domingo, 25 de febrero de 2018

Resiliencia y esperanza

                                 (Arriba y en el resto del post, pinturas de Luke Hillestad)

La incansable tozudez con la que los medios repiten (en artículos, entrevistas, etc) que la superación de los traumas depende de la RESILIENCIA que cada uno tenga, demuestra, aparte de ignorancia, la también incansable tozudez o incapacidad para afrontar la responsabilidad de LOS OTROS en la reparación de traumas y, en último término, de la supervivencia personal.

Porque la resiliencia NO ES algo así como una cosa que se trae de serie congénita, como el color del pelo o la tendencia a engordar o adelgazar, sino que la resiliencia surge del apoyo y del afecto que puedas encontrar a tu alrededor. No me lo invento yo, lo dicen los que acuñaron el término. (Recomiendo leer a Boris Cyrulnik, neurocientífico. Y para historias de resiliencia, la biografía de Tim Guénard, "Más fuerte que el odio")
              
                                      
 
Es decir: sales adelante mejor o peor tras una crisis fuerte, no porque mira, tienes más resilencia que otro, ole por tí, sino por la cantidad o calidad de afecto y apoyo que alguien de tu entorno (siquiera UNA SOLA persona) te haya proporcionado en los peores momentos. Salimos adelante por el amor, y no por otra cosa, es así de simple.

Pero nuestra sociedad tiene un sistema de creencias muy individualista, así que esa verdad atenta contra sus principios, según los cuales hay que ser independientes, no esperar nada de nadie, y salir de los agujeros por uno mismo (siempre, y a poder ser, independientemente de lo que hayas vivido, tu edad o tu situación) El lema es "Cuanto más independiente seas, mejor. Cuanto menos necesites a nadie, mejor. Y cuanto antes logres no necesitar a nadie, mejor". (Ya si puede ser a los meses de recién nacido, pues perfecto)

Entonces, los científicos describen la resiliencia, acuñan el término, y ¿qué pasa? Que enseguida vienen las fuerzas del orden a secuestrar esa verdad y a reconvertirla en la que conviene al sistema, y así transforman el concepto de resiliencia en algo que "se TIENE más o menos, de manera personal". La tendencia (que ya está aquí) finalmente es decir: ¡Pero vamos hombre, ¡sé resiliente! ¡Espabila!

Ya hay cursillos para aprender a ser resiliente, estoy segura, y también estoy segura de que en ellos te responsabilizan exclusivamente a ti mismo de todo lo que puedas vivir en una crisis fuerte o situación traumática y adversa. Tus reacciones han de estar siempre controladas y ser las de "tu elección". Si te golpean no puedes sentir ira o tristeza salvo que "lo decidas", y así con todo. Para ejercitar, entonces, músculo resiliente, hacen esos talleres o cursos que no son más que programación mental para auto convencerse de verdades que no existen, pero que interesan al sistema. Creencias en las cuales NO HAY responsabilidad mutua por cómo nos tratamos unos a otros, sino solo responsabilidad hacia uno mismo, y lo que uno mismo vive.

El nuevo catecismo doctrinal establece como pecado "No ser" resiliente, o no serlo de manera "suficiente", pues para eso también hay medidores y hay que alcanzar la "Excelencia" (palabro de moda) Y si no alcanzas el listón de resiliencia, se te riñe y se te juzga, porque la resiliencia ya es como tener buena figura o estar en forma: se te supone, y si no la tienes se espera que te la "trabajes". Es tu deber ser resiliente y punto pelota.

El segundo pecado asociado a este, consiste en "tener expectativas" respecto a recibir ayuda, calor, afecto o apoyo ajeno. Las expectativas de vivir relaciones afectivas, comprensión y humanidad, SIEMPRE son un problema para la nueva doctrina, porque ponen de relieve que necesitamos ESFORZARNOS para ser responsables los unos de los otros, al menos EN PARTE. Y es incómodo pensar, por ejemplo, que si alguien de tu entorno entra en depresión, no es solo "por cómo funciona su mente" o "porque es débil" sino porque tal vez el contexto falló en general, no sabiendo apoyar suficientemente la crisis... Es más tranquilizador y productivo culpar a cada uno por sus crisis o por sus depresiones o hasta por suicidarse.

Vamos, el siguiente paso será animar a la gente a suicidarse con entereza, "Si así lo deciden", porque en eso consiste el libre albedrío y hay que ser maduros y responsables. La nueva doctrina no se pregunta porqué alguien quiere morirse: es asunto suyo. Y como la nueva doctrina está impregnada de "respeto" (nótese tono irónico), entonces si alguien quiere tirarse por un balcón, le ayudan poniéndole la silla sin hacer preguntas. Que eso es ser tolerante.

La resiliencia existe, como digo, pero no es toda esta mierda (terra dixit), sino el RESULTADO de recibir siquiera UN (de una sola persona) apoyo consistente afectivo, sólido, continuado, que haga que, en el peor momento de la encrucijada -crisis-trauma, tu interior tenga ESPERANZA y se decante hacia la vida y la restauración de la misma, o por el contrario PIERDA TODA ESPERANZA y se decante hacia el deterioro, el auto abandono, la auto destrucción, etc.

                  

Por lo tanto RESILIENCIA Y ESPERANZA son dos caras de una misma moneda y a su vez son UNA de las MUCHAS caras de LA VIDA.

La vida detesta a los que predican que no hay esperanza,
a los que predican que no debemos tener esperanza,
a los que predican que no debemos tener expectativas,
a los que predican que no hay que necesitar a nadie,
y en resumen a los que predican que no es necesario dar vida,
porque total ¿para qué...si no hay esperanza, no hay necesidad de nadie más en el mundo y además esperar o necesitar son actitudes incorrectas?

La vida se llena de ira cuando no la dejan ser, aparecer o moverse con libertad. Nuestra sociedad no será juzgada - en la dimensión psíquica y espiritual del ser y la conciencia- solamente por las muertes que produce de manera directa, sino también por la vida que no está permitiendo ser, ni aparecer. Por el no apoyo a la Ley de la Vida, cuyo pilar fundamental es la Esperanza, y luego, la co-responsabilidad.
 

Pinturas de Luke Hillestad. Esperanza y apoyo mutuo en un mundo "sombrío".

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