jueves, 21 de marzo de 2013

¿Existen los cirujanos cerebrales invisibles? Los Dones Estropeados.

                                                      (Arriba, pintura de Oleg Korolev)

He puesto un título sensacionalista adrede, pero es que la pregunta me la sigo haciendo yo, 11 años después de mi "primera operación cerebral" intangible, acontecida en una dimensión, hum, digamos "espiritual". Y ahí va otro relato chamánico para entretener y remover un tanto.

Año 2002. Ahí estaba yo, atascadísima en una vida que sentía como una trampa, pero sin saber cómo cambiarla. Como Neo en "Matrix", intuía que había algo, en la realidad cotidiana, que no funcionaba y se me escapaba, pero no sabía qué. Ya investigaba mis sueños, eso sí, y llevaba unos años leyendo libros de chamanismo porque un buen día empecé a soñar con chamanes y cosas realacionadas, antes de saber siquiera que existía algo así. Investigar todo eso fue lo único que me produjo alivio, ante la extrañeza, intensidad y recurrencia de mis sueños. Pero bueno, una cosa es es soñar con chamanes o incluso pensar que eres chamana y sabes algo; y otra cosa diferente es vivir en tu vida cotidiana algo de todo eso.

Un día me encontré en sueños con un extraño trío de figuras, a cual más extraña. Una figura alta con guadaña (ja, risa nerviosa), un tipo con traje negro tipo frac (muy solemne y algo anticuado), y una figura femenina muy bajita, anciana, pero ataviada con un vestidito de rayas que yo tuve de niña, alrededor de los 4-5 años, lo cual era una mezcla tan extraña y paradójica (era una anciana, pero vestida de niña) que me produjo una sensación incómoda, me dio como vértigo, pues sentí que estaba ante un enigma desconocido y ante gente "que no era humana".

Me topé con ese misterioso trío andando por un largo pasillo, y me quedé parada en seco ante aquello. Ninguno de esos personajes dijo nada, pero experimenté la terrible sensación de reconocerlos, sobretodo a la anciana menudita, vestida con mi trajecito infantil. ¡Glups! Y un pensamiento irracional se formó en mi mente: "¡Oh, la Muerte Trina ha venido a buscarme!"

Muerte trina, curiosa expresión, a fé mia. Más que emociones, aquello provocó en mí la sensación de que algo enorme se precipitaba en mi vida y era removido, estrujado, retorcido. Me sentí al borde de una inmensidad, sobrecogida. También sentí muchas ganas de llorar, ganas que sobretodo parecían suscitadas por encontrarme frente a la menuda figura de la anciana/niña. Pero tampoco sabía decir si sentía tristeza u otra emoción que me sobrepasaba y no sabía nombrar, por desconocida. (¿Pueden existir sensaciones que no conocemos aún, porque solo surgen ante cosas que no conocemos todavía?) Me dolía el pecho, pero no era un dolor agónico. Era otra cosa. Otra sensación, sí.

Luego el sueño cambió y perdí de vista al trío. Mi visión me mostró una imagen (muy orgánica, por cierto) de mi cerebro. Entonces, se dibujaron en él caminos de luz, como si hubiera un cableado eléctrico superpuesto a la imagen de la masa encefálica. Una voz en off empezó a hablarme, y me dijo: "Mira, ¿ves? Este es tu cerebro, y funciona así". Entonces la red luminosa cerebral parpadeaba, como para mostrarme sus "caminos", sus interconexiones. 

Luego, la voz en off continuó: "Pero está claro que no logras eficacia. No das una. Quieres cambiar cosas pero no lo logras. Intentas, y nada te sale. Necesitas una reestructuración cerebral. Necesitas que todo esto (y aquí la imagen volvía a mostrar la red luminosa de mi cerebro) se reordene. Las conexiones deben cambiar, todas las ideas están mal conectadas y así no vas a ninguna parte".

