Y es que ni siquiera había visto a los "operadores". ¿De dónde salía esa voz en off diciendo "nosotros podemos operarte, si quieres"? ¿Quiénes eran "ellos"? Para remate, pretendían operar a seres humanos mientras otros "miraban" el proceso, como para aprender algo. O sea, mostrándolo a otros "seres" interesados en ver la cosa, como si se tratara de un enigmático experimento médico, o psíquico, como esas operaciones en la facultad de medicina que son vistas por los estudiantes o por otros médicos, pero todo perpetrado por vete a saber quién.

Si al menos los "operadores" me hubieran ofrecido un espacio íntimo, algo personalizado, algo...qué sé yo, teñido de misticismo, con visiones bonitas, flores, o imágenes amorosas, pues hubiera sido distinto. Pero todo aquel "halo científico" me daba pavor (tenía prejuicios, la verdad) También me dejaba desencantada el hecho de no ser ni remotamente la única en ser operada (ja, ¡había un tren lleno a rebosar de gente!) 

Supongo que yo había integrado un mito interior que decía que cualquier mejora de mi vida, máximo si era de índole "espiritual", tenía que suceder de determinadas maneras, y sería siempre algo íntimo y súper exclusivo, en plan "ser alguien único y especial" y todo eso. Aquel sueño me estaba rompiendo los esquemas: ni exclusivo, ni íntimo, ni tan sutil que se tratara sólo de luces-paz-amor-y-bien-lalalá. Me querían operar el cerebro, sí, concretamente el cerebro, y aquello, de romántico y místico, la verdad es que tenía muy poco. Encima, era algo ofrecido a muchas otras personas.

Tiempo más tarde, sí he tenido experiencias íntimas y místicas, pero he entendido que no están en contradicción con lo anterior. Y además, me parece que yo necesitaba aquella ruptura de esquemas. Las cosas son como son, y aquellos "médicos invisibles" no dejaban de ser muy sinceros y pragmáticos. ¿Qué tenía eso de malo? Pues nada. Pero yo tenía muchos prejuicios y muchas expectativas ilusorias y falsas.

En fin, tomé mi decisión más rápido de lo que había imaginado. No había terminado la mañana cuando, totalmente arrepentida de haberme escapado del "tren" y haber dejado plantados a los "operadores", corrí a decirles "internamente", a suplicarles, que me hicieran en el cerebro lo que fuera necesario. Que estaba deseando ser "efectiva" y que, hum, bueno, gracias por haberme ofrecido tan maravillosa oportunidad. 

Pero como no quería esperar a la noche para intentar soñar la manera de comunicar algo al mundo onírico (en mi perspectiva ignorante de aquel entonces, aún pensaba que cuanto más horas pasaran, más imposible sería recuperar el tren perdido), ni tampoco arriesgarme a no soñar con aquella "gente" otra vez, decidí hacer una especie de acto simbólico/ritual que les diera a entender, sin ningún tipo de duda, mi decisión.

Yo no entendía cómo funcionaba la comunicación entre "mundos" o dimensiones de la energía/consciencia, y pensaba, infantilmente, que tenía que hacer algo muy intenso, marcado y explícito para que "ellos" se dieran por enterados y me "hicieran caso". No sabía que "ellos" (sean lo que sean ellos, o quienes sean) ya estaban enterados, y que quien tenía que darse por enterada era yo. Pero en fin, sea como sea, se me ocurrió irme a un lugar peculiar que había conocido tiempo atrás, en el cual estaría sola, en silencio y en un estado lo más parecido al sueño profundo: una cabina de flotación.

Sí, eran los tiempos en que se estrenó el "flotarium" en Barcelona, y yo lo había probado alguna vez, y me había gustado, porque realmente me relajaba mucho. Así que me fui hacia allí sin tardar, muy decidida de lo que iba a hacer. Cuando finalmente estuve dentro de aquella especie de huevo oscuro y acuoso (muy parecido al medio intrauterino, ciertamente) y cuando alcancé el estado de relajación profunda, mentalmente me dirigí hacia los misteriosos operadores de mi sueño y les dije que había reconsiderado su oferta. Que por favor, me aceptaran de nuevo y me cambiaran el cerebro de una vez, porque en realidad mi vida me hacía sufrir, así que casi no tenía nada que perder, y quería ser efectiva, sí. Efectiva.Y así lograría por fin cambiar de vida.

Esperaba quedarme dormida, soñar algo interesante, o que sucediera algo inusual. Pero no. No pasó nada, no noté nada. Yo estaba allí, sola en aquel huevo, y ya está. Cuando terminó el tiempo de flotación pactado, sonó la señal acústica y empezaron a encenderse las luces, yo estaba un poco decepcionada. No solo no había notado nada especial, sino que además me sentía igual que siempre. Me preguntaba si "ellos" me habían escuchado, porque lo que tenía claro es que no podían haberme operado. ¡Si ni siquiera me había dormido!

"Oh, por favor, que no haya perdido esa oportunidad", me dije para mis adentros, mientras salía de aquel huevo lleno de aguas saladas. Yo había querido que aquel ritual fuera como un nuevo nacimiento, pero todo era lo de siempre. ¡Por favor, que al menos en sueños "ellos" aparecieran otra vez...!

Entonces, al incorporarme e irme a secar con la toalla, noté que tenía vértigo. Se me iba la cabeza y el mundo parecía girar demasiado deprisa. Vaya. No era la primera vez que tenía vértigo, pero pensaba que ya había superado aquello (hacía años que no había sufrido ningún nuevo episodio) Un poco fastidiada, ralenticé mis gestos. Y entonces noté que me sentía infinitamente cansada, y como vacía de energía. Es más, me costaba enderezar la columna vertebral. Me sentía completamente acabada. Vieja. Sin fuerzas. Desanimada, además. Me costaba respirar hondamente y, con todo junto, tuve que armarme de determinación para vestirme, salir, pagar y llegar hasta la calle. 

Esperaba que el aire fresco y la luz solar me reanimaran, pero comprobé que seguía sintiéndome viejísima. La tendencia de mi cuerpo, si la seguía, era encorvarse. Me costaba mantener la espalda erguida, y definitivamente me sentía acabada, sin fuerzas y con unas enormes ganas de llorar.

¡Menuda pifia! Yo había esperado una fulgurante operación cerebral de la cual saliera una especie de superwoman, y mira tú en lo que me había convertido: en una piltrafilla humana. Llegué a mi casa como pude, comí lo que pude y me derrumbé en la cama. No tenía fuerzas de nada, pero tampoco ganas. Me hubiera metido en un hueco oscuro para dormir, vegetar y lloriquear indefinidamente. 

Tampoco podía, curiosamente, pensar para intentar definir qué demonios me estaba pasando. De repente no era muy capaz de hilar reflexiones largas y bien elaboradas, como era habitual en mí. Ni siquiera me veía con ánimo de chatear por internet con mis amigos, cosa que, en aquel entonces, era un vicio para mí. Me pasaba horas cada noche en un chat sobre sueños, hablando con mis compañeros de experimentación onírica. Pero de repente no podía ni hacer eso.

Pensé que se me pasaría durmiendo, pero no. De hecho, luego pensé que se me pasaría en unos días, y tampoco. Estuve de baja, sin hacer nada, con una nebulosa mental, y aunque el vértigo sí se terminó esfumando, me quedaba esa sensación de extenuación, de andar encorvada como una vieja, y de no poder "pensar" o hilar pensamientos claros. Ah, y esa especie de tristeza depresiva profunda, apática. Luego, con los días, la tristeza dio paso a una especie de rabia. De manera espontánea, me quedé sorprendida porque me empezaron a surgir recuerdos de mi infancia más remota y comprobé, para mi pasmo, que eran dolorosos, desagradables, difíciles.

Hasta aquel día yo había estado siempre convencida de que mi infancia había sido idílica. La llamaba "mi tierna infancia" y me deleitaba en los recuerdos soleados, rosados, felices. Ahora, sin embargo, me encontraba recordando (y sin que vinieran a cuento) anécdotas en las que mi madre, por ejemplo, se comportaba agresivamente conmigo, de manera humillante o poco amorosa. Eran flashes espontáneos, regresivos, donde revivía situaciones feas y violentas. Y me fastidiaba enormemente aquello, dado que yo convivía en aquel tiempo con mis padres, y recordar cosas así me dificultaba la convivencia. Me sentía sumamente dolida, enfadada y triste con mi madre, aunque no entendía bien por qué. 

