lunes, 26 de febrero de 2018

La Tierra, la Paciencia y los efectos de internet en nuestra mente.

(De mi diario, de febrero del 2017)

La tierra lleva meses pidiéndome o aconsejándome que sea paciente respecto a un tema de mi vida personal, pero no se me ha dado muy bien seguir su consejo, y a ratos me he hasta enfadado, y mucho, por cómo iban las cosas. Hasta estuve a punto de terminar con una relación incipiente porque las cosas no salían como yo esperaba, y estaba empezando a pensar que eso "significaba" (interpretando "señales" a mi manera) que esa relación no merecía la pena.

Hace tres días, en uno de mis momentos de rabia y agobio por otras dificultades, me fui de paseo lejos, y me senté en la Tierra, y me desahogué allí. Luego pedí ayuda para mi ansiedad y agobio. Al poco, la Tierra me dijo que me fijara en las plantas, las matas que crecían por ahí. Y me dijo: "Mira, así es la vida. Va creciendo, va buscando caminos despacito. Hoy las ramas se tuercen un poco hacia allí, mañana hacia allá...las ra´ces buscan a tientas su espacio, y así van haciendo".

Y luego me dijo, así de sopetón: "Internet os está dañando la mente a todos. Os estais acostumbrando tanto a la rapidez, a la velocidad en la obtención de lo que deseais (comprar, hablar, comunicar, buscar información, etc) que habéis perdido por completo la costumbre de esperar. Fíjate en ti misma: La mayor parte de la ansiedad que sientes ahora mismo se debe al contagio que la velocidad de internet (a la que te has acostumbrado) produce en tu perspectiva de "lo esperable". No eres consciente de ello, pero quieres resultados, y los quieres ya. No concibes esperar un año entero para que una planta germine y crezca un poco. No concibes esperar un año entero a que una relación se empiece a esbozar. Quieres frutos, y los quieres ya. Como mucho, puedes tolerar esperar unas semanas, un mes, o dos...no más. Ni siquiera sabes esperar hasta el verano"

Me quedé KO.
La Tierra guardó silencio. A mi alrededor no se veía ni un rastro de civilización, porque estaba en un pequeño valle donde no llegan los tendidos eléctricos, ni los cultivos, y mi mirada enfocaba el monte salvaje (no veía el camino de tierra, a mis espaldas) La naturaleza crecía con su lentitud. Se movía con su lentitud. A mi alrededor, "perezosas" matas de brezo se tomaban años en crecer un metro, creando raíces nudosas y duras, que se adentraban en la tierra con "terrible" parsimonia. A lo lejos, una pareja de corzos me observaban con curiosidad. El macho se tomó su tiempo para lanzar alguno de sus gritos de advertencia, y luego siguieron por ahí (porque yo permanecía inmovil, en el suelo) ¿Qué prisa tenían? Ninguna. ¿Qué planes tenían? Solo vivir tal cual eran.

Tuve por instantes la sensación vívida de que la humanidad estaba a punto de dejar de ser la humanidad que había sido durante milenios. Porque en pocs años estábamos perdiendo la acostumbrada manera de sentir la vida. Empezábamos a vivir la dichosa "aceleración", y nuestra percepción empezaba a filtrar todo según su rapidez y "eficacia". Nuestras expectativas de vida ya buscaban resultados rápidos para todo.

Por ejemplo, multitud de relaciones humanas se rompen porque no se obtienen satisfacciones a corto plazo, o porque no se concibe esperar años para afianzar una relación, o para solucionar desavenencias en según qué temas. Una cosa es abandonar a quien te trata mal, o a quien no tiene interés por tí; otra muy distinta, y que va a más, es el abandono por impaciencia, porque total "con la de oportunidades que hay..." para qué esforzarse en cultivar una relación en concreto. Nos hemos convencido unos a otros que "tenemos derecho" a obtener frutos importantes en las relaciones, a corto plazo. Y porque ese "corto plazo", que hace un par de milenios o siglos se concebía como años, ahora se concibe como semanas. Si en unas semanas (o como mucho, un mes o dos) algo no da fruto, se desecha.

Se traslada esto a la agricultura, a la ganadería, al "estudio", a las terapias, a todo. Los animales se hacen engordar "rápidamente" para optimizar inversión, las plantas igual. Se promueven y se exigen terapias "rápidas" para poder "funcionar" cuanto antes con normalidad. Estudios que antes se consideraban cosa de TODA LA VIDA (como el chamanismo, o como seguir caminos espirituales por senderos de grandes tradiciones, y otros) se resumen y sistematizan para ser enseñados en comodos fines de semana, dando la impresión de que se puede destilar tanto la esencia de estos conocimientos, que los antiguos debían ser uns inútiles, unos atrasados. Claro, es que hemos "evolucionado" y ahora somos capaces de comprender internamente, con coherencia y profundidad, lo que a ellos les llevaba cuarenta años de su vida. La crianza no se escapa a esto. Ya existe "estimulación temprana", ya hay artefactos y consejos para que los bebés empiecen intra-útero a reconocer sonidos, melodías, idiomas. Se considera que un bebé de cinco meses, o de un año, ya es mayor para tomar teta, cuando antes los niños se destetaban con 3 y 4 años... Y así con todo.

El cómputo del tiempo que somos capaces de tolerar para vivir procesos parece haber cambiado y ya no está armonizado con la lentitud de la naturaleza. Porque nos frustra esperar lo que hace siglos, cualquer ser humano esperaba sin plantearse que estuviera "mal" hacerlo. Es nuestra ideología moderna la que nos reconcome por dentro, diciendo "esto va muy lento, estás perdiendo tiempo y energía. Seguro que hay mejores maneras de enfocarlo, o tal vez este camino no es para tí". Nos trazamos un plan ideal, trabajamos por objetivos que queremos alcanzar a corto plazo. Nos hacemos proyectos que ni de coña plantean sembrar para los bisnietos, porque si no obtenemos beneficios rápidos, creemos que hemos hecho una mala inversión de tiempo, energías o incluso dinero. Y cuando algo no sale en un plazo de tiempo tolerable según esta costumbre veloz, lo llamamos fracaso.

Percibí nuestro mundo contagiada por la mirada de la Tierra y ví que era como si hubiéramos construido sobre la tierra una red superficial y tecnológica de velocidades crecientes y fuéramos a toda prisa por sus canales. Con tanta rapidez, cada vez nos cuesta más percibir los detalles del paisaje o tener relaciones profundas, porque rara vez les dedicamos suficiente tiempo ni atención.

La velocidad se ha convertido en un valor en si mismo. Recordé a los Maestros Arbóreos, las "primeras voces" que empecé a oir al trasladarme al campo, y su enojo y crítica hacia la prédica Nueva Era sobre las bondades de la "aceleración planetaria". Ellos la rehusaban, y me decían que era una ideología y prédica tramposa, y que la tal "aceleración" solo haría una cosa: que la humanidad descarrilara, y con su "accidente" el desastre se extendiera a otros seres inocentes. La receta de los Maestros Arbóreos era la lentitud, y ahora veía la total coherencia con lo que me mostraba la Tierra.

De repente mi impaciencia me resultó penosa. Realmente la ví como un fruto de la costumbre de usar internet y otros "adelantos". Porque me recordé siendo de niña... y no tenía esta ansiedad por conseguir resultados. Siempre fui entusiasta y lanzada, y en este sentido siempre fui bastante rápida para según qué. Pero no me enfadaba vivir relaciones humanas que "no daban fruto", que no "producían" "a corto plazo". Simplemente vivía. Simplemente disfrutaba de la amistad. Hoy parezco haberle puesto un calendario a todo, y marco con x los tiempos que me parecen excesivos. Pero excesivos ¿respecto a qué?

-¿Qué prisa tienes?- Me decía la Tierra.
-Cualquier día puedo morirme- le respondí- Y me gustaría haber vivido algunas cosas antes...
- No las vivirás nunca si vas tan deprisa, porque todo resultado rápido que consigas con esa velocidad, será falso, sin raíces. Entonces ¿qué más te da morirte mañana con esos falsos frutos a cuestas, o sucedáneos, que hacerlo simplemente habiendo VIVIDO de manera auténtica y consciente lo que había, aunque eso sçolo fuera una brizna de hierba?

Más ko me quedé aún. Se me rompió un esquema por ahí. Ya no pude discutir más. La Tierra me dijo, para terminar, que su consejo y el camino y práctica espiritual que me recetaba, era ir más al campo, a sentarme simplemente en la tierra, uniéndome a las cosas que crecen y a la naturaleza salvaje, simple y...lenta, comparado con el mundo que estamos creando. Y que no me preocupara si, con ello, sentía que me iba quedando como fuera de la órbita de muchas personas que vivían sumergidas en su velocidad y en ese multi-estimulado mundo.

"Un dia todo esto descarrilará, y alguien tiene que quedar al pie de las vías para señalar a los aturdidos que no han caído en un horroroso vacío sin vida, sino en la vida plena de la naturaleza que, hace mucho, dejaron de percibir, porque su tren iba tan deprisa que veían tan solo la décima parte de lo que estaba en el paisaje. O ni siquiera eso"

FIN

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