jueves, 30 de octubre de 2014

Las montañas y el arco iris

                 (Arriba, Monte Teleno (en invierno), desde donde llegó el contenido de este post)


(30 octubre 2014)

Y esto va de cómo, durante esta noche y a lo largo del día de hoy, el espíritu de una montaña me ha dicho que el mayor regalo de energía que las Montañas Sagradas (las que aun viven "Al Servicio de Dios") pueden dar al corazón del ser humano, es la posibilidad de experimentar "energía arco iris" cuyo destino es...nuestras familias, y muy especialmente las raíces del árbol familiar.

Yo esperaba que me dijeran: Enfoca esa energía aquí, o allá, en diferentes puntos planetarios...¡Pues no! Es en lo más cercano, en el núcleo de nuestras raíces, en nuestro origen, donde me dicen que debemos "canalizar" o irradiar este maravilloso arco iris. 
Dicen:
"El porqué de esto es sencillo: si cada ser humano sanara sus raíces... Si cada ser humano enviara el Amor con mayúsculas a su origen, a su familia... no quedaría familia, clan, tribu, nación, ni país sin ser bañado por el Sagrado Poder Sanador de las Cumbres, cuyo verdadero nombre (desconocido, hasta ahora) es: Amor Puro y Absoluto.

"Amor Puro y Absoluto es irradiado desde las cimas rocosas de las montañas sagradas, con un único fin: ayudar a los seres a vivir y a trascender...Y, en este caso, ayudar a los seres humanos.
¿Y cómo quieres, oh ser humano que nos lees, sanar nada, ni ayudar a las generaciones siguientes (los pequeños que nacen ahora, o son gestados, y los que nacerán) sin sanar las raíces de tu origen, tu árbol, tu familia?

"Los sueños de sanar a la humanidad que no contemplan esto, son sueños ilusorios, carentes de raíz. Por eso no se podrán materializar, o no lo harán correctamente. Les faltarán fundamentos, cimientos.

"Y con esto no queremos decir que uno "deba" convivir con familias disfuncionales o soportar maltratos, o no mirar a nadie más, salvo a su familia. Lo que queremos decir es: Nosotras, las Montañas Sagradas, os ofrecemos el Arco Iris para que lo enviéis ahí donde más falta hace de vuestra familia, tribu o clan carnal. Hasta a vuestros ancestros (si lo precisan), pero desde luego a vuestros padres y hermanos, para empezar.

"No se trata de esperar determinados resultados. Se trata de Amor. Y ya está. Misión cumplida: una vez enviado el Amor, hecho está. Pero hasta que no hayas amado hasta la última celula de tu origen carnal, aún te faltará algo, lo más importante para fundamentar (enraizar) cualquier proyecto con el que sueñes, cualquier materialización que desees encarnar.

"Si no sabes Amar a lo próximo, ¿cómo podrás amar a lo lejano? El hecho de desconocer lo ajeno, o lo lejano, te puede engañar, haciéndote creer que lo amas, todo porque no conoces sus sombras, sus rasgos desagradables o duros. Luego, cuando al fin los descubras, dirás: "Qué decepción" y dejarás de amar. Pero es que eso no era Amor.

"Hablamos del Amor con mayúsculas. Y de una oportunidad para vivirlo gracias a nuestra ayuda, a la irradiación de nuestras cumbres. Pues hay una parte de nuestro ser que es "para eso", y nuestra vocación es eso: Ser Amor Puro y Absoluto, y ayudar a los demás seres a serlo.

"Hay más secretos pendientes de ser desvelados sobre el Sagrado Camino de las Montañas, pero el primero es éste."

"Desde el Monte Teleno, Montaña Sagrada del Noroeste de España, hemos hablado"

domingo, 12 de octubre de 2014

Enseñanzas de una Maestra Encina.


Ayer por la tarde conocí a un ser tan trascendido, que no se puede ni describir cómo vé el mundo.
Mi pareja me llevó a ver una encina enorme (foto de arriba). Los que entendéis de árboles sabéis que las encinas son árboles de crecimiento muy lento (por eso su leña es dura). Imagináos, pues, una encina de 20 metros de alto y 8 metros de perímetro. Se le estima una edad de 500 años, pero quién sabe si tendrá más.

Nada más ví al árbol sentí la tentación de entrar en el hueco de su tronco, creado por un rayo que casi lo partió todo en sentido vertical (aún están las grietas) pero no mató al árbol. Lo que pasa es que me acordé de las veces que, escuchando a otros árboles, me habían aconsejado pedir permiso siempre, antes de abrazar a un árbol o "usarlo" para cualquier fin. Porque los árboles también son "gente", y por mucho que digan algunos que, como no tienen sistema nervioso animal (!), no sienten, en mi experiencia eso no es verdad, y vaya que si sienten. ¡Muchísimo!

En fin, que seguí las normas de cortesía casi a destiempo. Casi fui una maleducada, porque ya me había precipitado hacia el hueco del tronco, pero me detuve a tiempo y saludé. Le mostré las palmas de mis manos abiertas, a la par que abría mi corazon para decirle "Ésta soy yo, aquí estoy, te saludo". Y luego presté atención/oído a la respuesta.