Es decir, sí lo sabía, porque ahora recordaba anécdotas olvidadas que habían provocado en mí, cuando fui niña, una sensación constante de no ser querida o aceptada. Pero no quería asumir mucho esos recuerdos y los censuraba, les restaba valor. Prefería la versión anterior de mi infancia, la que yo creía que era real, tan feliz, tan idílica, tan fácil. Y además (me repetía a mi misma) tenía que estar agradecida, no debía guardarle rencor a mi madre, ella había hecho lo que había podido, etc. Me sentía culpable, pues, de recordar algunas cosas que cuestionaban su aura intachable, como si fuera una mala hija por haber sufrido, en ocasiones, debido a sus errores.

No sabía muy bien qué hacer con aquellas emociones y "recuerdos" que aparecían en tropel y sin haberlos buscado, ni tampoco con mi decrépito estado, ni con mi incapacidad para "pensar" e hilar reflexiones, salvo esperar. 

Por fin, después de casi un mes de estar así, viviendo como en piloto automático, fue como si saliera el sol. Recuperé mis "facultades" intelectuales y se me pasó la tristeza. Es más: de repente tuve una especie de arrebato de lucidez y comprendí, con una perspectiva totalmente inesperada para mí, algunas cuestiones sobre la psique de las personas. Entendí que algunos de los que yo condideraba mis "peores rasgos" eran el fruto de la deformación o "estropeamiento" de mis mejores dones. Lo ví como una ecuación matemática, casi al modo científico: los rasgos de mi carácter que me hacían sufrir o que me habían supuesto un problema, correspondían de manera matemática con un "don" innato (desconocido hasta el momento para mi) sofocado, y que por estar reprimido o negado, se había retorcido sobre si mismo, degenerando en algo destructivo.

Aquella comprensión súbita me dejó noqueada y fascinada, y sentí el impulso y la necesidad de escribir sobre ello. Aquel escrito me ocupó algunos folios y lo titulé "Los Dones Estropeados". Hoy creo que fue mi primer escrito "inspirado" o canalizado, aunque todavía faltaban muchos años para que yo empezara a poder oir a mis guías y escribiera algo inspirado de manera consciente, o supiera ni siquiera lo que era "canalizar" o escribir "inspirada por x". 

Sea como sea, la verdad atisbada en "Los Dones Estropeados" me reconcilió con lo peor de mí misma, al darme cuenta de que, oculto tras eso, estaba latente un don sin desarrollar o comprender. ¡De manera que por primera vez conecté con mis dones genuinos...! ¡Era tan fácil como observar lo que consideraba los peores defectos de mi misma, y buscar su raíz!

Entendí que la energía de un don innato nunca se pierde, sino que, como cualquier otra energía, se transforma. Si tu vocación es, por ejemplo, comunicar, y las circunstancias te reprimen esa expresión de un modo, lo harás de otro. Si la represión aumenta, irás buscando maneras de vivir ese potencial, hasta que al final éste se habrá convertido en algo retorcido, casi en una caricatura de si mismo. 

En casos extremos, el don se convierte en un defecto que te amarga la vida, pero, en esencia, su energía era (y sigue siendo) preciosa. En un estado natural, y sin determinadas represiones externas, el don florecería sin más y resultaría beneficioso para uno mismo y para los demás. Cuando uno se da cuenta de cómo se pervirtió ese don, dando lugar al defecto, puede revertir el proceso y liberar el potencial, para que florezca por fin.

Me entusiasmó mi descubrimiento y compartí mi escrito con algunos ciber amigos. Ya apuntaban mis maneras de escritora, ja, ja, aunque estaba lejos de imaginarme que un día escribiría nada menos que libros. Al fin, tuve que admitir que, aunque no había vuelto a soñar con los "operadores", ni había tenido ninguna "sensación" que confirmara mi operación, lo debían de haber realizado de todos modos, tal vez en algún estado de sueño profundo del que yo no recordaba nada.

Claro que mi vida tardó mucho en empezar a ser "efectiva", hasta lograr cambiarla radicalmente, y aún hoy hay algunas facetas de lo cotidiano que se me resisten. Pero al menos ahora sé que no todo está pre-fijado, y que existen caminos de cambio y transformación personal impensables, inimaginables, o que nos resultan desconocidos. Por ejemplo, una noche te visitan unos cirujanos cerebrales en sueños, y tu vida empieza a darse la vuelta como un calcetín, fíjate. 

En cuanto a si existen realmente entidades "espirituales", o intangibles que, desde alguna "dimensión" (?) nos observan, nos conocen y hasta pueden echarnos un cable "operándonos" (no solo dando consejos), sinceramente no tengo una respuesta clara a eso. Yo diría que sí, y tiendo a creerlo por mis experiencias (la que he narrado no es la única "operación" experimentada, aunque sí fue la primera que recuerdo, y la más rompedora para mis esquemas mentales) Pero tampoco puedo asegurarlo al cien por cien, porque ni siquiera sé de qué estoy hablando exactamente. Este es un campo muy misterioso.

Entramos en territorios oníricos, cosas percibidas desde el hemisferio derecho. ¿Y si lo que soñé fuera un símbolo de otra cosa...? Pero claro, aunque fuera un "símbolo", ¿no tiene unas repercusiones enormes asumir que algo así puede llegar a suceder? Simbólico o no simbólico, ¿no es impresionante asumir, conceder que una persona como era yo, que ni siquiera había cuestionado su funcionamiento cerebral, porque ni siquiera sabía nada psiquiatría o ciencia neuronal, sueñe algo así, y a raíz de un "permiso" dado de manera silenciosa, se desencadene una cascada de repercusiones físicas tan peculiares (anímicas y racionales) que finalmente dieron lugar a una transformación real, efectiva y sin precedentes en mi vida?

Es decir: aunque fuera una misteriosa parte de mí la que le hubiera hecho esto a sí misma (que ya es mucho suponer) ¿no sería asombroso? ¿Y no suscitaría también otras preguntas que quedan sin resolver, como por ejemplo por qué sucedió eso justo entonces, y no antes o después? ¿O qué significaban aquellos símbolos oníricos tan extraños (el trío de la muerte, el tren con otros candidatos a la operación, el quirófano semicircular, los espectadores científicos viendo las operaciones, etcétera)? ¿Qué sentido tiene todo eso, para alguien que asuma que todo me lo inventé yo? ¿Acaso mi "yo" estaba intentando operar a otros, o tenía fantasías de ser un cirujano cerebral célebre que formaba parte de un equipo para cambiar a muchas personas?

¿No resulta más simple pensar que otras consciencias pudieran estar, de algún modo que aún no comprendemos, incidiendo sobre mi mente y la de otros seres humanos? ¿No es más natural pensar que lo que nos sucede no procede única y exclusivamente de nuestra mente, sino también de las mentes ajenas? 

¿No es acaso un síntoma de locura, de desequilibrio, pensar que es uno mismo quien lo provoca todo en la propia vida, y que, por lo tanto, uno debería controlar TODOS los acontecimientos y así controlar su propia vida? 

¿No indica la realidad, así como la sensatez, que somos un producto en el que se mezcla lo propio (e interno) con lo externo, inclusive nuestra relación con los demás?



¿Y si existieran, pues, otras "influencias" capaces de incidir de distintas maneras en nuestra energía, o en nuestro ser, y éstas se vieran reflejadas de diferentes maneras en sueños, a falta de ser reconocidas en una vida cotidiana donde, generalmente, les negamos la realidad porque hemos aprendido desde niños que no existen? 

Pero claro, esto da mucho qué pensar. Porque, aún siendo optimistas y "creyentes" esperanzados, no se le puede escapar, a la parte más pragmática y realista de nuestro ser, que, si esto es verdad, es decir, si es posible que "entidades o energías" "x" puedan incidir en nuestros seres para afectarlos y cambiar nuestro "funcionamiento" de manera deliberada, entonces también son factibles las manipulaciones que nos dañen. Justo lo que en otros sueños o percepciones se sugiere, como por ejemplo en lo que conté ayer sobre la "nuez partida" y la ruptura entre sexos.

Y claro, eso que es inquietante. Con lo cual, uno no sabe si "creer" en "otras conciencias" influyendo a la humanidad es un consuelo o una desgracia, ya que bastante mal andan las cosas en algunas dimensiones del mundo, como para añadirle a la ecuación manipulaciones realizadas por vete a saber qué o quiénes. Manipulaciones que, además, no controlamos, porque ni siquiera nos damos cuenta de que existen. Qué lío, pues.

