jueves, 4 de agosto de 2016

El llanto de la Tierra a través de los cuerpos de "los que La sienten"



(Del 20 de junio del 2012, rescatado en la limpieza de mi muro de facebook)



Hoy sentía un mareo, unas náuseas, y me acongojaba un no sé qué. En un ratito de soledad he podido observarlo, enfocarlo en forma de diálogo interno, dejando hablar a mi cuerpo. Y salieron lágrimas por tantas cosas que se mueren, ahora mismo, y ya nunca más serán. Lágrimas que no parecían mías, lágrimas como de diosa, por la belleza perdida, por tantos hijos que ya no vivirán, tantas realidades naturales que se abortan, que se asfixian...

Es difícil escuchar sin intervenir, sin adoctrinar, sin intentar negar su derecho de ser a las lágrimas. Sin decir: "No llores, Naturaleza, porque otro mundo vendrá, que seguro que será igual o mejor que éste" Qué pifia decir algo así a la fértil divinidad. Negarle su dolor, todo porque pensamos que, total, seguramente tendrá otros hijos. Es como tapar la boca a la madre que sufrió un aborto, o una muerte perinatal, diciéndole que ya se quedará embarazada otra vez. O como decirle a la madre de siete hijos, que no llore si tres de ellos mueren, porque total, le quedan cuatro. Tremendo.

"Déjame llorar, hija mía, porque éstos, los de ahora, son únicos, y nunca más serán. Hay tanto por despedir, hay tanto por enterrar, hay tanto por lo que hacer duelo...Déjame llorar a través de ti "- me decía la Tierra en mi cuerpo.

Y este es el mayor misterio, dejar que el dolor de cosas mucho más grandes que uno mismo salga por el vientre, por los ojos, por la boca. Desgarrarse por momentos y dejar que eso aflore, como un volcán de agua salada desde dentro, hasta que llega la paz. Retorcerse, asumiendo un fin. Tal vez no sea "EL" fin, pero desde luego sí es "un" Fin, y como todo final, duele. Máximo cuando sientes a todos los seres vivos como tus pequeñas criaturas, ésas que hasta ahora corrían abundantemente por tu vientre, tus pechos (¡tus cientos de pechos!), tus cabellos, tu espalda...Haciéndote cosquillas, regocijándote con su bullicio...

Hay tanta vida que se va... ¡Tanta! Tanta belleza perdida, tantísima. Y no hay vuelta atrás para muchas cosas. No se puede ayudar a La Madre negando sus motivos para llorar. Tan sólo se la puede...acompañar.



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