jueves, 19 de septiembre de 2013

Los hijos son como dardos de fuego que...El Hogar.


Hoy estoy poeta, tal vez porque llevo días con la energía de lo que yo llamo Gabriel (angel) muy presente. Así que empiezo citando esta maravilla de Khalil Gibran. No es el poema completo, sino solo las dos estrofas que más me impactaron cuando las leí por primera vez. (Subrrayo en negrita la frase que hoy usaré para decir algo más sobre la crianza):

"Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
¡no te pertenecen! (...)"



"(...) Tú eres el arco desde el cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito 
y os doblega con Su poder 
para que Su flecha vaya veloz y lejana. 
Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. 
Porque, así como Él ama la flecha que vuela, 
así ama también el arco, que es estable."

Bello, ¿verdad? Pues bien, el símil que se forma, en mi mente, cuando pienso en lo que nos suele suceder gracias o desgracias a la crianza y "educaciones" recibidas, es justamente el del arco o cerbatana que dispara un dardo. Un dardo de fuego, un dardo que arde. Su origen es el fuego celeste (el arder infinito y eterno del Ser, de la divinidad, de Lo Uno) y su destino es la vida material que conocemos. El arder de ese fuego se manifiesta en nuestro mundo oculto en un cuerpo de carne y hueso. Nuestros hijos, al ser concebidos, son casi completamente de "fuego". Fuego vital, pasión total, anhelo de vida entusiasta, voluntad absoluta de Ser con mayúsculas.

Luego...sucede lo que sucede. Que los dardos de fuego pierden gran parte de su fuego debido a la fricción del aire y del resto de los elementos que, en el mundo natural, oponen una resistencia igualmente natural a su paso. Tal y como una flecha ardiente pierde parte de su fuego al cruzar un espacio, los hijos pierden parte de su "arder" debido a las limitaciones naturales e inevitables que implica nacer y crecer en un mundo material igualmente limitado, con unas leyes físicas concretas, etc.

Sin embargo, este apagamiento no es nada irremediable, ni supone un "daño". En nuestro centro del ser siempre permanece una brasa, un rescoldo. Más tarde, una vez que la flecha alcanza su objetivo "en la vida", una vez que nos sentimos en "nuestro lugar" o realizando algo que nos apasiona, podemos vivir una reanimación de esas brasas, las cuales pueden volver arder tanto o más que al principio. Podemos incluso convertirnos en inmensas hogueras, iluminando y calentando el mundo alrededor con nuestra pasión, con nuestro fuego vital.

Así que, cuando me refiero a los "bebés fantasma" que mencioné en la anterior entrada, no estoy diciendo que toda limitación inherente al nacer y crecer sea "dañina", ni que el ideal sea conseguir, para los niños, una vida sin límites ni friccion es de algún tipo, pues la materia los tiene y los vivirán sí o sí. El problema, el daño, viene cuando, por decirlo de alguna manera, los adultos que ven llegar ese dardo ardiente de fuego hacia ellos se dedican a intentar apagarlo. Porque piensan que el fuego es malo, o peligroso. O porque les da miedo que otro fueguecito recién llegado quite importancia al suyo, al de los adultos.

Sí, existe miedo al fuego, miedo a la vitalidad pura, ardiente, entusiasta y sin límites internos de los bebés y los niños. Esto se traduce en intentos constantes de apagamiento de su pasión, porque se relaciona a un niño modosito, quieto y silencioso, con un "buen niño". Cuando, en realidad, el fuego vital en estado puro no siempre es precisamente pasivo, sino creador. Y mucho. No es posible sofocar la "movilidad" y "bullicio" de los niños sin intentar -inconscientemente- apagar esas llamas con las que arden. Pero claro, si aparte de la fricción natural de los elementos, nos dedicamos a echar agua o tierra al "dardo" ardiente, mal asunto. ¿Cómo va a reavivarse, en un futuro? No será imposible, pero, para ser sinceros, le va a costar mucho.