Entonces se me mostró, en imágenes, cómo algunos cableados luminosos del cerebro se "apagaban", los puntos luminosos se desconectaban unos de otros, y se conectaban a otros diferentes, etc, hasta que aparecía un cerebro aparentemente igual por fuera, pero distinto en términos lumínicos o "eléctricos" por dentro. Finalmente, la voz en off me dijo: "Nosotros te podemos operar. Podemos reordenar todos tus circuitos cerebrales y transformarte, literalmente, en otra clase de persona, con una efectividad vital mucho más elevada".

Entonces me encontré, de sopetón, en el interior de un tren. Iba con otras personas que, según supe internamente, iban a ser "operados" como yo. Tuve un atisbo fugaz, en plan flash, del escenario de la operación, al cual nos dirigíamos vertiginosamente. Era como un gran quirófano semicircular (o circular del todo) donde un montón de "personas" (?) iban a observar cómo los cirujanos ésos (o lo que fueran) nos reformateaban el cerebro a muchos. 

Y aquí me cagué de miedo. ¿Quéee? ¿Iba a ser operada, así sin más, nada menos que del cerebro? ¿Y me iban a estar mirando "quiénes" como si fuera un p. conejillo de indias? Es más: ¿Qué era todo ese rollo de la "efectividad"? ¿A quién le importaba la efectividad? Yo quería ser alguien "espiritual", ¡pero no quería someterme a una operación cerebral (!) para ser más efectiva! "Efectiva", ¡vaya concepto más vulgar! ¡Qué robotización, qué maquinismo, qué poco... sí, qué poco espiritual sonaba eso! ¡Ah, pero es que seguro que estaba siendo tentada por entidades oníricas malignas! ¡Lo que querían era manipularme el coco, convertirme en otra clase de persona, y yo no iba a tolerar eso! ¡No, lo siento, pero yo me bajo de este tren, ahí os quedáis!

Estaba justo en el umbral de la sala de operaciones, y ya veían mis ojos la luz deslumbrante (blanca) de aquel lugar, pero, dicho y hecho, fue pensar que no, que ni hablar de aquello, y verme expulsada hacia mi realidad otra vez, catapultada a toda velocidad hacia mi despertar en la cama. ¡Uf! ¡De buena me había librado!

Bueno. Me desperté, como digo, pero mientras transcurría la mañana empezó a sucederme algo extraño. A la luz de ese umbral que había estado a punto de cruzar, observaba mi vida cotidiana y tuve que admitir que no me gustaba mucho. O más bien nada. Me sentí metida, y más que nunca, en "la misma mierda de siempre". En más de lo mismo que no me gustaba mucho. Y me dí cuenta de que era muuuuy deprimente. 

En realidad, llevaba mucho tiempo deseando cambiar mi vida sin lograrlo, así que tal vez esa mejora en la "efectividad" que me ofrecieron en sueños, no estaría tan mal. A fin de cuentas, sólo siendo efectiva podría lograr algo de lo que me propusiera, ¿no? ¿Y yo no quería cambiar de vida? ¿Cómo podía, entonces, desdeñar la efectividad? ¿Y si tenían razón aquellos misteriosos "operadores" y mi cerebro estaba funcionando mal?

Me habían dicho que no tenía ni una sola "idea" bien conectada, que todo en mi mente estaba desordenado y en desastroso estado. ¿Y si tenían razón? ¿Y si me había parecido que mi cerebro estaba bien, solo porque no podía compararlo con otro estado cerebral, y estaba acostumbrada a "no funcionar" correctamente? 

Así que a lo mejor no era tan malo que me operaran. Claro que acababa de perder la oportunidad, porque les había dicho que no y había salido del sueño, y hasta el momento yo no era capaz de forzar el regreso a un mismo sueño, para continuarlo en el punto argumental interrumpido. ¿Qué podía hacer?

