jueves, 4 de abril de 2013

El despertar como nacimiento carnal.


El despertar entendido como la culminación de un desarrollo o crecimiento me resulta bastante más difícil de explicar, más que nada porque no lo he vivido (mucho). Aunque he estado a las puertas, o casi. Soy una baby, aún. Si alguien pensaba que estaba escribiendo esto porque me considero "despierta", es el momento de decirle que se equivoca. Sé que no lo estoy, lo que pasa es que soy como una persona que sabe que se acerca a "algo", como si viajara en tren, cruzando un paisaje que va cambiando, y que va teniendo atisbos del destino final, que empieza a perfilarse allá a lo lejos. Si, por poner un ejemplo, mi destino fueran las altas cumbres del Himalaya, a medida que yo me acercara a ese país podría ir descartando los rasgos del paisaje que ya sé que quedarían definitivamente atrás, como la cercanía del mar, los bosques de ciertos árboles, o determinados rasgos faciales en la gente. Así que mi descripción y explicaciones sobre cómo pueden ser los Himalayas serían aproximadas. Acertadas sí, pero nunca exactas. Porque todo cambiará en el momento en el que esté dentro de la Cordillera, iluminada por las nieves perpetuas. Ahí será el momento de la gran verdad, la revelación definitiva. Y ese momento, ese "despertar", no lo he vivido.

Es casi inútil hablar de algo no experimentado, porque es mera elucubración, pero soy una viajera de la conciencia muy entusiasta, y no puedo evitar enviar imágenes de mi recorrido a medida que lo hago, qué le haremos. De ahí algunas de mis seguridades, aunque también mis incertidumbres. Diría que no he despertado aún, porque supuestamente debería estar viviendo unos efectos que no vivo. No parezco una "iluminada", realmente, y si uno me conociera en el día a día, comprendería lo muy vulgar que soy. No hay nada extraordinario en mí, ni física ni energéticamente. Mis días cotidianos se deslizan como los de millones de personas. No suceden a mi alrededor "grandes conmociones", la gente no entra de manera espontánea en estados sublimes de conciencia, no sano a nadie, no hago milagros (esas cosas que la gente "espera" de un "iluminado") y encima estoy muy a menudo de malhumor, preocupada por el futuro (arg, ¡qué pecado para un "iluminado") o pesarosa por el pasado (ídem). Así que, si es cierto lo que dicen otros supuestos despiertos sobre lo que es o debe ser el despertar, está claro que duermo como una marmota. Aunque viaje. Y aunque intuya.

Pero hay otra cosa que me da la certeza de no estar despierta aún, y es un elemento que prefiero observar más que las palabras que dicen otros, ya que no deja de ser algo de cosecha propia, fruto de mi experiencia. Y la experiencia siempre es más impactante e influyente que las elucubraciones intelectuales, máximo si éstas se basan en experiencias ajenas difíciles de precisar. Esta experiencia fue un sueño que tuve antes de despertar, ja, ja, valga la ironía, que también es una metáfora. En él, me encontré de repente ante una especie de muro del aspecto del mercurio líquido, parecido a esa cosa que Neo cruza cuando despierta en la película "Matrix". Cuando ví aquello, sentí una emoción enorme y me dije: ¡Uau, voy a despertar!. Ni corta ni perezosa, cobré ímpetu para adentrarme en esa masa de energía luminosa, pero en ese instante oí unos gritos que decían: "¡Oh, no!¡Oh Dios mío, va a cruzar, y no tiene aún el "ojo de arriba"! ¡Qué desastre! ¡Va a cruzar, va a cruzar...!"

Me quedé totalmente perpleja y como congelada frente a la muralla de mercurio. No solo por lo que decian las voces, que gritaban alarmadas porque yo, supuestamente, iba a hacer algo terriblemente peligroso, sino porque el mismo hecho de oirlas me había noqueado. Y es que no estaba oyendo, en ese momento, de la manera habitual. Las voces, que además eran varias (como si hubiera un grupo de personas en alguna parte observándome, cosa extrañísima), sonaban únicamente en uno de mis oídos, y las oía como si yo llevara puesto un pinganillo de esos de telefonía movil, un auricular o algo así. La sensación de esa "escucha" no tenía absolutamente nada que ver con la habitual "voz en off" de mis sueños o trances, que es como un murmullo siempre interior, no algo físico como cuando oyes hablar a otra persona. Pero esta vez oía de una manera tan física, tan concreta, y con una sensación tan nítida de llevar puesto un auricular, que me quedé descolocada. ¿Qué significaba todo eso?

Pero después estaba el contenido de lo oído. ¿Qué quería decir eso de que yo aún no tenía "el ojo de arriba"? ¿De qué ojo hablaban? ¿Y porqué era peligroso cruzar el "mercurio" sin ese supuesto ojo necesario?. En ese instante, se produjo un silencio. Las voces se habían callado. Entonces, una de ellas se dirigió a mí, preguntándome: "¿Nos puedes oir?" Yo le contesté que sí, lo cual causó otro revuelo en aquel misterioso lugar o espacio. ¡No se lo esperaban!. Se decían unos a otros: "¡Eh, nos oye!¡Puede oirnos!". Daba la sensación de que allí había un grupo de "alguienes" (¿Quiénes? Esa es la cuestión) que vigilaban mis pasos, y que se habían alarmado con mi avance hacia el muro que separaba dos realidades, pero nótese que sus gritos no habían sido dirigidos a mí, sino que eran expresiones de preocupación intercambiadas entre ellos. Por eso, al ver que yo me había detenido justo en la frontera y parecía escuchar algo, se quedaron sorprendidos. Porque no me habían gritado a mí, ya que daban por sentado que no les podría oir. ¡Aquella situación no podía resultarme más incomprensible y extravagante!

Bien, una vez que comprobaron que sí les oía, me explicaron que, dado que yo aún no había culminado cierto desarrollo de mi cuerpo de energía, el cual incluía un "ojo de arriba", era muy peligroso para mí cruzar esa frontera. Sería similar a un parto muy prematuro, que pone en riesgo la vida del bebé. No era la primera vez que mis Guías me comparaban el futuro despertar con un nacimiento, y mi estado con una larga gestación, así que capté enseguida el concepto. Pero no entendía qué era ese "ojo de arriba". Me explicaron entonces que ese "ojo" implicaba la capacidad de gestionar y comprender la realidad, tal y como la percibiría al "cruzar" el umbral, y que no tener "el ojo desarrollado" podía conducir a un gran sufrimiento psíquico, e incluso (muy probablemente) a la locura.

Me quedé un poco chafada con esta información. Les comprendía, pero ¡me había hecho tanta ilusión encontrar el muro, y sentir que por fin lo iba a cruzar!. Ahora ¿qué?. ¿Tendría que esperar cuánto tiempo más? ¿O había algo que yo pudiera hacer para obtener el tal ojo? Muy adoctrinada aún por mi educación, que tendía a culpabilizarme si no había logrado algo, me sentí como pillada en falta. Algo debía de haber hecho "mal" para no poder cruzar. Tal vez, si me lo explicaban y me esforzaba más, podría lograrlo. "No, no tienes que hacer nada. Esto no trata de esfuerzos ni de voluntades- me dijeron- El ojo de arriba, sencillamente, se desarrolla como cualquier otro órgano del cuerpo. Lo único que puedes hacer para que suceda es cuidarte en general. Eres como una oruga que va a convertirse en mariposa. Tu única acción en pos de esa transformación es hacerte crisálida, preservarte un poco, cuidarte, no exponerte a peligros para tu integridad y esperar. Nada más".

Yo seguía un poco "plof". Vale, entendía el proceso, pero ¿cuánto tendría que esperar?. "No podemos darte una fecha porque esto es bastante impredecible. No se puede marcar en un calendario. Necesitas más tiempo, eso es todo". "Ya, pero ¿cuánto?", insistí yo, porque seguía sintiendo un deseo enorme de cruzar. "No podemos decirte cuánto. No lo sabemos". "Pero si no lo sabéis, ¿qué hacéis ahí, observándome? ¿Qué sabéis exactamente? O mejor dicho: ¿Quiénes sois?". Su respuesta me dejó casi igual: "Somos cuidadores y ayudadores del proceso de despertar/nacimiento. Te ayudaremos en el resto de tu camino, pero no sabemos su final. Sólo podemos decirte una cosa: ten PACIENCIA porque si alguna característica tiene tu camino particular, es que da muchísimas vueltas. Es un camino lleno de espirales, curvas, rodeos...¡No es fácil ni va a serlo! Pero ten paciencia y no hagas locuras, y todo se andará".

Con estas palabras aún me desanimé más. ¿Curvas y espirales? ¿Paciencia...? ¡Puf!. De repente me ví, en el sueño, siendo otra vez niña y pedaleando en aquel viejo triciclo que tuve alrededor de los 4-5 años. Recorría lentamente una pequeña calle de la ciudad donde viví de niña. Una calle que conducía a la escuela. Y he de decir que yo fui feliz en aquella escuela, que mi experiencia allí fue de todo menos traumática, porque implicó la vivencia de muchas amistades, y me gustaban hasta los libros de texto. Así que supongo que mi subconsciente relacionada esa escuela con el hecho de haber "rozado" un espacio psíquico donde había otros "adultos" que sabían más que yo acerca de mi desarrollo interno, adultos capaces de guiarme en ese proceso. Y claro, con todo esto, yo me sentía exactamente como una niña de 4-5 años. Pedaleando mi pequeño triciclo, sí, porque mi madurez ni siquiera me permitía usar una bicicleta "de mayores". Era un paralelismo con la falta del "ojo de arriba", con la necesidad de "esperar, tener paciencia, y confiar en que crecería con el tiempo".

Me desperté en ese momento con una sensación agridulce. Por un lado, me gustaba haber tenido la experiencia, pero por otro me apenaba que aquella aventura se hubiera acabado así. Sin "cruzar". Al abrir los ojos, sin embargo, me mareé. Porque, por unos instantes, "ví" de manera diferente el espacio a mi alrededor. En lugar de paredes sólidas y opacas, percibí el blanco de la pared cruzado por oleadas de energía luminosa moviéndose. No había techo ni suelo "exactamente", yo estaba como flotando no sé muy bien dónde y, en definitiva, ¡todo "se movía"!. Cerré rápidamente los ojos, no tanto porque estuviera asustada mentalmente, sino porque lo estaba físicamente. La reacción inmediata de mi cuerpo ante esa "visión" fue un revuelco en el estómago, un vértigo, un mareo brutal. ¡Uf!. Entonces imaginé o intuí a qué se habían referido aquellos "tipos" con lo de que no estaba "preparada" para "cruzar". Realmente, yo no tenía ni idea de lo que significaba "cruzar", y si tenía algo que ver con la sensación que acababa de tener en esos segundos, no era algo que quisiera vivir ahora mismo. ¡Madre mía, qué mareo! ¿Y cómo iba a manejarme en la vida si de repente las cosas dejaban de parecerme sólidas? ¡Quita, quita...que estaba muy bien como estaba! Virgencita, que me quede como estoy.

Y desde aquel día, nunca más. Han pasado bastantes años y no he vuelto a encontrarme ni con la "pared de mercurio", ni con las enigmáticas voces de esos "ayudadores del tránsito del despertar". Puede que incluso los esté esquivando, quién sabe. El caso es que no tengo ninguna garantía de que vaya a "nacer", pero es que tampoco me preocupa especialmente. Ya no he idealizado nunca más ese proceso, o experiencia. Perdí un poco el entusiasmo cuando ví de qué se trataba.

Porque veamos, ¿qué sabemos, realmente, del famoso "despertar"? Lo vemos como algo deseable, una especie de panacea, de dicha, pero ¿y si no sabemos de qué estamos hablando? Lo cierto es que algunas historias dan fé de que "despertar" puede resultar muy doloroso. Puede ser, tal vez sí, como un nacimiento carnal, en el cual no está ausente, en ocasiones, cierto dolor o esfuerzo extenuante. En los partos más suaves y fáciles, el bebé vive, como mínimo, un impacto físico que le exige un tiempo de readaptación, ya que acaba de cruzar un ambiente líquido para empezar a vivir en uno aéreo.

(A la izda. la diosa Tlazoteatol pariendo un bebé)

Siguiendo con esta comparación, nacer no es un "logro personal", una medalla de reconocimiento que te dan si demuestras tu valía, tu moral, o lo muy espiritual que eres, etc. Nacer es sólo lo que es: la culminación natural de un proceso de crecimiento físico, en el cual no interviene la voluntad del bebé y muy poco la de la madre (ya que se pondrá de parto aunque no lo desee, y ´tampoco podrá controlar las contracciones). Sea como sea, como bebé, tú no naces, el nacer te sucede. El nacimiento es lo que pasa si no se aborta un proceso de crecimiento vital, pero no es el resultado de "esforzarse" o de "diseñar un plan de desarrollo corporal", eligiendo desde el hemisferio izquierdo cómo o dónde isertar un brazo, un dedo o un pulmón. Nacer no se vive por el hecho de "intentarlo" o de "proponérselo", porque es lo más alejado que hay de la voluntad del "yo". Cuando llega el momento, el hecho en sí se desencadena de manera totalmente irracional e involuntaria y ya está. Uno es movido y removido por fuerzas, oleadas de energía asociadas a hormonas y otras cosas (aspecto espiritual), que literalmente lo empujan a uno mismo (y a su madre) y generan todo el proceso. No hay más. Y si esta comparación realmente es válida para el despertar, entonces no sirve de nada "desear" nacer y "esforzarse" para "lograrlo" cuanto antes, aunque claro, si lo rechazas por sistema o luchas contra ese impulso tampoco puede ser bueno y puedes generarte problemas. Pero vamos: está claro que lo único que uno puede hacer para nacer es nada. Seguir vivo, entregarse a la fuerza vital y poco más.

Hace pocas semanas me regalaron un libro de un tal U.G. Krishnamurti (en la foto a la izda.) que me trajo el recuerdo de la experiencia que acabo de narrar (No es el Jiddu Krishnamurti, sino otro hombre bastante diferente al mismo, aunque contemporáneo a él). Este señor, (tremendamente controvertido en sus opiniones, por cierto) experimentó un proceso de supuesto despertar (digo supuesto porque todas estas experiencias son indemostrables para los demás, no porque dude de sus palabras) que le condujo a una percepción diferente de la realidad. Sus descripciones no se parecen mucho a las que yo he dado de mi micro-atisbo de cruce de umbral, pero da igual, porque creo que eso no es lo que importa. Puede que incluso la "visión" posterior al despertar varíe de individuo a individuo, ¿quién sabe?. Lo que importa es que uno puede vivir un cambio radical en la percepción, sin intentarlo, de manera más o menos súbita. Un cambio permanente, quiero decir. No un "trance" pasajero sino un cambio que viene para quedarse.

Bien, el caso es que U.G. llamó a su experiencia "una calamidad", porque fue algo que le ocasionó unos meses de sufrimientos "insoportables". Cuando vivió lo que vivió se sintió muy enojado con la manera en que determinados gurús (mercaderes de lo sagrado, los llamaba) hablaban del mismo. ¿Cómo podían alabar aquello e instar a la gente a alcanzarlo? ¡Pero si la experiencia en sí se sentía horrible! ¡Si la gente supiera en qué consistía, nunca perseguirían eso como un logro! (U.G. estuvo casi un mes totalmente ko, su mujer incluso buscó la ayuda de psiquiatras y médicos, él llegó a "pensar" que se había muerto...En fin, un desbarajuste brutal) Al final, viendo la "fisicalidad" de su proceso, U.G. llegó a la conclusión de que el "despertar" no era nada "espiritual", sino algo puramente orgánico, bioquímico en suma. (Por cierto, me hizo gracia que lo comparara con el florecimiento, y que dijera que los individuos eran como "flores distintas", porque esa metáfora es la misma que me han dado los ángeles)

En fin, yo no estoy de acuerdo en que un despertar sea "solo físico", porque creo que el espíritu y la materia van siempre unidos y además yo sí he tenido una experiencia "espiritual" de casi-cruce del umbral (con lo cual soy fiel a mis impresiones, no lo puedo evitar, por mucho que otros afirmen otras verdades). Pero sí tuve que admitir que, dentro de sus límites y su eterno enojo y rupturismo, U.G. al menos era honesto y decía lo que pensaba. No adornaba sus experiencias y no hacía proselitismo. Bien hecho. Intentaba desencantar a la gente, romperles las falsas expectativas, y si fue radical y hasta brutal en este aspecto, lo entiendo porque vivía en un contexto de mucha credulidad, donde miles de personas se entregan ciegamente a los pies de diversos gurúes que les prometen "la iluminación" si hacen esto o aquello. Y eso a mí también me parece falso, o incluso peligroso.

Bueno, si algún día finalmente nazco (que no lo sé, e insisto en que nadie me lo ha garantizado) no lo voy a llamar "calamidad", pero tampoco lo encumbraré como "lo mejor" de mi vida. Nacer es nacer. Es un momento, un cambio, un cruce de umbral. Pero la gestación es un gran e interesante viaje, nada desdeñable. Y la vida post-nacimiento, si es que la llego a vivir, supongo que también. No creo que sea encumbrable el nacimiento más que la fecundación, la gestación o los primeros pasitos del bebé. Sólo admito que tal vez (sólo tal vez, porque no lo he vivido) nacer implique "la movida de las movidas". Y ya está.