Fuegos muertos. Tenemos un mundo lleno de fuegos muertos, y ésos son los bebés fantasma a los que me refería. Son los espectros del fuego vital sofocado, negado, reprimido por padres o adultos que no supieron acoger en sus días aquel dardo ardiente. Les dio demasiado miedo. Ya no recordaban lo que era el fuego vivo, el eterno arder del ser, ni sabían cómo manejarlo. ASí que, ante la duda, mejor apagarlo.
(A la izda., imagen de Sandra Bierman)

Los padres y madres que conozcan al fuego vivo y lo amen, esos acogerán los dardos que el Ardiente Ser les lanza. Y los protegerán, cuidando que permanezcan en un espacio o entorno que no los sofoque, resguardándolos de las lluvias, o de los vendavales. Crearán un hogar donde el fueguecito tenga su lugar y sea alimentado y preservado en su justa medida, sin sobre exponerlo y sin tampoco explotarlo, usándolo para otros fines interesados (Ya se sabe lo rico que puede ser un fuego para las apetencias egoístas de otros). Esperando que llegue el tiempo adecuado para que ese fueguecito pueda desarrollarse y andar su destino, creando su propia hoguera, su propio mundo, su propio hogar...eligiendo, en definitiva, cómo y dónde arder en el mundo.

¡Qué diferente es esto de los padres que apagan fuegos, o de aquellos que, peor aún, los usan como servidores para satisfacer de sus propias apetencias, o los venden a terceros! No crean un hogar, sino un cementerio, o un mercado. Un lugar de esclavitud. El hogar, el verdadero hogar...¿quién lo podrá vivir? Afortunado será.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Lo que me dijo el Espíritu sobre porqué el mundo va como va.

(Los Alpes...)
Voy a retomar ahora la onda chamánica (que hace días que no utilizo) para adentrarme en el insondable mundo de los sueños, del Espíritu con mayúsculas.

Hace siete años que viví lo que voy a contar. En esa época yo no había leído libros divulgativos de psicología, pedagogía, ni de psiquiatría y neurociencia infantil. De hecho, aunque ya había oido decir vagamente que era importante prestar atención a nuestra infancia, y aunque también me había encontrado, en mis sesiones de auto-terapia, con mi "niña interior" y reconocía su influencia en mi vida, no consideraba que ésta fuera muy determinante. El asunto infantil era, para mí, sólo un ingrediente más entre muchos otros, y ni siquiera el más importante. Sin embargo...

Un día un amigo me pidió una de mis sesiones de ayuda sanadora, ya que llevaba días con fuertes dolores en la espalda y se encontraba francamente mal. Acepté. Me gustaba bastante hacer sesiones, la verdad, pero es que además en aquella época mi vida era muy ermitaña y estaba casi totalmente enfocada en la meditación, la oración y la sanación interior, la mía y la de otros. Además, aunque a veces me cansaba, al final pesaba más en la balanza todo lo que aprendía y vivía ejerciendo aquello, que el agotamiento que algunos "viajes chamánicos" me producían.

En fin, que nos pusimos en "sesión" y yo empecé a sentir mi espalda dolorida, tensa y cansada, en resonancia con lo que mi amigo sentía. Así que mientras mi amigo se tumbaba en un sofá para no fastidiar más a su quejumbroso cuerpo, yo me tumbaba en el suelo cuan larga era, porque mi espalda estaba sintiendo lo que sentía la espalda de mi amigo. (Este curioso efecto se produce mucho en ciertos caminos chamánicos, pero ése es otro tema)

Era verano y vivíamos en una zona muy calurosa, así que lo de estirarme en el suelo era buena idea porque, de paso, el frío de los azulejos me refrescaba y me resultaba reconfortante. Después, poco a poco fui sintiéndome incapaz de mover un sólo músculo. Una especie de pesadez, o de lentitud, o no sé cómo describirlo, me fue invadiendo, arrastrándome hasta un trance de relajación muy profunda, con unas sensaciones físicas que no eran como las que yo solía sentir. No era la típica sensación que me producía la presencia de los ángeles, o de Anubis, o de otros guías espirituales. Era otra cosa...

Tenía los ojos cerrados y empecé a ver en mi mente una flor de alta montaña, una preciosa pulsatilla de color morado. La flor me pedía que me abriera a su energía, y eso hice. Entonces tuve una visión de cumbres altísimas, y se formó en mi mente la visión de un ave rapaz de gran tamaño. Luego algo me dijo: "Escucha al Espíritu de las Altas Cumbres".

Sorprendida por el novedoso giro que estaba tomando la sesión, pues nunca había tenido contacto con tal "espíritu" (?) presté atención. Sin embargo, me costaba "captar" el contenido del mensaje de aquella ¿entidad?, el Espíritu de las Altas Cumbres, ya que su energía me resultaba muy desconocida. 

