domingo, 10 de marzo de 2013

La Santa Tecnología nos salvará. El Dios Internet.

(Vertedero "tecnológico" en Africa)

Si nuestros verdaderos dioses (o creencias) son aquellas realidades o seres de los cuales sentimos depender, aquellas verdades que no queremos cuestionar o aquello que nos parece algo absoluto, entonces en los tiempos actuales se perfila una nueva creencia, bastante generalizada además, que dice que la solución a todos nuestros problemas la traerá la ciencia, gracias a algún nuevo invento, o al hallazgo de vete a saber qué nueva fuente de energía, etc.

Aunque aún hay bastantes grupos humanos que apelan a Dios o a los dioses para ser salvados, en realidad es mucho más mayoritaria, al menos en el mundo civilizado, la creencia en que será la ciencia tecnológica quien nos salvará. Incluso entre los que creen en Dios, se apuesta por la tecnología igualmente. Como sociedad hemos asumido que sin ella no podemos vivir o que la vida sin tecnología que conocemos no sería vida, sino supervivencia, una clase de existencia cutre, triste, deprimente, indigna.

Es más: si preguntas a las personas de tu alrededor, o incluso te lo preguntas a tí mismo, a qué clase de cosas no renunciarías jamás, una de ellas seguro que serán las comodidades que nos aporta la tecnología, por ejemplo la del ocio y la comunicación (tv, videojuegos, telefonía móvil, internet, etc), pero sobretodo habría consenso en que nadie querría prescindir de cosas como la tecnología médica, porque sentimos que dependemos de ella. Yo lo resumiría en dos elementos irrenunciables: en general, prácticamente nadie de mi generación (y más jóvenes) renunciaría a internet ni a las técnicas médicas más sofisticadas. No, porque relacionamos internet con "no estar solos, incomunicados" y el ser humano es incapaz de pensarse aislado. En cuanto a la tecnología médica más sofisticada, tememos demasiado a la muerte, con lo cual siempre veremos justificada la inversión de grandes dosis de energía, dinero, etc, en que la tecnología médica se desarrolle más aún, porque no perdemos la inconfesable esperanza de que, en el último minuto, ésta nos ayude a prolongar la vida o incluso (en el summum de nuestros sueños) nos convierta en inmortales.

Pero existe un "pequeño" problema con la tecnología que actualmente conocemos, y es que es ecológicamente insostenible. La que no falla en el proceso de extracción de materiales, o de fabricación, falla en el proceso final, cuando los trastos y cachivaches desechados se convierten en una basura incorruptible, no reciclable y además tóxica para el medio ambiente. Existe numerosa información disponible en los medios sobre este "pequeño" problema, no me lo estoy inventando. Sin ir más lejos, la industria informática utiliza componentes tóxicos, y el problema del no reciclaje de los ordenadores (o de muchos de sus elementos) amenaza con convertirse en algo de dimensiones terroríficas. 

Africa es el continente que, hasta el momento, más va cargando con este problema. Basta investigar acerca de lo que se mueve alrededor del coltan, mineral esencial e imprescindible para la construcción de tecnología informática y de telefonía móvil, para descubrir auténticos infiernos desatados por la búsqueda de un mineral, un simple mineral...sobre el cual el mundo civilizado nunca piensa. Todos nos creemos tan guays cuando utilizamos nuestro ordenador, creemos que no contaminamos si alargamos su vida útil y lo llevamos luego al punto limpio, pero la triste realidad es que, para que nosotros disfrutemos de San Internet o de San Teléfono Móvil, el continente africano es agredido, contaminado y devastado.

Mucha de nuestra basura tecnológica es llevada en container, vía marítima, a este continente (aunque también a Asia) y se crean vertederos horrorosos, gigantes, donde languidecen nuestros ordenadores, etcétera, a la par que contaminan la tierra y comprometen la salud de generaciones enteras de africanos. Incluso una vez leí en un reportaje -no sé si sería verdad, pero empiezo a creerlo posible- que cuando no se sabía qué hacer con un excedente de basuras de este tipo, empresas tapadera fletaban barcos mercantes cargados de esta mierda que nadie quiere en su limpio y bonito país y, una vez en alta mar, "descargaban" de manera "accidental". Contenedores al agua, y problema solucionado. Ojos que no ven, corazones que no sienten. Pobre mar. Y pobres de nosotros.

Y todo esto a veces lo sabemos, porque sale en los periódicos, en las revistas, incluso -rizando el rizo de la paradoja- e internet. Pero no podemos, no queremos renunciar a esta tecnología porque la hemos convertido en un dios que esperamos que nos salve. Nos aferramos a la idea de que "gracias" a internet derrocaremos las estructuras perversas de poder contra la que nos rebelamos, cuando lo cierto es que, la mayoría de nosotros, no tenemos ni idea de qué más hacer salvo manifestarnos en la calle o darle al "me gusta" en el facebook. 

San Internet no nos está dando muchas más ideas, porque sencillamente está todo inventado. Las revoluciones se hacen con o sin internet, y han existido desde que el hombre es hombre. Es una mentira que "necesitemos" internet. Pregúntaselo a los franceses del siglo XVIII, o a las sufragistas, o fíjate cómo se abolió la esclavitud en determinados imperios o países. Internet nos viene bien sencillamente por una razón: acelera la comunicación y nos permite hablar con otros sin salir de nuestros hogares o incluso de nuestro lugar de trabajo. Es una cuestión, pues, de comodidad pura y dura, nada más. Nos evita tener que hacer eso tan pesado de viajar para ver a otro, o de salir a la calle para sentarse en un banco, o en un bar, y charlar con desconocidos o con amigos. 

Ya no nos hace falta "quedar", y pasar por la farragosa búsqueda de un día y una hora que a todos nos vaya igual de bien. Es tan fácil como estar en internet y charlar. Así que, aunque muchos no dejemos de "quedar" o de viajar de vez en cuando, internet nos da la sensación de haber facilitado mucho nuestras relaciones, porque nos ha evitado cansarnos (físicamente) y porque nos ha permitido tener "mucho y pronto" de algo que nos gusta: relacionarnos con otras personas. Porque somos de naturaleza gregaria.

Así que hay muchísima gente que está absolutamente convencida de que, gracias a internet, el mundo cambiará para mejor. Pero esta es una creencia que no surge del conocimiento de toda la realidad, sino de solo una parte. Si deificamos internet y lo convertimos en "el" medio salvador por excelencia o "la" manera de vivir/relacionarnos/transformar la sociedad, entonces es natural desear internet para todos. 

Esto es justo lo que muchos proponen, y ya se plantea lo ideal de regalar ordenadores portátiles baratos a los niños pobres del "tercer mundo", etc. "Un niño, un ordenador", etc. La nueva religión plantea que ordenador = salvación, y así como antiguamente iban los misioneros a Africa o Asia a regalar biblias y cruces, hoy se propone regalar ordenadores. Pero a poco que uno investigue los aspectos de esta industria, se dará cuenta de que nunca podrá haber ordenadores para todos. No, porque sería insostenible en términos de medio ambiente. Es más: para que medio mundo (el civilizado) disfrute actualmente de San Internet, medio mundo se intoxica con él. 

Con lo cual tenemos la paradoja de creer que internet ayudará a revertir las estructuras perversas del poder, pero al mismo tiempo contribuye a la destrucción del medio ambiente y la salud de millones de seres humanos de otros países. ¿Cómo se come eso? Es indigesto.

                                  
                                         (Manipulación de la antigua pintura de Bouguereau titulada "Una lección difícil")

¿A qué clase de poder creemos que vamos a derrocar con San Internet, entonces? No al que oprime a los pueblos en nombre del capitalismo salvaje, porque estamos dándole la razón y además, nuestro tiempo y nuestro dinero. Estamos diciendo, admitiendo, que para ser mejores seres humanos, y para mejorar el planeta, necesitamos una tecnología que se basa en la explotación salvaje de recursos, la esclavitud de personas, y el deterioro de su tierra. Porque, hoy por hoy, NO existe otra manera de hacer ordenadores o teléfonos móviles baratos, y difícilmente podrían construirse estos con algo 100% inocuo como la madera, la tierra o el cristal. 

Aún en el remoto caso de que la ciencia pudiera llegar a construir ordenadores así, 100% inocuos, por el camino habría sembrado el planeta de tóxicos de larga duración (siglos o incluso milenios) Con lo cual ¿es un precio que merece la pena pagar? ¿Vas a hipotecar el futuro de la naturaleza, todo para conseguir algo tan ecológico que esté, por así decirlo, hecho de tierra y madera? ¿No es una idea absurda? ¿Y el derecho a tener un medio ambiente limpio y libre no es -o no debería ser- el principal derecho de cualquier pueblo? Pero nos pesa más nuestro "derecho" a tener internet o "medios", que nuestro propio derecho a vivir libres de tóxicos. Somo tan adictos, que preferimos un chute más de tecnología placentera/cómoda/veloz, aunque sepamos que, a largo plazo, nos daña. Y que -sobretodo- hoy por hoy daña muchísimo a pueblos enteros.

Así que yo opino que el verdadero poder corrupto, es el que nos inculca de manera sutil que necesitamos sí o sí la tecnología sofisticada, que ésta es irrenunciable, y que sólo con ella nos salvaremos. El símbolo máximo de este mensaje es la imagen de la Tierra explotando y un grupito humano salvándose gracias, claro está, a Santa Tecnología Espacial. O sea, la idea inculcada es que se trata de inventar cuanto antes algo para salir por patas de este planeta, porque en el fondo no creemos posible (o no nos interesa) salvarlo a él como nuestra Gran Nave Espacial. Gaia.

De lo pernicioso de toda esta propaganda no nos damos cuenta, pues está tan extendida y tan bien disfrazada de altruismo, humanidad e, incluso, espiritualidad, que llega hasta límites insospechados. No hace mucho leí un libro ("Amy y las estrellas") de apariencia ingenua y lalalá, casi como "para niños", pero que me puso los pelos de punta. En él se afirmaba, sin ningún tipo de rubor, que una sociedad de gran desarrollo tecnológico era, por fuerza, más bondadosa, espiritual, altruista, elevada y trascendida que una que no lo fuera. Por esta razón, nuestros "salvadores" vendrían en naves espaciales, porque eran el summum de santos y trascendidos, desinteresados, etc. Y la "prueba" era que tenían esas naves. Bastaba con ver su nivel tecnológico para comprender lo muy buena gente que debian ser.

Yo no creía que el ser humano estuviera tan ciego, pero por lo visto lo está. A pesar de que en esta era hiper tecnológica tenemos pruebas a diario del daño que la tecnología hace (la bomba atómica es el símbolo más grande de esta verdad, pero hay mil más) el libro fue un superventas en su tiempo, tiene segundas y terceras partes, y aún hay muchas personas que se creen esta clase de cosas. 

En fin, está claro que quienes promueven esta ideología tampoco han leído un mínimo de antropología, porque si lo hicieran descubrirían que tener o no tener cierta tecnología no te hace ni mejor ni peor persona. Hay sociedades denominadas primitivas que han desarrollado un misticismo sublime, y viven en una especie de estado edénico que ya querríamos para nosotros. Otras no, claro, pero el caso es que tecnología y espiritualidad no son conceptos equivalentes.

En cuanto a los "salvadores de la humanidad", hay unos cuantos seres humanos en este planeta que pueden enseñarnos a ser mejores personas y a vivir en armonía con la naturaleza, sólo que queda más cool mirar hacia el espacio esperando a los hermanos alien. Eso mejor que escuchar a los pueblos indígenas que han conseguido vivir durante milenios en un mismo paisaje o zona terrestre sin devastarla lo más mínimo. Pero claro, ¿cómo van a enseñarnos algo unos salvajes que a veces no conocen ni la escritura? 

"Amy y las Estrellas" es un libro que representa muy bien las nuevas creencias, los nuevos dioses de muchas personas, pero a mí me parece el típico producto mental de quien no se ha movido del mundo civilizado, y ha interiorizado sin más el mandato subliminal de la industria, repitiéndolo después en un formato bonito y ya está. Propongo, como antídoto, leer "Las Voces del Desierto" de Marlo Morgan, para darse de narices contra la ironía de una tribu de aborígenes, cuando preguntan a la protagonista: "¿No os dais cuenta, vosotros los mutantes, de que creáis objetos como el teléfono que no necesitais para nada, porque ya podéis comunicaros mentalmente a larga distancia? Pero es gracioso, inventais esas cosas y luego vivis como si realmente no supiérais comunicaros de otra manera". 

Este libro es polémico, porque parece que algunas tribus aborígenes no están de acuerdo con el trabajo de novelación de la autora (de hecho, los aborígenes actuales, como muchos otros pueblos indígenas, viven situaciones de gran deterioro en todos los niveles, debido a la intrusión del hombre civilizado en sus vidas), pero muchos de los conceptos plasmados en la novela son válidos. Por cierto que los aborígenes del libro llaman al ser humano "civilizado" mutante, porque claro, hace cosas muy raras, muy poco propias de un humano "de verdad". Hay otros pueblos indígenas que también se llaman a sí mismos "auténticos" o "seres humanos", y que al blanco lo han visto como a un producto extrañísimo, incomprensible. ¡No es de extrañar...!

Yo me acuerdo muchas veces de ese fragmento de "Las Voces del Desierto" y me pregunto: ¿Realmente necesitamos todo esto? ¿Realmente me está beneficiando internet? Está claro que me he vuelto adicta a él, pero ¿no haría más esfuerzos por vivir cerca de la gente que quiero y con la que comparto ideales, si no tuviera un internet "salvándome" de la soledad o el tedio? ¿No tendría mejores o más abundantes relaciones con mis vecinos o con la gente cercana? ¿No prestaría más atención a otras formas de comunicación? Antiguamente yo era de las que escribían cartas a mano, hoy si lo pienso me da flojera, pereza. ¿Tan cómoda me he vuelto? ¿Tanta prisa tenemos, que ya no sabemos esperar una semana al cartero? ¿Tan urgente es todo? 

¿Y la mente, cómo le afecta esto? ¿Y si los aborígenes tuvieran razón, y pudiéramos desarrollar la telepatía de manera natural y comunicarnos así? Son preguntas cuya respuesta conozco, pero me cuesta admitir la verdad. No dejo de ser una "civilizada", y me debato entre la opción de "desenchufarme" de cierto sistema o forma de vivir, o no. Sobretodo porque estoy rodeada de personas "enchufadas" y relaciono salurme de este modo de relacionarme con quedarme aislada, sola o sin gente de ideas afines con las que compartir ciertas cosas.

Hace años viví un tiempo sin internet. Lo hice porque en ese momento estaba muy bien, conviviendo con amigos y metida en mis exploraciones interiores a saco. No sentía que necesitara internet, al contrario: notaba que me "contaminaba" la percepción y luego me costaba mucho más entrar en trance y "oir", sentir el mundo natural. Internet me aceleraba, me exprimía la energía, y me llenaba la mente de imágenes residuales de mil cosas que ni me iban ni me venían. Mis sueños perdían lucidez y sabiduría, etc. Pero cuando mi vida ha vuelto a ponerse difícil, he regresado a internet con fuerzas redobladas, como el bebedor va a la taberna y se entrega al whiski cuando tiene una mala racha. Por lo tanto, nunca estuve del todo libre de él. (Y no sé si lo lograré)

En fin, que admito mi incoherencia, pero no puedo dejar de pensar esto: Si para huir de un naufragio alguien construyera botes salvavidas utilizando los huesos de gente asesinada para este fin, sería cierto que "nosotros", los del Titanic que se hunde, nos salvaríamos de morir ahogados. Pero no la humanidad. No, porque ahí están los huesos de las víctimas que han sido "necesarias" para que nuestra balsa fuera construída, recordándonos que sólo hemos pensado en un pedacito de la humanidad, no en toda. 

A largo plazo, además, los efectos perniciosos de la industria con la que -temporalmente- nos hemos salvado, nos afectarán igualmente a nosotros o a nuestros descendientes. Porque la Tierra es redonda y, en Ella, todo fluye. Entonces ¿dónde está la gran revolución de internet? ¿Dónde su bondad incuestionable? ¿Cuáles son, pero de verdad, sus efectos a largo plazo

A corto plazo, ya lo sabemos: alegría, fiesta, placer, sensaciones de buen rollo y de "aprender a gran velocidad" y que "sólo con un poco más lo arreglaremos todo". Pero vamos, ¡lo mismo que algunas drogas! Va, venga "sólo un poquito más, que casi he arreglado el mundo. Venga, el mes que viene o el año que viene lo dejo, pero antes voy a aprovecharlo para..."

¡Qué bien conozco este discurso! Y sí, es el de un adicto.

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