jueves, 12 de septiembre de 2013

Carta de Agradecimiento (Cómo llegué a escritora)

(Arriba, pintura de Sandra Bierman)

Estos días sale a la luz mi último libro, "La Sanación de los Infiernos", y a raíz de este "nacimiento" (pues la publicación de un libro siempre lo es) he estado reflexionando y comprendiendo una parte de mi camino como escritora. La voy a compartir.

Con mi nombre de pila no he llegado a escribir ningún libro, ni por lo tanto a publicarlo, pero como Urbóreas ya van cuatro libros, uno autopublicado (Bubook publishing) y tres de ellos "apadrinados" o editados por editoriales. Todo esto no es casual: mis padres carnales fueron buenos maestros en el arte del habla y del correcto uso de la palabra, y a ellos les debo parte de mi facilidad para la escritura. No se crece en vano en una casa atestada de libros, ni se es de balde hija de un catedrático de lenguas antiguas (no me gusta llamarlas "muertas"). Ahora bien, haber "mamado" en casa la importancia de las letras, de las palabras, no te convierte en escritor, sobretodo si hablamos de alguien que escribe acerca de sus sentimientos y vivencias internas. Hacen falta otras cosas, una de las cuales es el aprendizaje en el arte de la comunicación emocional, y la expresión de los sentimientos, ideas y pensamientos más íntimos. Y esto, algunas familias, no saben enseñarlo. Sobretodo las que crecen en ambientes que están llenos de miedo a las emociones, y que se afilian de manera enfervorizada únicamente al discurso de la razón, o del hemisferio izquierdo.

 Mi camino de escritora, pues, arranca de mi educación familiar, centrada casi exclusivamente en el hemisferio izquierdo (que ha recibido un trato privilegiado desde niña) pero también del hemisferio derecho. La labor de cultivo y desarrollo del izquierdo fue casi toda familiar, pero la otra ha corrido a cargo de otras personas. Empezó, tal vez, con mi proceso de terapia, ese que viví hace 9 años (y que narro en parte en "La Sanación de los Infiernos"), un proceso que se puede resumir diciendo que aprendí a "sentir", por vez primera, todo lo que de algún modo no me había permitido a mí misma sentir en el pasado (es decir, fue una sanación del hemisferio derecho pura y dura)

Después, debo agradecer el ser escritora a todas las personas con las que he podido compartir mis pensamientos, emociones, sentimientos e intuiciones. Esto ha sucedido sobretodo a través de internet, y gracias a algunos foros en los cuales he tenido la suerte de haber podido ensayar, por primera vez ante un público, mi "expresión" como ser espiritual. Esta actividad ha sido profundamente sanadora para mí, porque somos seres gregarios y estamos diseñados para compartir todas las facetas de nuestro ser, ¡no solamente el fruto de razones elaboradas desde el hemisferio izquierdo! Así, he podido compartir mis SUEÑOS, y he podido intentar expresar, por vez primera, lo más sutil de mi ser, lo más delicado, lo más inasible, pero también muy poderoso, tanto como la razón heredada de mis padres. Sí, porque en ocasiones, donde mi hemisferio izquierdo naufragaba, mi intuición y mis sueños marcaron un camino que ha resultado ser asombrosamente certero.

Sin embargo, simplemente escribiendo y "ensayando" en los foros de internet, o simplemente hablando de viva voz con algunos amigos íntimos, tampoco hubiera llegado a ser una escritora con sus libros colocados en las estanterías comerciales. Han sido necesarias más cosas. Algunos de mis amigos ya me habían sugerido que escribiera libros, pero nunca les hice el menor caso ya que, sinceramente, no me consideraba capacitada para ello. Mi auto imagen no incluía eso, pero es que además ni siquiera se me ocurría acerca de qué escribir. Tuvieron que aparecer los ángeles en mis percepciones sutiles (hemisferio derecho again) para contagiarme de su ARDOR RETRANSMISOR, algo que me cuesta describir con palabras porque sólo se puede entender viviéndolo.

El ardor angélico es similar a la embriaguez, pero con la diferencia de que no te resta cordura, ni atonta tus sentidos, ni deteriora tu cuerpo, sino al contrario. Aquellos a los que los ángeles tocan con su ardiente pasión y entusiasmo por retransmitir, retransmiten tarde o temprano, sí o sí. Porque ya no pueden hacer nada por evitarlo. Reprimir ese entusiasmo comunicativo les enfermaría, tal como se enfermaría una flor que se negara a abrirse, matando al germen de sus futuras semillas en su interior. Si, además, los ángeles te dicen: "Escribe", te vas a ver escribiendo sin parar, por todos los poros, en trance, sin desfallecer. Los ángeles no vinieron a buscarme porque yo fuera escritora, sino que me convirtieron en escritora por obra y arte de su contagio entusiasta, ardiente, retransmisor. Pero también porque, seamos sinceros: antes de "oírles" yo todavía no creía lo suficiente en mí misma como para "verme" escribiendo, pero si los ángeles lo decían...En fin, para nuestra pequeña parte infantil interior, no hay como sentirse profundamente valorada por alguien de autoridad. La mirada de los adultos te forma, o te deforma. Los ángeles fueron, para mi niña interior, como adultos que me "veían" tal cual yo era y por eso, no sólo no me deformaron, sino que me sanaron, devolviéndome a mi verdad, sanando una dimensión de mi expresión natural que, hasta entonces, era como una inválida.

Así que siento un especial agradecimiento hacia mis padres y a mi letrada familia; otro hacia mis amigos y compañeros de búsqueda espiritual e indagaciones del alma; y otro hacia los ángeles. Pero aún falta un eslabón más, sin el cual mis libros no hubieran llegado a nacer: los editores.

Como Urbóreas, tengo la fortuna de haber sido adoptada o ayudada por dos "padres-parteros" de libros. Uno, Antonio, de Editorial Sirio, quien ha apostado dos veces por mis "niños-libro" ("Angeles de lo Uno", "Diálogos con Anubis") Otro, Manuel, de Ediciones Amatista, quien ha hecho lo posible para que otro de mis niños-libro, "La Sanación de los Infiernos", viera la luz. Hoy les doy las gracias a ambos.

Existe una función espiritual especial oculta, no evidente, en el acto de ayudar a que nazcan libros, que va mucho más allá de conseguir que los ejemplares lleguen a ser algo sólido y expuesto en librerias. Cada padre-partero o madre/partera rectifica, completa o modifica los patrones mentales y emocionales que un escritor/a tiene acerca de la expresión de su propia esencia espiritual en el mundo. Porque estamos hablando de una expresión pública de tu esencia, lo cual no es cualquier cosa. De nuestros padres y madres carnales aprendimos de manera inconsciente qué contenidos internos podíamos decir en voz alta y cuáles no, y de qué manera podíamos expresar (o no) cada pensamiento, cada emoción, cada idea. Por eso, y porque todo padre y madre es limitado, este aprendizaje puede ir asociado a la limitación o incluso a la represión verbal. ¡A menudo no te das cuenta de las prohibiciones que has asumido desde niña respecto a qué puedes comunicar, y qué no, hasta que te pones a escribir un libro y descubres lo que cuesta poner en el papel ciertas vivencias!

En mi caso, escribir libros que expresan (de manera prioritaria) contenidos del hemisferio derecho ha supuesto un desafío enorme, porque yo no crecí aprendiendo que eso fuera lo correcto ni lo adecuado "para mí". Y esto no es algo exclusivo de mi familia, ya que vivo en una sociedad en la cual existe cierto tabú o reticencia a escribir acerca de experiencias místicas o visionarias, tan a menudo consideradas como desvaríos. En otras sociedades del mundo, la expresión de lo percibido desde el hemisferio derecho ha gozado (o goza) del mayor de los prestigios, y se le concede un valor muy especial, pero la nuestra es como es, y actualmente vive estas cosas de manera conflictiva.

