jueves, 17 de octubre de 2013

Urbóreas, el nombre que recibí para escribir.


                                                 (Arriba, fotografía de James Appleton tomada en Islandia)

Viví grandes dudas cuando tuve escrito el texto de "Angeles de Lo Uno". ¿Con qué nombre lo iba a publicar? ¿Con mi nombre de pila o con un seudónimo? 

Me planteé de todo, hasta publicarlo poniendo, simplemente, "Anónimo", pero era demasiado práctica para eso. Y es que sabía que iba a escribir más libros, y entonces sería un problema firmarlos con un ánonimo, ya que ¿cómo distinguiría la gente unos anónimos de otros anónimos? Los lectores que lo desearan no podrían seguirme aunque quisieran, porque poner sólo Anónimo es demasiado vago... Eso queda con una apariencia muy trascendida y puede servir para escribir un libro único, pero me constaba internamente que escribiría varios libros de contenidos entrelazados unos con otros, y que sólo leyéndoselos todos algunas personas llegarían a captar el "pack" completo de información, tal cual yo la estaba comprendiendo.

Así pues, yo era demasiado práctica, pero también demasiado entusiasta y esperanzada en ese futuro como escritora, como para firmar poniendo "Anónimo". Además, para ser justa y hacer honor a mi vena revolucionaria, hubiera debido poner "Anónima", ja, ja, ja. Y eso a muchos editores les hubiera parecido un chiste. Poco serio para publicar libros espirituales. (Sí, este mundillo editorial aún tiene poca cabida para cierto sentido del humor y no da pie a muchas ironías)

Desde luego, también consideré muy en serio utilizar mi nombre de pila, pero existían serios obstáculos para ello. El más importante era que, puesto que tengo un hijo pequeño, y puesto que suelo vivir en entornos rurales muy pequeños, no quería correr el riesgo de ser reconocida como "la autora de tal libro o tal otro" y que después eso salpicara de mala manera a mi hijo. 

Porque desengañémonos, no vivo en una sociedad donde esté demasiado bien visto escribir la clase de cosas que escribo. Puede que los lectores de otros contextos tengan otra experiencia y para ellos resulte sorprendente mi afirmación, pero la verdad es que España es aún tremendamente conservadora en este sentido. Estadísticamente hablando, solo en círculos muy reducidos (existentes casi únicamente en las grandes ciudades) son bien recibidas esta clase de libros, y no se mira a sus autores como si estuvieran chiflados o peor aun, como si fueran brujos peligrosos.

De hecho, casi siempre he vivido una enorme soledad social en mi camino iniciático. Planea, sobre el asunto de la llamada "canalización espiritual", un estigma feo, como si fuera algo demasiado parecido a la locura (Esa manía de tildar de desequilibrado a todo el que dice que "oye voces", sin importar de qué voces se traten, ni de cómo las oiga) Pero también, desde sectores escépticos y desde otros religiosos pero considerados "serios", adheridos formalmente a la via religiosa reconocida, la canalización se califica como palabrería de gente con poco cerebro o, peor aun, como la perorata de farsantes o charlatanes que lo que quieren es crear secta o vivir del cuento. 

Durante siglos, casi sólo la Iglesia Católica ha tolerado, en nuestro mundo europeo occidental, el fenómeno de las "voces" como algo que no necesariamente indicaba locura, pero aún y así las ha sometido a implacables (y a menudo crueles) escrutinios eclesiásticos, todo con el fin de analizar la procedencia de las "voces", pues sólo pueden proceder, según la Iglesia, o de Dios o de Satanás. Tienen que ser buenas totales o tinieblas absolutas, sin término medio ni variedades de ningún otro tipo. La Iglesia, por supuesto, solo tolera las voces buenas, y para que lo sean, resulta que deben confirmar los dogmas eclesiales y no contradecirlos. Con lo cual, quedan como voces satánicas o diabólicas todas las demás, sin distinción. Y esto ha tenido severas repercusiones en la historia humana, afectando a todas las personas con cierta apertura perceptiva, que han "escuchado" o "visto" material no siempre conforme con los dogmas eclesiales. 

