miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Expresar la propia verdad es bueno o malo? Orden, desorden y conflictos.

           (Abriendo la Caja de Pandora salen cosas que luego no se pueden volver a guardar, pintura de Kirk Richards)

Este mes he estado comprendiendo cosas acerca de la expresión. He asistido a fuerte conflicto expresivo en un muro de Facebook, y he sido co-partícipe de otro conflicto expresivo en mi vida particular, con algunas de mis relaciones. Todo eso se ha unido a la memoria de otros conflictos similares vividos u observados en el pasado, y todo junto ha formado en mi interior algo así como un compuesto químico denso, muy cargado, que al final, dejándolo en quietud y silencio, ha ido decantándose. 

El proceso de decantación físico-química es muy interesante. Cuando aplico a la percepción el "modo chamánico", puedo oir perfectamente a las voces-guías que elogian las bondades y maravillas de la decantación, es decir: del proceso mediante el cual una mezcla hasta entonces caótica, amorfa y aparentemente inservible, da lugar a un mundo ordenado y separado en diversas sustancias, algunas de las cuales son extraíbles y útiles.

La decantación suele asociarse a un precipitado de materia densa y ya estable, que cae al fondo del recipiente. Aplicado a un proceso emocional, psicológico e intelectual (todo junto a la vez) la "precipitación" acontecida gracias a la decantación revela siempre algo estable y verdadero que, hasta entonces, no éramos capaces de percibir, por estar enmarañado en la sopa caótica de un conflicto, o de un desorden, o de un estado de confusión y nebulosa.

Es importantísimo remarcar que la decantación y la precipitación sólo se pueden producir dejando en paz un asunto. Guardando silencio. Apartándose del recipiente caótico o confuso. Dejándolo reposar. Si agitas constantemente esa sopa caótica, no termina nunca de decantarse, ni se produce el precipitado, que es generalmente lo más valioso que podemos obtener tras una vivencia de confusión, caos y conflicto. Es útil agitar el caos al inicio, como quien remueve una mezcla química, pero hay que saber parar. 

La agitación permanente es tan estéril como la quietud permanente. La gracia de la vida sólo se produce cuando se aprende a vivir el tiempo y la medida adecuada para cada cosa, lo cual tiene que ver con la medida necesaria del orden para que la vida sea fructífera. Un excesivo orden, siempre y en todo lugar, impide la vida. Sin permitirnos "desordenar" lo que antes permanecía estable, no puede haber cambios adaptativos, crecimiento ni novedades. Ahora bien, en un desorden constante la vida también sufre y puede, incluso, extinguirse.

Los animales son ordenados. Generalmente, las guaridas animales, los nidos, etc. tienen un orden estable que, aunque varía en cada especie (pues el orden necesario e idóneo para cada especie es distinto, o tiene matices) tiene rasgos universales. Un rasgo universal del orden necesario para la vida es que no se debe cagar en el lugar donde duermes o comes o crías. Es decir: la "Ley" natural que sirve y permite una vida en buenas condiciones, estipula que los excrementos y los desechos personales (vómitos, pelos cortados, cosas muertas, etcétera) deben arrojarse en un lugar adecuado para ello, a poder ser FUERA del nido o fuera del espacio comúnmente utilizado para comer, dormir o criar. De otro modo, la suciedad puede producir enfermedades, parásitos, etcétera.

No se trata de una cuestión moralizante que los seres humanos nos hayamos inventado, tras decidir que los excrementos son sucios o "malos". De hecho, no son malos en absoluto: a la Tierra le son muy útiles, Muchísimo. Ella los recicla y usa para volver fértiles los campos, para regenerar espacios con más vida. Decir que los excrementos son malos SÍ es moralizar de manera cultural acerca de un hecho "neutro" de la fisiología vital. Ahora bien, decir que uno debe sacar los excrementos SIEMPRE FUERA del hogar, o en un ESPACIO mínimamente CONTROLADO, no es moralizar sino seguir el Orden Natural y benéfico. El Orden de la Vida Universal.

Y he aprendido que con la expresión de los sentimientos, emociones e incluso aspectos sombríos que todos llevamos por dentro, sucede igual. A veces cargamos con mucha mierda, con muchas cosas reprimidas que no implican emociones ni verdades agradables para los demás. No son malas. Pero sí tienen o pueden tener una cualidad molesta para los otros. Pueden hacer que la comida les siente mal, que se les revuelvan las tripas, o que pierdan el sueño, etcétera. Uno lo intuye, pero no nos han enseñado a expresarnos en orden ni siguiendo "la Ley" natural. Así que o bien nos aguantamos las ganas de "soltar" todo lo que llevamos por dentro, o bien elegimos descargarnos "como sea y donde sea", sin importar lo que suceda, porque nos puede el deseo de liberarnos de ese peso interior.

Muy a menudo, esta "descarga" se convierte en una vomitona emocional sobre los demás, que también muy a menudo es mal recibida, pudiendo generarse conflictos enormes. Porque al conflicto anterior (expresado en la "descarga" desordenada) se suma un nuevo conflicto, que se podría resumir en el enojo de los demás, porque sienten que se les ha molestado con esa súbita "expresión" o descarga descontrolada, sucia, caótica y perturbadora.

Sucede que vivimos tiempos extremistas. Hasta hace unos cuantos años, y a grandes rasgos, en mi sociedad primaba una educación que enseñaba demasiado a controlar las emociones y a no mostrarlas en público, para no incomodar a los demás. Esto generaba muchísima tensión interna. Era un extremo casi comparable al de no ir al baño, por no ensuciar ni el wc. Aguantar hasta no poder más, y entonces...hacérselo encima, provocando el caos y un conflicto traumático (explosión emocional, discusiones, etc) Actualmente, sin embargo, existe una tendencia, cada vez más en auge, que enseña a no guardarse nada, y defiende que uno debe expresar todo lo que siente "de verdad" en el momento. Porque eso es ser honesto y verdadero. Y porque hacer lo contrario es vivir dominados por un yugo represor y castrante de la "expresión personal".

Lo que los conflictos de este mes pasado me han enseñado, tras la decantación y el precipitado de los mismos, es que no es bueno ni un extremo, ni el otro. Desde luego, expresarse es necesario. No es bueno retenerlo todo, o retener cosas que sintamos importantes. Pero tampoco es bueno esgrimir la libertad de expresión para soltar cualquier cosa en cualquier lugar y momento. Las emociones acumuladas durante largo tiempo, generalmente, se han convertido en un producto interno enfermizo, viciado por el encierro. Además, muy a menudo estas emociones conllevan ira, rabia, tristeza o deseos tan centrados en el propio querer que resultan desazonadores para otras personas, porque resultan o parecen demasiado egoístas.


(A la izda. pintura de Oleg Korolev)

Todo esto hace que lo "acumulado" y sin expresar durante tiempo (meses, años) sea un producto "peligroso" que no puede arrojarse sin más en cualquier parte. En origen esas emociones no tenían nada de sucio o dañino, pero la acumulación e intensidad de las mismas las ha transformado. Así que, para expresar eso, hay que elegir el lugar y el momento en que se hace. Y a poder ser, debe ser un espacio controlado, en el sentido de que debemos intentar asegurarnos de que no vamos a vomitar en la cama, el nido, o el plato de otro. Vomitar es necesario, no es malo. Pero hacerlo en "desorden" sí. Y más si luego, al recibir la queja del "ensuciado", uno se rebota y defiende su acto con argumentos del tipo "es que no apoyo la represión emocional" o "tengo derecho a expresarme". Aquí el conflicto aumenta y puede acabar en una separación o ruptura de relaciones: Sí, tú tienes "derecho" a expresarte, pero no de cualquier manera y no violando el orden y la limpieza que el otro cuida en ciertos espacios íntimos. Mejor pregunta antes de saber si tienes "derecho" a arrojar tus emociones a presión en determinado momento o lugar. Porque el argumento del derecho expresivo no es un argumento solido. Escudándose en él se pueden cometer atrocidades. ¿No es el racismo una expresión emocional? ¿Y el asesinato...?