Sin embargo, la expresión de la emocionalidad, de los sentidos sutiles y de la espiritualidad, por inasible y etérea que sea, es necesaria. Porque como seres humanos también tenemos esa faceta, y reprimir su expresión sólo conduce a convertir esas vivencias y aptitudes en sombrías, y a convertirnos en seres cojos o tuertos de un ojo (o de un hemisferio) No podemos renunciar a ninguna de nuestras facetas intrínsecamente humanas sin dañarnos y caminar hacia sociedades desequilibradas, así que es imposible amputar la tendencia espiritual del ser humano sin generar un enorme sufrimiento no sólo en nosotros, sino también en el resto del mundo, ya que actuaremos en él desde nuestra ceguera, desde nuestro desequilibrio.

(Arriba, pintura de Cristophe Vacher)

Por todo esto, los editores de "temática espiritual" son, por una parte, los padrinos de un proceso particular de liberación de la voz (expresión) y de ampliación del aprendizaje de comunicar al mundo quién somos realmente (es decir: quiénes somos por dentro, al margen de nuestro rostro, nombre u oficio conocido) Y, por otra parte, estos editores contribuyen a que la humanidad, como colectivo, pueda procesar (elaborar, que dirían los psicólogos) sus sensaciones y sentimientos más místicos, íntimos, imaginativos, sutiles y soñadores.

Es un gran error atacar a las editoriales de tinte espiritual desde la mera razón, argumentando que publican una sarta de libros locos, equivocados, absurdos, fruto de meras ensoñaciones personales, obsesiones y toda clase de ideas cuya validez o utilidad no se pueden probar, ni demostrar científicamente, ni validar en base a otras costumbres, tradiciones, etc. Porque no se trata de juzgar a cada libro, ni de mirarlo con lupa, tomándoselo todo de manera literal, sino de comprender que, sencillamente, se trata de expresar parte de lo que somos como seres humanos. Parte de lo que sentimos.

Ya basta, pues, de juzgar a editores, libros o escritores buscando cuán verdaderos, atinados o correctos son los contenidos de determinados libros. Basta, porque es necesario que exista esa parcela de libertad editorial, única e irrepetible, en la cual el ser humano puede expresar una verdad íntima que ni los libros basados exclusivamente en el raciocinio, ni las novelas (imaginadas desde otras zonas mentales) pueden satisfacer. Ha de existir, en toda sociedad saludable y sana, una parcela de expresión para el hemisferio izquierdo, y otra para el derecho. Y, en la parcela del derecho, no es lo mismo idear novelas, que retransmitir sueños o percepciones sutiles que uno ha experimentado. Ambas cosas necesitan ser expresadas, ambas cosas tienen su valor.

Así que termino esta larga entrada expresando por primera vez, de manera pública, mi agradecimiento a los "padres adoptivos" humanos de mis libros. Gracias, padrinos/parteros editores, por vuestra labor. Nunca penséis que ésta ha consistido simplemente en "colocar libros en el mercado", ni tampoco (solamente) en difundir determinadas ideas. Tal vez lo más importante es que ayudáis a la expresión libre de la faceta espiritual de la humanidad en el mundo, lo cual es un acto sagrado, casi tanto como el de ayudar a nacer.

Porque así como el niño nace de la "boca inferior" de la mujer, la cual hace un esfuerzo por "abrirse" y exponer a los ojos de los demás el fruto de sus entrañas, los libros surgen de la "boca superior", garganta y centros aledaños de expresión sutil. Como los niños, los libros son gestados primero en el interior, procesados, nutridos y acunados hasta que finalmente se completan, maduran y pueden salir a la luz. ¿Y quién me ha enseñado a ver la similitud entre parir y escribir? Gabriel, el ángel, liberador de "bocas" y "gargantas", potenciador de florecimientos, padrino de gestaciones y nacimientos, MAESTRO en expresión. El mira con agradecimiento a los editores y les transmite, hoy, la bendición de Lo Uno.
¡Que así sea!

2 comentarios:

  1. ^^ ☼=) muchisimas gracias por compartir

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  2. Muchas Gracias, sin duda me arroja una luz tu proceso, gracias por escribir, enseñar y retransmitir, al mismo tiempo me genera cierta curiosidad el saber quien eres. Saludos.

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