martes, 19 de marzo de 2013

Las Personas Puente y su misión, hoy.



(Saber escuchar a los "otro mundos", propio de personas puente. Pintura de Víctor Crisóstomo Gómez)

El puente. Los científicos le llaman cuerpo calloso, y aún están empezando a entender cómo funciona esta conjunto de fibras neuronales que une ambos hemisferios. La cosa es que, sin el cuerpo calloso, o con él lesionado, la información entre hemisferios no se comparte o se comparte peor, lo cual produce situaciones extrañas y hasta disparatadas (como por ejemplo, dos manos intentando hacer cosas opuestas)

Pero eso no es todo: aunque "en general" el cuerpo calloso es imprescindible para la intercomunicación de nuestros dos hemisferios, y por consiguiente para nuestra eficacia como seres humanos, se da la circunstancia de que, a veces, algunas personas que nacen sin él (agenesia del cuerpo calloso, lo llaman) también inter comunican o sincronizan sus hemisferios. ¿Pero entonces cómo lo hacen, si no hay "puente" físico que los una? 

Esa es una gran pregunta, porque, obviamente, algún puente tiene que haber, solo que en este caso no se ve. Algunos científicos intentan responder a este enigma apelando a un posible "electromagnetismo" comunicador entre ambos hemisferios, pero inevitablemente esto también conduce a algunos a pensar en que esta armonización sea cosa de la "consciencia". Sí, la consciencia, esa realidad inasible que nadie sabe exactamente de qué está hecha, o cómo y dónde se ubica. 

En fin, la cuestión es sumamente fascinante (aquí un artículo sobre esto) y me sirve para continuar con mis reflexiones. Aunque nuestro cuerpo produzca parte de nuestra consciencia, tal vez la consciencia también moldee o dirija nuestra carne, y no sea una mera espectadora de todo esto.

Sea como sea, de lo que se trata es de que en nuestro cerebro no existe exactamente la dualidad, sino sólo una fuerte tendencia hacia la misma cuando nos olvidamos de la existencia del puente o unión entre ambos hemisferios. En algunas sociedades (como la nuestra), y en algunos tiempos, se ha fomentado mucho el desarrollo o uso del hemisferio izquierdo. En otras, se fomenta mucho el del derecho. Por eso, los conflictos que hay en nuestro mundo entre sociedades tecnológicas (ese concepto de progreso que hemos interiorizado tanto) y sociedades "primitivas", pueden ser vistos también como un conflicto entre diferentes hemisferios. Todo por el olvido del puente, o por la dificultad de encarnarlo, de vivir sus virtudes, o incluso de ensalzarlo como un valor a fomentar y una herramienta valiosísima.
 
 Pero centrándonos en nuestra sociedad actual, algunas personas se identifican mucho con un hemisferio, y desarrollan aptitudes o actividades que le son propias. Tenemos, así, a una gran variedad de vocaciones racionales y pragmáticas, y también otras de índole más artística, mística, intuitiva, etc.
Por supuesto, nadie vive sólo centrado en un hemisferio, porque entonces no estaría ni siquiera vivo, y por muy racional (o místico) que sea uno, siempre necesitará siquiera unos gramos del otro hemisferio para vivir, porque en el caso contrario sobreviene la asfixia. Una sociedad saludable, de hecho, tendría un número equilibrado de miembros afines a un lado y otro. Esta sociedad sería algo así como el símbolo del yin y el yang: en ella existiría un movimiento fluído constante entre una tendencia y otra, pero, sobretodo, cada tendencia incluiría en su seno un poquito de lo contrario (ese puntito negro en el interior del color blanco, y viceversa)

Ahora bien, si lo interpretamos así, incluso este símbolo se quedaría corto para representar una sociedad donde no existiera una dualidad tan interiorizada en la mente de sus individuos. ¿Por qué? Pues porque, por muy equilibrado que sea el yin/yang, falta en él un espacio para el tercer grupo de personas que nacen de manera espontánea, y que son aquellos cuya mayor afinidad es el famoso puente. Ni blanco, ni negro, sino otra cosa que no puede ser representada como un extremo de luz/sombra; vacío/lleno; pasivo/activo. 

Una persona puente no podría corresponder a ninguno de los dos extremos (por mucho que incluyan al contrario), sino al círculo completo. Pero necesitaríamos, además, que el símbolo integrara todos los colores.
                                  
                                               (Arriba, mandala de Paul Heussenstamm)

Las personas que nacen con vocación de puente ¿cómo son? Pues como un círculo de arco iris que, además, incluye los tonos del blanco al negro, porque su corazón conecta con todo y lo incluye todo

Por lo tanto, estas personas son, generalmente, unas incomprendidas, porque vivimos en un mundo altamente dualizado. Se espera que uno sea "o esto, o aquello". Que defienda unos valores u otros, que sea activo o pasivo, que sea pro- o contra "algo". Las expectativas habituales de las personas no incluyen que alguien no se posicione "claramente" en las eternas luchas que surgen en las sociedades dualistas. Por eso, las personas puente se suelen convertir, tarde o temprano, en sospechosas. Los demás no se terminan de fiar de ellas porque no saben qué pensar: ¿De parte de "quién" estarán?

Y lo cierto es que estas gentes desconfiadas tienen razón, porque una auténtica persona puente nunca se sabe qué postura adoptará, y además, generalmente, dirá una de cal y una de arena. Y no porque quieran marear la perdiz, escaquearse vilmente de una batalla que los demás consideran "necesaria", o rehuir un compromiso activo con las grandes causas que promueven las sociedades dualizadas, sino porque, realmente, las personas puente (al menos las auténticas) están en el medio, escuchando y observando a las dos partes enfrentadas, y captando en cada una de ellas su gloria y su decadencia, sus vicios y virtudes, sus aciertos y sus errores. Al final, puede que se posicionen (y a menudo, lo hacen), pero no suelen hacerlo de manera predecible. 

¿A qué otra cosa se parecen las personas puente? Se parecen a Anubis, situado en el eje de la balanza del Juicio de los Muertos, con una mirada que, de entrada, nadie sabe si es amistosa u hostil, porque representa, en esos instantes, a la consciencia observante más objetiva que uno pueda imaginar. Anubis, un testigo imparcial de los actos de nuestra vida, permanece ahí, impertérrito, mezclando idénticas dosis de medición implacable y compasión. Se limita, él, a poner el corazón en la balanza junto con la pluma "de la verdad" y mirar para ver lo que sucede. 

La pluma, como su nombre indica, es verdad, es pureza. El corazón no simboliza emociones y sentimientos (esa es nuestra interpretación actual, pero para los egipcios el corazón simbolizaba "lo que impulsa la vitalidad", un compendio de actos con su intencionalidad incluída)

Así que si el corazón y la pluma estaban equilibrados, significaba que uno había vivido su vida con honestidad, que había sido verdadero, íntegro. Y eso era lo que significaba "pasar bien" el juicio. 

La Balanza también es un símbolo perfecto para el cerebro con sus dos hemisferios y el puente calloso. No es casual que sea el símbolo del Juicio del Alma, porque ¿no decimos de alguien equilibrado que es muy "juicioso" o que tiene "muy buen juicio"? Existe una relación directa entre el equilibrio de los dos hemisferios, nuestra capacidad para estar en el medio, sopesando, y el hecho de ser personas más o menos juiciosas. Yendo más allá, eso es, ni más ni menos, ser alguien justo. La verdadera justicia es la que surge del estado de ser donde actúa el cerebro trino.

                                            (Abajo, "Maat" según Lisa Iris)
                               
El elemento que permite que una balanza funcione, es precisamente el eje y nexo que une ambos platillos. Las personas con vocación de puente son, por lo tanto, imprescindibles en una sociedad saludable. Hay que dejarlas ser. Hay que dejarlas desarrollar su vocación. Hay que fomentar, incluso, el desarrollo de esa enigmática imparcialidad, de esa dificultad para posicionarse en un debate enfrentado, junto a uno de los dos bandos. Porque necesitaremos siempre de esos testigos, de esos nexos entre opuestos. 

Pero, ¡cuidado!, no estoy diciendo que una persona puente sea mejor o peor que una que esté en el lado izquierdo o derecho. Sólo digo que es necesaria para que ambos bandos puedan moverse, interactuar y hacer algo más que intentar eliminarse mutuamente. Porque el puente de la balanza une y separa al mismo tiempo, oxigenando las comunidades, permitiendo que haya espacios diferentes. La energía de las personas puente es lo que permite que una sociedad respire, y no enloquezca hasta el punto de intentar aniquilarse entre sí. Una sociedad donde el ser puente es una opción perseguida o sofocada, es una sociedad condenada a la Guerra Civil, ya sea explícita o encubiertamente.

Anubis es un símbolo de esas personas puente, pero hay muchos otros. De hecho, los chamanes genuinos, en la versión más pura de esta tradición universal, son personas puente por excelencia. El hecho de que dominen la entrada en los estados de consciencia propios del hemisferio derecho, y de que tengan visiones, sueños especiales, experiencias de trance, etc, no significa que un chamán sea alguien más afín al hemisferio derecho. No: un chamán ideal es puente, lo que pasa es que, para serlo, debe conocer y dominar mínimamente los estados de cada uno de los dos hemisferios. 

Por esa razón, los chamanes genuinos han sido siempre tan hábiles en el uso de la razón como en la vivencia de lo místico. Si uno lee, en los libros de antropología, las descripciones de chamanes que fueron reconocidos en sus tribus, a menudo verá que podían ser las personas más pragmáticas del mundo,  trabajando y viviendo en la tierra como todos los demás, para acto seguido (cuando las circunstancias lo exigían) adentrarse en el "Otro Mundo" y volverse los más irracionales, los más incomprensibles y enigmáticos. 

Esa integración de los aparentes contrarios era lo que rompía esquemas precisamente a las personas más dualizadas, pero también era la señal de que el chamán transitaba "el camino del medio". Ocasionalmente nos parecerá que la balanza prefiere la izquierda, o la derecha, porque pesa más uno de los dos platillos. Pero en realidad la balanza es los dos platillos, más el eje y nexo que los une. Lo mismo sucede con un chamán.

Por esta razón, el camino chamánico auténtico implica dominar lo verbal y lo intelectual tanto como lo instintivo; la razón y la intuición; lo cotidiano más burdo (amasar el pan, arar la tierra, cazar, etc) con lo más sublime (cantos sagrados, sueños, éxtasis). Y -lo más interesante de todo- el camino chamánico implica tender puentes no sólo entre los seres humanos y "otros mundos" no tangibles, sino también entre distintos mundos o grupos humanos y palpables. 

Así que tal vez uno de los retos mayores que tengan hoy los chamanes ante sí es tender puentes entre las sociedades más tecnológicas (y desconectadas de la Tierra y los seres vivos) y las sociedades tildadas de "primitivas" o no tecnológicas, esas que aún viven integradas en los paisajes salvajes.

Pues esto, quienes mejor pueden hacerlo, son las personas puente. Se necesita que florezcan, que adquieran consciencia de sí mismos, de su vocación, que se alegren de ser personas fronterizas que conocen mínimamente ambos mundos, capaces de hacerse entender tanto por uno, como por otro, porque dominan sus respectivos lenguajes y símbolos. ¡Que despierten ya, tantos chamanes que aún andan despistados, y entiendan que, más que apegarse a los estados propios del hemisferio derecho, o a un lado del conflicto, su misión es ser un puente entre ambos mundos y modos de ver la vida!  

***

Un Chamán es, al menos potencialmente, un traductor entre realidades, un aproximador entre sociedades, un mediador en conflictos. Por esa razón, su papel es más necesario que nunca en tribus, familias y sociedades altamente dualizadas y enquistadas en guerras, aunque también es, admitámoslo, quien tiene más las de perder en un conflicto enfrentado. Porque una de las reacciones típicas de la dualidad es tirarle piedras al que no es ni carne ni pescado, ni blanco ni negro, ni de izquierdas ni de derechas, ni salvaje ni civilizado, ni indígena "tribal", ni "occidental típico". 

Así que otra cosa que pueden vivir los chamanes, cuando nadan en sociedades tan dualizadas en su mente, es una soledad humana bastante intensa. Se preguntan a menudo: ¿De dónde soy, dónde está mi gente? Y descubren que nadan entre dos aguas, que viven siempre a caballo entre dos mundos. La sociedad los necesita (¡y mucho!) pero al mismo tiempo suele atacarlos, y a veces esto se produce desde los dos bandos. Sobretodo cuando lo que se quiere es... la guerra.

A mí me ha costado años darme cuenta de esta particularidad del camino chamánico, pero cuando por fin lo he entendido, me he reconciliado con algunos de mis rasgos menos... hum, convencionales...Con mi historia personal, tan llena de extremos, en la cual he estado viviendo no sólo en diferentes lugares, sino también adentrada en micro mundos muy diferentes, a veces opuestos los unos de los otros. También he entendido mejor de dónde venía mi eterna "manía" o predisposición a meterme en medio de conflictos, terminando verbalmente atacada muchas veces por haber dicho "sí, pero no"; por no haberme casado con un poder litigante, o con otro; por no haberme posicionado "claramente" en un lado de la guerra; por haber defendido a maltratadores o haber defendido a víctimas que no estaban bien vistas.

Hablando en términos chamánicos, diré que voy en contra de muchos manuales, al escuchar no sólo a las energías espirituales maravillosas, bondadosas y dulces, sino también a las que están llenas de odio, resentimiento, ira y ganas de reventarlo todo a patadas, porque se sienten jodidas. Siempre me pareció muy lógico "escuchar a todos", porque entendía que era la mejor manera de formarme "un buen juicio" sobre algo, pero he ido comprobando que, lo que para mí era tan natural, para otros era visto como una aberración o algo sospechoso.

Para muchas sociedades indígenas el símbolo por excelencia de la Unidad, y el puente entre los mundos espirituales y éste, era el arco iris. Esto se debía no sólo a su forma semi circular (que unía a la Tierra con el Cielo) sino también a que integra en su seno todos los colores del espectro, y lo hace además con un degradado tan sutil, tan difuminado, que es imposible "separar" visualmente de manera tajante un color de otro. Porque están fusionados entre sí.


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