viernes, 7 de junio de 2013

Los Maestros Arbóreos y la energía Crística.



Hace más de diez años que tuve un sueño particular con Cristo. En aquella época, vivía una etapa de anti cristianismo bastante radical, porque lo relacionaba únicamente con los peores errores de esta religión, y con una serie de traumáticas experiencias eclesiales vividas en la adolescencia. En parte por esta razón, aquel sueño me resultó tan extraordinario, pero también porque hubo algo más en él: un componente enigmático que me fascinó y atrapó. Eso hacen los auténticos y buenos enigmas: atrapan a la mente, que queda sujeta a ellos con la atención enfocada en resolver o entender el enigma.

El enigma era soñar que andaba por un viejo desván y me encontraba ante la vista con los pies llagados de la vieja talla de madera (tamaño natural) de Jesús crucificado. Nunca llegué a ver toda la escultura, porque por alguna razón aquellos pies ya eran parte del enigma en sí, y atraparon mi visión (y mi mente) de manera completa. Además, estaban cubiertos de polvo y telarañas, y me surgió la faceta maruja. Pensé: "Oh, vaya, hace mucho tiempo que no me fijaba en esto, y está de pena". 

Acaricié aquellos pies para quitarles las telarañas, y entonces sentí una especie de apretón en el corazón. "Qué lástima, qué abandonado tengo esto", pensé, sin entender muy bien, tampoco, porqué pensaba algo así, ya que en realidad yo no quería tener nada que ver con crucifijos o nada similar. ¡Qué grima, imágenes del sufrimiento y del terror...!

Pero ya lo he dicho: el sueño era un enigma, y por eso yo hice algo igualmente enigmático. Me dispuse a abrazar aquellos pies, es decir, aquella imagen del crucificado, y entonces... De repente yo no estaba abrazando un pedazo de madera polvoriento, sino un almendro enorme, vivo, y ¡completamente lleno de flores blancas! 

Es más, abrazar aquello me produjo un impacto enorme, no tanto por la sorpresa debida al "cambiazo", sino porque la energía de "aquello" era...¡maravillosa! Experimenté una especie de éxtasis, de alegría inmensa, súbita, enorme. Un sentimiento gozoso, de felicidad, de vida, de intensidad, de amor...de paz...

La impresión fue tan intensa, de hecho, que de repente me desperté. Tenía lágrimas en los ojos de pura felicidad y emoción, y una frase se repetía en mi mente: "Cristo es un almendro florido"

Un almendro... Curioso árbol para soñarlo. Pensé que aludirían al almendro por ser un árbol del Mediterráneo, y por su belleza.                                     

El efecto de aquel sueño, sin embargo, se diluyó con el paso de los días. El enigma era demasiado extraño para mí, pues en aquellos días sus piezas o elementos no encajaban con otros que yo pudiera entender. No entendí de dónde venía aquel sueño, y de él sólo me quedó la memoria del impacto, y la frase aquella: "Cristo es un almendro florido". Una frase muy extraña, la verdad. Al fin, aparqué el sueño, y tal vez lo habría olvidado de no haber hecho con él lo que hacía con otros sueños enigmáticos o más enigmáticos de lo normal: apuntarlo en una libreta, confiando en que llegaría a entenderlo algún día.

Tuvieron que pasar unos cuantos años para que se iniciara mi despertar; otros más para que empezara a oir a mis guías; un poco más para que entrara en contacto consciente con los Maestros Arbóreos, y finalmente para que mis Guías al completo empezaran a hablarme de "la energía crística" y me pidieron que no huyera de ella, ni la rechazara, porque tenía un papel y un sentido no sólo en mi vida, sino en toda la vida. Pues yo seguía sin querer oir hablar de nada que sonara a Cristo, por si acaso tenía que ver con todo lo eclesial que me habia esforzado tanto en dejar atrás. 

Finalmente, acepté "escuchar" lo que tenían que decirme sobre Cristo, y empecé a comprender muchas cosas. La conexión con la maestría arbórea no sólo era evidente, sino que las cosas que ví, oí y entendí, remodelaban por completo mi concepto acerca de lo que era el ser humano, lo que es "eso" a lo que algunos han llamado Cristo, y, finalmente, mostraban una perspectiva preciosa acerca de la Vida con mayúsculas. De repente, todo empezaba a encajar. Y no sólo eso: empecé a recibir impresiones de cómo estas mismas verdades se habían conocido en otras partes del mundo, aparentemente con diferentes sistemas de creencias, pero unidas en la esencia común.

Recordé el reconocimiento de las tribus indígenas de medio planeta hacia el Arbol Sagrado que une los mundos, puente entre distintas esferas de la vida, y el chamán que se une a este árbol como gran mediador; repasé las tradiciones de Egipto, de la india, del budismo, del judaísmo, y otras, y en todas encontré la referencia y reverencia hacia el Arbol Sagrado, a veces como entidad inspiradora, otras veces como símbolo o patrón que resume la inter relación de fuerzas vivas; pero otras como el "lugar" o espacio en el cual encontraron su iluminación los santos o sabios (por ejemplo, Buda alcanzando la iluminación mientras estaba sentado bajo un árbol, etc). 

Ante el recuerdo de dónde se iluminó Buda, los Maestros Arbóreos me dijeron, sonriendo: "¿Y crees que fue casualidad? El árbol -el mundo arbóreo- fue la clave de su despertar. El árbol le contagió su visión, le infundió su sabiduría. El sagrado mundo arbóreo es maestro de la humanidad".

Yo estaba sin palabras. ¡Los árboles...!
- Pero entonces, ¿Cristo es un árbol? -pregunté, sin acabar de entender.
- No literalmente, y nosotros tampoco lo somos, aunque vivimos en ellos y, como los árboles, estamos emparentados con toda la vida. El árbol es la forma en que tú puedes ver su energía/consciencia, entendiendo lo que "hace" y "es" la energía Crística: plenitud, realización, florecimiento para dar finalmente un fruto que es un alimento -altamente nutritivo y energético- y semilla a la vez. Por eso lo soñaste como un almendro, porque del almendro te comes las semillas.

Los enigmas desvelados traían otros enigmas nuevos consigo, así que me quedé sin entender muchas cosas. Sigo sin entenderlas. Sigo sin comprender qué es exactamente "Cristo", aunque ya sé que la cosa no trata exactamente (o únicamente) de un personaje histórico que vivió y murió hace mucho tiempo, sino de algo más vivo, más contemporáneo (eterno, diría) y más, hum, parecido a las almendras que siguen brotando y creciendo, a pesar de todo. 

Es como si tuviera la "comprensión" de Cristo dentro, pero no me acabara de salir. Sólo he podido comprender algo a través de experiencias que incluyen imágenes simbólicas, o... poesía. Tal vez sólo mi hemisferio derecho, o la parte más intuitiva y artística de mi ser sabe qué "es" Cristo, cómo aludir a ello o, incluso, cómo invocarlo o ser receptiva a su influencia. Pero si reúno todas las imágenes que tengo en un collage, la composición final sigue resultándome enigmática.

Cristo es un almendro florido... Hum... ¿Y qué más es? ¿Qué más elementos he visto de ello? Sí, digo "ello" porque, según mi visión, Cristo ni siquiera es un ente masculino sino que... Bueno, para no alargarme tanto tendré que seguir en otra entrada.

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