miércoles, 20 de marzo de 2013

La nuez partida y ruptura entre sexos. (Conspiranoia total)





Voy a seguir con el tema de los hemisferios cerebrales, pero ahora lo haré con historietas chamánicas de mi cosecha personal, que para eso también soy contadora de historias.

En cierta ocasión me encontraba haciéndole una sesión de sanación a un amigo. Tuvo una especie de regresión catártica en la que recordó haber sido víctima de un sacrificio humano. El no creía en vidas pasadas,  y yo no lo tenía del todo claro, pero eso era lo que salía de su cuerpo dolorido: una memoria brutal y dolorosa de haber sido "sacrificado" de adolescente a algún "dios" exigente de carne y sangre. 
O no, porque igual el tal dios no exigía nada o ni siquiera existía como tal, y eran los humanos los locos obsesionados por "agradar" a no se sabe qué energía cósmica, a base de darle vida joven, sangre derramada. 

En fin, no lo puedo saber, porque eran mis primeros tiempos como chamanita en prácticas y no llegué a tanta averiguación, ni tuve tanta claridad. De hecho, el asunto se fue tornando turbulento y confuso en escala ascendente. Era como ir tirando del hilo de una emoción y sensación física, del cual iban saliendo historias encadenadas en diferentes tiempos y lugares, todas con el denominador común del "sacrificio" (ser sacrificado en aras de algún dios) Mi amigo flipaba porque era la primera vez que sentía algo así, pero yo también me estaba viendo afectada. (De hecho, casi siempre soy enormemente afectada por cualquier sesión realizada a otra persona, o incluso por el hecho de escuchar su historia o dialogar con alguien sobre determinados temas)

Y bueno, en esa "afectación", empecé a sentir que mi mente entraba en una especie de nebulosa y espesor. Me empecé a sentir extraña, como si fuera a perder el sentido de lo real, o me estuviera desorientando de alguna manera, y oí que mis Guías me decían que mi estado se debía a que se estaba removiendo, también en mí, una memoria muy profunda que afectaba a mi cuerpo de energía. Debía dejar mi rol activo en la sesión, tumbarme en otra cama (mi amigo ya estaba tumbado, con los ojos cerrados y relajado) y permitir que los Guías "trabajaran" con nuestra energía liberando los ecos de algo enquistado en nuestro ser, gracias a la sinergia que se había creado entre mi amigo y yo.

Así que me tumbé, cerré los ojos y en cuanto puse en segundo plano mi rol terapéutico y me puse receptiva a la sanación que yo también debía recibir, viví por mi parte una regresión extrañísima que explicaba la momentánea desorientación y nebulosa padecida. En ese "recuerdo", experimenté durante instantes fugaces cómo fue vivir en una época y mundo donde existía una armonía perfecta entre los dos sexos, es decir, entre hombres y mujeres. Había una comunicación plena entre ambos, no se producían esos problemas de comprensión mutua y respectivo desconocimiento a los que hoy estamos tan acostumbrados. Casi que nos entendíamos sin palabras y actuábamos unidos, sincronizados, sin chirridos ni disonancias. Pero entonces, una noche, sucedió "la distorsión".

Sí, suena extraño incluso para mí, hoy, decirlo así: ¡En una sola noche...! Ni siquiera estoy segura de que lo que recordé fuera literal. No sé si reviví una especie de resumen encriptado de una verdad más compleja o profunda. Pero, sea como sea, recordé que una noche hubo algo así como una "onda" de energía (¿electromagnética? ¿o de qué tipo?) recorriendo la faz de la Tierra y, al despertar, las mujeres y los hombres ya no estaban sincronizados ni armonizados. ¡De repente, y sin saber por qué, sintieron desconfianza mutua! Y surgieron los primeros malentendidos.

Recordé la primera angustia que conllevó sentir la súbita dificultad comunicativa, y lo que vino luego: las discusiones de pareja entre hombres y mujeres, las conversaciones absurdas o en bucle, que no conducían a ninguna parte. Recordé la "sensación de recordar", siendo una humana antigua, que "antes" nos entendíamos, y recordé el esfuerzo desesperado que hice por recuperar "lo de antes". Esa armonía que teníamos.

Al mismo tiempo, también sentí que ese recuerdo era medio inconsciente y ninguno de los dos sexos podíamos verbalizarlo claramente. Sabíamos algo, recordábamos algo, pero no podíamos expresarlo con palabras. Era como intuir un no se sabe qué o intentar traer a la consciencia algo que se te escapa una y otra vez. La frustración, entonces, nos dominaba, nos superaba, y acabábamos muy a menudo pagándolo con el otro: "¡No me entiendes! ¡No me escuchas! ¡Ya no te importo!¡Sólo piensas en tí!" etc.

Así surgieron los primeros llantos de impotencia y tristeza porque, asociada a la distorsión comunicativa, surgió por primera vez la sensación de soledad. La mujer empezó a sentirse sola junto al hombre, y viceversa. Enseguida se crearon los primeros conciliábulos de mujeres con mujeres para desahogar su frustración y criticar a los hombres, y de hombres con hombres haciendo lo mismo hacia las mujeres. 

Hasta entonces era normal que las mujeres estuvieran juntas muchas veces, pero no existía esa sensación de "sólo entre nosotras nos entendemos", y lo mismo había sucedido con los hombres. Había sido natural que hombres y mujeres formaran a veces grupos aparte, pero de ahí a reunirse para reforzarse haciendo complicidad "contra" el sexo opuesto había un trecho. Antes, por el contrario, el hombre y la mujer encajaban entre sí como las dos mitades de algo cuya naturaleza consistiera en fundirse suavemente entre sí, sin esfuerzos, pero tampoco sin reticencias. Y nada podía superar la complicidad que surgía entre ambos.

Yo estaba asombrada y a la vez acongojada por lo que estaba recordando, y no pude menos que gritar a los Guías (en silencio, para no estorbar el proceso personal de mi amigo) una pregunta: ¿Qué sucedió? ¿Qué estaba recordando yo exactamente? 

La respuesta me horrorizó: "Una manipulación". La imagen que acompañaba a esta respuesta era la de una especie de "espina" o cuña afilada introduciéndose sibilinamente entre nuestros dos hemisferios cerebrales. ¡Zas! Esa cosa de energía, finísima y afilada, había hendido nuestro puente calloso y había alterado para siempre la sincronización y armonía entre los dos hemisferios. En consecuencia, había introducido la división en el mundo, sobretodo entre lo masculino y lo femenino.

La repercusión que yo estaba recordando, esa especie de muro de distancia e incomprensión entre sexos, en realidad sólo era una de las diferentes consecuencias de la manipulación. Porque esa espina hiriendo nuestra unidad cerebral estaba distorsionando nuestra percepción y convirtiendo lo que veíamos en una eterna competencia, lucha y tensión entre dos bandos, y además lo estaba haciendo para siempre... Porque esto se iba a retransmitir de padres a hijos, y por lo tanto a perpetuar, salvo que uno llegara a "recordarlo", a "verlo" y así, consciencia mediante y con la ayuda de los Guías (símbolo y representación de las consciencias despiertas que viven más cerca de la Unidad), desintalara la maligna "espina" y se deshiciera de su efecto pernicioso.

No era casual, pues, que aquel tema hubiera surgido al ayudar a un amigo con quien, además, yo había tenido una relación afectiva en el pasado (aunque no prosperó) Estábamos constelando un drama antiguo porque, debido a nuestras diferencias y a nuestra historia común, estábamos en una situación idónea para hacerlo. 

¿Y por qué el tema había surgido a raíz de su regresión relativa a sacrificios humanos? Pues porque una idea tan aberrante como el sacrificio de un ser humano "para agradar a los dioses" o "a Dios", sólo pudo surgir en el ser humano una vez que éste perdió la comunicación plena y empezó, literalmente, a desvariar en su percepción del "otro", pero también de Dios y de Lo Sagrado. 


En fin: recordar la armonía perdida y la distorsión divisoria me mareaba. Realmente, lo más adecuado era permanecer tumbada en la cama y sin mover un dedo, porque pasé por unos minutos de total confusión en los que me parecía que había perdido el norte, las coordenadas, el sentido del tiempo. Sentía todo extrañísimo. Menos mal que oía a los Guías como a lo lejos, diciéndome: "No tengas miedo, respira, pronto se habrá terminado". Era como si me estuvieran "operando" en la energía y yo, tumbada en una camilla y medio anestesiada, estuviera sintiendo que mi cerebro era puesto del revés, removido, recosido, limpiado... qué se yo.