Me sentía como intentando sintonizar una emisora nueva, y tardé un rato en realizar el "ajuste" energético o mental necesario, hasta que pude oir, traducido en forma de palabras, lo que aquel misterioso (y gigantesco) pájaro me quería decir. (Porque su tamaño me parecía casi tan grande como el del comedor de nuestra casa)

La explicación vino en forma de un pack condensado de información. Percibí una infinidad de imágenes y sensaciones veloces (en plan videoclip, pero mucho más rápido) que me hablaban de un sufrimiento interno de los niños muy particular, en el cual yo nunca había reparado

Ví que ciertos aspectos de la personalidad infantil, asociados con potenciales muy poderosos, se veían incapaces de "ser" en el mundo, porque nuestra sociedad se lo impedía. Entonces, estos aspectos de cada niño, en lugar de desaparecer, se disociaban del resto del ser y se convertían en formas de energía psíquica que se quedaban viviendo en una dimensión de energía paralela, y diferente a la física que conocemos. Allí estos "aspectos" disociados se reafirmaban en su voluntad de "ser" y construían su espacio o mundo personal, hecho a la medida de sus deseos. Y estos deseos eran un reflejo del potencial reprimido.

Pero lo más doloroso del asunto era que estos "mundos" psíquicos que yo estaba percibiendo no siempre eran precisamente paraísos. Por el contrario, estos aspectos que yo percibía, a veces se encontraban resentidos debido al sufrimiento que les reportaba "no poder ser" en el mundo consensuado, y se dedicaban a intentar influir en nuestro mundo de manera secreta y oculta, sombría, para ejercer a fin de cuentas un poder sobre la materia, sobre los hechos, sobre la gente. Los potenciales negados se convertían a menudo en energías retorcidas y hasta rencorosas, que manipulaban a los vivos para lograr (por la espalda y de manera indirecta) lo que de frente les era negado, porque habían sido rechazados, no habían sido amados.

Por ejemplo, ví escenas de un mundo psíquico de éstos en el cual un niño había desplegado un sin fin de artilugios ingeniosísimos. Era alguien muy inteligente, tanto, que su frustración al no haber podido desarrollar su don de "inventor" e investigador en el mundo "real", le impulsaba a experimentar como un científico, y sin compasión ninguna, con la energía de otros seres humanos, todo en la sombra. 

Así, en ese mundo psíquico, los artilugios inventados eran trampas en las cuales este "niño" disociado atrapaba a otros "aspectos" de la gente y les hacía sufrir, jugando con ellos como si fueran ratas en un laberinto diseñado por él. El resentimiento del niño se enfocaba hacia los adultos, porque los consideraba muy ignorantes, muy idiotas y muy culpables de su desgracia. Disfrutaba encerrándolos en sus trampas oníricas porque, de esa manera, se sentía superior a ellos y resarcía su intensa sensación de impotencia, y de haber sido una víctima del desamor y el "tú no puedes".

Me costó asumir lo que veía, porque yo no creía que los "aspectos infantiles" de la gente, ni aunque se disociaran (un concepto que aprendí entonces, porque yo de psicología no tenía ni idea) pudieran actuar de manera destructiva o dañina para otros. Estaba predispuesta a pensar en adultos locos y crueles, pero no en esa especie de niños interiores viviendo en mundos oníricos que parecían la creación de psicópatas.

Vi otras escenas similares y percibí, en definitiva, cómo con cada don o potencial frustrado, reprimido o ninguneado, un aspecto infantil se replegaba a ese mundo sombrío para hacer de las suyas desde allí. Cada uno creaba ese mundo con su estilo y según sus capacidades. Luego ví que no todos querían ni jugar con los adultos ni manipularlos, ya que todo dependía del tipo de sufrimiento que los hubiera llevado hasta allí. Había muchos mundos psíquicos con niños que más bien querían estar ahí aislados del resto del mundo, entregados a ensoñaciones agradables para ellos solos.

En todos los casos, sin embargo, lo que sucedía era que, al estar tan cerca, en la energía, este mundo psíquico del nuestro, nos influía. Tanto si lo queríamos como si no, tanto si lo veíamos como si no, percibí que éramos constantemente influidos por "lo que no pudo ser" de los niños (¡de nosotros mismos cuando fuimos niños...! Pero también de los niños interiores de la gente de nuestro entorno) Y esta influencia era a menudo un lastre, un problema, una fuente de confusiones, líos, distorsiones, depresiones, o sensaciones extrañas que nadie atinaba a ver de dónde procedían.

Sin embargo, la moraleja del asunto iba mucho más allá de toda esa influencia sombría. El Espíritu de las Altas Cumbres me señaló que la mayor parte del potencial creativo de la humanidad SE PERDÍA y nunca llegaba a florecer ni a dar fruto, salvo, a veces, en esos mundos medio paralelos. 

En otras palabras, casi todas nuestras capacidades creativas se desperdiciaban. Vivíamos, de hecho, muy por debajo de nuestras posibilidades de acción en el mundo material, de manera que si todos esos dones y potenciales creativos estuvieran con nosotros, en lugar de creando y sosteniendo realidades psíquicas paralelas, solucionaríamos SIN TARDAR muchos de los problemas cíclicos o recurrentes de los que no sabíamos salir. 

Nos faltaba energía creadora en acción. La teníamos en potencia, pero estos potenciales rara vez llegaban a "ser", todo porque se segaban o negaban desde la infancia o incluso desde el nacimiento.

Me estaba preguntando yo, toda asombrada e impresionada por lo que veía y comprendía, cómo sucedía exactamente este proceso tan empobrecedor, cuando el ave gigantesca me dijo: 

"Para empezar, rara vez consiguen los niños "nacer del todo" en la sociedad que les acoge. Entonces, y como la energía creativa no se puede destruir, crea un mundo paralelo que permanece comunicado constantemente con éste, pero en la sombra. 

"Y esta es la causa de que el mundo vaya como va
Las cosas van mal porque nunca habéis nacido DEL TODO. 
Crecéis, y con el crecimiento podríais llegar a nacer del todo, reparando el daño y manifestando al mundo todo vuestro potencial, pero rara vez se logra esto por falta de las condiciones contextuales adecuadas. 

"Todo está distorsionado, vivís en la ignorancia y la confusión. 
Para cambiar el mundo, para cambiar vuestro destino, ha de revertirse esta situación y empezar por ayudar a que los niños puedan nacer del todo. 
Y si no se puede ayudar durante el parto, al menos durante la infancia".

Me quedé abrumada por las enormes implicaciones de estas palabras. Además, no tenía ni idea de cómo podía ayudar a que los niños "nacieran del todo". Ni siquiera sabía si yo tenía alguno de esos "aspectos infantiles sombríos", acechándome o acechando a otros seres humanos desde mundos psíquicos paralelos, o viviendo en su propio "planeta" mental, puesto que nunca me había encontrado con ellos. En los meses pasados, había conectado con algo que me pareció que era mi niña interior, pero ahora me parecía que tal vez había más "aspectos" que no había visto.

"Por supuesto que los tienes -me dijo el Espíritu de las Altas Cumbres- Pero el aspecto principal de tu "niña interior" (que se asocia a tu mayor potencial) se ha estado escondiendo de tí. 

"Y es que muchos aspectos infantiles saben que, si son descubiertos, no podrán seguir influyendo al mundo desde la puerta de atrás. Y por eso se esconden. Pero otros se esconden porque ya NO confían en ser escuchados o aceptados. Temen ser censurados, reprimidos otra vez, o incluso castigados. 

"Así que muchos se esconden... Sin embargo, tienen siempre la secreta esperanza de ser reconocidos y valorados algún día, con lo cual basta con desearlo y llamarles para iniciar el camino de encuentro con ellos"

La energía del Espíritu de las Altas Cumbres resonaba muy alto en mi cuerpo físico (la notaba especialmente en la garganta y el entrecejo, casi como si me tocaran físicamente en la frente) pero su mensaje y su perspectiva vital me seguía sobrepasando.
- ¿Qué puedo hacer entonces? -pregunté.
- Puedes llamar a tu niña interior, la que se esconde de tí.
- ¿Sólo la llamo y ya está? -dije yo, que aún no entendía, ni siquiera sabía quién demonios era ese "pájaro", ni qué relación tenía con nuestra sesión de sanación.
- Sí -fue la respuesta.

Lo acepté, acostumbrada a lidiar con misterios y enigmas en las sesiones chamánicas, porque algo en mi interior decía que la información recibida tenía sentido, y merecía la pena intentarlo.

Así que llamé a mi niña interior "huída" y entonces, en mi mente se formó la imagen de una montaña de los Alpes Suizos, el Matterhorn o Monte Cervino. ¡Y supe que mi "niña interior" disociada estaba viviendo allí! Aquel era su mundo, y vivía allí, deambulando por aquellas cumbres de nieves perpetuas. Reía y jugaba entre las rocas, la nieve y los hielos. Estaba acostumbrada al aire frío y cortante de las alturas, conocía al tal "pájaro" y también a la flor, la pulsatilla morada del inicio de la sesión, y a muchas otras flores de alta montaña. 

Mi niña era feliz allí, ese era su "mundo paralelo", o al menos uno de ellos. Y comprendí que la "ausencia" de esa niña, de ese torrente de vitalidad y alegría que percibía en ella, me producía un vacío, una falta de energía, una grisez particular en mi vida cotidiana, de la que hasta el momento no había sido consciente... ¡Ay...!

Pensé que mi niña interior estaría mejor si vivía integrada conmigo, en mi interior, en mi mundo cotidiano. Me pareció "desordenado" que ella estuviera nada menos que en Suiza, mientras yo andaba por la costa tarraconense, pasando calor en aquellos secarrales polvorientos. Pero cuando le pedí que viniera conmigo, me dijo que ella era como una flor de alta montaña, y que esa clase de flores no se adaptan ni aunque quieran y se esfuercen mucho a otro clima, ni a vivir en un lugar como el que yo habitaba, en el cual ¡ni siquiera había "suficientes flores"! 

Y cuando me dijo esto, le asomaron lágrimas a los ojos y yo misma empecé a llorar, sintiendo una nostalgia enorme porque, en el lugar donde yo vivía, "faltaban" suficiente cantidad de flores y mi niña, eso, lo soportaba a duras penas. Tal carencia casi la aniquilaba.

"Si voy donde estás, me marchitaré como un edelweiss en maceta. No podré sobrevivir aunque lo intente, porque soy como soy. Eres tú quien tiene que acercarse a mí. Me tuve que ir porque no fui aceptada. No se trata de que yo decidiera irme por un capricho o cabezonería, es que el rechazo me "expulsó" e hizo imposible mi presencia en tí. Sólo si el mundo adulto me acoge y me acepta tal y como es mi naturaleza y mis necesidades, podré volver".

Me quedé muda ante su lógica respuesta. Luego me dí cuenta de que a mí me sentaba mucho mejor el clima fresco que el cálido, y que las altas montañas me encantaban desde niña. ¿Tendría algo que ver con ella? 

"Claro que sí -respondió- ¿Y ves? Es mejor que tú cambies tus circunstancias y te adaptes a lo que yo soy, que no a la inversa. Porque en el fondo, tú eres un poco yo, y yo soy un poco tú"

"Pero no puedo ir a vivir a Suiza, nada menos que junto al Matterhorn"- dije yo, abrumada por la enormidad que implicaba semejante empresa, teniendo en cuenta que era (soy) pobre y ni siquiera podía (ni puedo) permitirme un viaje turístico fugaz a ese carísimo país.

"Ya lo sé -dijo mi niña interior- Pero si al menos te vas a vivir a un lugar más alto, y montañas a la vista, en el que de vez en cuando nieve (porque NECESITO un poco de nieve), por ejemplo, y donde crezcan muchas más flores, y haga más frío, y esté todo más verde, podré acercarme y volver a tí poco a poco y seremos más felices".

"De acuerdo -dije yo, aliviada- Eso sí puedo intentarlo"


¡Pero el asunto no había terminado! Porque entonces se formó en mi mente la imagen de los Andes, y ví cómo se dibujaba un triángulo de energía que unía a los Andes con los Himalayas y los Alpes, y supe que esa singular conjunción de montañas estaba "al servicio" de esta misión espiritual consistente en ayudar a nacer a la humanidad "niña". Una misión que consistía tanto en sanar a los niños interiores de los adultos, como en ayudar a los nuevos bebés a nacer "mejor"...


El Espíritu de las Altas Cumbres me invitó, entonces, a que permitiera que mi energía se uniera a este triángulo entre Himalaya-Andes-Alpes y lo aceptara como una especie de... estructura o energía guía, protectora y orientadora. 

De algún modo, la energía de esta conjunción terrestre guiaría mi camino, de manera que se me irían presentando, poco a poco, las maneras de "ayudar" en este tema infantil, y podría aportar mi granito de arena a semejante y enormísima tarea planetaria. Yo la percibía descomunal, y me veía a mí misma ínfima y diminuta, pero a fin de cuentas se trataba de alinearse con algo mayor para contribuir a ello, nada más. 

Acepté, y fue como si ese "triángulo" que unía a esas montañas se pusiera en el cielo sobre mi cabeza, o algo así. Sentí mucha energía y de cualidades tan elevadas que casi no la podía soportar. Luego se fue diluyendo todo...

Fue así como tuve noticias, por primera vez, de lo importante que es el modo en que nacemos, cómo somos criados, y las complejas y adversas repercusiones que la represión, estrechez y rigidez social, pueden tener, no solo en la vida de un individuo, sino en el destino de toda la humanidad. 

Lo curioso era, también, aquella asociación entre Altas Cumbres y la ayuda espiritual a la infancia. En su día no lo entendí, pero a lo largo de estos años no he cesado de recibir, cíclicamente, mensajes e informaciones que corroboran esto. Las altas montañas "al servicio" de la Divinidad y La Vida apuestan, lo creamos o no, por ayudar a la humanidad a "nacer", lo cual implica tanto sanar la infancia menoscabada y herida, como ayudar a los nuevos nacimientos y crianzas. 

Las montañas, según me han repetido (de nuevo, últimemente, los guías) van a ser parte de los Guías de la Humanidad en los difíciles tiempos de cambio y tránsito que se acercan. Van a ser un refugio espiritual, pero en muchos casos puede que también sean un refugio físico, y van a ser maestras de maternidad/paternidad, maestras del "ser".

Termino este capítulo diciendo que en el resto de la sesión surgieron pistas acerca del "niño interior" disociado de mi amigo. Su terrible dolor de espalda se debía a una tristeza infantil enorme, escondida y sin sanar. Y aquella sesión fue el inicio de un tiempo en el que él empezó a enfocar este asunto y a acercarse a su pequeño y maravilloso niño olvidado, escondido, huído...y tan, tan triste.

...

(Nota añadida escrita tres años después: Ahora, que vivo junto al Monte Teleno, reafirmo la continuidad de este tema en mi camino chamánico, tal y como he plasmado en mi último libro, "El Camino del Teleno o la Defensa de la Tierra". Mi niña interior se acercó a mí gracias a vivir cerca del Monte Teleno, y se pone muy feliz cuando la montaña, a lo lejos, aparece nevada, en invierno. No digamos con las flores que hay en esta tierra. Este lugar no es "el ideal" para ella, pero ya es muuuuucho mejor que el anterior lugar donde vivía. Trasladarme aquí me ha ayudado a encarnarme más, y mejor) 



jueves, 12 de septiembre de 2013

Carta de Agradecimiento (Cómo llegué a escritora)

(Arriba, pintura de Sandra Bierman)

Estos días sale a la luz mi último libro, "La Sanación de los Infiernos", y a raíz de este "nacimiento" (pues la publicación de un libro siempre lo es) he estado reflexionando y comprendiendo una parte de mi camino como escritora. La voy a compartir.

Con mi nombre de pila no he llegado a escribir ningún libro, ni por lo tanto a publicarlo, pero como Urbóreas ya van cuatro libros, uno autopublicado (Bubook publishing) y tres de ellos "apadrinados" o editados por editoriales. Todo esto no es casual: mis padres carnales fueron buenos maestros en el arte del habla y del correcto uso de la palabra, y a ellos les debo parte de mi facilidad para la escritura. No se crece en vano en una casa atestada de libros, ni se es de balde hija de un catedrático de lenguas antiguas (no me gusta llamarlas "muertas"). Ahora bien, haber "mamado" en casa la importancia de las letras, de las palabras, no te convierte en escritor, sobretodo si hablamos de alguien que escribe acerca de sus sentimientos y vivencias internas. Hacen falta otras cosas, una de las cuales es el aprendizaje en el arte de la comunicación emocional, y la expresión de los sentimientos, ideas y pensamientos más íntimos. Y esto, algunas familias, no saben enseñarlo. Sobretodo las que crecen en ambientes que están llenos de miedo a las emociones, y que se afilian de manera enfervorizada únicamente al discurso de la razón, o del hemisferio izquierdo.

 Mi camino de escritora, pues, arranca de mi educación familiar, centrada casi exclusivamente en el hemisferio izquierdo (que ha recibido un trato privilegiado desde niña) pero también del hemisferio derecho. La labor de cultivo y desarrollo del izquierdo fue casi toda familiar, pero la otra ha corrido a cargo de otras personas. Empezó, tal vez, con mi proceso de terapia, ese que viví hace 9 años (y que narro en parte en "La Sanación de los Infiernos"), un proceso que se puede resumir diciendo que aprendí a "sentir", por vez primera, todo lo que de algún modo no me había permitido a mí misma sentir en el pasado (es decir, fue una sanación del hemisferio derecho pura y dura)

Después, debo agradecer el ser escritora a todas las personas con las que he podido compartir mis pensamientos, emociones, sentimientos e intuiciones. Esto ha sucedido sobretodo a través de internet, y gracias a algunos foros en los cuales he tenido la suerte de haber podido ensayar, por primera vez ante un público, mi "expresión" como ser espiritual. Esta actividad ha sido profundamente sanadora para mí, porque somos seres gregarios y estamos diseñados para compartir todas las facetas de nuestro ser, ¡no solamente el fruto de razones elaboradas desde el hemisferio izquierdo! Así, he podido compartir mis SUEÑOS, y he podido intentar expresar, por vez primera, lo más sutil de mi ser, lo más delicado, lo más inasible, pero también muy poderoso, tanto como la razón heredada de mis padres. Sí, porque en ocasiones, donde mi hemisferio izquierdo naufragaba, mi intuición y mis sueños marcaron un camino que ha resultado ser asombrosamente certero.

