miércoles, 20 de noviembre de 2019

El Amor Divino salvando la vida de un ateo.






Voy a compartir un fragmento de libro. Es una historia verídica, del padre del autor (Alexandre Grothendiek) La historia se comenta sola, pero igual añado un par de frases al final.
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“En el transcurso de estos últimos meses...aveces he pensado en cierto suceso de la vida de mi padre que tuvo lugar mucho antes de mi nacimiento (…) Por otra parte jamás me habló de él, ni a ningún alma viviente,salvo a mi madre (…) Es ella la que me habló de él, unos años después de la muerte de mi padre. Se trata de una experiencia que tuvo en prisión, en el octavo año de su cautiverio (hacia el año1914).

Era al final de un año de reclusión solitaria,que le había valido un intento de evasión durante el traslado de una prisión a otra. Seguramente fue el año más duro de suvida,y hubiera destruido o quebrado o aniquilado a más de uno: soledad total, nada para leer ni escribir ni en qué ocuparse, en una celda aislada en medio de una planta desierta, separado incluso de los ruidos de los vivos, salvo el inmutable y obsesivo escenario cotidiano: tres veces al día la breve aparición del guardián llevando la pitanza, y por la tarde una aparición relámpago del director, inspeccionando en persona al “cabeza dura" de la prisión. Cada día se estiraba como un purgatorio sin final. Y tenían que pasar 365, antes de que fuera devuelto al mundo de los vivos, con libros, un lápiz... Los contó, esos días,¡esas eternidades que debía salvar!

Pero al final del 365ésimo(apenas podía darse cuenta de que era el final de su calvario sin fin...), y aún durante los tres días siguientes, nada. Al final del tercero, a su pregunta “El año ya ha pasado – ¿cuándo tendré libros?", un lacónico “¡Espera!" del director. Tres días después,aún lo mismo. Jugaban con él, que estaba a su merced, pero la rebelión se incubaba, ulcerada, en el hombre acorralado. Al día siguiente,apenas pronunciada la misma respuesta lacónica“¡Espera!", la pesada escupidera de cobre con bordes afilados casi le rompe la cabeza al imprudente torturador – que se echó a un lado justo a tiempo. Sintió el aire en la sien, antes de que el proyectil se estrellara en la otra pared del corredor, y de que cerrara con un portazo la pesada puerta...

Para mí es un milagro que mi padre no fuera colgado allí mismo. ¿Quizás algún escrúpulo de conciencia del director, que“temía a Dios" y que confusamente sentía, por la muerte que le había rozado tan de cerca, que había ido demasiado lejos? El caso es que el joven rebelde fue molido a palos (¡eso era lo de menos!), luego encarcelado con grilletes en un calabozo apestoso,en la oscuridad total, por tiempo indefinido.

Un día de cada tres se abren los postigos, y el día sustituye a la sofocante noche. Sin embargo, la revuelta no está quebrada: huelga de hambre total, sin comer ni beber – a pesar del joven cuerpo que obstinadamente quiere vivir; el alma ulcerada, roída por la rebelión imposible y la humillación de la impotencia, y las carnes hinchadas que se desbordan en vidriosas roscas alrededor de las argollas de hierro en las muñecas y los tobillos.

Eran los días en que tocó a fondo la miseria humana consciente de sí misma–la del cuerpo y la del alma. Al final del sexto día de encierro, día de“postigos abiertos", es cuando ocurrió lo inaudito –que fue el secreto más preciado y mejor guardado de su vida, durante los diez años siguientes. Fue una repentina ola de luz de una intensidad indecible, en dos movimientos sucesivos, que llenó su celda y le penetró y le llenó, como aguas profundas que mitigan y borran todo dolor, y como un fuego abrasador que arde en amor – un amor sin límites hacia todos los vivos, barrida y borrada toda distinción de “amigo" y de “enemigo"...

No recuerdo que mi padre tuviera un nombre para designar esta experiencia de otro, que me contaba. Ahora yo lo llamaría una “iluminación", estado excepcional y efímero cercano al que refieren los testimonios de ciertos textos sagrados y de numerosos místicos. Pero aquí esta experiencia se sitúa fuera de todo contexto comúnmente llamado “religioso". Seguramente hacía más de diez años que mi padre se había desligado del dominio de una religión, para no volver jamás.

Estoy seguro, incluso sin tener datos precisos, de que este suceso debió transformar profundamente su percepción de las cosas y toda su actitud interior, al menos durante los días y semanas siguientes–días de pruebas durísimas seguramente. Pero tengo buenas razones para creer que ni entonces, ni más tarde, hizo tentativa alguna para situar lo que le advino en su visión del mundo y de sí mismo. Para él no fue el principio de un trabajo interior en profundidad y duradero (…) Debió reservarle un compartimiento bien separado,como una joya que se guarda en un estuche cerrado, cuidándose mucho de ponerla en contacto con el resto de su vida. “

(Fin del fragmento del libro "La Llave de los Sueños", de Grothendiek)

Mi comentario: me encanta encontrar cosas como esta, que corroboran lo que yo sé por experiencia: que no es necesario "creer" para que "Dios te venga a ver" y rompa tus esquemas. Que aunque algunas personas creyentes se puedan auto sugestionar, no todo surge de creer, y además no hay fantasía que pueda competir con la energía amorosa que moviliza una experiencia "real".

Pero esta historia muestra también, que tener visiones místicas no significa que obligatoriamente te vuelvas religioso. Ni santo. Ni nada especial. Pero sí te pueden salvar la vida al subirte la moral y sanar tu interior, cosa que creo, en mi humilde opinión, que es lo que sucedió aquí... Una vida fue salvada. Así lo veo. Cómo llegó a suceder eso, porqué, etc...eso es un misterio. Pero el día que La Divinidad deje de ser una parte de misterio, no estaremos hablando ya de Dios.

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