domingo, 12 de enero de 2014

Morir sin haberlo logrado. (Conocimiento guerrero)



Cerré los ojos para intentar dormir, y entonces me ví tumbada en una barca de madera que se mecía en las calmadas aguas de un estrecho. Avanzaba hacia el mar, y en las orillas ardían fuegos inmensos. ¿O era mi barca, la que ardía? En todo caso, se quemaba mi mundo.

Sollocé mientras contemplaba el resplandor naranja de las llamaradas que ascendían hacia el negro cielo de la noche, sintiendo una pena desgarradora. "Es el final del Norte. Se acaba una era, se acaba mi mundo" Y la nostalgia de un Norte que conocí, en el que fui parte de sus piedras, su nieve, sus aguas, su verde y su silencio, me atenazó el corazón. Ya no habría más de eso. Me había muerto tras una batalla que, además, había perdido la esencia genuina del Norte. Aquel mundo, que había sido el mío, se acababa.

Entregarme a la muerte, pues. No me quedaba otra. Dejar que mi cuerpo inerte fuera llevado por las plácidas aguas, sobre aquella barca, dejando atrás la devastación, la memoria, mi tierra, mi horizonte conocido...todo.

Finalmente llegué al mar. Allí me esperaba la niebla, flotando sobre las aguas. Su espesor húmedo y helado me envolvió. Un silencio absoluto, una quietud, y mi cuerpo ahí, estirado y amortajado sobre cubierta. Más entrega (y qué remedio) 

Es duro ser guerrer@ y morir sabiendo que no sólo no lograste proteger o restaurar tu tierra, sino que nadie mas de tu generación lo va a hacer, porque la guerra ya se ha perdido y el nuevo poder, contrario a lo que era la esencia que defendías, se lo ha comido todo. 

Hoy, muchos libros de autoayuda hablan del ser guerrer@, y dicen "No importa cuantas veces te hieran, o cometas errores. Lo que importa es levantarse cada vez". Son libros falsos y ficticios, no aptos para la guerra de verdad, porque no expresan la posibilidad de que mueras sin haberlo logrado. Insisten en que siempre se logra, inculcan la creencia de que no existe la posibilidad de no lograrlo al final. De que un día no puedas levantarte otra vez, y todo lo que te quede es entregarte a la muerte. Y de que, yendo más lejos aún, todo tu pueblo pierda la guerra, y además no quede nadie vivo capaz de recoger el legado espiritual, ni de reiniciar la defensa, la protección de lo que era justo y bueno preservar.

Perdimos el Norte. Y ya está. Y una "yo" que fui, murió en esa guerra.

Otros tienen al Norte en su poder, hoy. Otros se disfrazan de Norte y hacen ver que son eso, cuando no es verdad. Solo los muertos lo sabemos, claro. Los que morimos intentando detener aquello, lo sabemos. Hoy, muchos hablan del Norte sin saber que en realidad no lo están viendo, ni conociendo. Solo pueden describir a los que usan el poder del Norte a su manera, sin ser ni hijos del Norte, ni mucho menos sus amantes. Pero ¿acaso puedes conocer aquello a lo que no amas?

Amé tanto al Norte... Un dia fuimos uno. Ahora permanezco sol@, flotando en estas aguas, más muert@ imposible, esperando lo que sea que venga. Menos mal que yo sí pude recibir verdaderas enseñanzas guerreras, porque en éstas se me habló no sólo de la posibilidad de perder la vida sin haber logrado mi propósito, sino de que incluso se perdiera la batalla que luchaba mi tribu entera, y la batalla por mi Tierra. 

De esta manera, avisada y preparadaa, me ha costado menos afrontar la realidad. He vivido las peores posibilidades que como guerrera se puede vivir, los capítulos más amargos, pero esto entraba dentro de lo posible, eso es todo. Volvería a hacer lo que hice. Volvería a intentarlo, porque así es mi esencia, así es mi vocación. ¿Podría haber llamado vida a una serie de actos contrarios a mi naturaleza? Sólo puedo ser lo que soy, amante del Norte, guerrera, hija  y esposa del mismo.

Por fin, del silencio, el agua, la negrura y la niebla, surge la forma del Guardián de la Muerte. Se abre un vórtice, un remolino de aguas que empiezan a succionar mi barca y, por supuesto, a mí con ella. El Guardián me dice: "No temas, entrégate". Hace bien en recordarme que está ahí, porque su presencia me tranquiliza un poco ante la perspectiva del remolino. Es duro asumir que vas a ser tragado por un caos de aguas y oscuridad, cuyo resultado es incierto.

El remolino me traga. La barca se rompe en pedazos, mi cuerpo queda libre en las negras aguas. No veo absolutamente nada. Floto en los abismos y abro mis brazos en un gesto de entrega última, dejándome llevar. (De nuevo me digo: ¿Y qué le vamos a hacer? Cuanto antes me entregue del todo, mejor)

Silencio. Oscuridad. Mi cuerpo es succionado aún más profundamente, aguas adentro. Ya no siento nada. Todo desaparece.

...




Cuando abro los ojos otra vez, veo un águila con el cuerpo oscuro y la cabeza blanca. Estoy en otra parte, en una tierra muy lejana del Oeste, en un gran cañón de tierra rocosa y rojiza. Hay unas vistas impresionantes. El águila se fusiona con mi espíritu y abro los brazos, pero esta vez es para volar. Sobrevuelo el cañón, aunque estoy algo desconcertada, porque no entiendo por qué estoy aquí, ni dónde estoy. Pero me dejo llevar. A fin de cuentas, ¿no estoy ya muerta?

Entonces oigo una voz que dice: "Y ahora vas a recuperar tu espíritu". Me pongo en pie sobre un saliente del cañón y me muevo siguiendo gestos con los que reclamo, de manera silenciosa, a mi espíritu. Siento que voy a recuperar algo de alguna parte, aunque no imagino qué podrá ser.

Y aquí se diluye toda visión. Abro los ojos otra vez y se termina todo eco de otras realidades y de otro mundo. Lo nuevo está sin escribirse, y mientras espero que venga a mí lo que tenga que venir, estoy vacía. Inmensamente vacía.