Luego pensé: "¡Qué bien, ahora mi entendimiento con el sexo opuesto será instantáneo, ya no viviré más distorsiones!". Y me imaginé viviendo de un modo beatífico, desconocido hasta el momento, sintiendo una comprensión absoluta e inmediata de todo. 

En fin, sueños eran, porque los Guías pronto se encargaron de decirme que los efectos de aquella "sesión" solo se notarían muy a largo plazo y que, además, yo no existía sola en el mundo. Y mientras la mayoría de mi sociedad tuviera la dichosa "espina" metida entre hemisferio y hemisferio, poco se podría hacer, ya que nos influimos mutuamente y constantemente. Es como lo que le sucede a quien nace "viendo" la energía, que al crecer entre "ciegos" se le quita esa facultad si no la comparte con nadie y si el mundo entero a su alrededor niega la capacidad visionaria. 

Nuestra percepción y nuestra mente es más compartida de lo que pensamos, por eso cuesta vivir ciertas verdades si seguimos inmersos en un mundo que las contraría. Sostener una visión distinta a la de la mayoría requiere un esfuerzo casi constante, o estar muy consolidado, y yo... ¡Bueno, he hecho lo que he podido! Hay lo que hay, y toca lidiar con un mundo muy polarizado, eso es todo.

La ventaja que sí me ha dado vivir aquella "operación de limpieza" tal vez sólo ha sido una: siempre me ha quedado el recuerdo de aquella "vida" distinta. El eco. La certeza de que hay otra forma de ser "hombres" y "mujeres" y entendernos, vivir juntos. 

En su momento escribí la regresión, la comenté con mi amigo, y de algún modo hice todo lo posible para no olvidarla, para que no volviera al mundo de las sombras. Por eso, muy de tanto en tanto, rememoro aquel día y atisbo, una vez más, el vértigo aquél de haber experimentado la armonía original, y luego la extraña manipulación nocturna. Despertarse y de repente desconfiar de tu compañero sin más, todo porque algo en tu cerebro se ha desencajado tan sólo una milésima de centímetro, muy poco, pero lo suficiente como para fastidiarlo todo. Y saber que, en algún tiempo, fuimos de otra manera. Que no es obligatorio ser como somos. 

También me sirvió para llegar a la conclusión de que, en realidad, tal vez ni siquiera sabemos, pero de veras, lo que significa ser hombre y mujer o vivir una relación de pareja. Nos basamos en lo que conocemos para dogmatizar, elucubrar, repetir y asegurar que las cosas son así, o asá, pero... ¿Y si fuera verdad que nuestro estado actual es un estado enfermo, distorsionado? ¿Cómo sería "ser" de otra manera? ¿Qué sabemos, en verdad, acerca de la humanidad? ¡Muy poco!

Por supuesto, en su día pregunté si aquella manipulación fue algo deliberado, porque no podía creerlo. Tal vez por influencia del mito de Adán y Eva, estaba predispuesta a pensar que todo problema posible es siempre culpa nuestra, que siempre todo se explica porque hicimos algo mal y por eso lo jodimos todo, así que no entraba en mis expectativas escuchar la respuesta que escuché: "Fue una manipulación deliberada". Me cayeron lágrimas al oírlo. Enterarme de que existe la crueldad deliberada hacia seres inocentes siempre me supera. Asumir que algo puede querer hacerte daño sin que tú le hayas dado, en teoría, motivos, es siempre una enormidad para cualquiera. ¡Parece tan injusto...! 

A través de mis lágrimas pregunté: ¿Por qué? Y la respuesta fue: "Para dominar a la humanidad. Divide y vencerás. ¿Crees que habría tanto sufrimiento y tantas guerras en el mundo, si el hombre y la mujer vivieran en la armonía original? ¡El amor mutuo entre sexos lo cambia todo...! Cuando Dios creó a los dos sexos, no era para que vivieran con sufrimiento la relación mutua, ¡sino al contrario!

Y aquí ya me acabé. Mi cerebro literalmente me dolía (supongo que mis esquemas mentales estaban saltando hechos pedazos), pero es que además una tristeza enorme me salía de dentro. ¡Ay...! ¡Qué nostalgia, qué desesperación! ¡Yo quería volver a vivir ese amor, esa unidad, "aquello"...! Sentí la misma tristeza desesperada que siento aún ahora, en las ocasiones en las que he discutido por tonterías con mi pareja, todo para darme cuenta horas después de que, ¡una vez más!, hemos hecho el idiota, "algo" nos ha nublado la mente, hemos vivido la distorsión y hemos salido de la armonía y sincronicidad que en otras ocasiones hemos experimentado. 

