De los creadores de:
- Tu realidad la creas tú.
- Lo que te pasa es por que quieres (o sea, por tu culpa)
- Trascender es lograr existir a solas.
- Tú eres Dios (no te engañes, y que no te engañen)
- O sea, en resumen: NADIE NECESITA A NADIE.
Llega ahora una nueva versión de lo mismo, titulada:
- Si te ahogas (es decir te mueres, asfixias, hundes, etcétera) es porque aún esperas que te salven.
- Si quieres ayudar o rescatar a alguien, es que tienes un ego delirante con complejo de salvador.
Porque como "Nadie necesita a nadie", se deduce que "nadie puede salvar
a nadie", pero también se deduce que "si sientes que no puedes más" y deseas que
alguien te ayude o te rescate, muy mal. Es mentira, te estás engañando a ti misma,
siempre se puede. Siempre se puede TODO, además.
Y de lo cual llegamos a:
- NO HAY LÍMITES. No tenemos límites como cuerpos, como personas, como seres.
Que es, a su vez, una expresión más del "Tú eres Dios" y de "Lo que te pasa es porque quieres", y de "Tu realidad la creas tú".
Lo que plantean estos lemas, estas consignas repetidas hasta la
saciedad en la nueva ola de "pensamiento espiritual", es la inexistencia
de la materia, en suma, y la relativización de los límites (porque la
materia es limitada)
Estamos ante una ideología anti cuerpo,
anti carne. Porque lo que caracteriza a los cuerpos son sus límites, sus
formas concretas (y no otras) Así que si asumes que no hay límites, o
que estos no son buenos, en el fondo no puedes amar ni aceptar los
cuerpos, ni las necesidades y límites de una vida humana encarnada.
Puedes resistir la sed, pero solo hasta cierto punto. Si lo sobrepasas,
mueres deshidratado. Puedes resistir el hambre, pero no más allá de
ciertos límites. Y todo así: calor, frío, etcétera. Para todo tenemos
límites, y aunque estos varíen de persona a persona un poco, o mucho, se
puede establecer una norma general y es que si alguien no come en dos
meses, probablemente morirá. Salvo que alguien remedie la desgracia. Y
si alguien nada durante horas en el mar, se agotará, y se hundirá al
final, salvo que alguien lo rescate.
Esto tiene su aplicación,
también, en el plano emocional y espiritual. Las personas podemos
soportar mucho, pero también nos rompemos emocionalmente si se
sobrepasan ciertos límites. Un bebé sobrevive sin caricias o sin amor,
pero no demasiado tiempo. Porque tiene límites en lo referente a
"soportar" esas carencias. Y aunque nos disguste pensarlo, a los adultos
se aplica lo mismo, aunque con variaciones en la medida y otras
particularidades. Nadie soporta bien la soledad indefinida, el desamor
indefinido, la hostilidad indefinida, los problemas indefinidos, las
guerras indefinidas. La psique llega a su límite, las emociones
desbordan, las mentes hacen crack. Y en estas condiciones , la misma
vida espiritual entra en infiernos difíciles muchísimas veces, salvo
raras excepciones en las que ha habido una preparación previa y esa
persona tiene una vía de "rescate" interno consolidada.
Nos
fascinan las historias de supervivencia extrema, pero precisamente lo
hacen porque son muy raras. Lo normal es morirse, una vez se sobrepasan
ciertos límites.
Por eso existe la capacidad humana de salvar o
rescatar a los que se encuentran en el límite. Los voluntarios que van
al Mediterráneo intentando salvar emigrantes, o los que van al desierto
de México poniendo bidones de agua para ayudar a sobrevivir a los que
cruzan la frontera. Los que llevan comida a las zonas devastadas, o los
bomberos entrando en edificios ardiendo. Los médicos que operan de
urgencias una peritonitis o realizan una transfusión de sangre, salvan
vidas también. Porque si llegas junto a alguien que está "al límite" y
le das justo lo que necesita, evitas que sobrepase sus límites y
fallezca. Es una ley física, aunque se realice de corazón y con ayuda de
la mente que razona.
Esto se aplica también en el plano
emocional y espiritual. Personas que están al borde de la depresión, el
suicidio, o el colapso, son a veces rescatadas de manera directa o
indirecta por un gesto que les toca en lo profundo, que les infunde
esperanza nueva, o les da razones para seguir adelante.
Personas
confusas, tan perdidas que ya no saben qué hacer con nada, en ocasiones
encuentran guía y orientación en otras que difunden sabiduría, y les dan
pautas que las sacan del caos destructivo.
Personas analfabetas en lo
espiritual, a veces encuentran quien les enseña a leer y escribir "los
signos del mundo" o de la vida, les explica lo que significan los enigmas donde están atrapados, y adquieren así unas pautas básicas para
comprender cómo funcionan las cosas, y moverse mejor en la existencia.
La maestría espiritual verdadera salva vidas "interiores" porque evita
que la gente se confunda demasiado y tome decisiones contrarias a su
ser, por ejemplo.
