lunes, 26 de febrero de 2018

Brujas reales.

(Arriba, Madalena Rocca, fotografiada por Ernesto di Martino)

(Continuación de los posts sobre brujería)


Bruja era la señora vieja y "rara" que vivía sola en el pueblo de mi madre, a la cual iba la gente a pedir remedio para cosas sin cura. Para que mi madre se deshiciera de unas feas verrugas en la mano, le recetó que recogiera hojas de sauce con verrugas rojas, las pusiera bajo unas piedras en el cauce del río y allí las dejara, en medio de la corriente del agua, para que ésta "se llevara el mal" con el tiempo. (Mi madre dice que funcionó y se le "cayeron" las verrugas con el tiempo, solas)

Bruja era mi amiga marroquí de azarosa vida, superviviente de maltrato de pareja feroz, que vino huyendo a este país de su ex. violento, y que usaba tarros de miel en los que metía papelitos con el nombre de relaciones amorosas complicadas, para endulzarlas; cortaba mechones de vello púbico a sus amantes para que "la recordaran bien", tener control de la relación y además echaba las cartas.



Bruja era mi amiga brasileña, que encendía sus velas a su entidad tutelar, cuyo nombre celosamente evitaba decir; que llevaba los collares con los colores de la misma; que creía firmemente en los sueños, y que realizaba ritos secretos en su casa buscando prosperidad o, en definitiva, sobrevivir en un mundo durísimo como emigrante pobre, sola y sin estudios superiores.

Brujo era el señor que vino a la casa de una amiga, para "observarla", porque de noche se abrían puertas solas, se oían pasos bajando las escaleras, y hasta una cisterna del WC se vaciaba sola. Y para "arreglarlo", el señor colocó bolitas de barro en las esquinas que absorberían las malas energías, se fumó un puro, y rezó unas cosas que vete a saber qué eran. Pero mi amiga dijo que las cosas raras dejaron de pasar.

Brujo era el señor del pueblo que chupaba con su boca los males de los miembros doloridos, para escupirlos en otra dirección, mientras masajeaba los músculos y ponía emplastos. Sin estudios académicos, conocimiento aprendido en silencio, siendo pastor. La gente decía que funcionaba.

Brujas...la inmensa mayoría no fueron, ni son, mujeres de ciencia, ni de muchas letras, ni siquiera bondadosas mujeres o mujeres exentas de "malas" intenciones o "emociones negativas" como se dice hoy. Eran meras supervivientes intentando salir adelante como podían en lugares y circunstancias difíciles, a base de intentar usar el sexto sentido (pues ya no tenían o tienen otras armas a mano) o a base de intentar imaginar que tenían o tienen fuerza para controlar las adversidades de una vida muy dura.

La impotencia, el sentirte atrapado en una situación adversa, hacen que te intentes evadir por "la energía", por los sueños o por el alma. Ahí nace una parte de la brujería, pero sobretodo mucha de la hechicería, que no es exactamente lo mismo. Cuando sientes que hablar es peligroso, los conjuros secretos para protegerse o defenderse se fantasean y desean. Cuando sientes que no puedes ir de frente y todo está en tu contra, pero no quieres morir, ni ser otra víctima más, piensas que puede haber otra manera de salir del paso o salvarse. Es la tortuosa vía que muchas personas han elegido y eligen... Pactan con fuerzas invisibles (y no siempre limpias) a cambio de sobrevivir, o de un poco de prosperidad. Es una encrucijada (y una tentación) que toda persona que anda el camino chamánico o brujo, experimenta en algún momento.

 

 La rama de la brujería que es la hechicería está muy ligada al miedo ante lo desconocido, al terror ante los golpes duros de la vida, el sufrimiento silenciado, el rencor que surje de sentirse injustamente tratado e impotente para cambiar las cosas; y la búsqueda de poder personal para no ser aplastado por el poder de otros, en sistemas sociales donde existe pobreza, marginación, exclusión y además, mucha superstición. (Aunque también puede asociarse a un puro deseo de adquirir más y más poder sobre otros, pero ésa es otra deriva, y la raíz sigue siendo el miedo)

Brujas...Brujas eran mujeres como la de este artículo, cuyo caso está perfectamente documentado porque se conservan todos los papeles de su juicio. (Coincidí con el investigador que los estudiaba mientras hice el Camino Primitivo por Asturias, hace muchos años, y hablamos de ello) Salvo en la suposición del autor (que imagina una posible enfermedad mental, y yo no lo veo "necesario") concuerdo en todo lo demás que dice.

Pero a estas mujeres, a estas "nada ni nadie" que viven en los márgenes del sistema ¿quién las reivindica? Parece que hay que transformarlas en otra cosa para aceptarlas o "salvarlas" en nuestro imaginario. Hay que convertirlas en heroínas, en mujeres de grandes ideas o ideales, en sabias, en feministas (ver el anterior post, sobre el enfado de brujas muertas por esta razón). Y no, no siempre lo fueron. Entre las brujas perseguidas hubo de todo y, siento decirlo, muchas, eran (y aún SON) como éstas mujeres de las que habla el artículo.

Pero si reivindicamos sólo a las sabias, entonces es como volver a condenar a las pobres, las analfabetas y las erradas y errantes. Como yo misma podría ser vista desde afuera pues ¿qué estudios superiores tengo, para presumir de ellos? ¿En qué círculos académicos puedo alzar mi voz? ¿En qué medios trabajo que se me reconozca nada? ¿No es acaso bruja quien dice ser chamana?

No seré yo quien vuelva a condenar a las brujas de a pie, ni aunque se equivoquen, ni aunque no puedan demostrar nada, ni aunque nada de nada. Ya basta.

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