Entonces entré en resonancia con la encina y ¡casi caigo en trance! Porque sentí por contagio su estado de ser, y era un estado como de meditación muuuuuy profunda...Me pareció que era como esos lamas que quedan como inertes, aletargados casi, sin apenas respiración audible, sin mover ni un pelo...están vivos pero su mente está en otra "onda" muy distinta a la habitual, y su cuerpo guarda una quietud total. Eso era lo que sentí como "respuesta" de parte de la encina. Ni un "hola", ni ninguna palabra...La Encina me estaba "sintiendo" (Porque yo senti que ella o él me sentía), pero mi presencia prácticamente no le afectaba. Estaba como en "otra parte".

Le pedí permiso para sacarle fotos, a pesar de todo, y la respuesta fue la misma: Ni sí, ni nó. Ni inmutarse. La encina me "respiraba", como "respiraba" a todas las otras cosas de su entorno, con un poder enorme, con una fuerza impresionante. No me pareció que se opusiera, de todos modos, con lo cual me saqué unas fotos de recuerdo. (Vaya, todavía soy una viciada de la imagen, una hija de esta generación de adictos a las dichosas fotos)

Luego dejé la presencia del árbol y paseé por los alrededores con mi hijo y mi pareja. Era una tarde 100% otoñal, una de las escasas tardes en que mi pareja libra, y por lo tanto podemos salir -en coche- lejos de las calles asfaltadas y respirar un poco otro aire. Se estaba bien paseando, pero...

Yo quería volver con la encina y senti la tentación de abrazarla y quedarme un rato con ella. Tal vez si me sentaba a sus pies... Pero entonces oí por primera y única vez la voz de aquel ser, y fue una advertencia tajante: "¡Cuidado! Porque adonde yo llego, tú aun no puedes llegar!

Y comprendí en un flash de información concentrada que, si bien la encina no me prohibía sentarme con ella, ni abrazarla, me aconsejaba NO hacerlo, o no hacerlo con deseo de permanecer con ella. No le parecía buena mi idea, vamos. El/ella, como ser vivo, tenía un campo de resonacia, influencia y contagio muy grande, muy intenso, y me podía "arrastrar" con facilidad hacia su estado de ser. Pero, según me decía, yo no podía "llegar" donde ella "llegaba". La experiencia podía desestabilizarme.

Lo cierto es que durante unos instantes yo había vuelto a experimentar por resonancia aquella especie de trance profundo parecido a un sueño medio lúcido-medio aletargado desde el cual se "contempla" la realidad desde otros parámetros. Y de hecho, ahora yo tenía sueño, una somnolencia especial, ganas de acostarme, cerrar los ojos y entregarme a una fuerza superior para que fuera "lo que Dios quisiera". 

Entendí que eso era un efecto colateral contagiado de la encina, y resistiendo a la tentación de aquel "entregarme y dejarme llevar" acepté el consejo. No parecía que su estado de "ser" fuera malo, ¡al contrario!, pero si ella/él decía que yo no podía...o que no estaba preparada...¿quién era yo para contradecir a un ser de unos 500 años...? ¿Tenemos siquiera idea de cómo siente o ve el mundo un árbol de...quinientos años...? La verdad es que no. Hay que ser muy arrogante para pretender lo contrario.

***
Me acordé entonces de una experiencia que tuve hace años, durante un viaje a una vieja y monumental ciudad castellana. Toda una historia con el espíritu de una "muertera" que había vivido allí en la Edad Media, el resumen de sus peripecias vitales, su aprendizaje espiritual, sus virtudes y sus defectos, sus logros y el trauma que finalmente la llevó a abandonar la ciudad y a rechazar su don espiritual temporalmente, sobrepasada por el sentimiento de impotencia ante ciertas fuerzas adversas y personalidades contrarias a su labor. 

Recordé mis diálogos con aquella, hum, mujerona de unos 50 y pico años, y cómo tras dar voz a su trauma, ella recuperó enseguida el tono, el brillo (desahogarse es sanador hasta para los ayudadores, ja ja), y me dio algunos consejos de "maestra experta" para mi respectivo camino como "ayudadora de muertos".

Se me quedó grabada su respuesta, cuando le pregunté por qué me encontraba física y anímicamente tan mal a menudo, ayudando a muertos o "sintiendo" otras energías, y cómo podía hacerlo "mejor". Aquella mujer me respondió que no debía esforzarme, ni fustigarme, ni empeñarme en querer hacer las cosas "ya", ni en llegar a determinado "nivel" enseguida. Mi camino de "muertera" se parecía al de un árbol. Yo era, aún, un retoño de arbolito joven, que se ve azotado por una simple brisa y se asusta porque le parece todo muy fuerte. Mi capacidad era la de un arbolito, ni más ni menos. 

Así que ¿Cuándo podría ayudar, pero de veras, a ciertos muertos y ciertos eventos? Pues cuando hubiera crecido mucho más y "tuviera el cuerpo fuerte y recio de una vieja encina", y ni me inmutara ante el viento...Necesitaba más cuerpo y más consolidación, fuerza, corteza, etc. Y eso solo se desarrollaba con el tiempo.

Diciendo esto, la señora tocaba una encina enorme, toc, toc, con la mano, para señalarme su corpulencia, su resistencia. Y me dijo: "Has de llegar a ser dura como esto. Has de tener MUCHO MÁS CUERPO. ¡Ahora estás demasiado delgada! Pero fíjate, ¡si ni siquiera tienes nada de barriga!" (Y era verdad, yo en aquel entonces no tenía ni una curvita en la panza)

La respuesta me chocó y respondí automáticamente: "Eh, ¡que yo no quiero ponerme gorda!" 
Y la muertera se rió, pero me dijo que determinados trabajos de energía no se podían "sostener ni soportar" sin tener "más cuerpo", puesto que la materia bien asentada ayudaba al espíritu a "posarse" sobre ella. ¡A más madera, más fuego! Y el espíritu es como fuego... Claro que eso tampoco quería decir que hubiera que estar gordo en plan fofo, obeso, dejado o maltratado. Pero sí, me dijo e insistió en que la delgadez no era precisamente una virtud en mi camino, sino sólo algo con lo que se tenía que lidiar, si no había más remedio.