Pero todo esto, hoy, está denostado por la
nueva ideología espiritual. Porque, ya lo he dicho, como NADIE NECESITA A
NADIE, también es cierto que tú eres tu propio maestro, que no
necesitas referentes ni información, ni ayuda. Y ¿qué decir del concepto
de rescate o salvación espiritual?
Hubo una religión que se
inició alrededor de este concepto como eje central, el concepto de "salvar a otros". Me refiero al cristianismo.
Básicamente con la leyenda de Jesús se difundió en este continente lo que podríamos llamar "un arquetipo del
salvador". Pero es que, en cierto nivel de la vida, eso era verdad. Pues si alguien cura enfermos, rescata
gente de la muerte, o da de comer a los hambrientos, está salvando. Está
paliando carencias extremas. Si encima, hace que la gente "conecte" con
partes profundas del alma, echen a llorar y cambien pautas desgraciadas
de sus vidas, entonces hablamos de salvación espiritual.
Pero hoy, esa
faceta del cristianismo es muy poco popular y el arquetipo del salvador
se degrada incluso en el cristianismo. Lo llaman "complejo" de salvador, por influencia de teorías psicológicas, pero en realidad, tal complejo solo
es la parte viciada, desequilibrada o mal vivida, del impulso natural de ayudar al otro, de
sanar, de ser compasivo.
Con el argumento del complejo del
salvador, se está borrando el trabajo salvador en sí. Se critica al que
se arriesga por ayudar a otros, o al que se compromete con procesos
terapéuticos ajenos de larga duración, diciendo que son desviaciones del
ego, que nadie necesita a nadie, y que si esa persona hace eso, es
porque le gusta sentirse especial, mejor que las demás, y demasiado "necesaria".
Pero, tal y como me decía ayer la Abuelita Tierra del Teleno, está todo
mal y es al revés: deberíamos pelearnos por rescatarnos mutuamente.
Debería ser lo normal. Es más, debería ser tan normal, que ya ni
existirían carencias tan fuertes en una sociedad, porque unos a otros nos
igualaríamos, salvaríamos y saciaríamos todo el tiempo.
Claro, como NO vivimos
en esa sociedad ideal, pasa lo que pasa. Las carencias de cada uno son enormes, a
veces extremas, y mucha gente muere de sed o inanición, en muchos
sentidos de la palabra. En este contexto, la prédica de anti-ayuda al
otro, no ayuda nada y lo empeora todo.
En otros aspectos, se ha
querido enfatizar tanto lo de que "uno es su propio maestro" y lo de que "el
mesías está en el interior" (que son verdades relativas y que deben
ser matizadas) que los extremos llevan a la gente a sentirse culpable o
idiota si "mira" a otra persona con interés, porque siente que sabe más en algunos
aspectos o sentidos. Porque esa actitud de estar pendiente del más
sabio, preparado o lúcido en algún tema, parece que sea como de gente
agilipollada, tonta o sumisa.
Nos hemos ido de un extremo a
otro, me temo. Pero la realidad de la vida carnal sigue siendo terca,
muy terca. Y se siguen salvando personas gracias a la ayuda de otras, a
sus palabras, a sus gestos, a su amor o a sus actos. Aunque cada vez
parece que sean menos, en algunos ámbitos. Primero, porque los
necesitados de ayuda dudan cada día más que esté bien esperar o pedir
ayuda de otros. Van asumiendo que el mar que los separa de lo que
necesitan deben cruzarlo en solitario, y si resulta al final que se
quedan sin fuerzas a medio camino, asumen que se ahogarán y que "todo
está bien, así tenía que ser". O también que "no fueron capaces de tener
la mente enfocada en lograrlo". (Todo esto son variantes de haber
asumido la idea de que somos Dios y no tenemos límites)
En cuanto a lo de esperar
que alguien compasivo venga en una barca a darnos la mano, se asume que es una idea de débiles, de ignorantes o de parásitos: "Fíjate, este intenta cruzar
el mar y pretende, encima, que otro lo rescate. Menudo caradura, o menudo ego que tiene. Como si Dios no tuviera nada más que hacer que ir salvando a gente vulgar y corriente"
La segunda razón por la cual cada vez hay menos salvaciones, es porque
cuando alguien con capacidad para ayudar a otros en su necesidad
concreta, siente las ganas de hacerlo, inmediatamente se censura a si
mismo diciendo que eso es muy arrogante y peligroso. Que asumir el rol
de salvar a otros es un delirio egoico, bla, bla, blá.
De
manera que si pueden ayudar al vecino, no lo hacen. Si pueden ayudar a
alguien de la familia, se niegan a ello. Y si ven a alguien a punto de
tirarse de un edificio, pasan de largo porque "respetan su decisión interior" y
porque "ir de salvador es muy malo".