Transcurrieron unas horas de dudas. Mi pobre mente estaba muy confusa porque, por primera vez, había sido literalmente cuestionada. Es decir: no era mi alma la cuestionada, ni mi espíritu, ni siquiera mi persona, ¡era mi cerebro! y aquello me había roto los esquemas. Pero además, todavía me surgían dudas porque tenía miedo de que algo "maligno" pudiera engañarme, y esperar a tenerme en la mesa de operaciones para convertirme en vete a saber qué, o quién. 

Y es que ni siquiera había visto a los "operadores". ¿De dónde salía esa voz en off diciendo "nosotros podemos operarte, si quieres"? ¿Quiénes eran "ellos"? Para remate, pretendían operar a seres humanos mientras otros "miraban" el proceso, como para aprender algo. O sea, mostrándolo a otros "seres" interesados en ver la cosa, como si se tratara de un enigmático experimento médico, o psíquico, como esas operaciones en la facultad de medicina que son vistas por los estudiantes o por otros médicos, pero todo perpetrado por vete a saber quién.

Si al menos los "operadores" me hubieran ofrecido un espacio íntimo, algo personalizado, algo...qué sé yo, teñido de misticismo, con visiones bonitas, flores, o imágenes amorosas, pues hubiera sido distinto. Pero todo aquel "halo científico" me daba pavor (tenía prejuicios, la verdad) También me dejaba desencantada el hecho de no ser ni remotamente la única en ser operada (ja, ¡había un tren lleno a rebosar de gente!) 

Supongo que yo había integrado un mito interior que decía que cualquier mejora de mi vida, máximo si era de índole "espiritual", tenía que suceder de determinadas maneras, y sería siempre algo íntimo y súper exclusivo, en plan "ser alguien único y especial" y todo eso. Aquel sueño me estaba rompiendo los esquemas: ni exclusivo, ni íntimo, ni tan sutil que se tratara sólo de luces-paz-amor-y-bien-lalalá. Me querían operar el cerebro, sí, concretamente el cerebro, y aquello, de romántico y místico, la verdad es que tenía muy poco. Encima, era algo ofrecido a muchas otras personas.

Tiempo más tarde, sí he tenido experiencias íntimas y místicas, pero he entendido que no están en contradicción con lo anterior. Y además, me parece que yo necesitaba aquella ruptura de esquemas. Las cosas son como son, y aquellos "médicos invisibles" no dejaban de ser muy sinceros y pragmáticos. ¿Qué tenía eso de malo? Pues nada. Pero yo tenía muchos prejuicios y muchas expectativas ilusorias y falsas.

En fin, tomé mi decisión más rápido de lo que había imaginado. No había terminado la mañana cuando, totalmente arrepentida de haberme escapado del "tren" y haber dejado plantados a los "operadores", corrí a decirles "internamente", a suplicarles, que me hicieran en el cerebro lo que fuera necesario. Que estaba deseando ser "efectiva" y que, hum, bueno, gracias por haberme ofrecido tan maravillosa oportunidad. 

Pero como no quería esperar a la noche para intentar soñar la manera de comunicar algo al mundo onírico (en mi perspectiva ignorante de aquel entonces, aún pensaba que cuanto más horas pasaran, más imposible sería recuperar el tren perdido), ni tampoco arriesgarme a no soñar con aquella "gente" otra vez, decidí hacer una especie de acto simbólico/ritual que les diera a entender, sin ningún tipo de duda, mi decisión.

Yo no entendía cómo funcionaba la comunicación entre "mundos" o dimensiones de la energía/consciencia, y pensaba, infantilmente, que tenía que hacer algo muy intenso, marcado y explícito para que "ellos" se dieran por enterados y me "hicieran caso". No sabía que "ellos" (sean lo que sean ellos, o quienes sean) ya estaban enterados, y que quien tenía que darse por enterada era yo. Pero en fin, sea como sea, se me ocurrió irme a un lugar peculiar que había conocido tiempo atrás, en el cual estaría sola, en silencio y en un estado lo más parecido al sueño profundo: una cabina de flotación.