De hecho, la mujer se rió (con un poco de ironía) de las personas que, de tanto ayunar y comer poco, se vuelven extremadamente delgadas y creen que eso las hará más capaces o mejores en términos espirituales. "Esos acaban la mayoría "volados" y son incapaces de ayudar a los muertos. Les llega lo celestial y es como si no tuvieran contrapeso. ¡Qué pena, esos vientres hundidos hacia dentro! No tienen apenas cuerpos, no tienen raíces, y por ende no pueden transmutar energías terrestres/celestes. En cambio, un poco de barriga bien llena de energía viene muy bien para este trabajo, porque te "asienta"" 

Finalmente, la muertera me dijo que yo no tenía nada "que hacer", sólo tener paciencia, perseverar y... dejar que el crecimiento "arbóreo" de mi ser se produjera. Un día todavía muy lejano, tal vez yo sería una señora "bien plantada" y "recia" como aquella encina, y entonces, sólo entonces, podríamos hablar de realizar determinadas empresas. 

Puede que hasta ella, la muertera, volviera en esos días a verme, para enseñarme lo que ella hacía, y entonces me transmitiría su don y su herencia o legado espiritual. Pero ahora, conmigo tan flaquita y tan joven, ja ja ja, ¡imposible! Ganas de volverme tarumba o de sobrecargar la máquina. "Relájate, vive y crece, y todo se andará, si es que ha de ser ¿Qué prisa tienes?". 

Y diciendo esto, se despidió. Se marchó por los campos de Ávila, rumbo a las solitarias dehesas donde murió, completamente sola "de humanos" (pero acompañada por "otros seres"), en algún año de la Edad Media...

Y nunca más la he vuelto a ver, ni a sentir, y eso que desde que fui madre tengo un poco de barriguita, je je, pero se ve que todavía estoy muy blanda y sin fuerza; me veo vieja con 42 pero sigo siendo demasiado joven para según qué. Y vete a saber si viviré lo suficiente como para realizar ciertos potenciales. A fin de cuentas no soy más que un retoño de árbol, y empiezo a pensar como los árboles: lo importante no es que "yo" alcance ese saber y realice esos trabajos. Lo importante es que mi especie lo haga. (El mundo arboreo no piensa desde el yo, su mente es colectiva)

***

En fin, aquellos recuerdos volvieron a mí ayer, frente a la encina centenaria, y un destello de comprensión y CONFIRMACIÓN de lo entendido y oído se produjo cuando me di cuenta de que la encina crecía junto a un cementerio. 

Supe entonces, porque lo sentí durante segundos, a qué se había referido aquella "muertera" al decir que un ayudador de muertos ha de tener cuerpo/raíces porque su trabajo es transmutar. Comprendí que aquella "respiración" de la encina gigantesca, aquella corriente de energía que parecía arrastrarme hacia "otra parte" a donde yo aún NO podía llegar, tenía que ver con esa "transmutación" de energías. 

La encina tomaba con sus raíces energías pesadas y muertas de la Tierra, y las llevaba al Cielo, y también tomaba con sus ramas energías del Cielo, y las llevaba hasta las raíces, hacia la Tierra. Y para todo ese "trabajo", su cuerpo, su masa leñosa, recia y consistente, era un aliado impresionante e imprescindible. Le confería fuerza, pero sobretodo le confería PRESENCIA. Una presencia impactante, influyente, consistente y muy "sentible".

¡Y claro que yo no podía llegar donde ella llegaba! Me faltaba experiencia (500 años, ja ja) pero es que además, aquella encina probablemente "llegaba" hasta el Más Allá adonde han de ir los que mueren. Mi somnolencia, mi impulso de "dormirme para entregarme a las fuerzas que me embargaban y que fuera lo que Dios quisiera", ¿no se parecía a eso de entregarse a la voluntad "de Dios" para transitar, o morir...?

Y mira, pasó como me ha sucedido otras veces en que he llegado al "umbral" y he hablado con algún Guardián, y me echan para atrás: "No guapa, aún no es tu hora, lo sentimos. Sabemos que tienes ganas de cruzar, pero nanay". Je, tal vez me toque morir un poco cada día, pero no, todavía no es el momento de morir tanto, ni de llegar tan, tan allá.

Esto aprendí, esto comparto. Todo sea por el conocimiento de los árboles y su labor y sentimiento; todo sea por el aprendizaje de la ayuda espiritual y corporal a los muertos; todo sea por ir difundiendo las chispas de saber que se me dieron. Para que, si me muero antes de haberlas divulgado de otra manera, no se pierdan.

jueves, 2 de octubre de 2014

Los -letales- ojos de Miguel.

                                                      (Arriba, pintura de Alex Grey)

Creo que esto ya lo he contado otras veces, pero a riesgo de repetirme vuelvo sobre ello porque lo siento necesario.

Cuando se te despierta la sensibilidad, empiezas a sentir "lo de los otros" y lo primero que haces es pensar que tienes un problema. No fuimos educados para sentir tanto, sino para lo contrario. Y si ya es sospechoso sentirse mucho a uno mismo, ya no digamos sentir lo ajeno. 

Para confirmar lo que digo, basta con ver que hay hasta personas que imparten talleres, clases, cursos y hasta escriben libros, donde te riñen por eso: ¿Cómo se te ocurre sentir lo ajeno? ¿Qué ganas con eso, por favor? Habráse visto cosa más poco práctica. Es más: ¿No estarás cayendo en una especie de engreimiento mesiánico? ¿Qué te crees, una especie de Jesucristo? 

Se enseña y repite que "lo evolucionado" no es "vibrar con las masas de energía baja" de sufrimiento, ira, etcétera. Cosas del tipo: Lo evolucionado, queridos, es sentir sólo lo que a uno le interesa y crear cuanto antes un cielo a la medida de nuestros mejores deseos. Pero allá cada cual, y allá los que elijan seguir sintiendo "de más", es decir sintiendo cosas ajenas, y queden "enganchados" en cosas feas que ya debieran haber desaparecido hace siglos. (Jopé con la evolución humana, qué lenta es, ¿no?) Hay que centrarse únicamente en uno mismo, en el dios interior (porque todos somos dioses, además, y si no lo sabes eres un retrasado espiritual) Todo lo demás es distracción y pérdida de tiempo.

Bien, pues de esto que voy a contar hace 9 años. Compartía casa de pueblo con un par de amistades. Así ahorrábamos gastos y de paso nos apoyábamos emocionalmente frente al cambio que intentábamos hacer en nuestras vidas, recién huidos de la gran ciudad. A menudo yo no tenía ni dinero para pagar el alquiler, pero habíamos pactado una especie de intercambio "en especie": yo podría aportar mis "sesiones" de terapia, escucha del cuerpo y ayuda y canalización espiritual. Y como éstas eran muy apreciadas por mis amigos, no tardaron en hacerse habituales.

Llegaron momentos de dificultad emocional y psíquica, o sea, dicho en plata, "crisis", y mis colegas de convivencia reclamaban mi ayuda cada dos por tres. Yo tenía además mis propias "movidas", todo un proceso de metamorfosis interno en marcha que ya me parecía muy exigente de por sí, así que también tuve unos días de crisis. Porque sentía que no podía más. No podía estar haciendo sesiones a los otros cada día, pero sobretodo no podía estar "sintiéndolos" constantemente. 

Y es que eso era lo que me sucedía desde que se había despertado mi sensibilidad y había empezado a "oir": que día si y día no, sentía emociones y sentimientos ajenos. Soñaba sueños de otros, notaba dolores de los demás, me llegaban ecos de sus pensamientos. Jooooopé. ¡Pero si es que hasta tenía sueños contagiados del gato que teníamos en casa! Yo lo que quería era estar tranquilita con mis guías maravillosos, sumergirme en las aguas anubísicas y angélicas y navegar en calma en esas nubes de amor... sin más. Así que me empecé a impacientar con los dolores, penas y agobios de mis amigos, porque estorbaban mi bienestar interior y se somatizaban en malestares físicos (pues mi cuerpo lo expresa todo) Y como en mi sociedad ya existía toda esa propaganda anti-sentir "lo ajeno", empecé a pensar muy en serio que yo tenía un gran problema. ¿Qué podía hacer?

No era la primera vez que entraba en crisis a causa de juzgar mal mi sensibilidad, pero esta fue la definitiva. ¡Quería acabar con esa situación, se me antojaba insoportable! Así que una tarde que estuve sola, me acomodé en el sofá del comedor, junto a la estufa de leña encendida (era invierno) y me dejé caer allí, exhausta y desesperada. Entonces llamé a mis guías con mucha angustia y les dije que no lo soportaba más. Que, sencillamente, no podía vivir más sintiendo tanto lo ajeno, y que encima no aguantaba tener que convivir con otras personas que pedían mi ayuda. Sus problemas y líos saltaban sobre mí, y yo, lo que quería, era vivir en paz. "Ayudadme a encontrar otra manera de ser y de vivir", imploré, esperando que me abrieran una perspectiva para, o bien dejar de sentir tanto, o bien lograr vivir sola e independiente en todos los sentidos, y sin distracciones de ese tipo.

Entonces sentí que Miguel se acercaba mucho e intensificaba su presencia. Algo así como si subiera el "volumen" o la intensidad de su campo de energía, o como se diga. Lo tenía pegado a mí, vamos, y sentí su tono contundente. Cuando me habló, su voz sonó casi atronadora en mis oidos internos, pero era más por lo que me dijo que por lo que era su voz en sí. Y es que su frase me dejó ko: "Vengo a matarte. Necesitas morir. ¿Lo aceptas?".

Impacto total. Titubeé. Por suerte, ya sabía por experiencia que lo que dicen los ángeles no suelen ser de significado literal. Seguramente Miguel no quería decir que me fuera a matar de verdad... ¿no? Uf. Volví a dudar.
- ¿A qué te refieres? -le pregunté, por clarificar.
- Has pedido ayuda, y esta es la respuesta a tu oración: lo que necesitas es morir. No temas.

No temas, dijo. Uf. Morir. Espera un momento.

Recurrí entonces al comodín Anubis, quien siempre lo ve todo desde otra perspectiva y resulta un buen contrapeso desde "las tripas" cuando uno se "vuela" demasiado. Pero Anubis me miraba asintiendo a lo que decía Miguel. Era cómplice de él, y me dijo que no tuviera miedo y le escuchara. 