Y por esa razón, yo, desde que inicié mi camino como chamana, le digo a todo el que quiera escucharme, que el chamanismo, o es vocacional cien por cien, o es mejor ni meterse en ello. Porque te puedes ver metida en un lío de mucho cuidado, y luego vienen las lamentaciones y el "Ay, era todo más fácil antes, preferiría no haber visto esto, o aquello". 

Y respecto a las creencias en entidades espirituales, también pienso lo mismo. ¿Quién soy yo para animar a nadie a ver más de lo que ve, o para presionar a otros a que sigan mi camino? Hay quien ve desde fuera lo poco que sabe de mi experiencia, o lee mis libros, y se dice: "¡Qué suerte tiene esta mujer!". Pero no, no es una suerte. Es solo lo que es, y a mí me gusta porque es mi camino, y es vocacional, pero ya está. El despertar a ratos también ha sido horroroso, duro como una roca aplastándome, triturándome. También en alguna ocasión acabé vomitando -literalmente- como Neo al despertar, pues algunas cosas de las que he tomado conciencia no las podía digerir. Y también he atravesado momentos de mucho dolor y de muchísimo miedo. 

No se lo deseo a nadie, pues. Que cada uno viva lo que esté en su bien y en su potencial vivir, y lo que desee y quiera asumir para sí mismo, porque yo no voy a hacer propaganda de nada, ni voy a dar palmaditas en los hombros ajenos, diciendo: "Venga, anímense, que esto es lo más, lánzate y ya verás". 

No, lo honesto es hacer como Morfeo y ofrecer las dos pastillitas sólo a los que buscan de verdad "otra perspectiva" y te insisten, pero sin hacer proselitismo y sin encubrir la parte dura del asunto.



miércoles, 20 de marzo de 2013

La nuez partida y ruptura entre sexos. (Conspiranoia total)





Voy a seguir con el tema de los hemisferios cerebrales, pero ahora lo haré con historietas chamánicas de mi cosecha personal, que para eso también soy contadora de historias.

En cierta ocasión me encontraba haciéndole una sesión de sanación a un amigo. Tuvo una especie de regresión catártica en la que recordó haber sido víctima de un sacrificio humano. El no creía en vidas pasadas,  y yo no lo tenía del todo claro, pero eso era lo que salía de su cuerpo dolorido: una memoria brutal y dolorosa de haber sido "sacrificado" de adolescente a algún "dios" exigente de carne y sangre. 
O no, porque igual el tal dios no exigía nada o ni siquiera existía como tal, y eran los humanos los locos obsesionados por "agradar" a no se sabe qué energía cósmica, a base de darle vida joven, sangre derramada. 

En fin, no lo puedo saber, porque eran mis primeros tiempos como chamanita en prácticas y no llegué a tanta averiguación, ni tuve tanta claridad. De hecho, el asunto se fue tornando turbulento y confuso en escala ascendente. Era como ir tirando del hilo de una emoción y sensación física, del cual iban saliendo historias encadenadas en diferentes tiempos y lugares, todas con el denominador común del "sacrificio" (ser sacrificado en aras de algún dios) Mi amigo flipaba porque era la primera vez que sentía algo así, pero yo también me estaba viendo afectada. (De hecho, casi siempre soy enormemente afectada por cualquier sesión realizada a otra persona, o incluso por el hecho de escuchar su historia o dialogar con alguien sobre determinados temas)

Y bueno, en esa "afectación", empecé a sentir que mi mente entraba en una especie de nebulosa y espesor. Me empecé a sentir extraña, como si fuera a perder el sentido de lo real, o me estuviera desorientando de alguna manera, y oí que mis Guías me decían que mi estado se debía a que se estaba removiendo, también en mí, una memoria muy profunda que afectaba a mi cuerpo de energía. Debía dejar mi rol activo en la sesión, tumbarme en otra cama (mi amigo ya estaba tumbado, con los ojos cerrados y relajado) y permitir que los Guías "trabajaran" con nuestra energía liberando los ecos de algo enquistado en nuestro ser, gracias a la sinergia que se había creado entre mi amigo y yo.

Así que me tumbé, cerré los ojos y en cuanto puse en segundo plano mi rol terapéutico y me puse receptiva a la sanación que yo también debía recibir, viví por mi parte una regresión extrañísima que explicaba la momentánea desorientación y nebulosa padecida. En ese "recuerdo", experimenté durante instantes fugaces cómo fue vivir en una época y mundo donde existía una armonía perfecta entre los dos sexos, es decir, entre hombres y mujeres. Había una comunicación plena entre ambos, no se producían esos problemas de comprensión mutua y respectivo desconocimiento a los que hoy estamos tan acostumbrados. Casi que nos entendíamos sin palabras y actuábamos unidos, sincronizados, sin chirridos ni disonancias. Pero entonces, una noche, sucedió "la distorsión".

Sí, suena extraño incluso para mí, hoy, decirlo así: ¡En una sola noche...! Ni siquiera estoy segura de que lo que recordé fuera literal. No sé si reviví una especie de resumen encriptado de una verdad más compleja o profunda. Pero, sea como sea, recordé que una noche hubo algo así como una "onda" de energía (¿electromagnética? ¿o de qué tipo?) recorriendo la faz de la Tierra y, al despertar, las mujeres y los hombres ya no estaban sincronizados ni armonizados. ¡De repente, y sin saber por qué, sintieron desconfianza mutua! Y surgieron los primeros malentendidos.

Recordé la primera angustia que conllevó sentir la súbita dificultad comunicativa, y lo que vino luego: las discusiones de pareja entre hombres y mujeres, las conversaciones absurdas o en bucle, que no conducían a ninguna parte. Recordé la "sensación de recordar", siendo una humana antigua, que "antes" nos entendíamos, y recordé el esfuerzo desesperado que hice por recuperar "lo de antes". Esa armonía que teníamos.

Al mismo tiempo, también sentí que ese recuerdo era medio inconsciente y ninguno de los dos sexos podíamos verbalizarlo claramente. Sabíamos algo, recordábamos algo, pero no podíamos expresarlo con palabras. Era como intuir un no se sabe qué o intentar traer a la consciencia algo que se te escapa una y otra vez. La frustración, entonces, nos dominaba, nos superaba, y acabábamos muy a menudo pagándolo con el otro: "¡No me entiendes! ¡No me escuchas! ¡Ya no te importo!¡Sólo piensas en tí!" etc.

Así surgieron los primeros llantos de impotencia y tristeza porque, asociada a la distorsión comunicativa, surgió por primera vez la sensación de soledad. La mujer empezó a sentirse sola junto al hombre, y viceversa. Enseguida se crearon los primeros conciliábulos de mujeres con mujeres para desahogar su frustración y criticar a los hombres, y de hombres con hombres haciendo lo mismo hacia las mujeres. 

Hasta entonces era normal que las mujeres estuvieran juntas muchas veces, pero no existía esa sensación de "sólo entre nosotras nos entendemos", y lo mismo había sucedido con los hombres. Había sido natural que hombres y mujeres formaran a veces grupos aparte, pero de ahí a reunirse para reforzarse haciendo complicidad "contra" el sexo opuesto había un trecho. Antes, por el contrario, el hombre y la mujer encajaban entre sí como las dos mitades de algo cuya naturaleza consistiera en fundirse suavemente entre sí, sin esfuerzos, pero tampoco sin reticencias. Y nada podía superar la complicidad que surgía entre ambos.

Yo estaba asombrada y a la vez acongojada por lo que estaba recordando, y no pude menos que gritar a los Guías (en silencio, para no estorbar el proceso personal de mi amigo) una pregunta: ¿Qué sucedió? ¿Qué estaba recordando yo exactamente? 

La respuesta me horrorizó: "Una manipulación". La imagen que acompañaba a esta respuesta era la de una especie de "espina" o cuña afilada introduciéndose sibilinamente entre nuestros dos hemisferios cerebrales. ¡Zas! Esa cosa de energía, finísima y afilada, había hendido nuestro puente calloso y había alterado para siempre la sincronización y armonía entre los dos hemisferios. En consecuencia, había introducido la división en el mundo, sobretodo entre lo masculino y lo femenino.