Así que no: no existe un derecho universal a toda forma de expresión, solo porque uno la "sienta" dentro de si y resulte "verdadera" para uno mismo y además desee mostrarla al mundo. Hay unas normas. Se pueden desconocer esas normas, y de hecho eso es lo que nos sucede: que nadie nos las ha enseñado. Pero si observamos a la naturaleza y nos sentamos en silencio a "decantarnos", las percibiremos. Las porquerías, lo reprimido y lo muerto, se "ventilan" y lavan fuera del nido y de los espacios tribales comunes, y especialmente lejos de donde juegan, comen y duermen los niños. Esto significa que hay que crear espacios controlados y "seguros" ara la expresión. En realidad no es complicado: basta con elegir momentos de mutuo acuerdo y buscar maneras expresivas mínimamente lesivas. Si el material que queremos expresar sabemos que es claramente conflictivo para la otra persona a la que queremos decírselo (u otras personas, en plural), es mejor hacerlo en presencia de mediadores o personas expertas en el manejo reposado de conflictos.

Voy a hacer una comparación distinta, pero que conduce a lo mismo. Tenemos una piedra: no es ni buena ni mala en si misma, sino neutra. Son nuestras emociones y como las manejemos las que pueden convertirla en un regalo o, por el contrario, munición de guerra. Hay una gran diferencia entre dársela a alguien con tranquilidad, desde tu mano, para mostrársela, y arrojársela a la cabeza, o arrojar una piedra contra una ventana para que así entre en un hogar y la "vean" de una puñetera vez sus habitantes. En ambos casos la piedra puede simbolizar a algo "concentrado" en nuestro interior que queremos expresar, revelar a otros. Si eliges el orden, vas a entregar la piedra eligiendo el momento, cuidando el gesto, y sin dañar a terceros. Si eliges el "no importa cómo" y estás tan incómodo por haber llevado años esa piedra contigo, tal vez tu acto de expresión sea como una pedrada que destroce algo.

Los dos conflictos vivenciados este mes (tanto el que he visto desde la barrera, como testigo, como el que he vivenciado como personaje inserto en el caos) me han mostrado cuán afiliado al Orden y "La Ley" está mi camino. He aprendido que si bien expresarse es necesario, la educación y el respeto son también necesarios, y no un adoctrinamiento "represor". Cuando he puesto mi conciencia en modo chamánico, no he podido evitar escuchar a las Abuelas Primeras, tajantes, señalando que toda familia, y toda comunidad de personas amigas, necesita del orden y de La Ley...Natural, pero Ley a fin de cuentas. Me decían aquello de "el desconocimiento de la Ley no exime de su complimiento". Y me explicaban que cuando uno rompe la Ley Natural, sufre consecuencias adversas y las genera para otros, las dos cosas a la vez, porque la Ley Natural no es otra cosa que lo necesario para cuidar la armonía y el equilibrio mínimo que mantienen esa estabilidad imprescindible para la vida. Por lo tanto, si rompes la armonía, obtienes suciedad, infección o hasta guerra. Todo lo cual siempre tiene efectos dolorosos.