En fin, que la represión y lento exterminio de la diversidad cognitiva y perceptiva, por motivos religiosos, es todo un tema que merece un libro en si mismo, y además no solo atañe a la Iglesia. En realidad, las persecuciones del "diferente" por motivos religiosos, se han producido también en otros entornos. Y antes de que nadie empiece a repetir el mantra de que la culpa es de las religiones, les diré que estudien y lean acerca de lo que el ateísmo hizo con los creyentes en los países donde se convirtió en dogma, como en la antigua URRSS, por ejemplo, o en China. Luego ya, si eso, hablamos de "culpas".

No, no es culpa de "la religión". Es culpa de nuestra dificultad de abarcar y entender adecuadamente otras formas de pensar y percibir que no sean las nuestras. Y también es culpa del deseo de dominar las mentes ajenas. Aunque todo esto, como digo, requeriría de mucha conversación y matices, porque tiene raíces, tiene un por qué, y lo entiendo. Pero justamente porque entiendo estos odios, miedos y ataques contra lo que no encaja con las creencias de los grupos que están en el poder, no me engaño y sé que escribir cosas como las que yo escribo, no va a ser aplaudido en ciertos lugares. Porque no encaja demasiado con demasiadas cosas. Solo con algunas.

Y es que siempre hay un punto de fuga en lo que escribo. siempre hay un matiz o un pelo fuera del marco, saliéndose del guión esperado. No lo hago adrede, es que lo percibo así. 

Volviendo al dilema del seudónimo, yo no quería que la gente del pueblo donde vivía, mirara a mi hijo con pena, pensando "Pobrecito, mira qué madre extravagante tiene" o con pensamientos peores: "Es el hijo de una bruja / hereje/ satánica/ loca/ iluminada/ rara/ ... "etc etc . Pero tampoco me apetecía lo más mínimo que lo miraran con una obsesión de tinte opuesto, algo del tipo: "Uau, con una madre que oye a los ángeles, ¿qué clase de niño tiene que ser éste? ¿Será un elegido...?". Qué horror. 

Me pareció que lo más saludable para mi hijo era mantenerlo completamente al margen de mis aventuras interiores (y eso he hecho siempre) y también de mis incursiones editoriales, por si acaso. Claro que eso implicaba presuponer que se llegaría a publicar mi libro (En aquel entonces sólo había escrito uno, el primero, "Ángeles de Lo Uno") y que, además, éste se leería lo suficiente, se publicarían más, etc. Lo cual era ser muy optimista, peeero... Peco más por previsora que por lanzada, aunque parezca lo contrario. No estaba de más pensar muy bien lo del nombre, y utilizar un seudónimo por si acaso luego tenía que lamentarlo.

Existía otro factor de peso asociado al uso de un seudónimo, y es que, conociendo a mis padres, y a mi muy conservadora familia, les ahorraría la vergüenza que iban a sentir si veían mi apellido "real" en mis libros. Digamos que soy una hija considerada, y me daba pena, como dice la Biblia "hacerles bajar con pena a la tumba". Dejemos que vivan su vejez mínimamente en paz, y que no tengan que sufrir con las preguntas de terceras personas: "Oye, ¡vaya cosas escribe vuestra hija...!". Y de paso me evitaba conflictos con la familia. No creo haberme equivocado con esto, puesto que, cuatro años después de la publicación de mi primer libro, sigo pensando igual.

Pero a pesar de todo, a ratos volvía a considerar la idea de utilizar mi nombre de pila, porque me preguntaba si utilizar un seudónimo no sería como mentir, y yo no quería mentir. Entonces, un día empecé a sentir un agotamiento enorme, una pesadez corporal muy cansada, una especie de fatiga casi ósea que rayaba en el desánimo. No sabía a qué atribuirlo, así que opté por darme un baño calentito para recomponer mi cuerpo y relajarme, y así intentar observar mejor aquel cansancio.

Y en esas estaba, cuando emergió en mi consciencia el origen de aquel agotamiento: mi nombre de pila estaba "agotado". Cargaba con un sin fin de proyecciones ajenas acerca de cómo era yo, cómo no era, cómo debía ser o cómo debía dejar de ser. Todas estas proyecciones ajenas me lastraban en la energía, porque al final era como usar un envoltorio, un nombre casi "muerto". Hacía demasiados años que lo utilizaba sin renovarlo, sin "limpiarlo" o reestablecer un vínculo nuevo de mi alma con él. 

Pero es que, para remate, lo que percibí o se me mostró es que mi nombre de pila en realidad no era "mío" del todo. Sólo me lo habían "puesto" mis padres, sin pensarlo mucho, y no estaba mal como nombre para lo cotidiano, pero en realidad decía muy poco de mi esencia espiritual. Me había sido útil para muchas cosas, de acuerdo, pero lo que me quedaba claro es que no parecía un nombre capaz de contener lo que yo, como escritora y comunicadora, quería a decir. No era un nombre "verdadero" o adecuado para nombrar con acierto a la parte de mi ser que quería emerger, la comunicadora o mensajera. Si alguien ha leído "Ángeles de Lo Uno", habrá visto la enorme importancia que se concede al nombre personal. Hay más de un caopítulo dedicado al nombre que tenemos cada uno, y yo tenía muy fresco eso en la mente, porque lo había escuchado y revisado hacía poco tiempo (escribí ese libro en el 2007-2008, y se publicó en el 2009)

Entonces empecé a sentir un torrente de energía enorme que intentaba aflorar desde mi cuerpo alrededor. Era algo muy grande, muy nuevo para mí y muy creativo... ¿Cómo iba a intentar expresar todo lo que esa energía me traía, por ejemplo escribiendo libros, y luego firmarlos con mi viejo, pequeño, sobrecargado y desgastado nombre de pila? Necesitaba otro nombre más libre, más grande, menos alusivo a un "yo" y más propio de mi "Ser". Necesitaba expresar la energía del Ser que tantas veces había sentido en mí, una energía que ni siquiera era femenina o masculina, sino andrógina (algo que, por cierto, los ángeles me habían remarcado en más de una ocasión, que lo mío era un camino andrógino) ¡No podía firmar "Angeles de Lo Uno" con el viejo nombre femenino que mis padres me habían puesto sin pensar mucho más, porque ese libro no lo había escrito desde esa parte de mi ser!

Sentí un enorme cansancio y el deseo de empezar a expresarme públicamente de un modo más "grande", amplio y libre, y la emoción que sentía me hizo llorar. Ya era hora de nacer a otro modo de ser... Nacer a "algo". Nacer a un nombre distinto... Pero ¿cuál? A pesar de que había recibido diferentes nombres íntimamente por parte de los Guías en aquellos últimos años, enseguida supe que firmaría mi libro con uno distinto a los que había "oido", y nuevo. Era un nombre abstracto que aludía a la combinación de los dos tipos de energía que más marcaban mi escritura, al menos en ese tiempo. Yo "canalizaba", de acuerdo, pero ¿con qué estilo lo hacía? ¿Qué "tipo" de raíces y de orientación tenían mis escritos?

Entonces los ángeles me dijeron: "Tú eres Ur-Bóreas porque vienes de Ur y de Bóreas, Fuego sagrado (luz) que arde o surge en el Hemisferio Norte. Te llamas Ur en recuerdo de tu origen celestial. Y te llamas Bóreas porque naciste en el hemisferio Norte y estás implicada plenamente tanto en su origen como en su destino; además estás apadrinada y bendecida por el Viento del Norte. Tu vocación tiene, como este viento, una faceta revolucionaria y destructora de cosas anquilosadas, y por eso serás rechazada por algunos, pero es que es necesario destruir las antiguas estructuras para que lo nuevo tenga lugar."

Oye, aquello me gustó. Me gusta "hacer hervir la olla", como dicen los guías, es decir, remover esquemas, activar procesos mentales. Me gustó la combinación de Ur y de Bóreas y lo adopté enseguida como nombre "para escribir". Y con aquello en la portada que hasta sonaba andrógino, nadie iba a saber de entrada si era un hombre o una mujer. Ese nombre no dejaba de ser otro "cajón" en el que enmarcarme, ok, y como todo cajón, un dia tal vez se caducaría, pero lo veía mucho más grande y capaz de contenerme que mi viejecito y chiquito nombre de pila, tan ligado a un momento puntual de mi árbol genealógico, y tan poco expresivo de la vastedad continental de la que me siento hija, o expresión.

Y así he respondido a la pregunta que muchos lectores se hacen sobre mi nombre :-)

Ah...Y por supuesto, que existen otras personas que son, en esencia, expresiones de la especial combinación de "Ur" y "Bóreas". ¡No iba a ser la única! Pero de eso, de los "Fuegos/Luces del Norte", tal vez hablaré en otra ocasión...





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