La repercusión que yo estaba recordando, esa especie de muro de distancia e incomprensión entre sexos, en realidad sólo era una de las diferentes consecuencias de la manipulación. Porque esa espina hiriendo nuestra unidad cerebral estaba distorsionando nuestra percepción y convirtiendo lo que veíamos en una eterna competencia, lucha y tensión entre dos bandos, y además lo estaba haciendo para siempre... Porque esto se iba a retransmitir de padres a hijos, y por lo tanto a perpetuar, salvo que uno llegara a "recordarlo", a "verlo" y así, consciencia mediante y con la ayuda de los Guías (símbolo y representación de las consciencias despiertas que viven más cerca de la Unidad), desintalara la maligna "espina" y se deshiciera de su efecto pernicioso.

No era casual, pues, que aquel tema hubiera surgido al ayudar a un amigo con quien, además, yo había tenido una relación afectiva en el pasado (aunque no prosperó) Estábamos constelando un drama antiguo porque, debido a nuestras diferencias y a nuestra historia común, estábamos en una situación idónea para hacerlo. 

¿Y por qué el tema había surgido a raíz de su regresión relativa a sacrificios humanos? Pues porque una idea tan aberrante como el sacrificio de un ser humano "para agradar a los dioses" o "a Dios", sólo pudo surgir en el ser humano una vez que éste perdió la comunicación plena y empezó, literalmente, a desvariar en su percepción del "otro", pero también de Dios y de Lo Sagrado. 


En fin: recordar la armonía perdida y la distorsión divisoria me mareaba. Realmente, lo más adecuado era permanecer tumbada en la cama y sin mover un dedo, porque pasé por unos minutos de total confusión en los que me parecía que había perdido el norte, las coordenadas, el sentido del tiempo. Sentía todo extrañísimo. Menos mal que oía a los Guías como a lo lejos, diciéndome: "No tengas miedo, respira, pronto se habrá terminado". Era como si me estuvieran "operando" en la energía y yo, tumbada en una camilla y medio anestesiada, estuviera sintiendo que mi cerebro era puesto del revés, removido, recosido, limpiado... qué se yo.

Luego pensé: "¡Qué bien, ahora mi entendimiento con el sexo opuesto será instantáneo, ya no viviré más distorsiones!". Y me imaginé viviendo de un modo beatífico, desconocido hasta el momento, sintiendo una comprensión absoluta e inmediata de todo. 

En fin, sueños eran, porque los Guías pronto se encargaron de decirme que los efectos de aquella "sesión" solo se notarían muy a largo plazo y que, además, yo no existía sola en el mundo. Y mientras la mayoría de mi sociedad tuviera la dichosa "espina" metida entre hemisferio y hemisferio, poco se podría hacer, ya que nos influimos mutuamente y constantemente. Es como lo que le sucede a quien nace "viendo" la energía, que al crecer entre "ciegos" se le quita esa facultad si no la comparte con nadie y si el mundo entero a su alrededor niega la capacidad visionaria. 

Nuestra percepción y nuestra mente es más compartida de lo que pensamos, por eso cuesta vivir ciertas verdades si seguimos inmersos en un mundo que las contraría. Sostener una visión distinta a la de la mayoría requiere un esfuerzo casi constante, o estar muy consolidado, y yo... ¡Bueno, he hecho lo que he podido! Hay lo que hay, y toca lidiar con un mundo muy polarizado, eso es todo.

La ventaja que sí me ha dado vivir aquella "operación de limpieza" tal vez sólo ha sido una: siempre me ha quedado el recuerdo de aquella "vida" distinta. El eco. La certeza de que hay otra forma de ser "hombres" y "mujeres" y entendernos, vivir juntos. 

En su momento escribí la regresión, la comenté con mi amigo, y de algún modo hice todo lo posible para no olvidarla, para que no volviera al mundo de las sombras. Por eso, muy de tanto en tanto, rememoro aquel día y atisbo, una vez más, el vértigo aquél de haber experimentado la armonía original, y luego la extraña manipulación nocturna. Despertarse y de repente desconfiar de tu compañero sin más, todo porque algo en tu cerebro se ha desencajado tan sólo una milésima de centímetro, muy poco, pero lo suficiente como para fastidiarlo todo. Y saber que, en algún tiempo, fuimos de otra manera. Que no es obligatorio ser como somos. 

También me sirvió para llegar a la conclusión de que, en realidad, tal vez ni siquiera sabemos, pero de veras, lo que significa ser hombre y mujer o vivir una relación de pareja. Nos basamos en lo que conocemos para dogmatizar, elucubrar, repetir y asegurar que las cosas son así, o asá, pero... ¿Y si fuera verdad que nuestro estado actual es un estado enfermo, distorsionado? ¿Cómo sería "ser" de otra manera? ¿Qué sabemos, en verdad, acerca de la humanidad? ¡Muy poco!

Por supuesto, en su día pregunté si aquella manipulación fue algo deliberado, porque no podía creerlo. Tal vez por influencia del mito de Adán y Eva, estaba predispuesta a pensar que todo problema posible es siempre culpa nuestra, que siempre todo se explica porque hicimos algo mal y por eso lo jodimos todo, así que no entraba en mis expectativas escuchar la respuesta que escuché: "Fue una manipulación deliberada". Me cayeron lágrimas al oírlo. Enterarme de que existe la crueldad deliberada hacia seres inocentes siempre me supera. Asumir que algo puede querer hacerte daño sin que tú le hayas dado, en teoría, motivos, es siempre una enormidad para cualquiera. ¡Parece tan injusto...! 

A través de mis lágrimas pregunté: ¿Por qué? Y la respuesta fue: "Para dominar a la humanidad. Divide y vencerás. ¿Crees que habría tanto sufrimiento y tantas guerras en el mundo, si el hombre y la mujer vivieran en la armonía original? ¡El amor mutuo entre sexos lo cambia todo...! Cuando Dios creó a los dos sexos, no era para que vivieran con sufrimiento la relación mutua, ¡sino al contrario!

Y aquí ya me acabé. Mi cerebro literalmente me dolía (supongo que mis esquemas mentales estaban saltando hechos pedazos), pero es que además una tristeza enorme me salía de dentro. ¡Ay...! ¡Qué nostalgia, qué desesperación! ¡Yo quería volver a vivir ese amor, esa unidad, "aquello"...! Sentí la misma tristeza desesperada que siento aún ahora, en las ocasiones en las que he discutido por tonterías con mi pareja, todo para darme cuenta horas después de que, ¡una vez más!, hemos hecho el idiota, "algo" nos ha nublado la mente, hemos vivido la distorsión y hemos salido de la armonía y sincronicidad que en otras ocasiones hemos experimentado. 

¡A veces me siento tan impotente...! Es como vivir en una pesadilla: sabes que solo es un estado, que muchas cosas percibidas son ilusorias y tramposas, pero caes de nuevo sin que te des cuenta en algunas de esas trampas. Dios mío... ¿No podemos vivir simplemente el amor que nos tenemos? ¿No puede ser todo más sencillo? ¿Quién odia tanto a la humanidad, quién quiere desgraciar el sagrado amor de las parejas? ¿Qué es todo esto? ¿O soy yo, que me he vuelto loca y busco culpables misteriosos y desconocidos en el exterior para atriburiles lo que solo es el fruto de mis propios errores?

Pero mis Guías insistieron en su versión del asunto, y no sólo ellos. En sueños a veces veo cosas similares a una "invasión" de la energía terrestre realizada desde el "exterior". Un "mal" extraño e innombrable, infeccioso aunque intangible, enfermando a nuestro mundo. Es algo, en verdad, muy enigmático. 

Desde el hemisferio izquierdo, o sea, poniéndome científica, me he llegado a preguntar si el desequilibrio de ciertas sociedades humanas y nuestra pérdida de armonía y unidad no tendrá su origen en algo así como virus o elementos nocivos llegados del espacio a través de meteoritos, y que sea "eso" lo que luego la mente traduzca como "entidades malignas distorsionantes", "demonios" y tal. A fin de cuentas, un desequilibrio bioquímico o un evenenamiento puede producir síntomas de perturbación emocional y mental, comportamientos desequilibrados. Entonces, y si esto fuera cierto, nuestro cerebro estaría haciendo algo así como dibujar en nuestra mente un monigote feo con grandes dientes y cara de mala ostia, todo para representar al virus/veneno de turno. Sería una estrategia infantil, pero efectiva para darnos un mensaje: estamos psíquicamente enfermos y, como colectivo, necesitamos desarrollar unas defensas específicas que combatan o anulen los efectos en nuestro ser de este "mal". 