El ser humano actual (de mi sociedad) desconoce por completo La Ley de la que me hablan las Abuelas. Por defender su "necesidad expresiva y creativa" ha creado realidades como por ejemplo la energía nuclear. Se ha atrevido a expresarse rompiendo el átomo. Esto ha generado, genera y generará un desorden insoportable para la Naturaleza. La Vida necesita una gran dosis de estabilidad. También necesita cambios, pero si observamos la naturaleza veremos que éstos son más o menos cíclicos, y además no "cualquier" cambio sirve a la Vida. Si suceden cambios demasiado nuevos, demasiado rompedores, la Vida también se rompe, porque los seres vivos son sistemas que se auto-regulan para ser estables. No pueden seguir vivos en una inestabilidad constante. Por eso tenemos piel, esqueleto y un orden interno. La Vida incluye al Orden en su definición. En la sopa caótica primigenia no existía vida, porque no había Orden. El caos primigenio no era malo (moralmente) ni bueno, sólo era "lo que era". Pero observemos que en cuanto se inició un orden , y en cuanto se estabilizaron ciertos sistemas, surgió la Vida. Por lo tanto siempre dependeremos de "cierta dosis" de Orden para estar "bien". Y para seguir vivos.

Un ejemplo extremo es, de nuevo, la manipulación del átomo. La Vida en la Tierra no soporta determinados niveles de radioactividad. Tal vez a copia de millones de años algún ser vivo de los que conocemos podría llegar a adaptarse a ella y soportar, así, la radiación de una central de Fukushima humeante, o de una bomba nuclear. Pero de momento esto no es así, por la sencilla razón de que en la Naturaleza salvaje jamás los átomos se rompieron o separaron por sí solos tal y como ha hecho con ellos el ser humano. La Vida ha elegido patrones afines a lo que, hoy, es estable en la Tierra, y la radioactividad extrema no estaba en ese conjunto. La hemos introducido nosotros. La radioactividad extrema, pues, es contaminación y es suciedad por ser un desorden intolerable o pernicioso para la Vida, no porque sea mala en si misma. Tal vez existan planetas super radiactivos donde haya vida que necesite esas condiciones, pero no es el caso de la Tierra. Por eso es "malo" ser desordenado con los átomos y es "malo" defender el "derecho" del ser humano a expresar su creatividad desbaratando el orden atómico. Porque destruye la vida que conocemos. Y se supone que no queremos eso. ¿No? Sí, con el tiempo, la Vida podría encontrar maneras de "superar" ese desorden e incluso aprovecharlo, pero a veces es demasiado tiempo para ESTA Vida. Su plazo o margen de tiempo es mucho más corto que lo que se necesitaría para recuperarse o adaptarse a las nuevas condiciones, así que se extingue. Temporalmente, al menos. En un cómputo geológico, este "tiempo" pueden ser miles o millones de años.

En los conflictos y explosiones emocionales sucede igual: determinados desórdenes rompen tanto tantas cosas, que luego ya no se pueden reparar "a tiempo". La Vida tiene sus ciclos y sus tiempos. Si, por poner un ejemplo, alguien o algo daña la fertilidad de una mujer gravemente, y el tiempo necesario para reparar ese daño supera los años en los que ella es naturalmente fértil, se habrá extinguido la posibilidad de que tenga hijos. Su vida seguirá, pero quedarán fuera de sus posibilidades y potenciales algunas vivencias que, de no haber sido dañada "en ese tiempo y en ese lugar de su ser" hubieran quedado intactos. Es un ejemplo extremo que me sirve para señalar que el daño que uno puede hacer con una explosión o "vertido emocional" fuera del Orden Natural, rompiendo la Ley, depende no sólo de la intensidad, cuidado y delicadeza (o lo contrario) con la que se haga esa "descarga", sino también del momento vital por el que atreviese la otra u otras personas afectadas por ello, y del tiempo que requiera reparar el destrozo. Porque algunas rupturas liquidan posibilidades, más allá de la buena voluntad que se tenga luego para restaurar los desperfectos del nido. Si destrozas el nido de unas golondrinas en marzo, tal vez les de tiempo a construir otro antes de criar. Pero si lo destrozas en verano, habrás roto mucho más que el nido, y habrás invalidado o esterilizado ese ciclo vital, ese año, ese verano del que disponían las golondrinas para criar antes de su siguiente migración invernal.