Sin embargo, simplemente escribiendo y "ensayando" en los foros de internet, o simplemente hablando de viva voz con algunos amigos íntimos, tampoco hubiera llegado a ser una escritora con sus libros colocados en las estanterías comerciales. Han sido necesarias más cosas. Algunos de mis amigos ya me habían sugerido que escribiera libros, pero nunca les hice el menor caso ya que, sinceramente, no me consideraba capacitada para ello. Mi auto imagen no incluía eso, pero es que además ni siquiera se me ocurría acerca de qué escribir. Tuvieron que aparecer los ángeles en mis percepciones sutiles (hemisferio derecho again) para contagiarme de su ARDOR RETRANSMISOR, algo que me cuesta describir con palabras porque sólo se puede entender viviéndolo.

El ardor angélico es similar a la embriaguez, pero con la diferencia de que no te resta cordura, ni atonta tus sentidos, ni deteriora tu cuerpo, sino al contrario. Aquellos a los que los ángeles tocan con su ardiente pasión y entusiasmo por retransmitir, retransmiten tarde o temprano, sí o sí. Porque ya no pueden hacer nada por evitarlo. Reprimir ese entusiasmo comunicativo les enfermaría, tal como se enfermaría una flor que se negara a abrirse, matando al germen de sus futuras semillas en su interior. Si, además, los ángeles te dicen: "Escribe", te vas a ver escribiendo sin parar, por todos los poros, en trance, sin desfallecer. Los ángeles no vinieron a buscarme porque yo fuera escritora, sino que me convirtieron en escritora por obra y arte de su contagio entusiasta, ardiente, retransmisor. Pero también porque, seamos sinceros: antes de "oírles" yo todavía no creía lo suficiente en mí misma como para "verme" escribiendo, pero si los ángeles lo decían...En fin, para nuestra pequeña parte infantil interior, no hay como sentirse profundamente valorada por alguien de autoridad. La mirada de los adultos te forma, o te deforma. Los ángeles fueron, para mi niña interior, como adultos que me "veían" tal cual yo era y por eso, no sólo no me deformaron, sino que me sanaron, devolviéndome a mi verdad, sanando una dimensión de mi expresión natural que, hasta entonces, era como una inválida.

Así que siento un especial agradecimiento hacia mis padres y a mi letrada familia; otro hacia mis amigos y compañeros de búsqueda espiritual e indagaciones del alma; y otro hacia los ángeles. Pero aún falta un eslabón más, sin el cual mis libros no hubieran llegado a nacer: los editores.

Como Urbóreas, tengo la fortuna de haber sido adoptada o ayudada por dos "padres-parteros" de libros. Uno, Antonio, de Editorial Sirio, quien ha apostado dos veces por mis "niños-libro" ("Angeles de lo Uno", "Diálogos con Anubis") Otro, Manuel, de Ediciones Amatista, quien ha hecho lo posible para que otro de mis niños-libro, "La Sanación de los Infiernos", viera la luz. Hoy les doy las gracias a ambos.

Existe una función espiritual especial oculta, no evidente, en el acto de ayudar a que nazcan libros, que va mucho más allá de conseguir que los ejemplares lleguen a ser algo sólido y expuesto en librerias. Cada padre-partero o madre/partera rectifica, completa o modifica los patrones mentales y emocionales que un escritor/a tiene acerca de la expresión de su propia esencia espiritual en el mundo. Porque estamos hablando de una expresión pública de tu esencia, lo cual no es cualquier cosa. De nuestros padres y madres carnales aprendimos de manera inconsciente qué contenidos internos podíamos decir en voz alta y cuáles no, y de qué manera podíamos expresar (o no) cada pensamiento, cada emoción, cada idea. Por eso, y porque todo padre y madre es limitado, este aprendizaje puede ir asociado a la limitación o incluso a la represión verbal. ¡A menudo no te das cuenta de las prohibiciones que has asumido desde niña respecto a qué puedes comunicar, y qué no, hasta que te pones a escribir un libro y descubres lo que cuesta poner en el papel ciertas vivencias!