Pero luego recuerdo aquella "onda" recorriendo la faz de la Tierra durante una noche, y no me cuadra con lo del virus. Y me sigo haciendo muchas preguntas. ¿Qué significa eso de que sucedió de noche, mientras el ser humano dormía

En fin, sea como sea, me cuesta asumir una intencionalidad de esa manipulación. ¿Por qué querría nada o nadie dividir a la humanidad, si esta división no ha hecho más que causar desastres en la Tierra, desastres que afectan a todas las otras especies vivas, y al mismísimo planeta? Me digo entonces que esta es una idea absurda, es algo totalmente conspiranoico. Y yo no quiero ser conspiranoica. (Ya sé que a veces parece que sí, pero en realidad me resisto mucho a estas ideas) 

En todo caso, la respuesta que los Guías me dan al "por qué" es otra pregunta: "¿Para qué partes una nuez, si no es para comértela?" Es decir: el cerebro se simboliza, en esta frase, con una nuez que "algo" o "alguien" parte en dos, con la intención de comérselo. Puf. ¿Quién o qué se come nuestro cerebro, entonces? (Su energía, quiero decir) ¡Buena pregunta! 

Y si os digo la verdad, todavía no tengo la respuesta. Eso sí, me gustaría averiguarlo antes de morirme para transmitir a otros el conocimiento que surja, sea éste cual sea (incluso si contraría todo lo que acabo de decir, y tengo que rectificarme) Porque aunque yo no sé si podré vivir, en mis días, una recuperación de aquella fantástica armonía original, no pierdo la esperanza de que otros seres humanos lo consigan. ¿Quién sabe? Pero para que eso suceda hay que compartir lo que se sabe.

Como chamana, me veo a mí misma como una celulita exploradora que sale a investigar, con la idea de retornar con las demás y contarles lo que ha visto. Y si todos hacemos lo mismo a nuestra manera, con nuestras particularidades y nuestros medios, tal vez algún día lleguemos a comprender lo que nos sucede como especie. Y entonces podríamos detener este desastre, este desenfreno "extinguidor" de vida y tanto sufrimiento.


martes, 19 de marzo de 2013

Las Personas Puente y su misión, hoy.



(Saber escuchar a los "otro mundos", propio de personas puente. Pintura de Víctor Crisóstomo Gómez)

El puente. Los científicos le llaman cuerpo calloso, y aún están empezando a entender cómo funciona esta conjunto de fibras neuronales que une ambos hemisferios. La cosa es que, sin el cuerpo calloso, o con él lesionado, la información entre hemisferios no se comparte o se comparte peor, lo cual produce situaciones extrañas y hasta disparatadas (como por ejemplo, dos manos intentando hacer cosas opuestas)

Pero eso no es todo: aunque "en general" el cuerpo calloso es imprescindible para la intercomunicación de nuestros dos hemisferios, y por consiguiente para nuestra eficacia como seres humanos, se da la circunstancia de que, a veces, algunas personas que nacen sin él (agenesia del cuerpo calloso, lo llaman) también inter comunican o sincronizan sus hemisferios. ¿Pero entonces cómo lo hacen, si no hay "puente" físico que los una? 

Esa es una gran pregunta, porque, obviamente, algún puente tiene que haber, solo que en este caso no se ve. Algunos científicos intentan responder a este enigma apelando a un posible "electromagnetismo" comunicador entre ambos hemisferios, pero inevitablemente esto también conduce a algunos a pensar en que esta armonización sea cosa de la "consciencia". Sí, la consciencia, esa realidad inasible que nadie sabe exactamente de qué está hecha, o cómo y dónde se ubica. 

En fin, la cuestión es sumamente fascinante (aquí un artículo sobre esto) y me sirve para continuar con mis reflexiones. Aunque nuestro cuerpo produzca parte de nuestra consciencia, tal vez la consciencia también moldee o dirija nuestra carne, y no sea una mera espectadora de todo esto.

Sea como sea, de lo que se trata es de que en nuestro cerebro no existe exactamente la dualidad, sino sólo una fuerte tendencia hacia la misma cuando nos olvidamos de la existencia del puente o unión entre ambos hemisferios. En algunas sociedades (como la nuestra), y en algunos tiempos, se ha fomentado mucho el desarrollo o uso del hemisferio izquierdo. En otras, se fomenta mucho el del derecho. Por eso, los conflictos que hay en nuestro mundo entre sociedades tecnológicas (ese concepto de progreso que hemos interiorizado tanto) y sociedades "primitivas", pueden ser vistos también como un conflicto entre diferentes hemisferios. Todo por el olvido del puente, o por la dificultad de encarnarlo, de vivir sus virtudes, o incluso de ensalzarlo como un valor a fomentar y una herramienta valiosísima.
 
 Pero centrándonos en nuestra sociedad actual, algunas personas se identifican mucho con un hemisferio, y desarrollan aptitudes o actividades que le son propias. Tenemos, así, a una gran variedad de vocaciones racionales y pragmáticas, y también otras de índole más artística, mística, intuitiva, etc.
Por supuesto, nadie vive sólo centrado en un hemisferio, porque entonces no estaría ni siquiera vivo, y por muy racional (o místico) que sea uno, siempre necesitará siquiera unos gramos del otro hemisferio para vivir, porque en el caso contrario sobreviene la asfixia. Una sociedad saludable, de hecho, tendría un número equilibrado de miembros afines a un lado y otro. Esta sociedad sería algo así como el símbolo del yin y el yang: en ella existiría un movimiento fluído constante entre una tendencia y otra, pero, sobretodo, cada tendencia incluiría en su seno un poquito de lo contrario (ese puntito negro en el interior del color blanco, y viceversa)

Ahora bien, si lo interpretamos así, incluso este símbolo se quedaría corto para representar una sociedad donde no existiera una dualidad tan interiorizada en la mente de sus individuos. ¿Por qué? Pues porque, por muy equilibrado que sea el yin/yang, falta en él un espacio para el tercer grupo de personas que nacen de manera espontánea, y que son aquellos cuya mayor afinidad es el famoso puente. Ni blanco, ni negro, sino otra cosa que no puede ser representada como un extremo de luz/sombra; vacío/lleno; pasivo/activo. 

Una persona puente no podría corresponder a ninguno de los dos extremos (por mucho que incluyan al contrario), sino al círculo completo. Pero necesitaríamos, además, que el símbolo integrara todos los colores.
                                  
                                               (Arriba, mandala de Paul Heussenstamm)

Las personas que nacen con vocación de puente ¿cómo son? Pues como un círculo de arco iris que, además, incluye los tonos del blanco al negro, porque su corazón conecta con todo y lo incluye todo

Por lo tanto, estas personas son, generalmente, unas incomprendidas, porque vivimos en un mundo altamente dualizado. Se espera que uno sea "o esto, o aquello". Que defienda unos valores u otros, que sea activo o pasivo, que sea pro- o contra "algo". Las expectativas habituales de las personas no incluyen que alguien no se posicione "claramente" en las eternas luchas que surgen en las sociedades dualistas. Por eso, las personas puente se suelen convertir, tarde o temprano, en sospechosas. Los demás no se terminan de fiar de ellas porque no saben qué pensar: ¿De parte de "quién" estarán?

Y lo cierto es que estas gentes desconfiadas tienen razón, porque una auténtica persona puente nunca se sabe qué postura adoptará, y además, generalmente, dirá una de cal y una de arena. Y no porque quieran marear la perdiz, escaquearse vilmente de una batalla que los demás consideran "necesaria", o rehuir un compromiso activo con las grandes causas que promueven las sociedades dualizadas, sino porque, realmente, las personas puente (al menos las auténticas) están en el medio, escuchando y observando a las dos partes enfrentadas, y captando en cada una de ellas su gloria y su decadencia, sus vicios y virtudes, sus aciertos y sus errores. Al final, puede que se posicionen (y a menudo, lo hacen), pero no suelen hacerlo de manera predecible. 