Sí, eran los tiempos en que se estrenó el "flotarium" en Barcelona, y yo lo había probado alguna vez, y me había gustado, porque realmente me relajaba mucho. Así que me fui hacia allí sin tardar, muy decidida de lo que iba a hacer. Cuando finalmente estuve dentro de aquella especie de huevo oscuro y acuoso (muy parecido al medio intrauterino, ciertamente) y cuando alcancé el estado de relajación profunda, mentalmente me dirigí hacia los misteriosos operadores de mi sueño y les dije que había reconsiderado su oferta. Que por favor, me aceptaran de nuevo y me cambiaran el cerebro de una vez, porque en realidad mi vida me hacía sufrir, así que casi no tenía nada que perder, y quería ser efectiva, sí. Efectiva.Y así lograría por fin cambiar de vida.

Esperaba quedarme dormida, soñar algo interesante, o que sucediera algo inusual. Pero no. No pasó nada, no noté nada. Yo estaba allí, sola en aquel huevo, y ya está. Cuando terminó el tiempo de flotación pactado, sonó la señal acústica y empezaron a encenderse las luces, yo estaba un poco decepcionada. No solo no había notado nada especial, sino que además me sentía igual que siempre. Me preguntaba si "ellos" me habían escuchado, porque lo que tenía claro es que no podían haberme operado. ¡Si ni siquiera me había dormido!

"Oh, por favor, que no haya perdido esa oportunidad", me dije para mis adentros, mientras salía de aquel huevo lleno de aguas saladas. Yo había querido que aquel ritual fuera como un nuevo nacimiento, pero todo era lo de siempre. ¡Por favor, que al menos en sueños "ellos" aparecieran otra vez...!

Entonces, al incorporarme e irme a secar con la toalla, noté que tenía vértigo. Se me iba la cabeza y el mundo parecía girar demasiado deprisa. Vaya. No era la primera vez que tenía vértigo, pero pensaba que ya había superado aquello (hacía años que no había sufrido ningún nuevo episodio) Un poco fastidiada, ralenticé mis gestos. Y entonces noté que me sentía infinitamente cansada, y como vacía de energía. Es más, me costaba enderezar la columna vertebral. Me sentía completamente acabada. Vieja. Sin fuerzas. Desanimada, además. Me costaba respirar hondamente y, con todo junto, tuve que armarme de determinación para vestirme, salir, pagar y llegar hasta la calle. 

Esperaba que el aire fresco y la luz solar me reanimaran, pero comprobé que seguía sintiéndome viejísima. La tendencia de mi cuerpo, si la seguía, era encorvarse. Me costaba mantener la espalda erguida, y definitivamente me sentía acabada, sin fuerzas y con unas enormes ganas de llorar.

¡Menuda pifia! Yo había esperado una fulgurante operación cerebral de la cual saliera una especie de superwoman, y mira tú en lo que me había convertido: en una piltrafilla humana. Llegué a mi casa como pude, comí lo que pude y me derrumbé en la cama. No tenía fuerzas de nada, pero tampoco ganas. Me hubiera metido en un hueco oscuro para dormir, vegetar y lloriquear indefinidamente. 

Tampoco podía, curiosamente, pensar para intentar definir qué demonios me estaba pasando. De repente no era muy capaz de hilar reflexiones largas y bien elaboradas, como era habitual en mí. Ni siquiera me veía con ánimo de chatear por internet con mis amigos, cosa que, en aquel entonces, era un vicio para mí. Me pasaba horas cada noche en un chat sobre sueños, hablando con mis compañeros de experimentación onírica. Pero de repente no podía ni hacer eso.

Pensé que se me pasaría durmiendo, pero no. De hecho, luego pensé que se me pasaría en unos días, y tampoco. Estuve de baja, sin hacer nada, con una nebulosa mental, y aunque el vértigo sí se terminó esfumando, me quedaba esa sensación de extenuación, de andar encorvada como una vieja, y de no poder "pensar" o hilar pensamientos claros. Ah, y esa especie de tristeza depresiva profunda, apática. Luego, con los días, la tristeza dio paso a una especie de rabia. De manera espontánea, me quedé sorprendida porque me empezaron a surgir recuerdos de mi infancia más remota y comprobé, para mi pasmo, que eran dolorosos, desagradables, difíciles.

Hasta aquel día yo había estado siempre convencida de que mi infancia había sido idílica. La llamaba "mi tierna infancia" y me deleitaba en los recuerdos soleados, rosados, felices. Ahora, sin embargo, me encontraba recordando (y sin que vinieran a cuento) anécdotas en las que mi madre, por ejemplo, se comportaba agresivamente conmigo, de manera humillante o poco amorosa. Eran flashes espontáneos, regresivos, donde revivía situaciones feas y violentas. Y me fastidiaba enormemente aquello, dado que yo convivía en aquel tiempo con mis padres, y recordar cosas así me dificultaba la convivencia. Me sentía sumamente dolida, enfadada y triste con mi madre, aunque no entendía bien por qué. 

Es decir, sí lo sabía, porque ahora recordaba anécdotas olvidadas que habían provocado en mí, cuando fui niña, una sensación constante de no ser querida o aceptada. Pero no quería asumir mucho esos recuerdos y los censuraba, les restaba valor. Prefería la versión anterior de mi infancia, la que yo creía que era real, tan feliz, tan idílica, tan fácil. Y además (me repetía a mi misma) tenía que estar agradecida, no debía guardarle rencor a mi madre, ella había hecho lo que había podido, etc. Me sentía culpable, pues, de recordar algunas cosas que cuestionaban su aura intachable, como si fuera una mala hija por haber sufrido, en ocasiones, debido a sus errores.

No sabía muy bien qué hacer con aquellas emociones y "recuerdos" que aparecían en tropel y sin haberlos buscado, ni tampoco con mi decrépito estado, ni con mi incapacidad para "pensar" e hilar reflexiones, salvo esperar. 

Por fin, después de casi un mes de estar así, viviendo como en piloto automático, fue como si saliera el sol. Recuperé mis "facultades" intelectuales y se me pasó la tristeza. Es más: de repente tuve una especie de arrebato de lucidez y comprendí, con una perspectiva totalmente inesperada para mí, algunas cuestiones sobre la psique de las personas. Entendí que algunos de los que yo condideraba mis "peores rasgos" eran el fruto de la deformación o "estropeamiento" de mis mejores dones. Lo ví como una ecuación matemática, casi al modo científico: los rasgos de mi carácter que me hacían sufrir o que me habían supuesto un problema, correspondían de manera matemática con un "don" innato (desconocido hasta el momento para mi) sofocado, y que por estar reprimido o negado, se había retorcido sobre si mismo, degenerando en algo destructivo.

Aquella comprensión súbita me dejó noqueada y fascinada, y sentí el impulso y la necesidad de escribir sobre ello. Aquel escrito me ocupó algunos folios y lo titulé "Los Dones Estropeados". Hoy creo que fue mi primer escrito "inspirado" o canalizado, aunque todavía faltaban muchos años para que yo empezara a poder oir a mis guías y escribiera algo inspirado de manera consciente, o supiera ni siquiera lo que era "canalizar" o escribir "inspirada por x". 

Sea como sea, la verdad atisbada en "Los Dones Estropeados" me reconcilió con lo peor de mí misma, al darme cuenta de que, oculto tras eso, estaba latente un don sin desarrollar o comprender. ¡De manera que por primera vez conecté con mis dones genuinos...! ¡Era tan fácil como observar lo que consideraba los peores defectos de mi misma, y buscar su raíz!

Entendí que la energía de un don innato nunca se pierde, sino que, como cualquier otra energía, se transforma. Si tu vocación es, por ejemplo, comunicar, y las circunstancias te reprimen esa expresión de un modo, lo harás de otro. Si la represión aumenta, irás buscando maneras de vivir ese potencial, hasta que al final éste se habrá convertido en algo retorcido, casi en una caricatura de si mismo. 

En casos extremos, el don se convierte en un defecto que te amarga la vida, pero, en esencia, su energía era (y sigue siendo) preciosa. En un estado natural, y sin determinadas represiones externas, el don florecería sin más y resultaría beneficioso para uno mismo y para los demás. Cuando uno se da cuenta de cómo se pervirtió ese don, dando lugar al defecto, puede revertir el proceso y liberar el potencial, para que florezca por fin.

Me entusiasmó mi descubrimiento y compartí mi escrito con algunos ciber amigos. Ya apuntaban mis maneras de escritora, ja, ja, aunque estaba lejos de imaginarme que un día escribiría nada menos que libros. Al fin, tuve que admitir que, aunque no había vuelto a soñar con los "operadores", ni había tenido ninguna "sensación" que confirmara mi operación, lo debían de haber realizado de todos modos, tal vez en algún estado de sueño profundo del que yo no recordaba nada.

Claro que mi vida tardó mucho en empezar a ser "efectiva", hasta lograr cambiarla radicalmente, y aún hoy hay algunas facetas de lo cotidiano que se me resisten. Pero al menos ahora sé que no todo está pre-fijado, y que existen caminos de cambio y transformación personal impensables, inimaginables, o que nos resultan desconocidos. Por ejemplo, una noche te visitan unos cirujanos cerebrales en sueños, y tu vida empieza a darse la vuelta como un calcetín, fíjate. 

En cuanto a si existen realmente entidades "espirituales", o intangibles que, desde alguna "dimensión" (?) nos observan, nos conocen y hasta pueden echarnos un cable "operándonos" (no solo dando consejos), sinceramente no tengo una respuesta clara a eso. Yo diría que sí, y tiendo a creerlo por mis experiencias (la que he narrado no es la única "operación" experimentada, aunque sí fue la primera que recuerdo, y la más rompedora para mis esquemas mentales) Pero tampoco puedo asegurarlo al cien por cien, porque ni siquiera sé de qué estoy hablando exactamente. Este es un campo muy misterioso.

Entramos en territorios oníricos, cosas percibidas desde el hemisferio derecho. ¿Y si lo que soñé fuera un símbolo de otra cosa...? Pero claro, aunque fuera un "símbolo", ¿no tiene unas repercusiones enormes asumir que algo así puede llegar a suceder? Simbólico o no simbólico, ¿no es impresionante asumir, conceder que una persona como era yo, que ni siquiera había cuestionado su funcionamiento cerebral, porque ni siquiera sabía nada psiquiatría o ciencia neuronal, sueñe algo así, y a raíz de un "permiso" dado de manera silenciosa, se desencadene una cascada de repercusiones físicas tan peculiares (anímicas y racionales) que finalmente dieron lugar a una transformación real, efectiva y sin precedentes en mi vida?

Es decir: aunque fuera una misteriosa parte de mí la que le hubiera hecho esto a sí misma (que ya es mucho suponer) ¿no sería asombroso? ¿Y no suscitaría también otras preguntas que quedan sin resolver, como por ejemplo por qué sucedió eso justo entonces, y no antes o después? ¿O qué significaban aquellos símbolos oníricos tan extraños (el trío de la muerte, el tren con otros candidatos a la operación, el quirófano semicircular, los espectadores científicos viendo las operaciones, etcétera)? ¿Qué sentido tiene todo eso, para alguien que asuma que todo me lo inventé yo? ¿Acaso mi "yo" estaba intentando operar a otros, o tenía fantasías de ser un cirujano cerebral célebre que formaba parte de un equipo para cambiar a muchas personas?

¿No resulta más simple pensar que otras consciencias pudieran estar, de algún modo que aún no comprendemos, incidiendo sobre mi mente y la de otros seres humanos? ¿No es más natural pensar que lo que nos sucede no procede única y exclusivamente de nuestra mente, sino también de las mentes ajenas? 

¿No es acaso un síntoma de locura, de desequilibrio, pensar que es uno mismo quien lo provoca todo en la propia vida, y que, por lo tanto, uno debería controlar TODOS los acontecimientos y así controlar su propia vida? 

¿No indica la realidad, así como la sensatez, que somos un producto en el que se mezcla lo propio (e interno) con lo externo, inclusive nuestra relación con los demás?



¿Y si existieran, pues, otras "influencias" capaces de incidir de distintas maneras en nuestra energía, o en nuestro ser, y éstas se vieran reflejadas de diferentes maneras en sueños, a falta de ser reconocidas en una vida cotidiana donde, generalmente, les negamos la realidad porque hemos aprendido desde niños que no existen? 

Pero claro, esto da mucho qué pensar. Porque, aún siendo optimistas y "creyentes" esperanzados, no se le puede escapar, a la parte más pragmática y realista de nuestro ser, que, si esto es verdad, es decir, si es posible que "entidades o energías" "x" puedan incidir en nuestros seres para afectarlos y cambiar nuestro "funcionamiento" de manera deliberada, entonces también son factibles las manipulaciones que nos dañen. Justo lo que en otros sueños o percepciones se sugiere, como por ejemplo en lo que conté ayer sobre la "nuez partida" y la ruptura entre sexos.

Y claro, eso que es inquietante. Con lo cual, uno no sabe si "creer" en "otras conciencias" influyendo a la humanidad es un consuelo o una desgracia, ya que bastante mal andan las cosas en algunas dimensiones del mundo, como para añadirle a la ecuación manipulaciones realizadas por vete a saber qué o quiénes. Manipulaciones que, además, no controlamos, porque ni siquiera nos damos cuenta de que existen. Qué lío, pues.

Y por esa razón, yo, desde que inicié mi camino como chamana, le digo a todo el que quiera escucharme, que el chamanismo, o es vocacional cien por cien, o es mejor ni meterse en ello. Porque te puedes ver metida en un lío de mucho cuidado, y luego vienen las lamentaciones y el "Ay, era todo más fácil antes, preferiría no haber visto esto, o aquello". 

Y respecto a las creencias en entidades espirituales, también pienso lo mismo. ¿Quién soy yo para animar a nadie a ver más de lo que ve, o para presionar a otros a que sigan mi camino? Hay quien ve desde fuera lo poco que sabe de mi experiencia, o lee mis libros, y se dice: "¡Qué suerte tiene esta mujer!". Pero no, no es una suerte. Es solo lo que es, y a mí me gusta porque es mi camino, y es vocacional, pero ya está. El despertar a ratos también ha sido horroroso, duro como una roca aplastándome, triturándome. También en alguna ocasión acabé vomitando -literalmente- como Neo al despertar, pues algunas cosas de las que he tomado conciencia no las podía digerir. Y también he atravesado momentos de mucho dolor y de muchísimo miedo. 

No se lo deseo a nadie, pues. Que cada uno viva lo que esté en su bien y en su potencial vivir, y lo que desee y quiera asumir para sí mismo, porque yo no voy a hacer propaganda de nada, ni voy a dar palmaditas en los hombros ajenos, diciendo: "Venga, anímense, que esto es lo más, lánzate y ya verás". 

No, lo honesto es hacer como Morfeo y ofrecer las dos pastillitas sólo a los que buscan de verdad "otra perspectiva" y te insisten, pero sin hacer proselitismo y sin encubrir la parte dura del asunto.



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