Me quedé pensando. Mi corazón, sin embargo, no tenía ningún miedo. Lo sentí muy anhelante por la "muerte" que venía a traerme Miguel. Misterios del corazón, que nota cosas que la cabeza no siempre entiende o imagina, y se entrega enseguida, cuando lo que llega viene de Lo Uno. Así que opté por hacer caso de mi corazón. Y en cuanto tomé esa decisión, me invadió una emoción profundísima, ¡un deseo de morir impresionante! ¡De repente anhelaba la muerte con todo mi ser!...

- Está bien, mátame- casi rogué a Miguel- Estoy dispuesta.

Una vocecita racional protestaba en mi cabeza, pensando en asuntos prácticos, en despedidas que no había hecho, en el testamento que no había escrito, y se imaginaba que podía quedarme fiambre en el sofá... Pero el resto de mi ser sólo queria morir, morir...¡Uf!

Miguel, yendo al grano como siempre (jamás dice una palabra de más, los rodeos no son lo suyo) me dijo, entonces:
- Mírame.
- Pero...- protesté yo, porque además de que no le veía, él mismo me había dicho en el pasado que en principio no me convenía mirar en dirección a los ángeles a los ojos, porque podía ser "demasiado". Y yo nunca miraba en dirección a "los ojos" de Miguel (aunque no le viera, sentía dónde estaban esos ojos)
- Abre los ojos y mírame, porque así es como te voy a matar- respondió Miguel.

Ostras, ¡iba a morir por una mirada! Qué fuerte. Pero abrí los ojos y miré hacia donde "él" se suponía que estaba, aunque sólo lo sentía. Y entonces me encontré viendo, o mejor dicho sintiendo la vida y el mundo desde "su" perspectiva. Durante unos instantes, ¡Dios mío!, estuve en la dimensión o perspectiva de La Unidad. Miguel, al mirarme a los ojos, me había "contagiado" su visión, su modo de ser. 

Y realmente fue demasiado para mi ser, o mejor dicho para mi "yo" habitual. De repente ví, supe, comprendí con una certeza radical lo natural que era sentirse mutuamente. De hecho, experimenté que en la dimensión de La Unidad no había ni "tú", ni "yo", y que por norma se sentía todo lo de los demás: dolores, penas y alegrías, todo era compartido, todo era sentido, porque todos éramos como celulitas de un cuerpo inmenso y lo que le sucedía a otra celulita era muy de nuestra competencia, ¡totalmente asunto nuestro! ¡Lo absurdo era pretender vivir separados! Era aberrante, desde ese estado o dimensión, decir "tus" sentimientos, "mis" emociones, es "asunto tuyo", o "esto es sólo mío".

Se me fundieron las neuronas y con ellas se murieron todos los preconceptos y preocupaciones respecto a "el problema de mi sensibilidad" y "el problema de las emociones negativas o difíciles "de" mis amigos. Mi corazón experimentaba otra cosa: amor y compasión, y un anhelo fuertísimo de ayudar en lo posible. Desde ese estado, mis dos amigos no eran una molestia, sino solo ...partes queridas de esa Unidad... celulitas vecinas que formaban parte de mí en cierto nivel del ser. ¿Cómo había fantaseado con la idea de cerrarme a ayudarles, de racanaear con mis sesiones, o de irme a vivir sola para huir de "el infierno de los demás"? Más bien debía agradecer que se me diera esta oportunidad de compartir, ayudar y aprender de todo aquello, de paso. Porque en las sesiones en las que ayudaba a mis amigos, también aprendía y recibía cosas yo. 

Arrepentimiento, eso es lo que sentí. Y lloré... mientras mi corazón ardía y sostenía la invisible mirada de Miguel, quien, cuando consideró que ya estaba suficientemente muerta y rematada, y que no hacía falta seguir con la "dosis" (no se me fueran a fundir todos los plomos y dejarme tan ko que fuera incapaz de gestionar mi vida cotidiana), dijo: "Está hecho" y se separó de mí. Y se esfumó entonces el Estado de Unidad, pero ¡ay!, ya estaba tocada. La muerte había sucedido y ya nada era igual.

Yo ya no tenía nada que decir.

Mi petición de ayuda había sido escuchada, y la Medicina de Dios que me fue enviada había sido la correcta. Y eficaz a largo plazo también, porque, desde entonces, nunca más he vuelto a lamentarme por el hecho de "notar" cosas "ajenas". Me lo tomo como lo normal, lo natural. Eso sí, he aprendido a seleccionar un poco, a apartar asuntos a un lado para poder enfocarme en otros, porque hay luego todo un aprendizaje para discernir dónde es bueno estar, y dónde no; y con quién es bueno mezclarse, y con quién es mejor separarse en un momento dado. Porque si no, no te concentras en lo que quieres realizar, y es preciso seleccionar dónde inviertes la energía y la atención. 

Pero todo esto lo he aprendido de otra manera, y ya sin la creencia de que debía mantenerme aparte de "lo ajeno". Postergar ayudar a otros, o saber decir "no puedo", cuando realmente no puedes darlas, no es lo mismo que negarte a ayudar, o pensar que eso de sentir a los demás no te debería estar pasando. Y sí, a veces me he separado de la compañía algunas personas, pero no porque creyera que fuéramos a estar realmente "separados" en el Todo, sino porque la excesiva cercanía en lo cotidiano generaba roces y sufrimientos mutuos que no beneficiaban a ninguna de las partes. En Lo Uno sigo sintiéndome vinculada a todas esas personas, y sé que allí seguimos nuestra relación de un modo misterioso, y allí nos reencontraremos en el Más Allá. Pero en lo físico, o corporal del asunto, y en lo cotidiano, en mi casa no entra todo el mundo y así ha de ser. 

