sábado, 9 de julio de 2016

Sobre la gratitud y el éxtasis (Anciana Maestra del Desierto)

 



Ayer pretendía hacer una regresión para enfocar ciertas movidas que vengo arrastrando, pero cuando me puse a realizar mi meditación encaminada a, primero, refugiarme en mi lugar seguro interno, un lugar que fuera sólo accesible a mí y a Dios, vino una mujer nativa de otro lugar y me cambió los planes.

Es curiosa la instencia del "yo" de querer planificarlo todo, y la insistencia de Aquello Que Es Más, en sorprenderme y mostrarme perspectivas en las que no he reparado. Una vez hube especificado en mi interior que me iba a "recoger" con el fin de encontrar ayuda y curación, la Tierra me condujo a un espacio natural del desierto, y luego me ví tumbada sobre unas esteras, y rodeada de espesos cortinajes de color granate oscuro. Como si estuviera en una tienda del desierto.

Entonces una mujer mayor con pañuelo o velo oscuro en la cabeza abrió las cortinas de mi pequeño espacio. Su rostro era sonriente (ella se parecía a la mujer de la foto de arriba) y emanaba una gran bondad. Realmente, esa era la cualidad principal que me transmitía, bondad. Sus manos arrugadas se acercaron a mi pecho izquierdo, que ayer me dolía. En otras circunstancias me hubiera sentido incómoda, pero aquellas manos parecían desprender cariño y bondad como su dueña, y me dejé tocar por ellas. La buena mujer empezó, así, a hacerme un masaje en el pecho, y me dijo:

"Debes recordar que lo primero es, siempre, atender los dolores del cuerpo. Si hoy te dolía el pecho izquierdo, eso es lo que debías atender y enfocar, y postergar las otras búsquedas espirituales. El dolor es como el hambre, es inútil intentar enseñar al hambriento, si antes no le das de comer. Aquel que siente dolores, necesita que atiendan primero a su cuerpo, y luego ya se verá el resto".

La mujer, luego, me empezó a tocar con sus dedos de un modo que era como si éstos "escucharan" mi cuerpo. En silencio, le prestaban una atención total y absoluta. Así que más que masajearme, aquellos dedos estaban actuando como oídos atentos y cariñosos, recogiendo información de mi dolor.

Me puse yo también a escuchar mi dolor, y me topé una vez más con algo que llevo tiempo sintiendo, sin saber qué solución darle. es una mezcla de frustraciones, tristezas y sentimientos de amargura e impotencia por logros no alcanzados, sensación de fracaso y tristeza por no haber podido ser madre otra vez. Era como si mi cuerpo tuviera un pensamiento fijo: tenía dos tetas, pero le falta un hijo. Más en concreto, le faltaba la hija con la que llevo soñando años. Mi teta derecha estaba bien, porque mi pequeño se duerme abrazado a ese lado y es como si ella le diera amor. Pero mi teta izquierda se siente "llena" de algo y al mismo tiempo desolada.

"Mal arreglo tiene esto -pensé para mí misma- Porque tal y como está mi vida, es casi imposible que pueda ser madre otra vez". 

Pero la mujer parecía verlo todo desde otra parte y de repente hizo algo inesperado. Me mostró un adorno tradicional femenino en sus manos. Era una especie de cinta llena de pequeñas moneditas cosidas, o medallitas brillantes, cosidas a la tela. 

Entonces me dijo:

"Te voy a desvelar un secreto que te puede servir, para que lo uses y lo COMPARTAS Al mundo. Entre mi gente, las mujeres teníamos una costumbre. Llegada cierta edad, nos confeccionábamos una tira o adorno de este tipo. 

"Para ello, repasábamos nuestra vida, buscando aquellos momentos y experiencias que sentíamos que habían sido un regalo especial, algo maravilloso, o significativo para nosotras. Esos momentos que te hacen sentirte afortunada y que, muy adentro, sientes que son una bendición, y a veces (casi) un milagro, un golpe de "suerte", algo muy bueno. 

"Entonces, para cada bendición experimentada en la vida, cosíamos o añadíamos una monedita a la tela, dejando el diseño abierto para poder añadir moneditas conforme nos sucedieran nuevas experiencias-regalo. De manera que ésta era la verdadera riqueza que celebrábamos: no la de las medallas de oro, plata o cobre que llevábamos encima, sino nuestra conciencia y nuestro recuerdo de las bendiciones recibidas"

"Hazte un adorno a tu manera y a tu gusto, en el que puedas ir poniendo moneditas o medallitas por cada bendición que hayas recibido en la vida, pero especialmente en los últimos 8 años, porque es ahí donde empezó la amargura que hoy notas. Y ponte este adorno durante un tiempo, encima del cuerpo, de manera que cuando te muevas, escuches su tintineo y notes su sensación, su peso. El sutil sonido te recordará todo el brillo del oro espiritual y las bendiciones que has ido recibiendo en ciertos momentos, y te harás más consciente, también, de cada nueva bendición, pues estarás atenta para añadir la monedita pertinente a cada nueva cosa que vivas y que te haga sentirte "afortunada", regalada, feliz."