¿A qué otra cosa se parecen las personas puente? Se parecen a Anubis, situado en el eje de la balanza del Juicio de los Muertos, con una mirada que, de entrada, nadie sabe si es amistosa u hostil, porque representa, en esos instantes, a la consciencia observante más objetiva que uno pueda imaginar. Anubis, un testigo imparcial de los actos de nuestra vida, permanece ahí, impertérrito, mezclando idénticas dosis de medición implacable y compasión. Se limita, él, a poner el corazón en la balanza junto con la pluma "de la verdad" y mirar para ver lo que sucede. 

La pluma, como su nombre indica, es verdad, es pureza. El corazón no simboliza emociones y sentimientos (esa es nuestra interpretación actual, pero para los egipcios el corazón simbolizaba "lo que impulsa la vitalidad", un compendio de actos con su intencionalidad incluída)

Así que si el corazón y la pluma estaban equilibrados, significaba que uno había vivido su vida con honestidad, que había sido verdadero, íntegro. Y eso era lo que significaba "pasar bien" el juicio. 

La Balanza también es un símbolo perfecto para el cerebro con sus dos hemisferios y el puente calloso. No es casual que sea el símbolo del Juicio del Alma, porque ¿no decimos de alguien equilibrado que es muy "juicioso" o que tiene "muy buen juicio"? Existe una relación directa entre el equilibrio de los dos hemisferios, nuestra capacidad para estar en el medio, sopesando, y el hecho de ser personas más o menos juiciosas. Yendo más allá, eso es, ni más ni menos, ser alguien justo. La verdadera justicia es la que surge del estado de ser donde actúa el cerebro trino.

                                            (Abajo, "Maat" según Lisa Iris)
                               
El elemento que permite que una balanza funcione, es precisamente el eje y nexo que une ambos platillos. Las personas con vocación de puente son, por lo tanto, imprescindibles en una sociedad saludable. Hay que dejarlas ser. Hay que dejarlas desarrollar su vocación. Hay que fomentar, incluso, el desarrollo de esa enigmática imparcialidad, de esa dificultad para posicionarse en un debate enfrentado, junto a uno de los dos bandos. Porque necesitaremos siempre de esos testigos, de esos nexos entre opuestos. 

Pero, ¡cuidado!, no estoy diciendo que una persona puente sea mejor o peor que una que esté en el lado izquierdo o derecho. Sólo digo que es necesaria para que ambos bandos puedan moverse, interactuar y hacer algo más que intentar eliminarse mutuamente. Porque el puente de la balanza une y separa al mismo tiempo, oxigenando las comunidades, permitiendo que haya espacios diferentes. La energía de las personas puente es lo que permite que una sociedad respire, y no enloquezca hasta el punto de intentar aniquilarse entre sí. Una sociedad donde el ser puente es una opción perseguida o sofocada, es una sociedad condenada a la Guerra Civil, ya sea explícita o encubiertamente.

Anubis es un símbolo de esas personas puente, pero hay muchos otros. De hecho, los chamanes genuinos, en la versión más pura de esta tradición universal, son personas puente por excelencia. El hecho de que dominen la entrada en los estados de consciencia propios del hemisferio derecho, y de que tengan visiones, sueños especiales, experiencias de trance, etc, no significa que un chamán sea alguien más afín al hemisferio derecho. No: un chamán ideal es puente, lo que pasa es que, para serlo, debe conocer y dominar mínimamente los estados de cada uno de los dos hemisferios. 

Por esa razón, los chamanes genuinos han sido siempre tan hábiles en el uso de la razón como en la vivencia de lo místico. Si uno lee, en los libros de antropología, las descripciones de chamanes que fueron reconocidos en sus tribus, a menudo verá que podían ser las personas más pragmáticas del mundo,  trabajando y viviendo en la tierra como todos los demás, para acto seguido (cuando las circunstancias lo exigían) adentrarse en el "Otro Mundo" y volverse los más irracionales, los más incomprensibles y enigmáticos. 

Esa integración de los aparentes contrarios era lo que rompía esquemas precisamente a las personas más dualizadas, pero también era la señal de que el chamán transitaba "el camino del medio". Ocasionalmente nos parecerá que la balanza prefiere la izquierda, o la derecha, porque pesa más uno de los dos platillos. Pero en realidad la balanza es los dos platillos, más el eje y nexo que los une. Lo mismo sucede con un chamán.

Por esta razón, el camino chamánico auténtico implica dominar lo verbal y lo intelectual tanto como lo instintivo; la razón y la intuición; lo cotidiano más burdo (amasar el pan, arar la tierra, cazar, etc) con lo más sublime (cantos sagrados, sueños, éxtasis). Y -lo más interesante de todo- el camino chamánico implica tender puentes no sólo entre los seres humanos y "otros mundos" no tangibles, sino también entre distintos mundos o grupos humanos y palpables. 

Así que tal vez uno de los retos mayores que tengan hoy los chamanes ante sí es tender puentes entre las sociedades más tecnológicas (y desconectadas de la Tierra y los seres vivos) y las sociedades tildadas de "primitivas" o no tecnológicas, esas que aún viven integradas en los paisajes salvajes.

Pues esto, quienes mejor pueden hacerlo, son las personas puente. Se necesita que florezcan, que adquieran consciencia de sí mismos, de su vocación, que se alegren de ser personas fronterizas que conocen mínimamente ambos mundos, capaces de hacerse entender tanto por uno, como por otro, porque dominan sus respectivos lenguajes y símbolos. ¡Que despierten ya, tantos chamanes que aún andan despistados, y entiendan que, más que apegarse a los estados propios del hemisferio derecho, o a un lado del conflicto, su misión es ser un puente entre ambos mundos y modos de ver la vida!  

***

Un Chamán es, al menos potencialmente, un traductor entre realidades, un aproximador entre sociedades, un mediador en conflictos. Por esa razón, su papel es más necesario que nunca en tribus, familias y sociedades altamente dualizadas y enquistadas en guerras, aunque también es, admitámoslo, quien tiene más las de perder en un conflicto enfrentado. Porque una de las reacciones típicas de la dualidad es tirarle piedras al que no es ni carne ni pescado, ni blanco ni negro, ni de izquierdas ni de derechas, ni salvaje ni civilizado, ni indígena "tribal", ni "occidental típico". 

Así que otra cosa que pueden vivir los chamanes, cuando nadan en sociedades tan dualizadas en su mente, es una soledad humana bastante intensa. Se preguntan a menudo: ¿De dónde soy, dónde está mi gente? Y descubren que nadan entre dos aguas, que viven siempre a caballo entre dos mundos. La sociedad los necesita (¡y mucho!) pero al mismo tiempo suele atacarlos, y a veces esto se produce desde los dos bandos. Sobretodo cuando lo que se quiere es... la guerra.

A mí me ha costado años darme cuenta de esta particularidad del camino chamánico, pero cuando por fin lo he entendido, me he reconciliado con algunos de mis rasgos menos... hum, convencionales...Con mi historia personal, tan llena de extremos, en la cual he estado viviendo no sólo en diferentes lugares, sino también adentrada en micro mundos muy diferentes, a veces opuestos los unos de los otros. También he entendido mejor de dónde venía mi eterna "manía" o predisposición a meterme en medio de conflictos, terminando verbalmente atacada muchas veces por haber dicho "sí, pero no"; por no haberme casado con un poder litigante, o con otro; por no haberme posicionado "claramente" en un lado de la guerra; por haber defendido a maltratadores o haber defendido a víctimas que no estaban bien vistas.

Hablando en términos chamánicos, diré que voy en contra de muchos manuales, al escuchar no sólo a las energías espirituales maravillosas, bondadosas y dulces, sino también a las que están llenas de odio, resentimiento, ira y ganas de reventarlo todo a patadas, porque se sienten jodidas. Siempre me pareció muy lógico "escuchar a todos", porque entendía que era la mejor manera de formarme "un buen juicio" sobre algo, pero he ido comprobando que, lo que para mí era tan natural, para otros era visto como una aberración o algo sospechoso.

Para muchas sociedades indígenas el símbolo por excelencia de la Unidad, y el puente entre los mundos espirituales y éste, era el arco iris. Esto se debía no sólo a su forma semi circular (que unía a la Tierra con el Cielo) sino también a que integra en su seno todos los colores del espectro, y lo hace además con un degradado tan sutil, tan difuminado, que es imposible "separar" visualmente de manera tajante un color de otro. Porque están fusionados entre sí.


lunes, 18 de marzo de 2013

Chamanismo y Cientifismo. Lucha de hemisferios.