Y a veces, cuando, por la fuerza de la inercia y del contagio del pensamiento colectivo más común, vuelvo a encontrarme diciendo "esta emoción es algo de fulanito, es algo de menganito", me recuerdo a mí misma que aunque en este nivel del ser, ciertamente existen fronteras, barreras y separaciones, y está bien así (porque lo físico se organiza así), esto no es así "siempre", ni en todas partes. 

En la dimensión de La Unidad a la cual todos pertenecemos en un nivel del ser, no existe "lo mío" ni "lo tuyo". Y cuando regresemos ahí, tal vez desearemos no haber racaneado con lo que, en esta etapa de vida en la Tierra, consideramos que era solamente "nuestro". Y también anhelaremos haber dado más... haber compartido todo, hasta el aliento casi, y haber ayudado más, aunque sólo fuera enviando desde el corazón compasión, escucha, apoyo moral y fuerza a otros que la necesiten.

Me gusta recordar esa experiencia porque muchas veces la olvido y vuelvo a vivir como si no hubiera sucedido. Es lo normal, porque cuando se siente y comparte todo, ¡te vuelves a dormir y a olvidar, si la mayoría a tu alrededor duermen! Si sientes "lo ajeno", te duermes fácilmente si estás con quienes duermen. Pero bueno, no pasa nada: gracias a haberlo vivido y hasta escrito, puedo recordar ese despertar. 

Evocar aquella muerte que he contado me resitúa en la verdadera naturaleza del querer de mi corazón, y en la perspectiva final, definitiva. Compartirla sin medir a quién llega, dándola "al colectivo", a través de un escrito abierto al público, es un modo de afirmar que no hay nada que sea del todo "mío", ni siquiera lo que llamo vulgarmente "mis" experiencias con los ángeles. De hecho, ellos siempre me dicen: "Ahora, dalo al resto, porque estas experiencias tampoco te pertenecen". Yo no sé cómo se hace eso de "darlas" al resto, pero escribir tal vez es un buen principio. ¿Quién sabe, después...?

Pero fíjate lo que pasa con los ángeles al servicio de Lo Uno: pides ayuda para recrear tu "realidad" o un cielo particular, pues quieres ser feliz de la manera en que crees que vas a serlo y, ¿qué hacen? Romper esa fantasía en mil pedazos, pero sin que sufras -¡oh milagro!- por la destrucción de aquel paraíso imaginado, pues descubres que era falso. 

El Cielo es otra cosa, el Cielo es un estado de ser y está en el arder del corazón entregado, compartiendo ese fuego sagrado con los demás.

Los ángeles guerreros y los niños.




(Arriba, fragmento de pintura de Oleg Korolev)
 

Hay quien cree que nunca ha notado la energía de los ángeles, pero se me ocurre que tal vez no sea así. Podría ser que algunas personas hubieran sido visitadas por ángeles y no se hubieran dado ni cuenta. ¿Por qué? Pues porque nos han metido en la cabeza la idea de que los ángeles son criaturas de aspecto antropomorfo y sereno, bonito, casi divertido o en todo caso elegante, de colores pastel y ademanes...como de bailarinas con tutú. Casi. Ejem.

Ahí va una anécdota para romper esquemas en honor a los ángeles guardianes y sus muy variadas formas y estilos.

Diciembre del 2004, un día cualquiera por la tarde. Me encontraba sentada tranquilamente en mi cafetería favorita de mi barrio de aquel entonces, en Barcelona. Con mi té de jazmín, y mi diario de "movidas" relativas a mi proceso espiritual, sumergida en la escritura de las últimas cosas que había vivido. Era mi manera, en aquel entonces, de reflexionar y también tomar distancia mental de las experiencias internas que tenía, ya que era muy, muy novata, y estaba muy, muy sola en aquello. Así que, para no sentir que se me iba la pinza, me lo tomaba todo como un detective que anota pistas extrañas, enigmas. Y lo anotaba para investigar cada cosa, para reflexionarla. Eso tranquilizaba a mi parte racional.

Bien, pues estaba yo toda racional con mi escritura, cuando de repente noté lo irracional: un cambio en la energía. "Oh, oh, una presencia se acerca", me dije. Miré hacia la puerta de cristal de la cafetería y no ví nada con mis ojos físicos, pero con los ojos del alma sí, porque ví una figura de fuego, o mejor dicho hecha como de materiales incandescentes, color naranja, como las brasas del fuego o el metal fundido, o algo así. 

Ese "ser" atravesó la puerta, se plantó ante mí y, sin decir nada ni darme tiempo ni a saludar, ¡zas! metió una de sus, hum, extensiones (¿eso era un brazo?) en mi pecho y me agarró el corazon. ¡Ras, ras, zas...! Casi sentí el crujido de mis costillas y mi corazón que entraba en ignición espontánea, como si fuera estrujado, retorcido y recolocado por una especie de zarpa ígnea.

Luego, el "ser" sacó su, hum, extremidad-mano ardiente de mi cuerpo. Yo estaba sin palabras, tratando de procesar, no me atrevía ni a preguntar. Quería mirar al "rostro" de eso para saber cómo era, pero en realidad no me era posible. Era como si una fuerza enorme me dejara noqueada, con mis ojos mirando hacia la mesa y mi libreta de notas, y me impidiera, ese campo de energía, levantar la vista para buscarle los "ojos" a esa entidad. No era miedo lo que yo sentía, era vértigo interior. Intuía que incluso aunque hiciera un esfuerzo, mirarle hubiera sido...

- No puedes mirarme -dijo la entidad.- Soy un ángel guerrero y no estás preparada para afrontar lo que mis ojos podrían comunicarte.
- Ah -respondí, sin saber qué más decir.

(Recuérdese que yo estaba en una cafetería, por la tarde, es decir en un espacio público, y que eran mis primeros meses en ese camino de percepción y de escucha, ignorante total. Así que no estaba ni remotamente esperando una aparición así, ni tenía un referente para lo que estaba percibiendo)

El "ser" me dijo luego:
- He hecho algo en tu corazón porque necesitas más coraje. Coraje viene de corazón. Y te faltaba coraje para lo que te vamos a pedir que hagas.
- ¿Qué me vais a pedir? - pregunté casi con miedo.
- Que vayas al hospital "tal" a buscar unos niños que están atrapados ahí. Sufren.
- ¿Niños... muertos? -pregunté, aunque por la trayectoria que yo llevaba, intuía la respuesta afirmativa.
- Sí. Niños muertos con demasiado miedo, que han sido presa de monstruos que los mantienen aterrorizados.
- Pero...-protesté yo, que empezaba a recuperar mi "tono" y presencia- Un momento, creí que los niños estaban bien protegidos espiritualmente. Más protegidos que nadie, de hecho. Por ejemplo por ángeles.
- Si un niño muere a solas y con demasiado sufrimiento y miedo, "otros" seres se acercan y se los llevan a sus pesadillas. No podemos llegar a ellos sin ayuda humana, porque la vista y la atención de esos niños está más fija en los mundos humanos que acaban de dejar, que en el nuestro.
- Pero ¿y sus padres y madres? ¿No pueden ayudarles ellos? ¿No es su amor una protección?
- A veces los padres y madres también han sido pasto del miedo, la angustia y la desesperanza. Es un tema complejo. Otras veces ni siquiera están ahí para los niños porque los han abandonado. Si te ven a tí, irán contigo. 
- ¿Y porqué ángeles guerreros? -pregunté yo, que tenía un preconcepto muy marcado de cómo debía ser un "ángel de la guarda protector de niños", y no me ebcajaba con un ángel guerrero (es que yo aun estaba imbuída por las tonterías de la cultura flowerpower que imagina angelitos de algodón rosa o azul)

En ese instante, el ángel guerrero me miró intensamente. No lo ví, lo noté, porque me sentía casi atravesada por su consciencia, que me transmitía demasiadas cosas, realmente, para mi entendimiento del momento. (Téngase en cuenta que este diálogo es una reconstrucción posterior... la mayor parte del mismo fue sin palabras. Y han pasado muchos años)

El caso es que sentí un mareo, mucho calor (¡uf, uf!) pero la respuesta me llegó: "El sentido de ser de los ángeles guerreros es proteger a los inocentes. Sobretodo y principalmente a los niños. Ahora ya lo sabes. ¿Vas a ir al hospital?"

Procesé el dato: guerreros/niños. Ah. ¡Era muy distinto a la idea que tenía de los guerreros! Pero aquello tenía sentido. Un profundo sentido. Lo podía notar aunque todavía no lo entendiera. 
Acepté y dije:
- ¿Y qué tengo que hacer?
- Basta con que entres en el hospital tras haberte entregado a las "Fuerzas de Ayuda", y vayas a la sección tal. No tienes que hacer nada más. Los niños te notarán y te verán y serán atraídos por tu energía. Tú solo manten tu foco en el amor, y no pienses nada, ni visualices ni imagines nada, ni intentes "escuchar" nada. Porque no podrás ni oir. Y es que en cuanto entres por la puerta del hospital, serás asediada por los niños, pero también por sus perseguidores y otras "cosas" peores. Tú ni caso. Te das un paseo despacio, pero sin pausa, por ese lugar, y cuando termines el recorrido, sales sin detenerte. Nosotros haremos el resto.
- ¿Y cuál es vuestro papel, si es tan simple como que los niños vendrán a mí? - pregunté.

El ángel volvió a mirarme y me llegó algo así como una idea de "liquidar/ exterminar/ destruir". En una palabra: iban "a muerte". 

Y uf, me dio miedo. Yo era no-violenta en aquel entonces, tenía el cerebro lavado como tanta gente y creía que toda violencia era mala, siempre. 
El ángel me escuchó pensar y me respondió:
- Tú entras, y nosotros vamos contigo, porque al aceptar este encargo, y con lo que te he hecho en el corazón, vamos a estar unidos de manera irrompible. Y sacamos a los niños de allí, sí, o sí. No habrá negociación. Esos "monstruos" no querrán soltarlos, porque ¿has visto algún depredador que suelte deliberadamente a su presa? Sólo por obligación lo hacen. Así que no les vamos a dejar opción. Esto consiste en sacar a los niños de ahí y ya está.
- Pero ¿no podíais haber estado ahí antes, cuando esos niños murieron, para protegerles y evitarles el horror? (Yo no paraba de argumentar, porque mi cabeza estaba llena de ideas prefijadas)
- Es necesario el eslabón humano. Cuando alguien sufre demasiado, no tiene consciencia despierta, y muere solo, desamparado y sin consuelo, da igual si estamos ahí, porque no nos va a sentir. Estos niños murieron en completa soledad y desesperación. Ya lo entenderás.
- De acuerdo, iré.