No sé si estoy
consiguiendo expresar el enorme cambio de paradigma espiritual que
estamos viviendo. Desde aquel tiempo en el que el ideal era ayudarse
unos a otros y cada uno lo intentaba como podía, hasta el "Nadie
necesita a nadie, e intentar rescatarse es negativo para los dos" hay un
abismo. Y un cambio radical en todo. Pasamos de vivir en tribus o
clanes donde la inter dependencia estaba asumida y la ayuda mutua era
casi norma obligada, al "No te metas en los problemas del otro, porque
cada uno ha de saber salir solo del hoyo en el que se cayó".
Cuento todo esto porque ayer noche Anubis vino a explicarme una cosa
sobre el tránsito interior, o el proceso necesario para que una persona
de cualquier edad pase de un estado de ser (o etapa vital) a otra. Lo
comentaré en otro post, pero básicamente me dijo que
nadie transita
"solo" y la ayuda es necesaria. Y no es casual la figura mítica de
Caronte en su barca (en una imagen de más arriba), o de Anubis o de San Cristóbal: son símbolos de los que ayudan a cruzar las
aguas del tránsito. O de María como Madre Salvadora.
La figura
de San Cristóbal es maravillosa. Una leyenda cargada de sabiduría
espiritual que enseña que si hasta Dios hecho niño necesita que le
ayuden a cruzar un río caudaloso, ¿qué menos para los demás humanos?
Pero toda la ideología anti-rescate espiritual, anti-maestría,
anti-ayuda, siembra el escenario de ideas que vacunan a la población en
contra del desarrollo de estos potenciales. Y así, las personas que
podrían ser maestras de otras para algunos temas, se desentienden de los
que necesitan aprender y se les agarran o acercan constantemente,
porque juzgan mal esa dependencia.
Y los terapeutas se mosquean cuando
alguien les va a ver muchas veces porque lo ven dependiente, y empujan a
la gente a no "apegarse", como si ya con dos, 3 o 6 sesiones ya tuvieras
que "volar" solo sí, o sí. Y los que son fuente de curación, de ayuda o de
recursos en un sentido u otro, se van quitando de encima a las personas, porque piensan que lo mejor es que cada uno espabile solo y viva su
karma solo...y todo solo, en resumen.
Así como van
desapareciendo los compromisos entre adultos para criar hijos, se van
diluyendo los compromisos entre adultos para ayudarse en muchas otras
cosas. Y poco a poco se van minando los vínculos. E impidiendo que
surjan vinculaciones nuevas. Porque, ya ha sido dicho: nadie necesita a
nadie. Tú puedes y debes sacarte tú solo del hoyo. No necesitas ayuda de
otro, espabila. Ni ninguno hemos de preguntarnos, ante la muerte de
otro ser humano, si estuvo suficientemente acompañado, o VINCULADO, o
por el contrario llevó hasta el extremo la ideología del "nadie necesita
a los demás" y de "hazlo tú mismo". Y así asumió su propia extinción
cuando rebasó los límites que su ser, de todos modos, tenía, aunque la
nueva ideología diga que somos Dios e ilimitados, y que si se quiere, se
puede.
Si: es cierto que si no hay voluntad y disposición en
una persona para hacer "su parte" y vivir su proceso interior, es
imposible ayudarla, y en ese sentido es verdad que cada uno "se
ayuda/rescata/salva a si mismo". Pero esta realidad es relativa sólo a
la mitad de la existencia (la mitad interior) y además está sometida, en
la vida carnal, a algo que odiamos reconocer y que son los LÍMITES. Por
lo tanto es una verdad muy relativa y no siempre es aplicable a una
situación personal histórica concreta. Depende.
Pero claro, si
no hay límites y somos Dios, entonces nada importa y todo es lo mismo.
Nacer, morir, qué más da. Alegría o pena, qué importa. Y si sufres es
porque quieres. Tan solo acepta lo que haya y yastá.
Reivindico:
- El
uso del "yo" y del "otro" como conceptos para ayudar a manejar la
realidad de la vida encarnada (pues somos cuerpos distintos, con
límites, "yo" puedo sentirme muy bien o tener mis necesidades vitales
satisfechas, pero a lo mejor el "otro" no, y viceversa)
- La
posible maestría espiritual del "otro" frente a mi ignorancia, o mi
propia maestría posible, frente a la ignorancia de otro.
- La
realidad del rescate o salvación físico, emocional, mental y espiritual
(aunque cada tipo de rescate tenga sus límites, particularidades y
excepciones)
- La figura del rescatador y de su "oficio" (desde ser
bombero, médico, maestro, o voluntario en catástrofes, hasta ser toda
persona capaz de sacar a otros de cenagosas situaciones internas gracias
al acompañamiento, la terapia, la escucha, la sanación, etcétera)
Finalmente:
- Reivindico la idea de que necesitarse unos a otros no es nada "malo", sino algo
hermoso, y la mejor oportunidad que tenemos para desarrollar y vivir
vínculos de afecto intensos, hondos y hasta duraderos, en algunos casos.
Imágenes de Cristóbal
(el que cruza el agua a pie con el Niño al hombro) Caronte (el de la
barca llena de muertos), Jesús y María Salvadora.