"En nuestro caso, el tintineo y la acumulación de moneditas, nos terminaban llevando muchas veces a un estado de gratitud y alabanza a Dios constante. Entonces se desataba algo adentro nuestro y acabábamos bailando y cantando alabanzas desde el corazón, en el día a día. Las dificultades, enfermedades y tragedias existían, pero nuestro empeño en recordar las bendiciones nos hacían vivir la permanencia de la maravilla de la vida, y la transitoriedad de lo desagradable y doloroso. Era como tener un pájaro en el pecho, que cantaba todos los días..."

"Tu pecho izquierdo está lleno de "algo", y yo no tengo el conocimiento necesario para decirte si volverás a ser madre o no, pero sí puedo decirte que si entras en la gratitud y la alabanza, "eso" que guardas dentro saldrá, porque se volcará en amor hacia Dios, y descubrirás que no podrás sino agradecer y cantar por la vida. Nadie te estará presionando para alabar a Dios, sino que te surgirá sin más, porque estará saliendo una parte de tu verdadera naturaleza, que ¡es así!"

Yo escuchaba, completamente sorprendida pero también fascinada por aquella tradición o enseñanza espiritual de la que nunca había oído hablar (mi mente racional tenía sus dudas, of course, sobre si aquello era real o sólo producto de mi imaginación) porque contenía una belleza, un significado profundo, y mucho sentido místico. Pero además, una parte de mi ser estaba conmovida por aquello y decía que le gustaba aquello, que era muy buena idea y que la buena señora tenía razón, porque en ese mismo instante notaba que en mi cuerpo y en mi ser entero estaba grabado el recuerdo de momentos bellos y maravillosos que "siento" muy adentro que han sido regalos, bendiciones, cosas muy especiales.

Así que empecé enseguida a confeccionar una lista mental con las bendiciones y regalos vitales experimentados en los últimos 8 años. Haber conocido a mi ex pareja (que en su dia supuso una experiencia casi increíble y maravillosa), el embarazo de mi hijo, poder parirlo tan bien y en casa... mira, ya iban 3 moneditas. Luego pensé en las publicaciones de mis libros, rayando en lo increíble (por lo difícil que es hoy en día publicar con una editorial si eres alguien desconocido y encima con seudónimo), y añadí moneditas para los libros; luego...

Bueno, era increíble, pero la tira de tela imaginaria con monedas iba creciendo, porque afloraba de mi cuerpo el recuerdo de muchos otros momentos en los que sentí que vivia algo extraordinario, aunque fuera pequeño e íntimo, como mis paseos por el bosque del último año. Y eran cosas por las que, efectivamente, había sentido mucha gratitud en su día porque podrían no haber sucedido, y sin embargo sucedieron, sin que realmente fuera "sólo yo" la que lo hubiera conseguido, sino que fueron necesarias confluencias de factores muy laboriosas y complicadas para que aquello terminara siendo.

La mujer sonreía en silencio, y cuando le dije que seguiría su consejo, asintió sin dejar de sonreír. Luego me dijo que aquella tradición se había perdido hacía mucho, y hoy en día las moneditas colgando de la ropa o de joyas femeninas sólo se veían como adornos para seducir, agradar o como ostentación de poder económico. Pero eso no siempre fue así, o al menos "no fue así en todas partes". Hubo por lo menos un colectivo donde las mujeres guardaban este "secreto" entre ellas y lo vivían para sí. Esa era su vida mística, secreta hacia la sociedad, pero compartida y retransmitida entre ellas.

- Pero ¿cómo es entonces que tú no llevas estos adornos? -le pregunté, pues la mujer vestía muy sencillamente y no llevaba adorno ninguno. 

Y me dijo: "Porque si vas integrando el agradecimiento y las bendiciones en tu ser, y te vuelves plenamente consciente de ello, llega un momento en que dejas de necesitar los recordatorios externos. Toda tú te llenas de moneditas, y necesitarías de hecho una túnica llena de moneditas que te recubriera completa, porque si entras en el espiritu de gratitud, terminas loando a Dios por cada respirar, por cada momento... Los objetos devocionales dejan de ser necesarios cuando todo tu ser es devoción, alabanza, gratitud. Así que llegaba un punto en el que liberábamos la materia retenida en moneditas y se las dábamos a otras o las empleábamos en otras cosas, porque ya no las necesitábamos."

"Cuando te vuelves "recuerdo completo" y constante de las bendiciones, dejas de existir como lo que eras, un ser demandando ayuda constante por sentirte desamparado. Te conviertes sólo en gratitud y alabanza. Y estas son puertas al Amor, así que terminas convirtiéndote en un flujo de Amor en el Universo. Y te sientes tan colmada que no sientes otra necesidad salvo la de dar y liberar a otros tu riqueza..."

Me quedé sin palabras. Convertirse en "Flujo de Amor" en el Universo. ¿Qué se podía decir ante eso? Pero la mujer sí tenía algo que añadir:

"Los adornos y objetos devocionales son necesarios cuando se vive en el olvido. Pero cuando se vive en el recuerdo, ya no. Si usas durante un tiempo algo que te recuerde cuántas bendiciones recibiste y vas recibiendo, tu ser irá integrando el recuerdo y saldrás del olvido. Y puede que así se te desate el canto de adentro. Porque todas las almas son como un pájaro en cierto modo, y necesitan cantar. Pero cada alma tiene su manera de cantar, y tú aún no has descubierto la tuya, y desconoces tu "voz", tu sonido real"

"¿Sabes? - Añadió la mujer, ya para acabar de dejarme sin palabras- Algunas de entre nosotras llegaron a estar tan plenamente "cubiertas" de moneditas gracias a su vivencia de la gratitud y la alabanza, que se convirtieron en oro todas ellas. Y no les cabía ni un poquito más de oro. Aunque ya hacía tiempo que no llevaban adornos, habían ido integrando cada destello de oro, cada bendicion, hasta llenarse de la cabeza a los pies y finalmente convertirse en eso. 

"Entonces ellas se disolvieron en ese oro, desapareciendo del mundo en una especie de suave explosión de luz que dejaba tras de sí una nube de partículas doradas, un sonido tintineante y alegre, y una ola de éxtasis que nos alcanzaba a todas las compañeras que permanecíamos con ella para despedirla. Porque entre nosotras, todo lo compartíamos".

¡Oh Dios mío! Mientras la mujer me decía eso yo veía en mi mente una escena: mujeres del desierto descalzas, bailando en trance, como dando vueltas sobre sí mismas, con las manos y los rostros elevados hacia el cielo, sin orden pre establecido, espontáneamente, y cantando, emitiendo sonidos de alegría, mientras una especie de destellos dorados caían suavemente y centelleando sobre ellas. Recibían una bendición póstuma, un regalo de su compañera, que había transitado de este mundo a otro estado, de un modo incomprensible para mí, pero bellísimo.

En alguna parte estaría el cadáver, o no, pero eso era secundario. Lo principal era aquello de "convertirse en oro espiritual" y disolverse en él, y luego desaparecer, desintegrarse, sembrando a las amigas y amadas con un regalo final. 

Aquello era tan bello y tan poderoso, era una cosa tan amorosa y tan inmensa, que no podía soportarlo casi, y me puse a llorar, llena de un nosequé y una especie de nostalgia tremenda. ¡Quién pudiera vivir algo así...! O algo similar siquiera...

"Está en tu posibilidad hacerlo -me dijo la mujer- Pero primero empieza por el principio: por las moneditas. Haz como las jóvenes de mi pueblo: necesitas empezar por recordar."

Me había quedado sin palabras. Y mi pecho ya no me dolía. Yo lloraba nada más, y quise agradecerle a la mujer todo aquello. Tal vez había algo que pudiera hacer por ella, para devolverle la ayuda prestada. 

Me acabó de "matar" cuando me respondió lo siguiente: "Yo trabajo para Dios y Dios es Quien me "paga". No me tienes que retribuir de ninguna manera "tú", porque probablemente no aciertes a darme lo que es justo para mí, o lo que necesito. Y no tengo que decirte yo un "precio" porque ni squiera yo sé cuánto "vale" lo que te he hecho y lo que te he contado. Sólo Dios lo sabe. 

"Las personas que trabajamos para Dios no podemos cobrar por lo que hacemos, porque sería un disparate, un error seguro. Pero es que tampoco se nos ocurre someter nuestro acto a un intercambio. Porque es otra clase de acto."

"Escucha: Dios es sabio, Dios es justo. Dios es bondad y derrame constante de bendiciones. Es como el Sol. En el mismo momento en que te estoy ayudando, Dios me está bendiciendo para que todo en mí siga en equilibrio, y me suceda lo mejor. El Sol está aquí sobre nosotras y te sana a tí y me baña a mí. No me debes nada. No quedas en deuda. Estamos ambas bañadas. Y puesto que fue Dios quien me trajo hasta tí, y todo corre de Su cuenta, despreocúpate y estate feliz y tranquila, porque tal cual está sucediendo esto, seguro que es justo, es sabio, y es bueno"

Me sentí abrumada por la fé de esa mujer, por su perspectiva (que me seguía rompiendo los esquemas) y por la grandeza de su generosidad y entrega, pero insistí: "A pesar de todo quiero darte algo".

- ¿Y qué vas a darme? -me dijo- ¿Un objeto, que me pesará con el tiempo y no me lo voy a poder llevar al Final? ¿Qué vás a darme? ¿Qué tienes para darme?

Me quedé unos segundos sin respuesta hasta que sentí en mi interior la realidad: en verdad yo sólo quería expresarle gratitud-amor, decírselo de alguna manera. Pero realmente no tenía manera de saber "qué" podía ser útil o bueno para ella, que ni siquiera era "física" o una mujer de carne, con lo cual...

Y me dijo: "Tu amor ya me llega. ¿Ves? Ya me estás dando algo "a cambio" de mi ayuda. Dios ha puesto amor en tu corazón y éste brota de tí hacia mí. Vívelo, yo lo recibo, y ahora nos convertimos ambas en un Flujo de Amor en el Universo. Y eso Ya Es Todo."

Ya Es Todo.

Puf. Mis lágrimas me sacaron del trance, se diluyó todo, y mi conciencia volvió a la normalidad completa. Estaba en la gran ciudad, en el siglo XXI, en mi cama... Y volví a lo diurno, a lo de cada día, pero intentando no olvidar lo escuchado, para intentar poner en práctica el consejo.

                                      

***

Esta mañana, cuando volví a retirarme un rato, una visión interior me mostró la imagen de una mujer madura que acaba de morir. Estaba tumbada, vestida con velos y llevaba varios adornos de ésos con moneditas o medallitas. Muchas. En la cabeza, el cuello, la ropa... Sentí que era una imagen asociada a un legado que deseaba ser retransmitido, y escuché una petición: "No olvides compartir el regalo. No deseamos que nuestro secreto y nuestro conocimiento queden relegados al olvido y se desaproveche su utilidad y su riqueza. En su día, las últimas de nosotras no pudimos retransmitir más a otras jóvenes nuestro "oro" y nuestro saber, pero esto es patrimonio de la humanidad y otras mujeres pueden recibirlo, si hablas de ello".

-¿Y es algo sólo para mujeres?- pregunté.

- Las mujeres reciben las mayores bendiciones, porque se asocian a ser madre y albergar la vida. Dios pone oro en el interior de la mujer, pero no es sólo para ellas sino también oro añadido para que puedan gestar, y para que cada nuevo ser que se gesta tenga su nutrición de oro y pueda construirse, con lo que su madre le da, un núcleo dorado interno. 

"Una mujer puede llegar a ser como una vasija totalmente recubierta de oro por dentro. Pero por esta misma razón, fuerzas codiciosas las han cercado muchas veces, para aprovecharse del "oro" de las mujeres y tomarlo para sí, robándoselo a ellas y a sus pequeños. 

"De manera que algunas mujeres pensaron la manera de expresar su gratitud y mantenerse en el recuerdo de tantas bendiciones sin resultar evidentes, encriptando su misticismo, y velando con secreto ciertas experiencias internas. En un contexto difícil, hay que aguzar el ingenio para lograr mantenerse centrada en lo que verdaderamente importa. 

"Un hombre también podría vivir esto, pero en tu mundo ellos no se adornan así. Tendrían que buscar una manera personal de ayudarse a recordar y entrar en la gratitud. Yo sólo puedo hablarte de mi tiempo: ellos no compartían sus ritos con nosotras, y nosotras creamos los nuestros para poder vivir el éxtasis y la gracia, pero también para preservarnos "doradas" y preservar también el oro que nuestros hijos e hijas necesitaban recibir desde nuestro ser".

Y eso fue todo. La imagen del enterramiento de la última mujer conocedora de aquella tradición se disolvió, y me vine corriendo al ordenador a ponerlo todo por escrito, y compartirlo por aquí, antes de que se me olvide.

Se me caen las lágrimas otra vez.