En mi caso, escribir libros que expresan (de manera prioritaria) contenidos del hemisferio derecho ha supuesto un desafío enorme, porque yo no crecí aprendiendo que eso fuera lo correcto ni lo adecuado "para mí". Y esto no es algo exclusivo de mi familia, ya que vivo en una sociedad en la cual existe cierto tabú o reticencia a escribir acerca de experiencias místicas o visionarias, tan a menudo consideradas como desvaríos. En otras sociedades del mundo, la expresión de lo percibido desde el hemisferio derecho ha gozado (o goza) del mayor de los prestigios, y se le concede un valor muy especial, pero la nuestra es como es, y actualmente vive estas cosas de manera conflictiva.

Sin embargo, la expresión de la emocionalidad, de los sentidos sutiles y de la espiritualidad, por inasible y etérea que sea, es necesaria. Porque como seres humanos también tenemos esa faceta, y reprimir su expresión sólo conduce a convertir esas vivencias y aptitudes en sombrías, y a convertirnos en seres cojos o tuertos de un ojo (o de un hemisferio) No podemos renunciar a ninguna de nuestras facetas intrínsecamente humanas sin dañarnos y caminar hacia sociedades desequilibradas, así que es imposible amputar la tendencia espiritual del ser humano sin generar un enorme sufrimiento no sólo en nosotros, sino también en el resto del mundo, ya que actuaremos en él desde nuestra ceguera, desde nuestro desequilibrio.

(Arriba, pintura de Cristophe Vacher)

Por todo esto, los editores de "temática espiritual" son, por una parte, los padrinos de un proceso particular de liberación de la voz (expresión) y de ampliación del aprendizaje de comunicar al mundo quién somos realmente (es decir: quiénes somos por dentro, al margen de nuestro rostro, nombre u oficio conocido) Y, por otra parte, estos editores contribuyen a que la humanidad, como colectivo, pueda procesar (elaborar, que dirían los psicólogos) sus sensaciones y sentimientos más místicos, íntimos, imaginativos, sutiles y soñadores.

Es un gran error atacar a las editoriales de tinte espiritual desde la mera razón, argumentando que publican una sarta de libros locos, equivocados, absurdos, fruto de meras ensoñaciones personales, obsesiones y toda clase de ideas cuya validez o utilidad no se pueden probar, ni demostrar científicamente, ni validar en base a otras costumbres, tradiciones, etc. Porque no se trata de juzgar a cada libro, ni de mirarlo con lupa, tomándoselo todo de manera literal, sino de comprender que, sencillamente, se trata de expresar parte de lo que somos como seres humanos. Parte de lo que sentimos.

Ya basta, pues, de juzgar a editores, libros o escritores buscando cuán verdaderos, atinados o correctos son los contenidos de determinados libros. Basta, porque es necesario que exista esa parcela de libertad editorial, única e irrepetible, en la cual el ser humano puede expresar una verdad íntima que ni los libros basados exclusivamente en el raciocinio, ni las novelas (imaginadas desde otras zonas mentales) pueden satisfacer. Ha de existir, en toda sociedad saludable y sana, una parcela de expresión para el hemisferio izquierdo, y otra para el derecho. Y, en la parcela del derecho, no es lo mismo idear novelas, que retransmitir sueños o percepciones sutiles que uno ha experimentado. Ambas cosas necesitan ser expresadas, ambas cosas tienen su valor.

Así que termino esta larga entrada expresando por primera vez, de manera pública, mi agradecimiento a los "padres adoptivos" humanos de mis libros. Gracias, padrinos/parteros editores, por vuestra labor. Nunca penséis que ésta ha consistido simplemente en "colocar libros en el mercado", ni tampoco (solamente) en difundir determinadas ideas. Tal vez lo más importante es que ayudáis a la expresión libre de la faceta espiritual de la humanidad en el mundo, lo cual es un acto sagrado, casi tanto como el de ayudar a nacer.

Porque así como el niño nace de la "boca inferior" de la mujer, la cual hace un esfuerzo por "abrirse" y exponer a los ojos de los demás el fruto de sus entrañas, los libros surgen de la "boca superior", garganta y centros aledaños de expresión sutil. Como los niños, los libros son gestados primero en el interior, procesados, nutridos y acunados hasta que finalmente se completan, maduran y pueden salir a la luz. ¿Y quién me ha enseñado a ver la similitud entre parir y escribir? Gabriel, el ángel, liberador de "bocas" y "gargantas", potenciador de florecimientos, padrino de gestaciones y nacimientos, MAESTRO en expresión. El mira con agradecimiento a los editores y les transmite, hoy, la bendición de Lo Uno.
¡Que así sea!