En cuanto acepté el asunto, sin decir ni adiós, el ángel se marchó dejando un rastro de luz incandescente anaranjada. El corazón me dolía, y en el centro de mi pecho (allí por donde había sido "atravesado" por el brazo angélico) notaba tirones y tensiones, una movida intensa. Pero me sentía eufórica, como si me hubieran inyectado una energía espectacular, fuego, intensidad. Además, descubrí que a una parte de mí le gustaba ese "estilo" angélico, esa contundencia. ¿Acaso no merecían eso los niños...? 

Fui temporalmente contagiada de la contundencia y pasión que tienen los ángeles guerreros, entendí por primera vez lo que es el auténtico "ardor guerrero" y me quedé pensando en ello los días siguientes. 

Hoy pienso que tal vez muchas personas de mi mundo son visitadas e incluso acompañadas, impulsadas e inspiradas por ángeles, pero no lo saben. No saben que sus ataques de indignación, de contundencia, y su deseo de acción eficaz pueden proceder de un contagio angélico. No hace falta sentirse con alas en los pies y envuelto en color rosa o dorado para preguntarse si hay un ángel por ahí cerca. La vena justiciera, la voz que no puede reprimirse más y suelta una verdad como un templo que deja a todos ko, también puede ser reflejo de una inspiración angélica. 

Hay muchos tipos de ángeles y todos son necesarios. Viene bien un reposo con suavidad para dormirse (con los guerreros ¡imposible! ja ja), pero viene bien un guerrero letal para sacar a alguien de las garras de un infierno, caiga quien caiga en el camino. Porque, tal y como ellos me han dicho luego más veces, un alma humana no tiene precio y en ocasiones no hay opciones: se hace algo sí o sí, y pobre del que se meta por el medio a intentar impedir el paso de esos ángeles. Terminator es un aprendiz al lado de los guerreros, aunque se le parece un poco en el estilo, ja, ja. 

En nuestro cómputo de tiempo lineal, puede pasar mucho tiempo entre una caída en las garras de algo dañino, y una liberación, pero al final la libertad llega. La justicia se realiza. Faltan, eso sí, humanos que acepten ser eslabones entre el cielo y los infiernos. Humanos que se entreguen para canalizar los aspectos más feroces e inteligentes de lo angélico, porque para ir a ciertos infiernos y salir de allí con éxito, no se necesita menos.

***

Mi incursión al hospital fue muy sencilla, tal y como me habían dicho. No me enteré de nada, pero la movida vino después. Salí entumecida, densa, pesada, "espesa". Luego, ya sentada y a solas, empecé a sentir las energías que iban conmigo y empecé a entender mejor el asunto. Eran fantasmas de bebés... y cuando me pregunté de dónde salían tantos, escuché que muchos eran "abortos tardíos"...Uf. Otros no, pero igualmente eran demasiado pequeños, y demasiado abandonados como para saber nada, ni entender nada. 

Esas presencias lloraban agarradas a mi cuerpo y se veían como lapitas grises, aferradas desesperadamente a mis caderas y mis piernas, esperando y deseando que yo fuera su mamá, o hiciera de mamá para ellos, aunque solo lo sentía telepáticamente porque no hablaban. Y entendí entonces el asunto. ¡Por eso los guerreros me vinieron a buscar, se necesitaba una mujer! Ante una mujer amorosa, esos bebés le saltarían encima sin poderlo evitar, porque todo su instinto era buscar el refugio de mujer que pueda ser mamá. Y una mamá, si es amorosa, si está muy presente y está segura de sí, porque además va rodeada de bestias guerreras (como era mi caso) siempre puede más que los monstruos. 
¡Faltaría más...!

Luego, mis Guías me ayudaron a amar a los bebés, pero sin apegarme a ellos. Porque claro, no podían quedarse conmigo demasiado tiempo. Yo no podía ser su madre más que fugazmente. Hubo un proceso ahí, y jugué realmente un rol de "eslabón humano" porque luego los entregué suavemente en brazos de otras presencias espirituales más adecuadas, que se los llevarían a otra dimensión o mundo donde iban a poder, por fin, sanarse, reposar y encontrar la paz.

Nunca más he vuelto a vivir una cosa similar (un ser de fuego irrumpiendo en mi rato de lectura en una cafetería), ni me han vuelto a pedir nada así (ir a un hospital para rescatar almas), aunque es muy común que si hay algún espíritu infantil allá donde sea que voy, se venga corriendo hacia mí y me de cuenta después, o dias más tarde. En cuanto a los espíritus de abortados, ¡uf! No han cesado de llegar a mi espacio, pero eso es otro tema, enorme, que merecería un libro entero. 

Sea como sea, ha pasado mucho tiempo, y ya no tengo una barrera o un miedo hacia esa clase de cosas. Son procesos que ya funcionan "solos" en mi energía, por así decirlo, y solo soy informada de un evento cuando las particularidades de los muertos requieren que yo tome consciencia de algo, o escuche algo que ellos me quieren decir.

Algunas peticiones que acepté realizar, relativas a "rescates de almas", me están llevando años y no sé ni siquiera si podré culminarlas. En fin, se hace lo que se puede. Para todo esto se necesita más consciencia. Más perspectiva. Y llego hasta donde llego. 

Y eso es todo por hoy, que no es poco. Vaya historia os he contado. Parece un cuento, y sin embargo no lo es. ¡Nunca un té de jazmín dio para tanto...!