domingo, 15 de septiembre de 2013

Lo que me dijo el Espíritu sobre porqué el mundo va como va.

(Los Alpes...)
Voy a retomar ahora la onda chamánica (que hace días que no utilizo) para adentrarme en el insondable mundo de los sueños, del Espíritu con mayúsculas.

Hace siete años que viví lo que voy a contar. En esa época yo no había leído libros divulgativos de psicología, pedagogía, ni de psiquiatría y neurociencia infantil. De hecho, aunque ya había oido decir vagamente que era importante prestar atención a nuestra infancia, y aunque también me había encontrado, en mis sesiones de auto-terapia, con mi "niña interior" y reconocía su influencia en mi vida, no consideraba que ésta fuera muy determinante. El asunto infantil era, para mí, sólo un ingrediente más entre muchos otros, y ni siquiera el más importante. Sin embargo...

Un día un amigo me pidió una de mis sesiones de ayuda sanadora, ya que llevaba días con fuertes dolores en la espalda y se encontraba francamente mal. Acepté. Me gustaba bastante hacer sesiones, la verdad, pero es que además en aquella época mi vida era muy ermitaña y estaba casi totalmente enfocada en la meditación, la oración y la sanación interior, la mía y la de otros. Además, aunque a veces me cansaba, al final pesaba más en la balanza todo lo que aprendía y vivía ejerciendo aquello, que el agotamiento que algunos "viajes chamánicos" me producían.

En fin, que nos pusimos en "sesión" y yo empecé a sentir mi espalda dolorida, tensa y cansada, en resonancia con lo que mi amigo sentía. Así que mientras mi amigo se tumbaba en un sofá para no fastidiar más a su quejumbroso cuerpo, yo me tumbaba en el suelo cuan larga era, porque mi espalda estaba sintiendo lo que sentía la espalda de mi amigo. (Este curioso efecto se produce mucho en ciertos caminos chamánicos, pero ése es otro tema)

Era verano y vivíamos en una zona muy calurosa, así que lo de estirarme en el suelo era buena idea porque, de paso, el frío de los azulejos me refrescaba y me resultaba reconfortante. Después, poco a poco fui sintiéndome incapaz de mover un sólo músculo. Una especie de pesadez, o de lentitud, o no sé cómo describirlo, me fue invadiendo, arrastrándome hasta un trance de relajación muy profunda, con unas sensaciones físicas que no eran como las que yo solía sentir. No era la típica sensación que me producía la presencia de los ángeles, o de Anubis, o de otros guías espirituales. Era otra cosa...

Tenía los ojos cerrados y empecé a ver en mi mente una flor de alta montaña, una preciosa pulsatilla de color morado. La flor me pedía que me abriera a su energía, y eso hice. Entonces tuve una visión de cumbres altísimas, y se formó en mi mente la visión de un ave rapaz de gran tamaño. Luego algo me dijo: "Escucha al Espíritu de las Altas Cumbres".

Sorprendida por el novedoso giro que estaba tomando la sesión, pues nunca había tenido contacto con tal "espíritu" (?) presté atención. Sin embargo, me costaba "captar" el contenido del mensaje de aquella ¿entidad?, el Espíritu de las Altas Cumbres, ya que su energía me resultaba muy desconocida. 

Me sentía como intentando sintonizar una emisora nueva, y tardé un rato en realizar el "ajuste" energético o mental necesario, hasta que pude oir, traducido en forma de palabras, lo que aquel misterioso (y gigantesco) pájaro me quería decir. (Porque su tamaño me parecía casi tan grande como el del comedor de nuestra casa)

La explicación vino en forma de un pack condensado de información. Percibí una infinidad de imágenes y sensaciones veloces (en plan videoclip, pero mucho más rápido) que me hablaban de un sufrimiento interno de los niños muy particular, en el cual yo nunca había reparado

Ví que ciertos aspectos de la personalidad infantil, asociados con potenciales muy poderosos, se veían incapaces de "ser" en el mundo, porque nuestra sociedad se lo impedía. Entonces, estos aspectos de cada niño, en lugar de desaparecer, se disociaban del resto del ser y se convertían en formas de energía psíquica que se quedaban viviendo en una dimensión de energía paralela, y diferente a la física que conocemos. Allí estos "aspectos" disociados se reafirmaban en su voluntad de "ser" y construían su espacio o mundo personal, hecho a la medida de sus deseos. Y estos deseos eran un reflejo del potencial reprimido.