(Imagen de Sam Hogg) 

En los vídeos que enlacé en la anterior entrada vemos que, gracias a una disminución de la actividad cerebral en el lado izquierdo, el hemisferio derecho le proporcionó a Jill Bolte Taylor una experiencia de unidad con todas las cosas, armonía y felicidad, donde las dificultades de la vida eran vistas como algo lejano o relativo, porque el sentido de la existencia parecía diferente y muy alejado de las mismas. 
 
En cambio, el hemisferio izquierdo, con sus capacidades heridas por un derrame, intentaba hacerla volver a la "cordura", avisándola de que, puesto que estaba sufriendo cierto grado de parálisis física, aquello podía ser un problema médico y necesitaba ayuda. 
 
Jill resumió la actividad del hemisferio izquierdo en una especie de egoísmo y preocupación constante por el "mí, me, conmigo", el marcaje de los límites personales y las fronteras territoriales, la competitividad y la agresividad que pueden resultar de todo ello. En cambio, la actividad del hemisferio derecho quedó resumida como un estado beatífico de "iluminación" o realización, un "darse cuenta" de lo que era en realidad la existencia, todo asociado a sentimientos de amor y unidad hacia todas las cosas. 
 
Comprendió que generalmente funcionaba únicamente bajo las premisas del hemisferio izquierdo, y se asombró al descubrir lo maravillosa que podía ser la vida, si uno la experimentaba desde el derecho. Al final de los vídeos, Jill hacía una pregunta: ¿Qué parte prefieren? ¿Qué versión de la existencia piensan uds. que es mejor?

No sé cómo ha continuado Jill Boyte sus reflexiones, pero yo sí sé cuál es mi respuesta a su pregunta: no hay que elegir. Ninguno de los dos hemisferios resulta prescindible, ni es un engorro. Tenemos dos hemisferios por una razón: porque ambos son "buenos" y útiles para nuestra supervivencia como especie. 
 
También podemos verlo desde otra perspectiva: no hay que preguntarse porqué tenemos dos hemisferios, o no es necesario hacerlo. Basta con darse cuenta de que no podría ser bueno amputarse medio cerebro. Jill Bolte tuvo un derrame cerebral, lo cual catapultó su experiencia mística o visionaria, de acuerdo. Pero le salvó la vida el otro hemisferio, el racional.
 
En cuanto a lo visionario, ¿significa eso que necesitamos que alguien nos dé un fuerte golpe en la cabeza para tener nuestra "experiencia" o que el ideal sería extirparnos la mitad del cerebro? No. Afortunadamente, existen maneras de incentivar la actividad del hemisferio derecho y acallar (o desoír) temporalmente el izquierdo. 
 
Las prácticas chamánicas precisamente tratan acerca de esto, pero sin necesidad de entrar en lo chamánico, muchas otras actividades también ayudan a desarrollar las capacidades del hemisferio derecho, como por ejemplo las relacionadas con el arte. Así que, en primer lugar, no es necesario amputarse "mentalmente" un hemisferio para tener una experiencia de realización-iluminación o experiencia de "Unidad con todo". Y en segundo lugar, NO HAY QUE ELEGIR. Lo que hay que hacer es aprender a escuchar a ambos hemisferios e integrar sus virtudes y habilidades.

Porque veamos: ¿Quién avisaba a Jill de que algo malo le estaba sucediendo en el cuerpo, y la hizo telefonear pidiendo una ayuda imprescindible, pues de otro modo a lo peor hubiera muerto allí mismo? El hemisferio izquierdo. ¿Quién ayudaba a Jill a ganarse la vida, desarrollando diversas actividades prácticas capaces de integrarla en su sociedad y mantener su vida carnal? El hemisferio izquierdo, claro. ¿Y quién le daba a Jill esa habilidad verbal para comunicarse con las otras personas de su mundo y transferirles la riqueza de conocimientos adquirida, o simplemente pedirles ayuda cuando fue necesario? El hemisferio izquierdo otra vez. 
 
Con lo cual, lo siento, pero la pregunta del final del vídeo tiene trampa, porque si nos precipitamos en la tentación obviamente sugerida -elegir el hemisferio derecho con su sensación beatífica, su no violencia, su experiencia de Sagrada Unidad- entonces estamos eligiendo un mundo sin palabras, sin acciones de autoconservación física, sin una vivencia sensata de nuestros límites físicos, y sin transmisión de conocimiento práctico (por resumirlo mucho) Y dudo mucho que pudiéramos sobrevivir como especie sin todo eso. La misma Jill no nos habría podido deleitar con su charla si su hemisferio izquierdo hubiera "desaparecido" del todo. Tampoco nosotros estaríamos aquí, hablando o leyendo acerca de esto.

Esto me recuerda a los tiempos en los que participé en un foro de chamanismo donde se veía siempre ese conflicto entre los dos hemisferios. Dado que nos encontrábamos entre personas aficionadas o hasta apasionadas por el chamanismo, la tendencia dominante era venerar todo lo relacionado con el hemisferio derecho, y despreciar lo que viniera del izquierdo. Y ponerle palabras a las "experiencias chamánicas", narrarlas o dialogar sobre ellas, es de lo más "izquierdoso" que hay. ¡Puaj, pues! 
 
Así que para muchos parecía una aberración el hecho de intentar verbalizar sus vivencias, y no lo hacían. Pero, no contentos con ello, miraban con ojos críticos a quien sí lo hacía, diciendo después que era absurdo intentar verbalizar nada de eso. Que sobre lo chamánico no se podía hablar, que uno estropeaba las vivencias o los sueños al intentar narrarlos, y que además eso implicaba una falta de modestia enorme por parte de quien osaba contar a los demás su experiencia. Porque a fin de cuentas, eso era llamar la atención, cosa feísima que salía del puto ego cabrón, y los "verdaderos chamanes", ya se sabía (o eso aseguraban estas personas críticas), no sólo no tenían ego alguno, sino que eran siempre discretos, hasta el punto de pasar desapercibidos, etc.

En fin. El resultado de aquello era que siempre hablábamos cuatro o cinco personas (me incluyo, pues nunca elegí extirpar mi ego y arrojarlo a la papelera, al pobre) y leían doscientas o así. Las cuatro o cinco que hablábamos enseguida nos dimos cuenta de que nuestras experiencias eran recibidas con un silencio incómodo, cuando no de críticas o rechazo. Pero si lo enfocabas de otra manera y escribías mensajes menos íntimos y de índole más práctica, pidiendo consejo sobre algo que no entendías, o al menos opiniones, lo más que podías cosechar era algún mensaje del tipo "No te comas el coco. La mente es engañosa, el chamanismo consiste en acallar la mente, es el ego quien quiere entender, y ya se sabe que es un hdeputa, lo que cuenta es vivir la experiencia, etc".  
 
Con lo cual te acababas preguntando: ¿Y entonces qué hacemos todos aquí reunidos y mirando la pantalla, somos gilipollas o qué? Al final, los que hablábamos nos terminamos callando, y el foro acabó invadido por los que publicitaban cursos y talleres, quienes, por supuesto, jamás contaban ninguna experiencia personal, y ni siquiera exponían opiniones propias. Tal vez porque no las tenían, o a lo mejor porque no querían "perder el tiempo" comunicándose con miserables aprendices y don-nadies como yo y los otros 4 gatos que de vez en cuando aún decíamos "miau" tímidamente por ahí. Finalmente me fui, y hasta donde sé, al poco aquel lugar se esfumó. Lógico. 

Claro que debe de haber otros foros, y no todos habrán corrido la misma suerte que aquél, pero cuando uno enfoca públicamente el asunto de las experiencias chamánicas del tipo la que narra Jill en su conferencia, las reacciones típicas y más habituales entre los fans del hemisferio derecho son las que he descrito. Así que a veces los foros de chamanismo acaban convertidos en lugares donde se resumen contenidos de libros que haya escrito alguien muy "entendido" y suficientemente cualificado y reconocido por la comunidad académica internacional, y se opina intelectualmente sobre ciertas cuestiones (siempre teniendo la deferencia de citar a los autores en los que uno se basa para afirmar algo, o a los que uno admira). Todo con tal de no contar nada personal, o de no profanar una "experiencia" intentando narrarla. Con lo cual, paradójicamente, al final son foros dominados por el hemisferio izquierdo, pura intelectualidad y elucubración.... o por personas que solo quieren vender cursos y talleres.

Esto no deja de ser curioso, teniendo en cuenta que lo típico de las tribus donde el chamanismo ha estado bien integrado (y celebrado) por sus miembros, era la narración de experiencias místicas, o de esos sueños especiales que de vez en cuando alguien tenía. Es más: a veces se consideraba incluso un deber contarlo (depende), porque no existía ese concepto tan posesivo de los sueños o las experiencias visionarias. Si alguien tenía una de éstas, se pensaba que era para que la compartiera con la tribu, porque todos se iban a beneficiar de algo así. 
 
Se seguía el mismo razonamiento que el que se aplicaba para rastrear la caza: si uno descubría huellas de una manada de animales, era impensable no hacer partícipes a los demás del hallazgo, para ir a cazar juntos y compartir el resultado de la cacería. Los sueños "especiales", las visiones chamánicas, las experiencias místicas, podían ser vistas como un don para la tribu, ¡no para uno solo!. Incluso aunque estas visiones se enfocaran en uno de sus miembros, se percibía esto como una bendición para todos, porque contar con un individuo capaz de conectar con el mundo espiritual de esa manera especial, era visto como una suerte, una bendición y una riqueza innegable, ya que aquél al que los "espíritus" designaban como interlocutor especial o puente entre el mundo visible e invisible, se esperaba que fuera una ayuda para los demás.  
 
Esta concepción del mundo es muy diferente a la nuestra, y por eso cuesta entenderla o situarse en esos parámetros para comprender cómo era la vivencia chamánica genuina, original.

Pero, como nada enseña mejor qué sienten un chamán y la tribu a la que pertenece que una historia verídica y personal, recomiendo el impresionante libro "Alce Negro habla" de John Neihardt (editorial Olañeta), en el que este viejo hombre medicina de los lakota explicó en su día (año 1932) sus experiencias visionarias, cómo se convirtió en chamán a raíz de una experiencia visionaria que tuvo a los 9 años, y de qué manera su iniciación fue compartida y celebrada por toda la tribu. 
 
Ya situados en tiempos más actuales, recomiendo "Cuervo Loco", de Thomas E. Mails (ediciones Obelisco), en el que otro "hombre medicina" narra con sus propias palabras lo que implica aceptar la llamada o desafío de los espíritus, para él y para su tribu. 
 

Pero a lo que iba. Si lo normal en una tribu era contar las propias experiencias e, incluso, celebrarlas y convertirlas en algo festivo y memorable, entonces no es algo deshonroso ni indigno de un aprendiz de chamán (o chamán ya completo, con todas las letras) hacer lo mismo. ¡Lo que falla no es el deseo de compartir lo que uno ha vivido, sino la ausencia o carencia de una tribu genuina
 
Ahí radica, según lo veo yo, el principal problema de los chamanes vocacionales que surgen como flores espontáneas en el mundo occidental: rara vez nacen en el seno de una tribu afín, lo cual conlleva una serie de conflictos. El mayor, tal vez, es que estamos mentalmente un tanto disociados, ya que partimos (la mayoría) de una sociedad que lleva siglos eligiendo el hemisferio izquierdo y ninguneando al derecho. No estamos acostumbrados a vivir utilizando los dos, ni mucho menos a pensar que ambos sean buenos, útiles e iguales en dignidad y riqueza. 
 
Existe un enorme sufrimiento en el mundo debido a la negación de la perspectiva del hemisferio derecho, y por esa razón, muchas personas que intentan rescatarlo como algo sagrado, se pasan al otro extremo y reniegan del derecho. A fin de cuentas, lo sienten como a un verdugo, o un tirano que ha mantenido reprimidas o "atadas" las potencialidades del hemisferio derecho. ¡Así que cualquier cosa es preferible antes que pactar o dialogar con el verdugo, líbrenos Dios! ¡No se debe hablar con el "mal"...!

Pero las cosas no son así. El verdugo no fue el hemisferio izquierdo, sino nuestra elección de preferirlo a él, sofocando a su hermano gemelo como si fuera una peste o algo inútil. De la misma manera, el sobreuso y abuso del hemisferio derecho y la negación o represión del izquierdo, han provocado (y provocan) también mucho sufrimiento en el mundo, así que muchas personas se agarran a lo racional y desdeñan como fieras todo lo que les suene a "pensamiento mágico", "intuición" o cosas que no se puedan "demostrar científicamente". 
 
Y con razón se sienten así, puesto que ha habido muchas crueldades perpetradas en nombre del hemisferio derecho. La historia de algunas sociedades va dando bandazos de un extremo a otro, por la sencilla razón de que intenta remediar los excesos anteriores. Es como un péndulo: cuanto más lo presionas en una dirección, más se rebota hacia el lado contrario. Los siglos en los que, en nombre de la religión y otras creencias (magia inclusive) se desataron guerras, aberraciones sin cuento y persecuciones de brujas, lógicamente iban a traer el rebote del lado contrario, y ahí está el surgimiento de la Ilustración, que condujo a la Revolución Industrial y a la sociedad tal y como la conocemos hoy. ¡Qué alivio fue, para muchos, dejar atrás el "oscurantismo" de las luchas religiosas, de las imposiciones espirituales, o de la negación de lo razonable!

Pero los que reniegan del hemisferio derecho porque produjo cosas como "guerras religiosas" o sacrificios humanos, también se olvidan o se dejan de ver que el racionalismo no se ha quedado corto en perpetrar barbaridades (léase las represiones y exterminios comunistas), o que los inicios de la ciencia están plagados de crueldades defendidas, precisamente, en nombre de la misma.

Entonces, ¿el problema cuál es? El problema es la elección de "sólo un lado" y el rechazo del contrario. El problema es disociar nuestra mente, y tildar de negativo todo lo que sea del otro bando. El problema es decir que el instinto de conservación, con su egoísmo natural asociado, es malo, o que el ego es un cabronazo al que no hay que dejar vivir. El problema es decir que el mundo es violencia y no hay en él ni armonía, ni compasión, ni Unidad, sino sálvese quien pueda, depredación salvaje y poco más. 
 
El problema es, en definitiva, decir: "Si lo que percibo desde un hemisferio es cierto, entonces lo que se percibe el otro es una ilusión, un espejismo". Medio mundo tilda de ilusorio el mundo que ve el hemisferio izquierdo, y otro medio tilda de espejismo todo lo que cuenta el derecho. Y así nos va.

Existen en el mercado numerosos libros en los que se habla de las experiencias de "Iluminación" o similar, y en muchos se nos aconseja renegar del "ego" (sea lo que sea lo que eso signifique) o de la "mente" (idem) porque se les considera los culpables de todos nuestros males. En fin, si uno lee alguno de estos libros, acaba sintiéndose culpable por pensar algo (lo que sea), porque el consejo viene a ser "funcionar" de manera casi automática, sin dar ni una pizca de energía a la mente con sus elucubraciones, preocupaciones y miedos. La cosa se resume en: "todo es Maya (=ilusión), nada existe, por lo tanto no te comas la cabeza, ni te preocupes por nada. Total, como no es real...¿qué mas da?".

En realidad, si existe algo como la llamada "iluminación", no puede consistir en el menosprecio, amputación o atrofia de medio cerebro, porque esto implicaría que uno continúa sumergido en una visión dualista de la existencia (blanco contra negro, o viceversa). ¿Qué clase de ser iluminado siente la necesidad de atacar una parte de nuestras capacidades, o de negar la validez y dignidad de algo como el lenguaje, que es otra cosa que nos convierte específicamente en humanos? Si la iluminación existe de veras, digo yo que ha de consistir en "la luz", o sea la consciencia de todo el ser, léase del cuerpo entero, incluyendo al cerebro con sus tres partes.


¡Pero ya lo he dicho! Y aquí está la clave, por supuesto: No hay dos partes en nuestro cerebro. ¡Hay tres! La solución para la dualidad no consiste en reducir aún más las opciones (cortarse en dos la masa encefálica y tirar a la basura una, para pasar a tener "un" solo lado del alma) sino en ampliar la visión e integrar la tercera fuerza existente en todo el asunto.  
 
Las guerras entre el mundo izquierdoso y el derechista, pues, tienen una solución obvia, pero ésta no consiste en que gane uno de los dos lados, sino en aúpar al tercero. Y no hace falta inventárselo, porque ya existe, ya está ahí, sólo que nunca reparamos en él. Así que me toca anunciarlo: Señoras, y señores, con todos uds....¡El Puente!