(Otro post rescatado del año 2018)
El que dice que ama a los niños (o a un niño en concreto) pero luego
actúa dañando a su madre, o a su padre, o a la relación entre ambos, es
como quien dice "yo amo a los peces" y se dedica a secar o a contaminar
con tóxicos el río donde nadan o el lago donde viven.
Mentiroso, tú no amas a los peces. Tú solo quieres jugar con una cosita
que ni siquiera sabes lo que es de verdad. Vives en tu mundo ilusorio, que ha crecido alrededor de la raíz del egoismo. No quieres un pez , quieres una posesión juguete que te satisfaga.
"Quiero disfrutar de mi nieto", dicen algunos adultos, mientras joden a
los padres o las madres o desbaratan lo necesario para que el pececillo tenga un buen hogar, estabilidad, etcétera.
"Quiero mucho a este niño", dicen otros, mientras ponen a la madre de vuelta y media a sus espaldas, y le hacen trampas, o la traicionan, o abandonan, obstaculizando su proyección social o creando conflictos en su vida familiar.
"Queremos mucho a esta personita", dicen otros, mientras dejan a los padres con el c. al aire.
"El estado protege a los niños", dice el estado, mientras desampara a las madres y a las familias y cuando surgen dificultades, incluso rapta a los pececillos y los pone en jaulas.
Y así, suma y sigue, aplicado a mil relaciones y situaciones...
Quien ama de veras a los peces... ¿cómo se comporta con ellos? El que
ama de veras a la vida acuática y está muy concienciado con la necesidad
de proteger la vida de los peces, ¿cómo actúa...?
Supongo que
se entiende lo que quiero decir. Podría simbolizarlo también con la vida
de primates que mueren cuando la selva es devastada y las madres
asesinadas, pero he elegido decir "peces" porque reflejan muy bien lo que es
un embarazo. El bebé es como un pez en el vientre materno. Así que todo
amor a la infancia que supuestamente tengamos, empieza por ahí: por el
cuidado de la madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario