viernes, 4 de noviembre de 2022

El Hijo feo de Cerridwen y la Niña Poeta.






(Post que fue escrito en el 2014, inmediatamente después de "Los ángeles guerreros y los niños") 

En el asunto de rescatar almas de niños perdidos en infiernos, no todo son ángeles guerreros dispuestos a matar bichos y dinamitar estructuras a bombazos. Como todo, esto lo aprendí con la práctica, pero nada mejor que contar vivencias para entender la diversidad de situaciones conflictivas y remedios.

Esto sucedió en un sueño, en el 2005, cuando vivía casi como una ermitaña y todo en mi vida era ayudar "en la energía" a quien pudiera. Me encontré en un sitio extraño, mezcla de internado al estilo antiguo e iglesia gótica con claustro y todo. ¿Tal vez era un lugar de educación religiosa? ¿Un convento con escuela?

Allí había niñas. Me fijé en una con ojos especiales, de un color azul oscuro sobrenatural: "Tiene ojos de Miguel", pensé sin saber muy bien porqué. Ver los ojos de la niña me volvió lúcida y cobré consciencia de estar soñando. Entonces ví un pozo en el claustro de aquel convento/internado/escuela. Me asomé y allí había alguien atrapado.

Me encontré ahí abajo. Había una niña encerrada en ese oscuro pozo, que estaba seco y era como una prisión. El aspecto de la niña era angelical, pero vestía uniforme azul marino con falda plisada, y llevaba el pelo oscuro peinado con dos trenzas o coletas. Tendría unos 8 años, o tal vez un poco más. Escribía poesías. La poesía era muy importante para ella. Pero estaba ahí atrapada, por qué?...

Percibí un monstruo. Un ser deforme, contrahecho. Oí una voz en off: "Es el hijo de Cerridwen". Y en el sueño lo entendí todo, aunque en mi vida cotidiana, la verdad, jamás había oido decir que Cerridwen, una vieja diosa celta (la del caldero) tuviera un hijo. Vamos, yo solo sabía, por cultura general, que Cerridwen existía y que usaba un caldero, pero no tenía idea de nada más. ¿Un hijo? En el sueño lo tenía, y resultaba que era monstruoso. Y no sólo eso, sino que ese ser mantenía recluída a esa niña de impoluto uniforme azul y alma poeta, para abusar sexualmente de ella! Era una especie de esclava sexual.

Entonces noté a Miguel y a Anubis conmigo. Oí que me decían que yo estaba ahora dentro de "un infierno celta". Fuera lo que fuera que eso significara, entendí a las claras el asunto: se trataba de sacar a esa niña de ahí. ¿Pero cómo?

- Ofrécele algo a cambio al hijo de Cerridwen- sugirió Anubis.
- ¿Quéee?- protesté, escandalizada por la idea.
- ¡Negocia! -ordenó entonces Miguel- El alma de esa niña no tiene precio, y hay que sacarla de este lugar como sea.
- Pero, pero...¿Por qué no nos la llevamos sin más, apresando o atacando al monstruo?
- Porque él también necesita y puede recibir sanación -dijo Miguel- y porque hacer esto con métodos violentos sería demasiado traumático para todos.

Me quedé pensando. ¿Negociar? ¿Y qué podía ofrecerle yo a ese obseso sexual que había secuestrado a una niña? Bueno, en realidad no era la primera vez que ofrecía recompensas, ofertas jugosas a "guardianes infernales" a cambio de algunas "almas" atrapadas. A Anubis se le daba muy bien ofrecer justo lo que algunos energúmenos querían, pero es que además esos regalos tenían la virtud de abrirles la puerta de una "conversión" o un cambio futuro. Nunca eran regalos que reforzaran su crueldad, sino que eran cosas que les ayudaban a sobrevivir en un medio muy hostil, siendo respetada su vida por otros que eran peores que ellos. (¡Pero qué historias, las de los infiernos! Algún dia contaré más de ellas *)

Sin embargo, este caso era muy distinto. No se trataba de que un guardián de infiernos mantuviera atrapadas a tropecientas personas muertas cuya identidad está desdibujada, y llevarse a un prisionero puede quedar medio camuflado entre el grupo. Ahora estaba frente a un carcelero obsesionado con una niña única y muy especial, a la que yo sentía que él había "raptado". ¿Cómo lograr que soltara a esa niña?

- Habla con él- me dijo Miguel- Y no tengas miedo de negociar, ofrécele lo que sea, sin escatimar, porque la niña ha de salir de aquí ya.

No sabía qué ofrecerle, así que me dirigí al ser deforme y le pregunté:
- ¿Qué quieres a cambio de esta niña?
- ¡Quiero una novia! ¡Quiero vivir el amor!

Me quedé sorprendida. ¡Esta sí que era buena...! Pero de repente, empecé a captar una energía de sufrimiento enorme que mantenía a ese ser en un estado psíquico de brutalidal cruel. ¡Nadie le había amado de veras! No conocía el amor "de pareja", ni tenía esperanza alguna de conseguirlo porque ¡era tan feo...! No se engañaba a sí mismo, sabía que su aspecto era revulsivo, y por esa razón había ido cayendo en una especie de depresión, de enfermedad interior en la que se mezclaban inseguridad, rabia, ira, desesperanza...y desamor. 

La falta de amor era desgarradora. Ni siquiera estaba segura, yo, de que su madre, toda una diosa, le amara. No lo sentía, vamos. Tal vez incluso ella rechazaba a ese hijo a causa de su aspecto. 

Me dio la sensación de que el abuso sexual podría ser, en su caso, un modo enfermizo y deformado, de tratar de solucionar el ansia de ser amado y amar. Pero en contraste con su brutalidad, aquel ser tenía en su interior, sin embargo, una semilla esencial de sensibilidad y delicadeza. ¡Por eso se había adueñado de una niña poeta! Amaba la poesía y a ratos le bastaba con mirar a la niña y escucharla mientras ella iba escribiendo en sus libretas escolares, declamando a solas...

Uf. Lo estoy contando como si fuera fácil, pero de entrada, la situación al completo me sobrepasaba. Lo que pasa es que luego entendí lo que me había dicho Miguel: aquel ser infernal podía ser "transformado" en su interior, y de hecho existía un resquicio de oportunidad para lograrlo, debido a que había pedido "una novia" y luego había aclarado que lo que quería era "amor". ¡Pedir amor no era un crimen! Pedir amor era el principio de la sinceridad y por lo tanto de un camino sanador. Pero ¿podía yo prometerle que encontrarían una "novia" para él?

- Dile que sí -insistió Miguel- Le ayudaremos. De hecho, ella ya existe. Habrá todo un proceso a realizar y vivir hasta el momento en que se encuentren, y se enamoren, pero podemos ayudar en esto.
- ¡No puedo creer que estéis haciendo de casamenteros, y más en algo así! -dije- Esto es completamente nuevo para mí.
- No te entretengas y dile que le ayudaremos a vivir el amor. Hay que sacar a esa niña de ese lugar- insistió Miguel, que siempre va directo al grano.

Y eso hice. Y, contra todos mis miedos iniciales, aquel monstruoso hijo de Cerridwen se aflojó de repente. Se puso a llorar como un niño, luego se enfurruñó, gritó, murmuró algo...y finalmente dijo: "Está bien, llévate a la niña, pero que no me dejen solo con mi vida. Que cumplan su promesa"

Y así fue como esa niña fue rescatada de aquel ominoso "pozo de los deseos" donde vete a saber cómo había caído, seducida tal vez por un canto bello, el canto hermoso del hijo feo de una diosa celta.

"¡Qué sueño más extraño!", me dije al despertar. 
Y lo apunté, dispuesta a buscar información sobre Cerridwen, infiernos celtas e hijos deformes. Cual no sería mi sorpresa al enterarme de que, según una leyenda, ¡sí hubo un "hijo feo" de Cerridwen! Se llamaba Afagduu. Decir que me quedé pasmada es quedarse corto. ¡Caramba...! ¿Existirían, como entidades reales, los dioses celtas...? 

Para Anubis mi pregunta era un chiste: "¿Y por que no van a existir? ¿No existo yo? Todo aquello en que cree el ser humano existe de un modo u otro. Pero además, algunos mitos reflejan encuentros y percepciones de seres humanos con entidades reales, anteriores al ser humano, a las que han dado nombre y sobre las que recrean leyendas...".

Lo más extraño sucedió tres días después de este sueño. Fui de viaje a una ciudad y allí una amiga terapeuta me pidió que, como chamana, echara una mano a una de sus pacientes, una mujer con problemas "x" a la que la terapeuta ya no sabía cómo ayudar más. Yo iba a negarme a atender un caso semejante, ya que no me sentía capacitada para lidiar con esa clase de problemas. Pero al instante oí a Miguel: "Acepta. Hay que ayudar a esa mujer, y algo puedes hacer por ella". 

Acepté. Y aquella fue toda una historia. No la puedo contar porque implicaría describir a una mujer que existe, pero con la que no tengo contacto, y por lo tanto no puedo preguntarle si me da permiso para hablar de ciertas cosas. El caso es que cuento esto ahora, porque resultó que la mujer era del Norte y le apasionaba el mundo celta. Y un dia me enseñó un montón de cuadernos escritos a mano. ¡Estaban llenos de poesías...! Escribía poesías sin parar y hasta quería publicarlas. Sus problemas habían empezado en la infancia... y en fin, en su vida había mucho sufrimiento, oscuridad, abusos, poesía, belleza rota, y afición por lo celta, pues sentía una conexión ancestral profunda con esa cultura y con ciertos lugares. 

Así que un dia que hablé con ella me di cuenta de que la niña que había rescatado en sueños algunas noches antes, parecía claramente un aspecto del espíritu de esa mujer, o un fragmento de su alma. Tal vez era una parte de su niña interior. Las coincidencias eran demasiadas, porque además, yo no soy una aficionada a la mitología celta precisamente y aquel sueño no parecía surgir de mi mundo interior típico. Alguna cosa celta me ha llegado a veces, sí, pero no es algo muy común en mis sueños, donde se repiten mucho más otros mundos míticos, otros referentes. 

Además, para mí era un dato muy rebuscado lo del hijo feo de Cerridwen... que resulta que luego existía en los mitos (en realidad, hubo 2 hijos feos, pero solo de uno se dice que era inaceptable por su sociedad, un hijo que nadie, ni su madre, soportaba bien a causa de su fealdad) Y la leyenda dice que Cerridwen trató de compensar esa horrible fealdad otorgando a su hijo el don de la poesía, para que fuera el mejor bardo de la historia. Pero incluso eso salió mal, ya que ese don fue robado por uno de sus sirvientes. Con lo cual, todo apunta a que el  hijo feísimo de Cerridwen, nunca obtuvo un don que lo hiciera soportable ante los ojos de la gente. Y resultaba que, en mi sueño, el hijo aquel vivía oculto, en un lugar tipo pozo oscuro, y se raptaba a una niña poeta, no solo para tener compañía y sexo, sino también porque le gustaba la poesía y trataba de tenerla y disfrutarla a través de esa niña. 

En fin, era escalofriante ver los puntos de conexión entre mi sueño, el mito que yo desconocia anteriormente, y la realidad de aquella mujer. 

No pude ayudarla mucho, de todos modos. Hice lo que pude, pero no podía seguir porque estaba en aquella ciudad solo de paso, y porque no tenía mayores herramientas para el tipo de problemas que cargaba. Mis Guías me dijeron que solo podría sanarse con un grupo de personas comprometido con ella. ¡Un grupo de terapeutas actuando en acuerdo y sinergia mutua, reuniéndose para elaborar estrategias comunes que ayudaran a esa mujer...! Aquello sonaba revolucionario y también era como una utopía. Yo no conocía a nadie dispuesto a hacer algo así. 

De hecho, en su dia le propuse a dos terapeutas de esa ciudad, amigos, reunirse conmigo para tratar juntos a esa mujer, y no quisieron. Les superaba el desafío. Así que tuve que aceptar que hice mi parte para ayudar a esa mujer, pero fue una parte mayormente onírica. El resto, quedaría en manos de otros. Deseé que aquella mujer fuera encontrando las personas adecuadas, y que poco a poco su vida pudiera rehacerse. Nunca más he vuelto a tener noticias de ella, y un dia perdí su contacto. 

En cuanto al hijo feo de Cerridwen, tampoco he vuelto a saber nada al respecto, pero espero que haya encontrado el amor... 

***

(*) Cuando escribí este post, aun faltaban años para que escribiera y publicara mi libro "Demonología", donde cuento en detalle estas "negociaciones" de Anubis, en el capítulo 2 del libro, y muchas otras anécdotas. 

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