Pero lo más doloroso del asunto era que estos "mundos" psíquicos que yo estaba percibiendo no siempre eran precisamente paraísos. Por el contrario, estos aspectos que yo percibía, a veces se encontraban resentidos debido al sufrimiento que les reportaba "no poder ser" en el mundo consensuado, y se dedicaban a intentar influir en nuestro mundo de manera secreta y oculta, sombría, para ejercer a fin de cuentas un poder sobre la materia, sobre los hechos, sobre la gente. Los potenciales negados se convertían a menudo en energías retorcidas y hasta rencorosas, que manipulaban a los vivos para lograr (por la espalda y de manera indirecta) lo que de frente les era negado, porque habían sido rechazados, no habían sido amados.

Por ejemplo, ví escenas de un mundo psíquico de éstos en el cual un niño había desplegado un sin fin de artilugios ingeniosísimos. Era alguien muy inteligente, tanto, que su frustración al no haber podido desarrollar su don de "inventor" e investigador en el mundo "real", le impulsaba a experimentar como un científico, y sin compasión ninguna, con la energía de otros seres humanos, todo en la sombra. 

Así, en ese mundo psíquico, los artilugios inventados eran trampas en las cuales este "niño" disociado atrapaba a otros "aspectos" de la gente y les hacía sufrir, jugando con ellos como si fueran ratas en un laberinto diseñado por él. El resentimiento del niño se enfocaba hacia los adultos, porque los consideraba muy ignorantes, muy idiotas y muy culpables de su desgracia. Disfrutaba encerrándolos en sus trampas oníricas porque, de esa manera, se sentía superior a ellos y resarcía su intensa sensación de impotencia, y de haber sido una víctima del desamor y el "tú no puedes".

Me costó asumir lo que veía, porque yo no creía que los "aspectos infantiles" de la gente, ni aunque se disociaran (un concepto que aprendí entonces, porque yo de psicología no tenía ni idea) pudieran actuar de manera destructiva o dañina para otros. Estaba predispuesta a pensar en adultos locos y crueles, pero no en esa especie de niños interiores viviendo en mundos oníricos que parecían la creación de psicópatas.

Vi otras escenas similares y percibí, en definitiva, cómo con cada don o potencial frustrado, reprimido o ninguneado, un aspecto infantil se replegaba a ese mundo sombrío para hacer de las suyas desde allí. Cada uno creaba ese mundo con su estilo y según sus capacidades. Luego ví que no todos querían ni jugar con los adultos ni manipularlos, ya que todo dependía del tipo de sufrimiento que los hubiera llevado hasta allí. Había muchos mundos psíquicos con niños que más bien querían estar ahí aislados del resto del mundo, entregados a ensoñaciones agradables para ellos solos.

En todos los casos, sin embargo, lo que sucedía era que, al estar tan cerca, en la energía, este mundo psíquico del nuestro, nos influía. Tanto si lo queríamos como si no, tanto si lo veíamos como si no, percibí que éramos constantemente influidos por "lo que no pudo ser" de los niños (¡de nosotros mismos cuando fuimos niños...! Pero también de los niños interiores de la gente de nuestro entorno) Y esta influencia era a menudo un lastre, un problema, una fuente de confusiones, líos, distorsiones, depresiones, o sensaciones extrañas que nadie atinaba a ver de dónde procedían.

Sin embargo, la moraleja del asunto iba mucho más allá de toda esa influencia sombría. El Espíritu de las Altas Cumbres me señaló que la mayor parte del potencial creativo de la humanidad SE PERDÍA y nunca llegaba a florecer ni a dar fruto, salvo, a veces, en esos mundos medio paralelos. 

En otras palabras, casi todas nuestras capacidades creativas se desperdiciaban. Vivíamos, de hecho, muy por debajo de nuestras posibilidades de acción en el mundo material, de manera que si todos esos dones y potenciales creativos estuvieran con nosotros, en lugar de creando y sosteniendo realidades psíquicas paralelas, solucionaríamos SIN TARDAR muchos de los problemas cíclicos o recurrentes de los que no sabíamos salir. 

Nos faltaba energía creadora en acción. La teníamos en potencia, pero estos potenciales rara vez llegaban a "ser", todo porque se segaban o negaban desde la infancia o incluso desde el nacimiento.

Me estaba preguntando yo, toda asombrada e impresionada por lo que veía y comprendía, cómo sucedía exactamente este proceso tan empobrecedor, cuando el ave gigantesca me dijo: 

"Para empezar, rara vez consiguen los niños "nacer del todo" en la sociedad que les acoge. Entonces, y como la energía creativa no se puede destruir, crea un mundo paralelo que permanece comunicado constantemente con éste, pero en la sombra. 

"Y esta es la causa de que el mundo vaya como va
Las cosas van mal porque nunca habéis nacido DEL TODO. 
Crecéis, y con el crecimiento podríais llegar a nacer del todo, reparando el daño y manifestando al mundo todo vuestro potencial, pero rara vez se logra esto por falta de las condiciones contextuales adecuadas. 

"Todo está distorsionado, vivís en la ignorancia y la confusión. 
Para cambiar el mundo, para cambiar vuestro destino, ha de revertirse esta situación y empezar por ayudar a que los niños puedan nacer del todo. 
Y si no se puede ayudar durante el parto, al menos durante la infancia".

Me quedé abrumada por las enormes implicaciones de estas palabras. Además, no tenía ni idea de cómo podía ayudar a que los niños "nacieran del todo". Ni siquiera sabía si yo tenía alguno de esos "aspectos infantiles sombríos", acechándome o acechando a otros seres humanos desde mundos psíquicos paralelos, o viviendo en su propio "planeta" mental, puesto que nunca me había encontrado con ellos. En los meses pasados, había conectado con algo que me pareció que era mi niña interior, pero ahora me parecía que tal vez había más "aspectos" que no había visto.

"Por supuesto que los tienes -me dijo el Espíritu de las Altas Cumbres- Pero el aspecto principal de tu "niña interior" (que se asocia a tu mayor potencial) se ha estado escondiendo de tí. 

"Y es que muchos aspectos infantiles saben que, si son descubiertos, no podrán seguir influyendo al mundo desde la puerta de atrás. Y por eso se esconden. Pero otros se esconden porque ya NO confían en ser escuchados o aceptados. Temen ser censurados, reprimidos otra vez, o incluso castigados. 

"Así que muchos se esconden... Sin embargo, tienen siempre la secreta esperanza de ser reconocidos y valorados algún día, con lo cual basta con desearlo y llamarles para iniciar el camino de encuentro con ellos"

La energía del Espíritu de las Altas Cumbres resonaba muy alto en mi cuerpo físico (la notaba especialmente en la garganta y el entrecejo, casi como si me tocaran físicamente en la frente) pero su mensaje y su perspectiva vital me seguía sobrepasando.
- ¿Qué puedo hacer entonces? -pregunté.
- Puedes llamar a tu niña interior, la que se esconde de tí.
- ¿Sólo la llamo y ya está? -dije yo, que aún no entendía, ni siquiera sabía quién demonios era ese "pájaro", ni qué relación tenía con nuestra sesión de sanación.
- Sí -fue la respuesta.

Lo acepté, acostumbrada a lidiar con misterios y enigmas en las sesiones chamánicas, porque algo en mi interior decía que la información recibida tenía sentido, y merecía la pena intentarlo.

Así que llamé a mi niña interior "huída" y entonces, en mi mente se formó la imagen de una montaña de los Alpes Suizos, el Matterhorn o Monte Cervino. ¡Y supe que mi "niña interior" disociada estaba viviendo allí! Aquel era su mundo, y vivía allí, deambulando por aquellas cumbres de nieves perpetuas. Reía y jugaba entre las rocas, la nieve y los hielos. Estaba acostumbrada al aire frío y cortante de las alturas, conocía al tal "pájaro" y también a la flor, la pulsatilla morada del inicio de la sesión, y a muchas otras flores de alta montaña. 

Mi niña era feliz allí, ese era su "mundo paralelo", o al menos uno de ellos. Y comprendí que la "ausencia" de esa niña, de ese torrente de vitalidad y alegría que percibía en ella, me producía un vacío, una falta de energía, una grisez particular en mi vida cotidiana, de la que hasta el momento no había sido consciente... ¡Ay...!

Pensé que mi niña interior estaría mejor si vivía integrada conmigo, en mi interior, en mi mundo cotidiano. Me pareció "desordenado" que ella estuviera nada menos que en Suiza, mientras yo andaba por la costa tarraconense, pasando calor en aquellos secarrales polvorientos. Pero cuando le pedí que viniera conmigo, me dijo que ella era como una flor de alta montaña, y que esa clase de flores no se adaptan ni aunque quieran y se esfuercen mucho a otro clima, ni a vivir en un lugar como el que yo habitaba, en el cual ¡ni siquiera había "suficientes flores"! 

Y cuando me dijo esto, le asomaron lágrimas a los ojos y yo misma empecé a llorar, sintiendo una nostalgia enorme porque, en el lugar donde yo vivía, "faltaban" suficiente cantidad de flores y mi niña, eso, lo soportaba a duras penas. Tal carencia casi la aniquilaba.

"Si voy donde estás, me marchitaré como un edelweiss en maceta. No podré sobrevivir aunque lo intente, porque soy como soy. Eres tú quien tiene que acercarse a mí. Me tuve que ir porque no fui aceptada. No se trata de que yo decidiera irme por un capricho o cabezonería, es que el rechazo me "expulsó" e hizo imposible mi presencia en tí. Sólo si el mundo adulto me acoge y me acepta tal y como es mi naturaleza y mis necesidades, podré volver".

Me quedé muda ante su lógica respuesta. Luego me dí cuenta de que a mí me sentaba mucho mejor el clima fresco que el cálido, y que las altas montañas me encantaban desde niña. ¿Tendría algo que ver con ella? 

"Claro que sí -respondió- ¿Y ves? Es mejor que tú cambies tus circunstancias y te adaptes a lo que yo soy, que no a la inversa. Porque en el fondo, tú eres un poco yo, y yo soy un poco tú"

"Pero no puedo ir a vivir a Suiza, nada menos que junto al Matterhorn"- dije yo, abrumada por la enormidad que implicaba semejante empresa, teniendo en cuenta que era (soy) pobre y ni siquiera podía (ni puedo) permitirme un viaje turístico fugaz a ese carísimo país.

"Ya lo sé -dijo mi niña interior- Pero si al menos te vas a vivir a un lugar más alto, y montañas a la vista, en el que de vez en cuando nieve (porque NECESITO un poco de nieve), por ejemplo, y donde crezcan muchas más flores, y haga más frío, y esté todo más verde, podré acercarme y volver a tí poco a poco y seremos más felices".

"De acuerdo -dije yo, aliviada- Eso sí puedo intentarlo"


¡Pero el asunto no había terminado! Porque entonces se formó en mi mente la imagen de los Andes, y ví cómo se dibujaba un triángulo de energía que unía a los Andes con los Himalayas y los Alpes, y supe que esa singular conjunción de montañas estaba "al servicio" de esta misión espiritual consistente en ayudar a nacer a la humanidad "niña". Una misión que consistía tanto en sanar a los niños interiores de los adultos, como en ayudar a los nuevos bebés a nacer "mejor"...


El Espíritu de las Altas Cumbres me invitó, entonces, a que permitiera que mi energía se uniera a este triángulo entre Himalaya-Andes-Alpes y lo aceptara como una especie de... estructura o energía guía, protectora y orientadora. 

De algún modo, la energía de esta conjunción terrestre guiaría mi camino, de manera que se me irían presentando, poco a poco, las maneras de "ayudar" en este tema infantil, y podría aportar mi granito de arena a semejante y enormísima tarea planetaria. Yo la percibía descomunal, y me veía a mí misma ínfima y diminuta, pero a fin de cuentas se trataba de alinearse con algo mayor para contribuir a ello, nada más. 

Acepté, y fue como si ese "triángulo" que unía a esas montañas se pusiera en el cielo sobre mi cabeza, o algo así. Sentí mucha energía y de cualidades tan elevadas que casi no la podía soportar. Luego se fue diluyendo todo...

Fue así como tuve noticias, por primera vez, de lo importante que es el modo en que nacemos, cómo somos criados, y las complejas y adversas repercusiones que la represión, estrechez y rigidez social, pueden tener, no solo en la vida de un individuo, sino en el destino de toda la humanidad. 

Lo curioso era, también, aquella asociación entre Altas Cumbres y la ayuda espiritual a la infancia. En su día no lo entendí, pero a lo largo de estos años no he cesado de recibir, cíclicamente, mensajes e informaciones que corroboran esto. Las altas montañas "al servicio" de la Divinidad y La Vida apuestan, lo creamos o no, por ayudar a la humanidad a "nacer", lo cual implica tanto sanar la infancia menoscabada y herida, como ayudar a los nuevos nacimientos y crianzas. 

Las montañas, según me han repetido (de nuevo, últimemente, los guías) van a ser parte de los Guías de la Humanidad en los difíciles tiempos de cambio y tránsito que se acercan. Van a ser un refugio espiritual, pero en muchos casos puede que también sean un refugio físico, y van a ser maestras de maternidad/paternidad, maestras del "ser".

Termino este capítulo diciendo que en el resto de la sesión surgieron pistas acerca del "niño interior" disociado de mi amigo. Su terrible dolor de espalda se debía a una tristeza infantil enorme, escondida y sin sanar. Y aquella sesión fue el inicio de un tiempo en el que él empezó a enfocar este asunto y a acercarse a su pequeño y maravilloso niño olvidado, escondido, huído...y tan, tan triste.

...

(Nota añadida escrita tres años después: Ahora, que vivo junto al Monte Teleno, reafirmo la continuidad de este tema en mi camino chamánico, tal y como he plasmado en mi último libro, "El Camino del Teleno o la Defensa de la Tierra". Mi niña interior se acercó a mí gracias a vivir cerca del Monte Teleno, y se pone muy feliz cuando la montaña, a lo lejos, aparece nevada, en invierno. No digamos con las flores que hay en esta tierra. Este lugar no es "el ideal" para ella, pero ya es muuuuucho mejor que el anterior lugar donde vivía. Trasladarme aquí me ha ayudado a encarnarme más, y mejor) 



No hay comentarios:

Publicar un comentario