Por todo esto, mi conclusión es que nunca sobra el cuidado y la delicadeza con el que idealmente deberíamos manejar nuestra expresión. Hay todo un camino para re aprender a expresarnos con verdad y al mismo tiempo con cariño y sabiduría. Este cariño y esta sabiduría nos conducen hacia el orden y la Ley, o eso me dicen las Abuelas Primeras. En sus tribus se conocía el arte de crear de manera habitual espacios para la expresión, para el desahogo y para el apoyo mutuo, así como para la búsqueda de sanación de conflictos, heridas y "emociones acumuladas". Nosotros no tenemos ni idea, así que nos toca empezar a pensar en ello, para ver la mejor manera de vivirlo.

Creo que es importante hablar de esto porque vivimos un tiempo donde se pregona con mucha fuerza la bondad del "todo vale si la intención es buena" y el "peligro" del orden. Existe una memoria traumática del orden impuesto desde mentes humanas terribles: dictaduras, fascismo, represión ideológica y espiritual...Todo eso está en nuestra memoria colectiva y ese es el orden en el que pensamos, o el orden que tememos. Luchamos por ser desordenados, por hacer las cosas a nuestra manera. Nos congratulamos en la eterna rebeldía al "orden establecido". Hay incluso quien se complace en ir sucio, o en no lavar la cara a sus hijos, porque así le parece que demuestra más cuán liberado está de "prejuicios" y de "programación del orden represor". Es natural que sintamos el impulso de esta lucha, porque el orden fascista y represor no es el Orden de la Naturaleza, ni obedece a su Ley. Es un orden caprichoso y egoico que surge de humanos desconectados de La Vida.

(A la izda. Pintura de Oleg Volegov)

Pero es bueno reconectarse al Orden benéfico y necesario para la continuidad de la Vida. Las madres hembras animales lamen el rostro de sus crías para mantenerlas limpias, y se asean ellas mismas, y mantienen según qué porquerías fuera de la guarida. Por lo tanto, una mujer que es "limpia y ordenada" no es una madre anti natural y sometida a los dictados opresores culturales, sino una madre bien conectada a su animalidad instintiva, siempre y cuando no lleve el orden y la limpieza a un EXTREMO y los convierta en algo exagerado y enfermizo. ¿Me explico?

Por la misma norma, la mayor parte de animales son territoriales (lo cual es otra expresión del Orden Natural) y también el ser humano es territorial, y necesitamos aprender a manejarnos con ese instinto natural sin que se convierta en enfermizo, pero también sin negarlo, porque no es realista pretender que la Vida se puede desarrollar sin un poco de "sensación de seguridad y territorio". Sin Orden ninguno, sin criterio de "espacio propio", corremos el riesgo de esterilizar nuestros espacios y nuestra propia existencia.

Donde el desorden es constante, ningún proyecto puede consolidarse, ni medrar. Donde la incertidumbre es permanente, la Vida no encuentra fuerzas para desarrollarse porque vive en un constante estado de alerta e improvisación, y toda su energía se vuelca en un presente que, cada vez se antoja más absurdo, más surrealista, por estar más desligado del pasado...y del futuro. Es el absurdo que sintió el protagonista de la novela "La Historia Interminable" cuando, tras años de seguir solamente sus deseos, sin importar cuáles fueran, ni medirlos, ni sopesarlos, al final se perdió a si mismo y ya no sabía ni quién era. Seguir nada más que "el deseo del momento" no es garantía de Vida ni de hondura ni de fructificación ni de acierto. Puedes encontrarte o puedes perderte, dependiendo del lugar del que surja ese deseo que tanto te zarandea y que decides perseguir. Los deseos son como mariposas. Ni buenos, ni malos. Pero no somos ellos. Convertirlos en guías, por eso, es una mala opción. Sigue a la mariposa si quieres, pero ten cuidado de dónde pones los pies, no te pierdas, sobretodo, no pises a otros en tu camino.









No hay comentarios:

Publicar un comentario