miércoles, 28 de febrero de 2018

Que viene el coco (ego) y te comerá.

(Arriba, pintura de Rubinov Jacobson)

Estoy de la inflación del ego hasta el moño. Es de esas expresiones que se han vuelto omnipresentes. De tanto hablar del ego al final parece que exista y todo. Y ni que estuvieran hablando de la inflamación del hígado, oye. Inflación del ego por aquí, ego inflado por allá. Yo cuando leo esto pienso en arroz inflado, de ese que se come tipo cereales para el desayuno.

El ego, el ego, el ego... El nuevo demonio, el nuevo monstruo, el nuevo dogma para meter miedo. Cuidado, no te sientas satisfecho de nada, no sea que se trate del ego. Cuidado, que si estás aprendiendo algo y brillas de satisfacción placentera por haber superado un desafío, o haber cruzado un curso con matrícula, es cosa del puñetero ego. O sea: no celebres nada, échate ceniza por la cabeza y disimula. Y machaca tu alegría, so egoica, pero qué te has creído, mira que estar contenta por haber crecido, o cruzado un mar, o haber resuelto algo. Y encima LO DICES. Vas y lo compartes. Pero bueno, ¡habráse visto osadía, desfachatez y atraso mental, digo espiritual!

Esto del ego es como lo de la antigua humildad, mal predicada. Había que ser humilde, y eso se explicaba (mal) como humillarse públicamente, o forzarse internamente para no sentir ninguna alegría ni satisfacción por los propios logros, dones, regalos, virtudes. Había que estar siempre cabizbajo y encogido. Había que reprimur constantemente la expresión, y decir de uno mismo solo lo malo, o callarse lo bueno, porque si no...¡tachán, Satanás te estaba dominando, te estaba haciendo soberbio!

Yo pienso que la verdadera humildad es otra cosa: se trata de ser realista y no añadirse cosas, ni creerse superior a otros. Pero en lugar de entender ese realismo, se enseñaba a auto humillarse y a esconder la propia valía, o incluso a negarla, aprendiendo a no verla. Todo por miedo a la soberbia.

Pues bien, han pasado siglos y aunque aquel discurso religioso pasó (bastante) a la historia (excepto para la gente que sigue ciertos caminos religiosos), ahora tenemos aquí, en sustitución de eso, al peligro del demonio-ego, por obra y gracia de las nuevas prédicas psicológico/espirituales o lo que sean, porque mezclan muchas cosas y al final es un lío.

Y hoy, como ayer, se te amenaza con el infierno al que vas a ir, si se te infla el ego (te reencarnarás en sapo o en piedra, por lo menos, o caerás en los mundos astrales más "bajos" y  pantanosos) O, en casos peores, si osas "tener ego" (pues para algunos discursos tenerlo ya es de por sí el problema, aunque no se te haya inflado como un hígado con cirrosis), se te adoctrina para que no te alegres de nada que logres, realices, o aprendas, o comprendas. Y si te alegras, por lo menos escóndelo. No lo demuestres. No lo digas, que entonces el ego se infla con las muestras de empatía ajenas y los parabienes. Que encima, si te felicitan o te dicen "qué bien", eso ya es el colmo del mal. Es una recompensa asquerosa que buscas de tapadillo y que no debieras disfrutar, so egoica. Tu espiritualidad está al nivel del líquen o de la suela de zapato, y ni lo sabes.
                                                                                        

Y tampoco ejerzas una crítica pública de las ideas de alguien, ni señales lo que te parecen errores de otro, aludiendo a lo que has aprendido o leido, aunque sea por contribuir al debate público y al esclarecimiento compartido de cuestiones. Porque eso también es cosa del ego inflado y ya se sabe: en el infierno estás, en el limbo de los poco evolucionados seres que todavía no sonríen a todo con las pupilas diltadas mientras dicen: "Siiii, está bien, está bien. Todo es correcto. Todo vale. Nada importa". (Ese nirvana de relativismo y de prohibición del debate, no sea que el ego se infle)

El ego, el ego...que viene el ego y te comerá. He leído también por ahí que una manera de discernir si alguien es sabio o no, es ver si tiene ego. Si se lo encuentras, ¡zape!, ya cazaste a un impostor. Ya no escuches nada de lo que diga, que seguro que lo dice su ego, el monstruo ése al que nadie ha visto, ni sabe qué color tiene, ni cuánto ocupa, pero que tantos juran que existe y que es malo, muy malo.

Yo paso del ego, en serio. Me da la impresión (hasta donde sé) que es una traducción psicológica moderna del "yo", pero es que también hasta donde sé, el "yo" no es malo. Sólo puede suceder que sufra patologías varias o desajustes. 

En todo caso, meter miedo al "yo" viene a ser como meter miedo al cuerpo, o a la personalidad. Pues el "yo" es ese aspecto del ser que es distinto y único para cada uno, lo mismo que el cuerpo y la "personalidad". De manera que si te convencen de que el "yo" es malo ... ¿Qué se te está comunicando en el fondo? Que debieras ser indiferenciado. Que no debieras tener límites, ni marcarlos. Que debieras ser todo y aceptarlo todo. Todo lo cual tiene sentido en la dimensión indiferenciada de La Unidad, pero no en el mundo de la tierra con sus cuerpos y elementos.

En resumen, meter miedo al ego y a la satisfacción ante los logros del "yo" es doctrina anti encarnación material. Y un estupendo modo de castrar la natural alegría de los niños cuando crecen y alcanzan metas, y lo dicen en voz alta, y de los adultos cuando hacen lo propio.

                                            
                                                         (Pintura de Bo Bartlett)

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