domingo, 23 de octubre de 2016

El cesto que contiene vida (Palabra de Abuelas Primeras)



(Arriba, mujeres tuareg en el interior de una tienda)

(Marzo 2015)

Leo una y otra vez escritos que refuerzan la creencia de que uno es el dueño de su destino, cuando la realidad demuestra que, ni existe "uno mismo" como algo tan separado de los demás; ni tampoco lo de ser "dueño". Por no ser, no somos dueños ni de los latidos de nuestro corazón, al que no sabemos "controlar" voluntariamente, al menos en el estado de conciencia habitual.

Somos dueños ¿de qué? De nuestra responsabilidad en las elecciones vitales que realicemos, por ejemplo. Pero esa responsabilidad sólo se puede tener si uno es consciente de que tiene responsabilidades, y de que las respuestas, actitudes o acciones que uno realice siempre repercuten en los demás. En caso de no ser consciente de esto, uno es, lisa y llanamente, un irresponsable. Y generará a su alrededor sufrimiento, porque todos dependemos de la responsabilidad ajena y la esperamos. Está en nuestras expectativas casi diría que genéticas.

En nuestra pequeña historia de familia de tres, por ejemplo, hace tiempo que vengo observando cómo el devenir de nuestro destino ha ido dependiendo no sólo de nuestra asunción de responsabilidades y de nuestro esfuerzo por ser mejores personas (que ésa sí es nuestra parcela "individual"), sino de las respuestas ajenas ante nosotros y nuestras necesidades. 

Un ejemplo representativo sería nuestro reiterado problema con la búsqueda de viviendas en medios rurales. El destino de una familia cambia de manera radical cada vez que alguien les ofrece vivienda, o por el contrario, les cierra esa puerta. O por las condiciones que se exigen para ocupar espacios. O por la aceptación que los vecinos tengan de una nueva familia recién llegada. O... 

La lista de responsabilidades mutuas es muy larga, y se hace extensiva a todos los lados y facetas de la vida. Vas al médico y ese día elige mirarte mal, en lugar de bien, y eso cambia o influye en tu destino. Confías tu hijo a la escuela, pero los educadores no asumen toda su responsabilidad ante un caso de bullying, o por el contrario lo hacen de manera impecable, y eso cambia o modifica el destino de tu hijo. Y etcétera.

Somos responsables los unos de los otros. Esta verdad brilla hoy en mi mente como un cartel de neón. No lo puedo evitar. Sé que no es una verdad agradable, porque nos confronta con responsabilidades hacia los demás que tal vez no queramos asumir. A fin de cuentas no paramos de recibir un bombardeo de adoctrinamiento en la dirección contraria, que nos dice que únicamente somos responsables de nosotros mismos y de nuestro destino. Y que, encima, uno no debe "cargarse" con la sensación de que, "debido a" sus decisiones, otros han podido sufrir. 

Y es que además, hoy se enseña que uno sufre porque quiere, así de simple, por lo tanto no hay responsables, no importa lo que uno haga hacia los demás. Se enseña que es cosa de cada uno esforzarse para ser "emocionalmente maduros" (o, en el lenguaje espiritual, "trascendidos y elevados espiritualmente") y así encajar con buena cara las acciones irresponsables que otros hayan hecho, y que han repercutido negativamente en nuestro destino. 

Por supuesto que es necesario velar por nuestra parte de "soberanía" en la vida, y por supuesto que no somos 100% responsables de los demás, ni ellos de nosotros. Pero...cuanto mas "veo", más colectivo y conectado en red lo veo todo. Somos el fruto de las relaciones ajenas y nuestra historia es como es, en gran parte, el resultado de lo que otros han elegido hacer "respecto a nosotros". Y esto es cierto en un nivel familiar, tribal, estatal, mundial... Es que no se puede dejar de ver. 

Es más: estoy metida en grupos de reflexión acerca de maternidad y paternidad, y no puedo dejar de ver que es incoherente reflexionar sobre nuestra responsabilidad hacia nuestros hijos (aceptando y reconociendo el impacto e influencia que tienen en sus vidas nuestras decisiones) y luego, pretender comulgar con esa rueda de molino según la cual uno es dueño de su vida y "elige" todo, sin importar como le traten los demás. Pues no, señores, o asumimos que existen en los demás consecuencias derivadas de nuestras decisiones, o no sé en qué estamos creyendo, ni por qué modelo de vida social estamos apostando.


Pero ahora oigo a las Abuelas, las "terribles" Abuelas Primeras, y son contundentes. Dicen lo siguiente: 


""La Ley" es ayudarse los unos a los otros y responsabilizarse mutuamente. Un ser humano sale adelante por el apoyo entrecruzado. Sostenerse mutuamente os convierte en un entrelazado de fibras de mimbre irrompible. Eso es ser tribu. 

"Buscar satisfacer los propios deseos sin pensar en las consecuencias que eso tiene para los demás, diciendo que es su problema, os aísla, os hace ser un mimbre solitario o en conflicto con los demás. 

"Puede que a corto plazo, desentenderse de los demás y su destino os produzca la sensación de estar mejor y ser mucho más libres (porque no tenéis responsabilidades asumidas hacia terceros) pero a largo plazo no vais a ninguna parte. Seréis como briznas de paja movidas por el viento cuando arrecia fuerte. es muy bonito ser mimbre solitario al principio, pero esas briznas acabarán muertas y estériles en cualquier rincón, o arrastradas por una riada. 
                                  
"Responsabilizáos mutuamente los unos de los demás. Cuidaos y apoyaos. Haced norma del "hoy por tí, yo cedo en mis deseos un poco; mañana por mí, tú cedes un poco en los tuyos", y veréis. 

"El junco que cede, puede ser trenzado por la mano invisible que protege y cuida la vida. 

"Si sólo cede un junco, o sólo unos pocos, no hacemos nada. Pero si ceden un grupo de juncos, con eso ya podemos hacer algo, un entrelazado resistente y equilibrado.

"Claro que el beneficio solo se alcanza a largo lazo, en el trenzado y entretrenzado de la resistente "cesta" colectiva que podéis llegar a ser. Una cesta redonda, flexible y compacta, que resistirá vendavales (rodará, pero no se romperá) e inundaciones (flotará, pero sin perder la forma) 

"Esta cesta durará mucho tiempo y servirá... ¿para qué? Para contener VIDA. Porque la Vida surge de la unidad, de la com-unidad. Es un espejismo querer cuidar la vida, sanarla o preservarla y pensar en términos individuales. Eso, sencillamente, ¡no existe!"

Y eso es todo, que no es poco. Cuando hablan las Abuelas siempre me quedo tan aplanada que tengo que callar, para pensar. 





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