¡A veces me siento tan impotente...! Es como vivir en una pesadilla: sabes que solo es un estado, que muchas cosas percibidas son ilusorias y tramposas, pero caes de nuevo sin que te des cuenta en algunas de esas trampas. Dios mío... ¿No podemos vivir simplemente el amor que nos tenemos? ¿No puede ser todo más sencillo? ¿Quién odia tanto a la humanidad, quién quiere desgraciar el sagrado amor de las parejas? ¿Qué es todo esto? ¿O soy yo, que me he vuelto loca y busco culpables misteriosos y desconocidos en el exterior para atriburiles lo que solo es el fruto de mis propios errores?

Pero mis Guías insistieron en su versión del asunto, y no sólo ellos. En sueños a veces veo cosas similares a una "invasión" de la energía terrestre realizada desde el "exterior". Un "mal" extraño e innombrable, infeccioso aunque intangible, enfermando a nuestro mundo. Es algo, en verdad, muy enigmático. 

Desde el hemisferio izquierdo, o sea, poniéndome científica, me he llegado a preguntar si el desequilibrio de ciertas sociedades humanas y nuestra pérdida de armonía y unidad no tendrá su origen en algo así como virus o elementos nocivos llegados del espacio a través de meteoritos, y que sea "eso" lo que luego la mente traduzca como "entidades malignas distorsionantes", "demonios" y tal. A fin de cuentas, un desequilibrio bioquímico o un evenenamiento puede producir síntomas de perturbación emocional y mental, comportamientos desequilibrados. Entonces, y si esto fuera cierto, nuestro cerebro estaría haciendo algo así como dibujar en nuestra mente un monigote feo con grandes dientes y cara de mala ostia, todo para representar al virus/veneno de turno. Sería una estrategia infantil, pero efectiva para darnos un mensaje: estamos psíquicamente enfermos y, como colectivo, necesitamos desarrollar unas defensas específicas que combatan o anulen los efectos en nuestro ser de este "mal". 

Pero luego recuerdo aquella "onda" recorriendo la faz de la Tierra durante una noche, y no me cuadra con lo del virus. Y me sigo haciendo muchas preguntas. ¿Qué significa eso de que sucedió de noche, mientras el ser humano dormía

En fin, sea como sea, me cuesta asumir una intencionalidad de esa manipulación. ¿Por qué querría nada o nadie dividir a la humanidad, si esta división no ha hecho más que causar desastres en la Tierra, desastres que afectan a todas las otras especies vivas, y al mismísimo planeta? Me digo entonces que esta es una idea absurda, es algo totalmente conspiranoico. Y yo no quiero ser conspiranoica. (Ya sé que a veces parece que sí, pero en realidad me resisto mucho a estas ideas) 

En todo caso, la respuesta que los Guías me dan al "por qué" es otra pregunta: "¿Para qué partes una nuez, si no es para comértela?" Es decir: el cerebro se simboliza, en esta frase, con una nuez que "algo" o "alguien" parte en dos, con la intención de comérselo. Puf. ¿Quién o qué se come nuestro cerebro, entonces? (Su energía, quiero decir) ¡Buena pregunta! 

Y si os digo la verdad, todavía no tengo la respuesta. Eso sí, me gustaría averiguarlo antes de morirme para transmitir a otros el conocimiento que surja, sea éste cual sea (incluso si contraría todo lo que acabo de decir, y tengo que rectificarme) Porque aunque yo no sé si podré vivir, en mis días, una recuperación de aquella fantástica armonía original, no pierdo la esperanza de que otros seres humanos lo consigan. ¿Quién sabe? Pero para que eso suceda hay que compartir lo que se sabe.

Como chamana, me veo a mí misma como una celulita exploradora que sale a investigar, con la idea de retornar con las demás y contarles lo que ha visto. Y si todos hacemos lo mismo a nuestra manera, con nuestras particularidades y nuestros medios, tal vez algún día lleguemos a comprender lo que nos sucede como especie. Y entonces podríamos detener este desastre, este desenfreno "extinguidor" de vida y tanto sufrimiento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario